—Cuando ese hombre horrible asesinó a Laura... te vi asomarte por esa puerta. Sentí ganas de correr en ese instante, pero sabía que no lo lograría. Mientras se llevaban el cuerpo de Laura, vi una puerta a un costado. Luego, esos hombres nos llevaron a un pasillo, y en ese momento pude escabullirme hacia la puerta. Entré, corrí como loca buscando esta habitación... pero debo marcharme. Sé que me están buscando. ¡Por favor, dime cómo puedo salir de este lugar! —preguntó desesperadamente, sin dejar de mirar hacia la puerta.
Amira la observó y luego bajó la mirada antes de responder:
—Lo siento. Llevo años encerrada en este infierno y no he podido salir. La última vez que lo intenté, asesinaron a Emilio... el único hombre que me había tratado con respeto y cariño en esta casa —dijo, mientras sus ojos se entristecían.
La joven se levantó completamente alterada:
—¡Eso no es posible! Debe haber una salida. ¡No me mientas! Dime cómo puedo salir de este lugar.
Amira se levantó rápidamente y se acercó a ella:
—¡Por favor, no hables fuerte! Te van a oír. Haz silencio, te lo suplico. Si nos descubren, nos matarán a ambas... empezando por nuestros bebés.
La joven retrocedió un paso y la miro fijamente:
—Lo siento... Te mentí. No estoy embarazada. Solo lo dije para que me abrieras la puerta. Si no lo hubiera hecho, sé que no la habrías abierto... ¿o me equivoco? —Se acercó a la mirilla—. ¡Maldición! No se puede ver nada. Dime cómo puedo salir de este lugar, por favor. ¡No quiero morir aquí! ¡Ayúdame, te lo ruego! —Se arrojó a los pies de Amira.
De pronto, golpes fuertes resonaron en la puerta. Amira palideció, invadida por el miedo. Sabía que, si encontraban a esa mujer en su cuarto, Assim las mataría a ambas. Rápidamente, ayudó a la chica a levantarse y la escondió en el clóset. Con las manos temblorosas, caminó hacia la puerta y la abrió... para encontrarse con Sam. Suspiró aliviada y cerró los ojos un momento, tratando de calmarse.
—Me asustaste... Pensé que eras Assim. Dime, ¿qué necesitas?
Sam la miró con severidad:
—Señorita, ¿por qué cerró la puerta? Usted sabe que no puede hacerlo. No lo vuelva a hacer o tendrá problemas con el jefe. Vine para saber si... ¿una chica vino por casualidad hasta aquí?
Amira, tratando de ocultar sus nervios, miró hacia otro lado:
—No, no... ¿Por qué vendría una chica aquí? ¿Acaso Assim trajo a una de sus... amantes?
Sam bajó la voz:
—Señorita, por su bien y el de su bebé, dígame dónde tiene escondida a la chica... antes de que tenga que revisar por la fuerza —asintió con calma.
Amira tragó saliva, sintiendo cómo sus manos sudaban.
—Sam, ya te dije que aquí no hay nadie. ¿Por qué piensas eso? ¿Estás loco?
Sam se impacientó:
—Amira, la casa está rodeada de cámaras. Estoy siendo muy paciente contigo y no quiero lastimarlas. Si no me dices dónde está, traeré al jefe para que lo haga a su manera... ¿entendido?
Amira caminó hacia la cama y se sentó:
—¡Ya basta, Sam! ¿No te cansas de ser el lamebotas de Assim? Mejor vete. Aquí no hay nadie. Por favor, déjame tranquila... quiero dormir.
De inmediato, la puerta del clóset se abrió de golpe. La joven salió con una navaja en la mano, tomó a Amira del brazo y le colocó el filo en el cuello, gritándole a Sam:
—¡Déjame ir o la mato aquí mismo! —asintió con desesperación mientras apretaba la navaja contra el cuello de Amira.
