La Completa Insensibilidad De Assim

Ella permaneció allí sentada, observando fijamente a la familia de Emilio sin poder hacer nada para salvarlos de las garras de aquellos monstruos. Solo continuó llorando desconsoladamente, procurando que Assim no la viera, pues sabía que sería peor para ella.

 Después de varias horas, llegaron a casa. Assim la sujetó con fuerza del brazo y le advirtió: —Que sea la última vez que haces una estupidez como la de hoy, porque no volveré a perdonarte la vida. ¿Entendido? —frunció el ceño con severidad.

Amira, temblando de miedo, lo miró y respondió:

—S-sí, Assim, lo entiendo —tartamudeó, conteniendo las lágrimas.

 Assim se marchó y Amira corrió a su habitación. Se arrojó sobre la cama y rompió en llanto desgarrador. No podía creer todo lo ocurrido ese día. Aún estaba en shock. Ver a Emilio en aquella camilla, mutilado, había sido lo más doloroso que sus ojos habían visto. La impotencia de no haber podido ayudarlo ni a él ni a su familia la consumía. Las horas pasaron hasta que, exhausta, se quedó dormida.

A la mañana siguiente, llamaron a su puerta. Amira despertó y al abrir, encontró a Sam, quien le informó:

—El señor Assim pide que se aliste para desayunar en el jardín. Dice que no se demore mucho —dio media vuelta y se marchó.

Amira, con los nervios a flor de piel, se pasó las manos por el rostro mientras estas comenzaban a temblar. Se sentó en la cama, mirando al suelo y mordiéndose las uñas, tratando de adivinar qué nueva tortura habría planeado Assim.

Finalmente, se vistió y salió al jardín. Al avanzar, vio a Assim sentado... y junto a él, en silla de ruedas, estaba Jim, el veterinario. Se sorprendió al verlos juntos, presintiendo que algo malo ocurriría. Continuó caminando hasta que Assim, al notar su presencia, la saludó:

—Mi querida esposa, tan hermosa... aunque algo regordeta, ¿no crees, Jim? —preguntó, volviéndose hacia el veterinario.

 —Sí, señor, su esposa está muy linda —respondió Jim con voz quebrada, asintiendo con una sonrisa forzada. En sus ojos se reflejaba el dolor y el terror que sentía en ese momento.

Amira se sentó a la mesa, tratando infructuosamente de disimular sus nervios e incomodidad, pero fue imposible. Entonces Assim colocó su mano sobre su vientre y, mirando a Jim, comentó:

—Pronto tendremos un pequeño correteando por todo este jardín. Mi gran heredero. ¿Qué te parece, Jim? Quizá hasta pueda jugar a la pelota contigo... —hizo una pausa dramática— Oh, cierto, lo olvidaba. Mis perros guardianes se comieron tus piernas. Qué pena, te perderás esos momentos —soltó una carcajada cruel.

 Amira no pudo contener la rabia ante tan vil comentario de Assim. De inmediato, un dolor agudo le atravesó el vientre. Se encorvó, sujetándose la barriga con expresión de agonía mientras gritaba de dolor.

Jim, desesperado por ayudarla, intentó levantarse, pero cayó de su silla de ruedas, quedando tendido en el suelo. Assim, en cambio, se levantó con calma diabólica, encendió un cigarrillo y, ofreciéndole un vaso de agua a Amira, le dijo:

—Ya cálmate, solo es un dolor normal. Aún no vas a dar a luz, así que respira hondo y trata de calmarte. Mira que estamos desayunando tranquilamente, no lo arruines —dijo Assim con frialdad.

 Amira mordió sus labios, intentando soportar el dolor que la dejaba sin aliento en ese instante, mientras el sudor corría por su frente, asintiendo con gestos de desesperación. Poco a poco, las punzadas fuertes fueron cediendo, permitiéndole recuperar el aliento. Assim observó con desdén a Jim, que aún seguía en el suelo, y comentó:

 —¿Qué haces ahí tirado? Levántate y siéntate... ¡Ah, cierto! No tienes piernas para hacerlo —soltó una carcajada burlona antes de ordenarle a Sam—: Levanta a este inútil antes de que ensucie mi jardín.

 Mientras Sam ayudaba a levantar a Jim, Amira cerró los ojos, presionando su vientre y haciendo ejercicios de respiración para controlar el dolor que la había invadido. Pensando en la gran crueldad de Assim, el cual solo demostraba ser un monstruo más, como todos en esa casa. Poniendo en duda las palabras de aquel día de la señora Ligia. Era evidente que a él no le importaría matarla, ni siquiera a su propio hijo.

 Assim la observó con sarcasmo:

—¿Ya te calmaste? Bueno, hablemos un poco. ¿No te alegra saber que tu amiguito Jim, mi excelente veterinario —hizo una pausa irónica— sigue con vida? Al menos te dejé a alguien. No puedes quejarte, amada esposa —continúa con una carcajada burlona.

En ese momento, Sam interrumpió:

—Señor, disculpe. Tiene una llamada urgente.

Assim se levantó para atenderla, mientras que Jim, con lágrimas en los ojos, se acercó a Amira y preguntó:

—¿Te sientes mejor ahora? —preguntó con voz quebrada.

Amira continuó haciendo ejercicios de respiración mientras sostenía su barriga.

 —Sí, ya estoy mejor. Gracias por preocuparte —respondió ella, intentando sonreír.

—Amira, perdona que te pregunte esto, pero... ¿Sabes algo de Emilio? —la pregunta lo angustiaba visiblemente.

Amira sorprendida lo observo y espetó.

 —¿Quieres decir que ese monstruo de Assim no te contó lo que le hizo? —Amira palideció.

—No, no sé nada. Por favor, dime... ¿Qué pasó con Emilio? —su voz temblaba.

—El desgraciado de Assim, ayer me llevó a una subasta...y la verdad no sé porque me llevo a un lugar asi, yo no podía entender nada —Amira tragó saliva— Lo cierto es, que lo vi… vi a Emilio... mutilado, en frente de todas esas personas. El degenerado de Assim me había mentido, y estaba vendiendo los órganos de Emilio... y los de toda su familia —rompió en llanto— Intenté ayudarlos, Jim, te lo juro, hice lo imposible, pero Assim amenazó con matar a mi bebé... Fui una cobarde, elegí salvar a mi hijo—llora desconsoladamente mientras cubre su rostro.

Jim se quedó petrificado. Las lágrimas nublaron su visión mientras procesaba la noticia. Después de un largo silencio y observando a la nada, logró articular:

—No es tu culpa. Esto es enteramente culpa de Assim y lo sabes. Emilio jamás querría que te culparas ni que sufrieras por él. Recuerda que todo lo que él hizo fue para ayudarte. Asi que por favor, cálmate —intentó consolarla, aunque su propia voz delataba el dolor.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP