Una vez listas, nos hicieron formar una fila, obligándonos a caminar con pasos vacilantes hacia una puerta pesada al final del pasillo. A medida que nos acercábamos, los sonidos al otro lado se hacían más claros: gritos de algarabía masculina, risas ruidosas y el estruendo de música animada.
Podía sentir el miedo de las demás chicas; algunas sollozaban en silencio, mientras otras permanecían en un estado de pálida resignación. Yo misma temblaba, pero apretaba los dientes, tratando de mantener la compostura. Si mostraba debilidad, les daría más poder.
La puerta se abrió con un chirrido, y nos empujaron hacia adelante. El lugar estaba iluminado con luces deslumbrantes y decorado con cortinas rojas de terciopelo. Había mesas por doquier, llenas de hombres bien vestidos con copas de licor en las manos y rostros rojos por el alcohol.
Apenas entramos, sus miradas se posaron sobre nosotras como buitres acechando a su presa.
—¡Ahí están! —gritó uno de los hombres, levantando su copa mientras los demás reían y aplaudían.
Nos empujaron hacia una pequeña plataforma elevada en el centro de la sala, donde un hombre corpulento con un traje oscuro y un micrófono esperaba. Su sonrisa era amplia y cruel, y sus ojos recorrían nuestras filas como si evaluara mercancía.
—Señores, gracias por su paciencia —dijo, su voz retumbando a través de la sala. Alzó las manos para silenciar a la multitud, y el bullicio comenzó a disminuir—. Esta noche tenemos algo muy especial. Jóvenes, hermosas y... —hizo una pausa, mirando directamente hacia nosotras—... completamente obedientes.
La sala estalló en vítores, y mi estómago se revolvió.
—Ahora, caballeros —continuó el hombre—, déjenme mostrarles el primer lote.
Un hombre se acercó a nosotras y comenzó a arrastrar a las chicas una por una hacia la plataforma. La primera era Sophie. Ella intentó resistirse, pero el hombre la empujó con brusquedad.
—¡Aquí tenemos a una verdadera joya! —dijo el presentador mientras Sophie, temblando, trataba de cubrirse con los brazos—. Cabello sedoso, piel suave, una figura impecable... perfecta para cualquier caballero exigente.
Los hombres comenzaron a gritar sus ofertas casi de inmediato.
—¡Cien mil! —¡Doscientos mil! —¡Trescientos mil!
Sophie comenzó a llorar en la plataforma, pero el presentador no le prestó atención.
—¡Vendida al caballero en la esquina! —exclamó finalmente, señalando a un hombre con un cigarro en la mano y una sonrisa satisfecha.
Se llevaron a Sophie mientras ella gritaba, y otra chica fue empujada al frente. Mi turno se acercaba, y el pánico comenzó a apoderarse de mí.
"Emily", pensé, apretando los puños. Si alguien me compraba, Emily quedaría sola con los Clifford. No podía permitirlo.
Cuando finalmente me tocó, sentí como si mi corazón fuera a estallar. El hombre me agarró del brazo y me empujó hacia la plataforma. Las luces me cegaron por un momento, y todos los ojos en la sala se posaron sobre mí.
—¡Y ahora, señores, nuestra pieza más especial de la noche! —dijo el presentador, su voz llena de entusiasmo. Dio un paso hacia mí y me agarró por la barbilla, obligándome a mirar a la multitud—. Miren esos ojos, esa piel impecable. ¡Es una verdadera belleza exótica!
Los hombres comenzaron a murmurar y a hacer sus ofertas antes de que él terminara de hablar.
—¡Quinientos mil! —¡Seiscientos mil! —¡Un millón!
Mis piernas temblaban mientras intentaba no desmoronarme.
Las voces de los hombres me rodeaban, cada oferta elevando mi precio como si no fuera más que un objeto.—¡Un millón doscientos mil! —gritó alguien, haciendo que los demás guardaran silencio por un momento.
El presentador sonrió ampliamente.
—¿Alguien más? —preguntó, mirando alrededor con expectación—. ¿No? ¡Vendida!
Mi mente estaba en blanco mientras el hombre me agarraba del brazo para bajarme de la plataforma. El destino que me esperaba era desconocido, pero sabía que no podía permitirme rendirme. Por mí, por Emily, por todas las chicas que estaban pasando por esto. Tenía que encontrar una manera de salir.
