La Subasta

Amira no entendía tanta amabilidad por parte de Assim. Nuevamente sabía que algo no andaba bien.

 Al entrar a una lujosa tienda. Amira quedó deslumbrada ante tanta belleza. Nunca había visto tantas cosas hermosas como en ese lugar. Assim la observó con detenimiento y le ordenó:

—Toma lo que quieras. Necesito que luzcas radiante para el lugar al que iremos, y date prisa, no tenemos mucho tiempo, ¿entendido?

Luego, de dirigió a una empleada:

—Asegúrese de que mi esposa vista algo elegante. Regresare en media hora —Le entregó cinco billetes de cien dólares antes de marcharse.

 Amira temblaba al pensar en vestir con elegancia. No podía evitar imaginar que Assim quería verla lucir hermosa… para después matarla. Los pensamientos la siguieron atormentando hasta que la empleada la interrumpió:

 —Señorita... ¡señorita! ¿Qué le parece este vestido negro? —preguntó con una sonrisa.

Amira al ver la prenda oscura, un escalofrío recorrió su espalda:

—No... no, por favor, nada de color negro —su voz tembló ligeramente—Prefiero un color más vivo, puede ser este —se dirigió rápidamente a un vestido azul real— Sí, creo que este estaría perfecto —asintió con una risa nerviosa.

 Al probárselo y mirarse al espejo, las lágrimas nublaron su visión. Nunca había usado un vestido tan hermoso. En ese instante, se sintió radiante, una sensación que había olvidado hacía mucho tiempo. Voltea a mirar a la empleada y le dice:

 —Me llevaré este vestido —sonríe mientras limpiaba sus lágrimas.

 Luego al dirigirse a la peluquería observo su reflejo, quedando impresionada con lo que estaba observando en ese instante. sintiendo una mezcla de emoción y felicidad que la embargaba completamente. Jamás imagino que podía verse tan bonita.

 Assim regreso y no pudo ocultar su sorpresa:

—¡Vaya! —aplaudió con una sonrisa burlona—Pareces otra persona, realmente estás muy hermosa ¿Te das cuenta de lo que el dinero puede hacer? Más pareces una actriz de telenovelas que la mendiga que veo cada día —soltó una carcajada cruel.

 La felicidad que sentía Amira en ese instante se esfumó ante sus palabras despectivas e hirientes. Él la toma fuertemente de la mano y salen de aquel hermoso lugar al que tristemente, Amira sabía que nunca más iba a regresar. Luego suben al auto y toman camino al lugar tan esperado en el que para Assim era muy importante contar con la presencia de Amira.

 Al llegar a su destino, Amira contuvo un grito ahogado. Hacía años, desde que se casó con Assim, que no había visto a tantas personas, ni mucho menos tan elegantes como todos los que estaban allí.

 Amira, intentando encajar, sonríe mientras camina entre las personas acompañada de Assim. Luego voltea a mirarlo y le susurro:

—Está bonito este lugar, pero... ¿quiénes son todas estas personas? —pregunta muy confundida mientras caminaban entre la multitud tratando de calmar sus nervios e incomodidad.

—Sabía que te gustaría, por eso te traje. Todas estas personas son clientes, así que solo sonríe y comportare, no tienes que hacer más nada ¿entendido?

Amira, aún sin entender dónde estaba ni lo que sucedía, solo se sienta junto a Assim. Luego de unos minutos, un hombre subió al escenario pidiendo aplausos para Assim, presentándolo como el creador de "Home", la organización de tráfico de órganos más grande y buscada de los últimos años. Amira, aplaudió mecánicamente, cada vez más desconcertada. voltea a mirar a Assim y le pregunta:

—¿Qué es "Home"? —susurró.

 —Tranquila, pronto lo verás. Recuerda que tienes un esposo muy bueno para los negocios, así que despreocúpate —toma un sorbo de vino—Solo disfruta de la función—asiente con una sonrisa frívola.

Amira tenía muchas preguntas que sabía que Assim no le respondería. Volteó la mirada nuevamente hacia el escenario cuando, de pronto, observó a un hombre semidesnudo sostenido por una camilla reclinable, atado con correas en brazos y piernas. Amira, completamente en shock, no entendía lo que sucedía. Allí había un hombre semidesnudo frente a todas esas personas, que lo miraban como si fuera un trozo de carne listo para ser devorado.

De inmediato, volteó a mirar a Assim, completamente aterrada y con lágrimas en los ojos, y le dijo: —¿Qué está sucediendo, Assim? ¿Qué hace ese hombre allí? ¿Qué van a hacer con él? —preguntó con angustia mientras lo observaba detenidamente.

Assim la observó con una sonrisa sarcástica y respondió: —Amira, solo disfruta del espectáculo... Hoy tu marido hará mucho dinero —tomó otro sorbo de vino mientras contemplaba la escena.

Amira no comprendía lo que ocurría. Miró a su alrededor y vio a las personas aplaudiendo. De pronto, reclinaron la camilla aún más, dejando al descubierto completamente al hombre.

Amira quedó paralizada al reconocerlo. Sus manos frías comenzaron a temblar mientras las lágrimas nublaban su visión. No podía creer que era Emilio a quien veía en ese momento. No entendía qué estaba pasando, pues Assim le había dicho que lo había asesinado. Al verlo allí, atado, sin sus manos y sin una pierna, la rabia la invadió. Quiso salvarlo e intentó levantarse, pero Assim la sujetó con fuerza y le advirtió:

—Ni se te ocurra hacer una estupidez. Si lo haces, haré que pierdas al hijo que esperas. Así que tú decides.

Amira lo miró con terror, tratando de contener el llanto. Él le tomó la barbilla y giró su cabeza hacia adelante, obligándola a seguir mirando.

El presentador comenzó a subastar los órganos de Emilio. Los asistentes, desesperados, pujaban cada vez más alto por cada uno, como hambrientos depredadores. Amira se aferró a su vientre con fuerza mientras las lágrimas caían por su rostro, viendo cómo vendían cada parte de su amigo. Finalmente, volvió a mirar a Assim y, con voz quebrada y ojos llorosos, suplicó:

—Por favor, dime que está muerto. Dime que no está escuchando todo lo que quieren hacer con sus órganos. Por favor te lo ruego, dime que no está sufriendo —continuó llorando.

—Lamento decepcionarte —respondió él con una risa frívola— pero no, no está muerto. Allí está más vivo que nunca, sedado, pero completamente consciente de lo que está ocurriendo en este momento.

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