Amira, nerviosa y confundida, le susurró:
—¿Qué te ocurre? ¿Por qué me haces esto? Yo estaba intentando ayudarte. Ya detente, por favor, me estás asustando —dijo mientras los nervios se apoderaban de ella en ese instante.
Sam, muy nervioso por que algo malo le pasara a Amira, enseguida intentó negociar con la chica:
—Por favor, baja esa navaja. Si escaparte es lo que quieres, pues está bien, te ayudaré. Pero debes dejar ir a Amira, por favor.
—No soltaré nada. Dame las llaves de la salida y cállate la boca. No llames a nadie, ¿ok? Si haces un solo movimiento... la mato, ¿entendido?
Amira, muy nerviosa, rompe en llanto con miedo a que la chica la asesinara en ese instante.
A regañadientes, Sam le entregó las llaves, aunque él sabía que ella no podría salir con vida de ese lugar, pero temía por Amira, su prioridad era protegerla, como Assim se lo había ordenado.
Con movimientos lentos, la chica arrastro a Admira hacia la puerta principal manteniendo la navaja en su cuello, Nadie hizo nada por detenerla; la dejaron tranquila hasta que al alcanzar la salida, empujo a Admira y salió corriendo... Solo para encontrarse con Assim y su escopeta, para silenciar su vida para siempre de la peor manera posible.
Amira observó cómo el cuerpo de la joven se desplomaba. El shock fue tan intenso que perdió el conocimiento al ver aquella escena impactante. Minutos después, un balde de agua helada la volvió a la realidad, tosiendo y jadeando, sus nervios eran cada vez más agudos. Intentó limpiar sus ojos mientras dos hombres la sentaron bruscamente frente a siete mujeres desnudas y atadas que yacían sentadas en el suelo.
—¿Qué… qué está pasando? ¿Quiénes son?—pregunto Amira con voz temblorosa.
Sin obtener una respuesta, Amira, muy asustada, volteó a mirar a Sam y le dijo:
—¿Qué está pasando? ¿Quiénes son estas mujeres?
Las prisioneras lloraban en silencio, consumidas por el pánico y la desesperación, mientras observaban a Amira como su única salvación. Sam la observó, pero no emitió ni una sola palabra, permaneció callado hasta que Assim apareció con su sonrisa cruel.
—Ya vieron el destino de sus compañeras ¿cierto? Esas cosas pasan cuando intentan verme la cara de idiota y piensan que pueden escapar de mi casa— Encendió un cigarrillo, inhaló un poco y luego se acercó a una de las chicas y le dijo:
—Te daré una oportunidad. ¿Quieres irte? Si es realmente lo que quieres, te dejaré ir.
La mujer muy nerviosa volteo su mirada hacia sus compañeras antes de balbucear:
—Sí, señor, quiero irme. Tengo dos hijos que me esperan en casa. Por favor, déjeme ir —suplicó mientras sus lágrimas empañaban su visión.
Assim exhalo el humo lentamente:
—Ok, te dejaré ir, pero antes debes hacer algo por mí... Si me dices quién ayudó a Hansel a escapar del grupo, podrás irte con tu familia e hijos. Tú decides —continuó fumando su cigarrillo mientras observaba su hermoso y anhelado jardín.
La barbilla de Amira temblaba mientras procesaba las palabras de su padre, ella estaba muriendo por dentro, su pecho se encogía bruscamente siendo doloroso —Por favor— les suplico, pero pudo ver en sus ojos que ya no había marcha atrás—Lo siento mucho, hija, pero la decisión ya está tomada y no puedo echarme atrás. Ya hablamos con el señor, y él está por llegar. Así podrás conocerlo. Te prometo que no te pasará nada, hija. Estarás muy bien. El señor Assim es una buena persona, y sé que cuidará de ti—sus ojos reflejaban el dolor que sentía por la decisión que su esposa lo llevo a tomarAmira miro a su padre a los ojos y pudo ver que, en él, se reflejaba el mismo dolor que ella estaba sintiendo, pero aun sabiendo lo que pasaría con ese matrimonio, ella no podía aceptar esa decisión, sabía que su madrastra quería cortarle las alas, ya que, al casarse con ese hombre, toda su vida ya planeada se derrumbaría hasta los escombrosLa puerta sonó y el sonido hizo que los latidos del corazón de
—No vuelvas a buscarme nunca más, zorra mentirosa. —Se marchó con el peso de la culpa sobre sus hombros, sabiendo que Amira jamás lo perdonaría. Con el corazón destrozado, Amira salió corriendo, sumida en un dolor insoportable. Quería cancelar la boda, desaparecer de todas sus vidas... Pero luego se detuvo. Tal vez casarse era la solución: nunca más tendría que ver el rostro de su madrastra o de su traidora media hermana. Además, ahora no sentiría remordimientos por dejar atrás al hombre que amaba, quien resultó ser un vil mentiroso. Secó sus lágrimas con determinación y continuó con los preparativos nupciales. La boda se celebró exactamente como Amira siempre la había soñado... excepto por el hombre a su lado. Aunque la ceremonia era perfecta, la ausencia de amor verdadero la hacía sentirse vacía. Sin embargo, siguió adelante, convencida de que era lo mejor para su futuro. Al mirar a Assim, su nuevo esposo, contuvo un sollozo. Ahora estaba atada a un hombre que bien podría ser su
Juntos la llevaron al establo y la colocaron sobre la mesa. Emilio acarició el rostro pálido de Amira, mientras lágrimas silenciosas caían por sus mejillas. Sintiendo culpa por no poder protegerla de las garras de Assim… Continúo observándola mientras sus lágrimas empañaban su visión…Era el único que realmente se preocupaba por ella.De pronto, Emilio se acercó a Jim, con los ojos brillantes de angustia: —Por favor... Haz lo posible por salvarla. Sé que no es tu especialidad, pero... —La rabia ahogaba su voz.—Tranquilo, hermano —respondió Jim, apretándole el hombro— Haré todo lo que pueda. Ve por agua y paños limpios, ayúdame a estabilizarla.Emilio asintió y salió corriendo. Durante horas, trabajaron juntos hasta que, al fin, lograron estabilizarla. La llevaron a su habitación, donde Emilio montó guardia afuera, listo para ayudarla si ella lo necesitaba.Pero entonces llegó Assim. Emilio se sorprendió y apretó los puños en silencio, conteniendo la furia mientras el hombre entraba en
Emilio salió rápidamente y lo hizo entrar. Jim palideció al ver el estado de Amira y, sin perder tiempo, comenzó a limpiar la sangre que manaba de su vagina y ano, además de atender los golpes en su rostro. Los dos trabajaron en silencio. Emilio lleno de rabia, contenía sus lágrimas mientras oía a Amira quejarse por el dolor punzante que sentía en su vagina, de inmediato le administraron un calmante y, cuando por fin se durmió, salieron sigilosamente.Emilio se quedó de guardia frente a la habitación, mientras Jim regresaba al establo, con el peso de la impotencia sobre sus hombros.Luego de varios meses Amira cumplió sus veinte años. Assim sabía que ahora, más que nunca, podía hacer lo que se le antojase con ella, así que continuó abusándola sexualmente y maltratándola de diversas formas. Ella ya no se resistía; sabía que, si lo hacía, sería peor. Mientras tanto, Emilio, consumido por el dolor y el odio, planeaba cada día cómo poder escapar con Amira y rescatarla del infierno en el q
Emilio sintió que el mundo se detenía. La abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla de todo el mal, y juró entre dientes:—Escúchame bien. Te sacaré de aquí. No permitiré que ese demonio o cualquiera vuelva a tocarte. Perdóname por no haber estado cuando más me necesitaste y por todas las veces que no pude defenderte de ese desgraciado. Pero esta vez será diferente. Encontraremos a tu familia. Huiré contigo al fin del mundo si es necesario. Todo va a mejorar. Te lo prometo con mi vida. —Volvió abrazarla, como si el abrazo pudiera sanar sus heridas.—Gracias, Emilio. Confío en ti y sé que todo lo que me dices es cierto. No tienes que pedirme perdón por nada. Sé que si hubieras intervenido cuando Assim me maltrataba, él te habría matado sin pensarlo. No te preocupes, más bien soy yo quien debe agradecerte por curar mis heridas y por esos dulces tan deliciosos que siempre me traes. Gracias por todo. —Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras ambos sonreían entre sollozos.De
—Ya no podemos hacer nada por Jim, Emilio. Él se sacrificó por nosotros. No dejemos que su muerte sea en vano. ¡Vámonos antes de que Assim nos alcance! —exclamó Amira mientras las lágrimas bañaban su rostro.Emilio la tomó con fuerza de la mano y continuaron corriendo. Aunque el miedo los invadía, él intentaba mantenerse fuerte por ella. Amira miraba hacia atrás constantemente, temerosa de ser seguida. Corrían con tal desesperación que no notó cuando perdió sus zapatillas. Sus pies descalzos sangraban, dejando un rastro en el camino pedregoso.El sonido de una camioneta y disparos al aire los sobresaltó. Amira, a pesar del dolor, seguía adelante llena de miedo. Sabía que detenerse significaba la muerte. Emilio, al ver acercarse el vehículo, sintió lágrimas de impotencia. Sabía que Assim llevaba ventaja, pero no se rendirían.De pronto, Amira sintió un agudo dolor en la espalda. Aunque intentó seguir corriendo, sus fuerzas flaqueaban. Emilio trató de jalarla, pero ella se detuvo brusca
Amira se echó hacia atrás, dejando caer el pañuelo al suelo. Su rostro se tornó muy pálido, sus manos comenzaron a temblar. Ella no podía creer lo que estaba viendo en ese instante, entrando en shock de inmediatamente, sin aún poder creer que en el plato más esperado de la noche habían... restos de partes humanas.Assim pinchó un ojo con el tenedor, haciendo brotar la sangre de él.—¿No te gusta? Mira bien: un ojo, dedos, una lengua muy larga... hasta un pequeño pene —asiente con una carcajada— Pensé que apreciarías este "postre" especial de tu querido Emilio.Amira entró en shock al escuchar lo que Assim acababa de decir, ella no podía creer que eso pudiera ser cierto, nunca se imaginó que Assim sería capaz de hacer algo tan macabro como eso, así que de inmediato llena de pánico intenta levantarse, pero los guardias de Assim la sujetaron con fuerza, obligándola a seguir mirando fijamente sin desviar la mirada.Él continuó riendo mientras jugueteaba con los restos y le dice:—¿Por qué
—Me aferro al valor, solo por mi hijo. Aunque cada amanecer en este lugar maldito me hace desear desaparecer. —Rompió en llanto, liberando años de silencio.Amira, con los ojos humedecidos, observó a la señora Ligia. Sin pronunciar palabra alguna, le seco las lágrimas y la abrazó con fuerza. La mujer sollozó contra su hombro desconsoladamente:—Perdóname por contarte todo esto, nunca había podido hablar con nadie de todo este dolor que llevo dentro, ya que Assim me prohibió poder hablar de todo lo que me ha hecho pasar. Pero no soporto verte sufrir como yo sufrí. Por favor, escapa. Tú aún puedes hacerlo.Amira apretó el abrazo, conteniendo sus propias lágrimas. Tomó las manos callosas de Ligia y murmuró:—No tengo nada que perdonarle, al contrario. Gracias por confiar en mí. Se que juntas saldremos de aquí... y usted encontrará a su hijo. Lo prometo.—No, mi niña —La señora apretó sus manos con angustia— Yo no puedo irme de acá. Assim mataría a Alejandro y a mí me usaría de carne para