El consejo de ancianos estaba reunido en la sala principal del castillo Valtor, una enorme estancia de piedra oscura iluminada por la luz trémula de las antorchas. Las sombras de los miembros más viejos de la manada se proyectaban en las paredes como figuras fantasmales, un recordatorio de las decisiones que habían tomado durante generaciones para preservar nuestro linaje. Ahora me observaban con ojos acusadores, como si yo fuera el único culpable de que todo estuviera al borde del colapso.—Debes elegir, Sech. —La voz de Tharok, el líder del consejo, resonó como un trueno en la sala—. No hay más tiempo para esperar. Sin un heredero, el linaje Valtor terminará, y con él, el poder de esta manada.—¿Elegir? —gruñí, con un tono cargado de sarcasmo. Me levanté de la silla de piedra tallada en la que estaba sentado, un trono que parecía pesar el doble desde que la maldición cayó sobre mí—. ¿Elegir entre quiénes? ¿Quién de todas las lobas se ha presentado voluntaria?El silencio fue tan abs
El coche avanzaba por un camino oscuro y serpenteante, y el rugido del motor era el único sonido que llenaba el silencio opresivo. Mis manos temblaban sobre mi regazo, y mis dedos se apretaban con fuerza, como si aferrarme a algo pudiera evitar que el miedo me consumiera por completo.No sabía adónde iba. No sabía qué me esperaba. Pero lo que más me atormentaba era lo que había dejado atrás.Emily…. Su rostro apareció en mi mente, con esa mirada de inocencia que intentaba mantener, incluso en el infierno en el que vivíamos. La había dejado sola, rodeada de monstruos que se alimentaban del sufrimiento de los débiles. No me había despedido de ella, no había tenido tiempo de decirle que lo sentía, que nunca quise abandonarla.Una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla, pero la limpié rápidamente, intentando ocultarla de los hombres que viajaban conmigo. Uno de ellos, el que me había comprado, estaba sentado a mi lado. Su presencia era como una sombra fría y pesada que me hacía encogerme
Las puertas altas y ornamentadas se abrieron con un crujido pesado, como si el castillo mismo estuviera advirtiéndome que no había marcha atrás.Fui conducida al interior de una habitación amplia y majestuosa, iluminada por el fuego de un gran candelabro colgante. Todo en ella era imponente: los muebles de madera oscura, los ventanales altos cubiertos con gruesas cortinas de terciopelo, los tapices bordados con emblemas dorados. Pero nada llamaba más la atención que la mujer que estaba de pie en el centro de la sala.Era alta, de porte elegante, vestida con una túnica negra que resaltaba su piel pálida y sus ojos severos. A pesar de la edad que seguramente cargaba sobre los hombros, no había ni un rastro de debilidad en su presencia. Era hermosa, pero en una forma fría y calculadora.Mis piernas temblaban. Algo en ella me decía que no debía mostrarme vulnerable, pero ya era demasiado tarde. Todo en mi expresión gritaba miedo.―Bienvenida al castillo de los Valtor ―su voz era firme, si
Algo me despertó.No supe qué era exactamente, pero mi instinto reaccionó antes que mi mente. Me puse de pie en la penumbra de mi habitación, con los sentidos alerta.Había movimiento en los pasillos.No eran los pasos pesados y controlados de los guardias, sino algo más ligero, más apresurado. Me acerqué a la ventana y entrecerré los ojos.Al principio, solo vi la inmensidad del jardín extendiéndose bajo la luz de la luna. Pero entonces, una silueta se movió entre la oscuridad.¿Es en serio?Mi mandíbula se tensó al darme cuenta de quién era.Anastasia.La maldita humana había logrado escapar.Salió corriendo hacia el bosque con una urgencia desesperada, como si su vida dependiera de ello.Y por alguna razón, eso me enfureció más de lo que debería.No tenía sentido. Ella no era la primera en intentar huir, y sin embargo, la simple idea de que quisiera alejarse de aquí, de mí, me provocó una rabia visceral.Sin perder más tiempo, me lancé tras ella.Mis pasos eran silenciosos, mi cuer
