Condenado por una maldición que lleva la marca del odio, el alfa Sech Valtor ha perdido todo aquello que alguna vez valoró. Cada mujer que se une a él está destinada a morir de forma trágica, un cruel recordatorio de su rechazo a la bruja que selló su destino. Las lobas de su manada ya no se atreven a acercarse a él, temiendo el final que les espera. Presionado por el consejo de ancianos y el peso de un legado que se tambalea, Sech toma una decisión desesperada: comprar a una humana pura para convertirla en su esposa. Anastasia, una joven que ha conocido más sufrimiento que felicidad, es arrancada de su mundo y vendida como un objeto. Sola, aterrorizada y sin esperanzas, es llevada al territorio de los hombres lobo, donde descubre que su vida ya no le pertenece. Entre el miedo, la desconfianza y los secretos, Sech y Anastasia se enfrentan a un vínculo forzado por las circunstancias. Pero mientras el alfa lucha contra su propio tormento y la inevitable pérdida que presiente, Anastasia despierta una fuerza inesperada dentro de sí misma, una que podría ser la clave para romper la maldición… o la causa de su destrucción. ¿Podrá el amor surgir en medio de la oscuridad? ¿O será Anastasia la última víctima de la maldición que ha condenado a Sech y a todos los que se acercan a él?
Leer másEl coche avanzaba por un camino oscuro y serpenteante, y el rugido del motor era el único sonido que llenaba el silencio opresivo. Mis manos temblaban sobre mi regazo, y mis dedos se apretaban con fuerza, como si aferrarme a algo pudiera evitar que el miedo me consumiera por completo.No sabía adónde iba. No sabía qué me esperaba. Pero lo que más me atormentaba era lo que había dejado atrás.Emily…. Su rostro apareció en mi mente, con esa mirada de inocencia que intentaba mantener, incluso en el infierno en el que vivíamos. La había dejado sola, rodeada de monstruos que se alimentaban del sufrimiento de los débiles. No me había despedido de ella, no había tenido tiempo de decirle que lo sentía, que nunca quise abandonarla.Una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla, pero la limpié rápidamente, intentando ocultarla de los hombres que viajaban conmigo. Uno de ellos, el que me había comprado, estaba sentado a mi lado. Su presencia era como una sombra fría y pesada que me hacía encogerme
El consejo de ancianos estaba reunido en la sala principal del castillo Valtor, una enorme estancia de piedra oscura iluminada por la luz trémula de las antorchas. Las sombras de los miembros más viejos de la manada se proyectaban en las paredes como figuras fantasmales, un recordatorio de las decisiones que habían tomado durante generaciones para preservar nuestro linaje. Ahora me observaban con ojos acusadores, como si yo fuera el único culpable de que todo estuviera al borde del colapso.—Debes elegir, Sech. —La voz de Tharok, el líder del consejo, resonó como un trueno en la sala—. No hay más tiempo para esperar. Sin un heredero, el linaje Valtor terminará, y con él, el poder de esta manada.—¿Elegir? —gruñí, con un tono cargado de sarcasmo. Me levanté de la silla de piedra tallada en la que estaba sentado, un trono que parecía pesar el doble desde que la maldición cayó sobre mí—. ¿Elegir entre quiénes? ¿Quién de todas las lobas se ha presentado voluntaria?El silencio fue tan abs
Una vez listas, nos hicieron formar una fila, obligándonos a caminar con pasos vacilantes hacia una puerta pesada al final del pasillo. A medida que nos acercábamos, los sonidos al otro lado se hacían más claros: gritos de algarabía masculina, risas ruidosas y el estruendo de música animada.Podía sentir el miedo de las demás chicas; algunas sollozaban en silencio, mientras otras permanecían en un estado de pálida resignación. Yo misma temblaba, pero apretaba los dientes, tratando de mantener la compostura. Si mostraba debilidad, les daría más poder.La puerta se abrió con un chirrido, y nos empujaron hacia adelante. El lugar estaba iluminado con luces deslumbrantes y decorado con cortinas rojas de terciopelo. Había mesas por doquier, llenas de hombres bien vestidos con copas de licor en las manos y rostros rojos por el alcohol.Apenas entramos, sus miradas se posaron sobre nosotras como buitres acechando a su presa.—¡Ahí están! —gritó uno de los hombres, levantando su copa mientras
El orfanato Clifford era un agujero en el que las almas iban a perderse. Sus muros de piedra gris, cubiertos de musgo, parecían tragarse la poca luz que el sol lograba arrojar sobre este rincón olvidado del mundo. Dentro, el ambiente no era mejor: frío, oscuridad y el constante eco de gritos y llantos.—¡Levántense de una vez, pequeñas inútiles! —vociferó la señora Clifford, su voz ronca rebotando en las paredes del dormitorio.Abrí los ojos con pesadez y me senté en la cama, frotándome las sienes. No importaba cuánto me acostumbrara a sus gritos; siempre despertaban esa punzada de rabia en mi pecho. A mi alrededor, las otras niñas ya se movían rápido, colocándose los harapos que usábamos como uniforme. Sabían que cualquier retraso traía consecuencias, y nadie quería enfrentarse al palo de madera que la señora Clifford solía llevar en la mano.Me puse de pie y ayudé a Lucy, una de las más pequeñas, a abotonar su desgastada camisa. Cuando terminamos, me apresuré al comedor junto con la