El Castigo

La mujer volvió su mirada hacia las chicas hasta mirar a una de ellas que negaba con la cabeza, suplicando en silencio que no hablara, pero fue inútil. La mujer con lágrimas en los ojos respiro profundo, y sin importar nada más tomo su decisión y hablo.

—Fue Anna —volteó la mirada hacia ella, dejándola en evidencia frente a Assim.

 Anna clavo su mirada en la joven y, con veneno en la voz, escupió:

—¡Eres una puta! ¡Te pudrirás en el infierno, zorra!

Assim observó firmemente a la joven antes de pronunciar:

 —Bien hecho. Gracias por tus servicios. —Empuño su arma y le dispara en la cabeza de inmediato, sin pensarlo. La sangre salpico a las demás, que quedaron paralizadas por el shock en ese instante, luego con una voz fría y una mirad vacía, espeto.

 —No confío en las chismosas lambonas como esta.

 Luego su atención se volvió hacia Anna, que temblaba desesperada, llena de miedo y cubierta de sangre:

 —¡Por favor, señor! ¡Se lo suplico! no me mate. Yo no ayudé a Hansel. Yo le dije que no lo hiciera, pero ella no me escucho… Así que solo la dejé actuar, no quise involucrarme con ella. Eso es todo, señor, ¡Se lo juro! Todas se lo pueden confirmar: —Llena de pánico, voltea a mirar a las chicas — ¿Verdad, chicas? Yo le rogué que se detuviera.

 Un silencio aterrado fue la única respuesta. Anna volvió a mirar a Assim, rogando.

 —¡Le juro que digo la verdad! ¡No me mate!

 Assim sacó su cigarrillo, y lo apago lentamente en uno de sus senos. Anna muy asustada y llevada por el pánico grita de dolor, cerrando los ojos ante el tormento. Amira, incapaz de contenerse, estalló:

 —¡Ya basta! Déjala en paz… Ya no le hagas nada. ¿No ves que te está diciendo la verdad? Yo lo vi todo: ella quiso ayudarla, pero Hansel no quiso e intentó escapar. Así fue como luego entró a mi cuarto. Así que, por favor, ya déjalas en paz. ¿Qué más las vas a hacer sufrir? —dice mientras las lágrimas caen por su rostro.

 Assim retiró el cigarrillo del seno de Anna y se abalanzó sobre Amiga, abofeteándola con fuerza.

 —¿Otra vez desafiándome? ¿Te gusta que te castigue? Te dije que no volvieras a hacer ninguna estupidez. Parece que te encanta que te golpee. ¿Es así? ¿Te gusta? —Vuelve a darle otra fuerte bofetada.

 Al ver la sangre brotar de su nariz, se detuvo y le ordeno a Sam:

—Llévatela a su cuarto. —Luego vuelve a ver a Amira y le dice—: Ve a asearte. Hueles a m****a.

 Sam se lleva a Amira a su cuarto, mientras Assim les pide a sus otros hombres que lleven a las mujeres a sus respectivos cuartos. Luego, se sienta en el jardín a fumar otro cigarrillo mientras observa su jardín, lo que más anhelaba ver.

 De pronto, Jim se acercó con cautela:

 —Señor… quería saber si usted cumplirá con su promesa. ¿Realmente me dará lo que le pedí? —dice, lleno de nervios.

 Assim lo miro mientras le soplaba el humo en la cara:

—Ya te dije que sí. No me presiones. Ya tendrás lo que me pediste, así que sé paciente. Todavía necesito arreglar algunas cosas. Ahora lárgate, que quiero estar solo.

Jim suspiró, completamente agradecido, y se marchó de inmediato. Amira permaneció acostada en su cama comiéndose una barra de chocolate para calmar su ansiedad, hasta que, a los pocos minutos, cayo profundamente dormida.

Al cabo de dos horas, la puerta de su cuarto se abrió sin que ella lo notara. Dos hombres de aproximadamente unos cuarenta y cinco años entraron en silencio. Amira seguía durmiendo profundamente cuando comenzó a sentir unas manos acariciando su rostro. Ella, sobresaltada, se despertó de golpe, protegiendo instintivamente su vientre mientras se arrinconaba en la cama, completamente desorientada

Los hombres la observaron con sonrisas obscenas mientras se acercaban. Amira temblorosa, tomó unas tijeras que tenía guardada bajo su almohada y les gritó:

—¡Lárguense de mi cuarto! ¡Ni se les ocurra tocarme, porque los mataré a los dos! —su voz temblaba, mientras que su mirada estaba desorientada por el miedo y la desesperación que sentía.

Los hombres soltaron unas carcajadas burlonas antes de lanzarse sobre ella y tomarla a la fuerza. Amira intentó defenderse a golpes, pero uno de ellos le propino un puñetazo brutal en el rostro, haciéndole sangrar nariz y boca. Aterrorizada por su bebé, comenzó a gritar desesperada:

—¡Ayuda, por favor! ¡Assim, maldito seas!, ¿por qué me haces esto? ¡Estoy embarazada de tu hijo! ¡Sam! ¡Sam, por favor, ayúdame! ¡Jim! ¡Ligia! ¡Por favor, que alguien me ayude!

Amira gritó los nombres de todos, hasta quedarse ronca, pero fue inútil. Nadie acudió en ese momento. La casa estaba vacía, dejándola indefensa ante aquellos monstruos.

Sollozando, con la sangre resbalándole por la cara, vio como los hombres la sujetaban con fuerza. Le arrancaron la ropa, dejándola completamente expuesta. Uno le abrió la boca a la fuerza mientras el otro le metía pastillas, obligándola a tratarlas entre sus intentos de resistencia. En minutos, su visión se nublo; imágenes de su padre y hermano flotaron en su mente antes de perder el conocimiento por completo.

Los dos hombres abusaron de ella de todas las formas posibles, sin importarles que estuviera esperando un hijo de Assim. Continuaron violándola por varias horas, hasta que se detuvieron cuando la sangre mancho las sábanas. Entonces en ese instante huyeron del lugar, abandonándola desnuda, destrozada y sangrando en el colchón.

Minutos después, alguien llamo a la puerta. Amira aun inconsciente por la droga, no respondió. Y al no obtener respuestas, un hombre entro por error al cuarto y se paralizo al ver el cuerpo ensangrentado, se acerca rápidamente y al reconocer a Amira, tomo rápidamente una manta y la cubrió con manos temblorosas.

El hombre, con el rostro desencajado por el horror, intentó contener el sangrado presionando la manta contra las heridas de Amira mientras gritaba pidiendo ayuda. Sus manos temblaban sin control, manchándose de rojo mientras murmuraba palabras entrecortadas:

—¡Amira! ¿Qué diablos pasó aquí?—la sacudió suavemente—¿Quién te hizo esto? ¡Despierta, por favor!

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