Amira se echó hacia atrás, dejando caer el pañuelo al suelo. Su rostro se tornó muy pálido, sus manos comenzaron a temblar. Ella no podía creer lo que estaba viendo en ese instante, entrando en shock de inmediatamente, sin aún poder creer que en el plato más esperado de la noche habían... restos de partes humanas.
Assim pinchó un ojo con el tenedor, haciendo brotar la sangre de él.
—¿No te gusta? Mira bien: un ojo, dedos, una lengua muy larga... hasta un pequeño pene —asiente con una carcajada— Pensé que apreciarías este "postre" especial de tu querido Emilio.
Amira entró en shock al escuchar lo que Assim acababa de decir, ella no podía creer que eso pudiera ser cierto, nunca se imaginó que Assim sería capaz de hacer algo tan macabro como eso, así que de inmediato llena de pánico intenta levantarse, pero los guardias de Assim la sujetaron con fuerza, obligándola a seguir mirando fijamente sin desviar la mirada.
Él continuó riendo mientras jugueteaba con los restos y le dice:
—¿Por qué te asustas? ¿No ves que es Emilio? Bueno... en pedazos pequeños —continúa riendo —pero sigue siendo él, ¿no? —Su voz goteaba sarcasmo mientras jugueteaba con el tenedor ensangrentado y una sonrisa burlona— ¿Y ahora lloras por el segundo postre? ¡Si devoraste el primero! Ah, se me olvidaba... tu deliciosa torta de chocolate llevaba sangre y trozos de Emilio. Por eso te encantó tanto, ¿verdad, puta? Te comiste media libra de tu amante y ahora finges asco. —Una risa cruel le sacudía el pecho.
Amira vomitó violentamente, las arcadas desgarrando su garganta. Entre espasmos, gritó pidiendo ayuda completamente destrozada, intentando expulsar cada pedazo maldito de ese pastel que había ingerido. El sudor frío empapaba su cuerpo, sus orejas ardían, el corazón golpeaba sus costillas como un animal enjaulado. Justo cuando creyó morir ahogada por el pánico, Assim la golpeó fuertemente en la cabeza con la culata de su pistola, mandándola al suelo inconsciente.
Minutos después, la levantaron del suelo mientras el agua helada que le arrojaron la devolvió a la realidad, sus ojos desenfocados buscaron salidas inexistentes. Assim, sentado frente a ella con una sonrisa de depredador, le lanzó un pañuelo:
—Toma, sécate. Y limpia ese vestido negro que tanto te favorece. Mira qué considerado soy; te dejé usar luto por tu amante muerto. Porque tú lo mataste, ¿sabías? Él y toda su familia pagaron por ayudarte. Dime, ¿podrás vivir con ese peso?
Amira no podía respirar. Las lágrimas caían sobre su vestido mientras las palabras de Assim le perforaban el alma. El dolor le quemaba las entrañas. Quería morir, desaparecer en ese instante, pero hasta eso le sería negado. No podía dejar de sentir culpa por la muerte de Emilio y de su familia, el dolor era tan fuerte que no podía sostenerse a sí misma, sintiendo que se desmayaría en cualquier momento. Cuando su vista comenzó a nublarse, pasó la mano sobre su vientre en un último intento de protección. Assim, al notarlo, inclinó la cabeza y murmuró:
—Tranquila, aún no es tu hora de morir, así que respira. Por ahora, ocúpate solo de alimentarte bien para que mi hijo nazca sano. Pero si algo le pasa… te mataré a ti y a toda tu familia. ¿Entendiste? —Frunció el ceño y golpeó la mesa con violencia.
Amira no dejaba de llorar y temblar al mismo tiempo. Su mente estaba destrozada, sumida en un caos donde ya no distinguía la realidad de la pesadilla. El terror la consumió hasta que, finalmente, su cuerpo cedió. Cayó al suelo, inconsciente, golpeándose la cabeza con fuerza.
Al día siguiente, despertó con un dolor punzante en el cráneo. Al tocarse, notó una venda. Se arrastró hasta el espejo y, al intentar retirarla, vio manchas de sangre seca. Un sollozo escapó de su garganta mientras se dejaba caer en la cama, acariciando su vientre muy despacio.
Minutos después, la puerta se abrió. Una mujer mayor entró en silencio, acercándose con premura. Muy nerviosa susurró con urgencia:
—Señorita, escúcheme con atención… debe irse de aquí lo antes posible. No es seguro para usted ni para su bebé quedarse un día más aquí. Yo también fui madre… y me arrebataron a mi hijo al nacer. Llevo años atrapada sirviendo al monstruo que arruinó mi vida por completo, así que, por favor, huya de este infierno. No confíe en nadie, todos son unos lambones de Assim… excepto yo. Si necesita ayuda, búsqueme. Pero no espere más… ¡protéjase! —Sus lágrimas cayeron sobre el vientre de Amira.
La joven, entre confundida y aterrada, balbuceó:
—Espere… ¿Qué pasó con su hijo? ¿Quién se lo llevó? ¿Por qué me dice esto? ¿Quién es usted? —Su voz sonaba quebrada, con tal desesperación.
La mujer cerró los ojos, reviviendo el dolor.
—Fui como tú: una niña inocente que Assim convirtió en su juguete. Él y sus amigos me usaron como quisieron… hasta que se obsesionó con que le diera un heredero. Intenté… te juro que lo intenté por mucho tiempo…pero solo tuve pérdidas. Él solo me culpó y me golpeó día tras día … hasta que, tras una de sus violaciones, logre quedar nuevamente embarazada.
—Yo vivía con mucho miedo, pidiéndole a Dios que mi bebé pudiera nacer sano y salvo, pues si eso no pasaba, sabía que Assim me mataría sin pensarlo, luego al poco tiempo, mi bebé por fin nació… era perfecto. Piel de porcelana, cabello como la noche… Lo escuché llorar y por un segundo fui la mujer más feliz del mundo. Pero mi felicidad no duraría mucho, ya que Assim me lo termino arrebatando de mis brazos. Dijo que no merecía criarlo… que estaba loca. Y que su hijo no bebería de la leche materna de una zorra como yo. Y así fue como nunca más volví a ver a mi hijo Alejandro.
—Después de eso, cada día sentía que enloquecía, que la realidad se desvanecía entre mis dedos. Intenté quitarme la vida varias veces, pero Assim me amenazó: decía que, si escapaba o me suicidaba, él mataría a nuestro hijo. Así que he sobrevivido en este infierno, soportando sus golpes e insultos. Cada mañana lo veo, preparo su comida y reprimo las ganas de envenenarlo y acabar con todo este sufrimiento que llevo por años. Pero sé que, si lo hago, jamás encontraré a mi amado hijo.
—Me aferro al valor, solo por mi hijo. Aunque cada amanecer en este lugar maldito me hace desear desaparecer. —Rompió en llanto, liberando años de silencio.Amira, con los ojos humedecidos, observó a la señora Ligia. Sin pronunciar palabra alguna, le seco las lágrimas y la abrazó con fuerza. La mujer sollozó contra su hombro desconsoladamente:—Perdóname por contarte todo esto, nunca había podido hablar con nadie de todo este dolor que llevo dentro, ya que Assim me prohibió poder hablar de todo lo que me ha hecho pasar. Pero no soporto verte sufrir como yo sufrí. Por favor, escapa. Tú aún puedes hacerlo.Amira apretó el abrazo, conteniendo sus propias lágrimas. Tomó las manos callosas de Ligia y murmuró:—No tengo nada que perdonarle, al contrario. Gracias por confiar en mí. Se que juntas saldremos de aquí... y usted encontrará a su hijo. Lo prometo.—No, mi niña —La señora apretó sus manos con angustia— Yo no puedo irme de acá. Assim mataría a Alejandro y a mí me usaría de carne para
Amira no entendía tanta amabilidad por parte de Assim. Nuevamente sabía que algo no andaba bien. Al entrar a una lujosa tienda. Amira quedó deslumbrada ante tanta belleza. Nunca había visto tantas cosas hermosas como en ese lugar. Assim la observó con detenimiento y le ordenó:—Toma lo que quieras. Necesito que luzcas radiante para el lugar al que iremos, y date prisa, no tenemos mucho tiempo, ¿entendido?Luego, de dirigió a una empleada:—Asegúrese de que mi esposa vista algo elegante. Regresare en media hora —Le entregó cinco billetes de cien dólares antes de marcharse. Amira temblaba al pensar en vestir con elegancia. No podía evitar imaginar que Assim quería verla lucir hermosa… para después matarla. Los pensamientos la siguieron atormentando hasta que la empleada la interrumpió: —Señorita... ¡señorita! ¿Qué le parece este vestido negro? —preguntó con una sonrisa.Amira al ver la prenda oscura, un escalofrío recorrió su espalda:—No... no, por favor, nada de color negro —su voz
Amira no aguanta las náuseas y sale corriendo al baño. Assim ordena a Sam que la siga. Al llegar, Amira vomita y rompe en llanto desconsolado al comprender que Emilio estaba consciente de su tortura... No entendía por qué Assim hacía esto, y menos aún por qué la había llevado a presenciarlo. Sam toca la puerta:—Señorita, por favor salga. Debemos regresar —dice con voz firme. Amira se mira en el espejo mientras seca sus lágrimas, luego regresa a la sala y, al ver a Assim, le espeta:—¿Por qué me trajiste aquí? ¿Disfrutas verme sufrir? —¿En serio querías perderte este maravilloso espectáculo? —replica él con sarcasmo— ¿No querías ver a Emilio? Pues obsérvalo bien, será la última vez que lo verás. ¿Ves qué buen esposo soy? Te traje a despedirte de tu amante... puta asquerosa. Así que te quedarás aquí hasta que yo lo decida —su mirada gélida la atraviesa. Amira sentía que enloquecía. Quería huir, desaparecer de ese lugar, pero la ansiedad y la impotencia la paralizaban. Tras subasta
La barbilla de Amira temblaba mientras procesaba las palabras de su padre, ella estaba muriendo por dentro, su pecho se encogía bruscamente siendo doloroso —Por favor— les suplico, pero pudo ver en sus ojos que ya no había marcha atrás—Lo siento mucho, hija, pero la decisión ya está tomada y no puedo echarme atrás. Ya hablamos con el señor, y él está por llegar. Así podrás conocerlo. Te prometo que no te pasará nada, hija. Estarás muy bien. El señor Assim es una buena persona, y sé que cuidará de ti—sus ojos reflejaban el dolor que sentía por la decisión que su esposa lo llevo a tomarAmira miro a su padre a los ojos y pudo ver que, en él, se reflejaba el mismo dolor que ella estaba sintiendo, pero aun sabiendo lo que pasaría con ese matrimonio, ella no podía aceptar esa decisión, sabía que su madrastra quería cortarle las alas, ya que, al casarse con ese hombre, toda su vida ya planeada se derrumbaría hasta los escombrosLa puerta sonó y el sonido hizo que los latidos del corazón de
—No vuelvas a buscarme nunca más, zorra mentirosa. —Se marchó con el peso de la culpa sobre sus hombros, sabiendo que Amira jamás lo perdonaría. Con el corazón destrozado, Amira salió corriendo, sumida en un dolor insoportable. Quería cancelar la boda, desaparecer de todas sus vidas... Pero luego se detuvo. Tal vez casarse era la solución: nunca más tendría que ver el rostro de su madrastra o de su traidora media hermana. Además, ahora no sentiría remordimientos por dejar atrás al hombre que amaba, quien resultó ser un vil mentiroso. Secó sus lágrimas con determinación y continuó con los preparativos nupciales. La boda se celebró exactamente como Amira siempre la había soñado... excepto por el hombre a su lado. Aunque la ceremonia era perfecta, la ausencia de amor verdadero la hacía sentirse vacía. Sin embargo, siguió adelante, convencida de que era lo mejor para su futuro. Al mirar a Assim, su nuevo esposo, contuvo un sollozo. Ahora estaba atada a un hombre que bien podría ser su
Juntos la llevaron al establo y la colocaron sobre la mesa. Emilio acarició el rostro pálido de Amira, mientras lágrimas silenciosas caían por sus mejillas. Sintiendo culpa por no poder protegerla de las garras de Assim… Continúo observándola mientras sus lágrimas empañaban su visión…Era el único que realmente se preocupaba por ella.De pronto, Emilio se acercó a Jim, con los ojos brillantes de angustia: —Por favor... Haz lo posible por salvarla. Sé que no es tu especialidad, pero... —La rabia ahogaba su voz.—Tranquilo, hermano —respondió Jim, apretándole el hombro— Haré todo lo que pueda. Ve por agua y paños limpios, ayúdame a estabilizarla.Emilio asintió y salió corriendo. Durante horas, trabajaron juntos hasta que, al fin, lograron estabilizarla. La llevaron a su habitación, donde Emilio montó guardia afuera, listo para ayudarla si ella lo necesitaba.Pero entonces llegó Assim. Emilio se sorprendió y apretó los puños en silencio, conteniendo la furia mientras el hombre entraba e
Emilio salió rápidamente y lo hizo entrar. Jim palideció al ver el estado de Amira y, sin perder tiempo, comenzó a limpiar la sangre que manaba de su vagina y ano, además de atender los golpes en su rostro. Los dos trabajaron en silencio. Emilio lleno de rabia, contenía sus lágrimas mientras oía a Amira quejarse por el dolor punzante que sentía en su vagina, de inmediato le administraron un calmante y, cuando por fin se durmió, salieron sigilosamente.Emilio se quedó de guardia frente a la habitación, mientras Jim regresaba al establo, con el peso de la impotencia sobre sus hombros.Luego de varios meses Amira cumplió sus veinte años. Assim sabía que ahora, más que nunca, podía hacer lo que se le antojase con ella, así que continuó abusándola sexualmente y maltratándola de diversas formas. Ella ya no se resistía; sabía que, si lo hacía, sería peor. Mientras tanto, Emilio, consumido por el dolor y el odio, planeaba cada día cómo poder escapar con Amira y rescatarla del infierno en el q
Emilio sintió que el mundo se detenía. La abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla de todo el mal, y juró entre dientes:—Escúchame bien. Te sacaré de aquí. No permitiré que ese demonio o cualquiera vuelva a tocarte. Perdóname por no haber estado cuando más me necesitaste y por todas las veces que no pude defenderte de ese desgraciado. Pero esta vez será diferente. Encontraremos a tu familia. Huiré contigo al fin del mundo si es necesario. Todo va a mejorar. Te lo prometo con mi vida. —Volvió abrazarla, como si el abrazo pudiera sanar sus heridas.—Gracias, Emilio. Confío en ti y sé que todo lo que me dices es cierto. No tienes que pedirme perdón por nada. Sé que si hubieras intervenido cuando Assim me maltrataba, él te habría matado sin pensarlo. No te preocupes, más bien soy yo quien debe agradecerte por curar mis heridas y por esos dulces tan deliciosos que siempre me traes. Gracias por todo. —Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras ambos sonreían entre sollozos.De