Las palabras de Sech retumbaban en mi cabeza como un eco cruel y despiadado.Si sigues poniendo las cosas difíciles, no solo tú morirás de hambre.“Los guardias que estaban a cargo de custodiarte tampoco probarán alimento.”“Las sirvientas que estaban encargadas de tu cuidado tampoco beberán agua.”Miré a las jóvenes que estaban en la habitación conmigo. Todas se mantenían en silencio, pero sus expresiones reflejaban una mezcla de miedo y súplica.Sabía que no tenían la culpa de nada.Ellas tampoco eligieron estar aquí.Mi orgullo me pedía que no cediera, que luchara hasta el final, pero…—Eres un monstruo —le solté con la voz cargada de rabia e impotencia.Sech arqueó una ceja, como si el insulto no le afectara en lo más mínimo.—¿Eso crees?—No te atreverías a hacer algo tan cruel con tu propia gente.Él sonrió, pero no había calidez en su expresión. Solo frialdad y superioridad.—¿Quieres retarme? —su voz era baja, peligrosa—. Está bien, Anastasia, pero te advierto que no deberías
El silencio de la noche se rompió de golpe con un grito desgarrador.Me incorporé en la cama de inmediato, con los sentidos alerta.Otro grito.Mi cuerpo se tensó al reconocer la voz.Anastasia.Gruñí por lo bajo, maldiciendo para mis adentros. ¿Ahora qué demonios le pasaba?Intenté ignorarlo. Me obligué a quedarme en la cama, a no reaccionar, pero mis instintos no me lo permitieron.Mi lobo rugió dentro de mí, empujándome a moverme, exigiéndome que hiciera algo.No lo pensé más.Me levanté de un salto y salí de mi habitación. Atravesé los pasillos del castillo con rapidez hasta llegar a la puerta de su habitación.Empujé la puerta con fuerza y me encontré con una escena que me dejó helado.Anastasia estaba retorciéndose en la cama, atrapada en lo que parecía una pesadilla infernal.Su rostro estaba bañado en sudor, sus labios temblaban y su respiración era errática.—Emily… —susurró con voz ahogada—. ¡No! ¡Déjenla!Fruncí el ceño.¿Quién demonios era Emily?La observé durante un segu
Estaba en mi despacho, repasando algunos documentos sin mucho interés. Desde que dejé a Anastasia en su habitación esta mañana, no había podido sacarla de mi mente. Algo en su mirada, en su rebeldía… en su dolor.Entonces, un golpe seco en la puerta interrumpió mis pensamientos.—Adelante —ordené.Kael entró con un semblante serio. En sus manos traía una carpeta gruesa con papeles desordenados.—Aquí está la información que solicitaste —dijo con voz grave, cerrando la puerta tras de sí.Le hice un gesto para que se acercara y dejó la carpeta sobre mi escritorio.—¿Qué encontraste?Kael apretó la mandíbula.—No es un informe fácil de digerir, Alfa. Ese orfanato… es un infierno.Fruncí el ceño y abrí la carpeta. Lo primero que vi fueron fotografías de un edificio descuidado, con paredes agrietadas y ventanas rotas. No parecía un lugar donde se cuidara a los niños. Más bien, parecía una prisión.—El orfanato Clifford ha estado operando ilegalmente durante años. Utilizan a las niñas para
Los Clifford estaban aterrorizados.Pude verlo en la forma en que la mujer apretaba los puños, en cómo el hombre sudaba mientras trataba de mantener una sonrisa temblorosa.—Señor… Emily no está disponible —balbuceó la mujer, con voz trémula—. Pero tenemos otras niñas igual de dulces y obedientes.—No me interesa ninguna otra —espeté, dejando que mi tono gélido los envolviera en miedo—. Vine por Emily.El hombre tragó saliva.—¿Por qué precisamente ella? —preguntó, intentando sonar casual, pero su voz le falló.Di un paso hacia él y observé cómo retrocedía instintivamente.—No tengo por qué darles explicaciones —sentencié con dureza—. O me entregan a Emily o estarán en graves problemas.La amenaza era clara. Y ellos lo sabían.La mujer soltó un jadeo ahogado y tomó la mano de su esposo, quien la miró con el rostro empapado de sudor.—la niña enfermó… —confesó él finalmente—. Tuvimos que aislarla del resto.Le sostuve la mirada.—Llévenme con ella.—No es seguro —se apresuró a decir la