Amara Laveau lo tiene todo: belleza, éxito y el talento único para diseñar las prendas más codiciadas del mundo. Pero hay algo que no puede controlar: el mandato de su padre. Para heredar la prestigiosa empresa familiar, deberá casarse en menos de 30 días, un desafío que pone en juego no solo su futuro profesional, sino también su libertad. Desesperada, encuentra una solución audaz en el lugar menos esperado: Liam Kane, su imponente y enigmático guardaespaldas, un exmilitar con un pasado tan marcado como su sentido del deber. Él necesita el dinero, y ella, un esposo. Así nace un acuerdo: un matrimonio por contrato, sin emociones ni compromisos. Pero mientras enfrentan la presión de los medios, la intromisión de la familia y la chispa de los celos, lo que empezó como un frío pacto comienza a derretirse bajo el fuego de una atracción irresistible. Las líneas entre lo profesional y lo personal se difuminan, y ambos descubren que el amor verdadero no sigue reglas ni contratos. Sin embargo, el amor no basta para escapar del peso de los secretos que los persiguen. Con el reloj avanzando y las sombras del pasado al acecho, ¿podrán Amara y Liam forjar un futuro juntos? CONTRATO DE ACERO es una apasionante historia de amor, sacrificio y redención que demuestra que, a veces, el mayor riesgo es abrir el corazón.
Leer más–¡Amara, espera! –le grita Sophie, tropezando con una silla en el camino, pero sin detenerse.Llegan a la oficina. Amara entra y cierra la puerta con fuerza. No la tranca, pero el golpe basta para dejar claro que nadie debe interrumpir. Apenas dentro, se desploma emocionalmente. Camina de un lado a otro, presa del pánico, del dolor, de la impotencia. Lágrimas calientes caen sin control por sus mejillas, arruinando el maquillaje que aún quedaba intacto.–¡¿Qué fue eso?! –pregunta Sophie, agitada, cerrando la puerta tras ella. La observa sin comprender, horrorizada–¿Qué demonios acaba de pasar allá afuera?Amara no responde. Se lleva las manos al rostro, tratando de contener los sollozos. Pero ya no hay fuerza que contenga el derrumbe.–¿Te casarás…? –insiste Sophie, acercándose. –¿Te casarás con Cristóbal ? ¡¿Por qué, Amara?! ¿Por qué harías algo así si tú… si tú amas a Liam?El nombre de Liam rompe algo dentro de ella. Como una cuerda que se tensa demasiado y finalmente se quiebr
HORAS DESPUÉS Amara revisa unos documentos cuando la puerta y su amiga Sophie Jazmín ingresa en su oficina. —Amiga… —dice con voz tensa. —Tu padre me pidió que te avise que hay una reunión urgente. Exige que todo el personal vaya ahora mismo a la sala de juntas.Amara alza la vista, frunciendo el ceño de inmediato. El repentino cambio de rutina le deja una punzada en el pecho. —¿Qué? —pregunta, soltando los papeles sobre el escritorio con un golpe seco. —¿Dijo cuál es el motivo?Sophie niega despacio, con una expresión que dice más que mil palabras. —No… solo que es extremadamente importante. Dijo que nadie debía faltar. Su tono… no era normal. Sonaba frío. Frío incluso para él.Sin decir nada más, camina hacia la puerta. Sophie la sigue de inmediato. Detrás de ellas, silencioso como un presagio, va Liam. Sus pasos son firmes, él no pregunta, no opina. Solo observa. Pero sus ojos la buscan, la protegen desde la distancia.El pasillo de la empresa, generalmente lleno de ruido y mo
Amara baja lentamente las escaleras de la mansión, como si cada peldaño fuera una losa de granito que pesa más que el anterior. Sus pasos resuenan en el mármol con una quietud casi solemne, y su corazón, aunque intenta mantenerse firme, palpita con un nerviosismo contenido. Apenas gira en la curva del pasillo, lo ve. Como cada mañana, Liam la espera en la entrada con la puerta abierta. Pero esta vez, algo es distinto. Muy distinto.Él no la mira. Ni una palabra, ni un gesto, ni siquiera ese cruce fugaz de miradas que solían compartir, incluso cuando todo se derrumbaba a su alrededor.Liam se limita a abrir la puerta del auto con un movimiento mecánico, profesional, sin alma. Y eso la desgasta más que cualquier insulto, más que cualquier discusión. Se sienta en el asiento trasero en silencio, esperando —quizá deseando— que él diga algo. Algo mínimo. Pero no. El motor ruge suavemente, y el trayecto hacia la empresa se convierte en una prisión de indiferencia. Amara lo observa por el e
Él finalmente se gira. Sus ojos se encuentran. Y en ese segundo, se dicen más de lo que las palabras pueden nombrar. Rabia. Dolor. Amor. Orgullo. Todo se cruza en un destello de segundos.—¿Y tú qué sabes lo que quiero, Amara? —pregunta con frialdad, aunque su mirada tiembla. –¿De verdad crees que todavía sabes quién soy?Ella no sabe qué responder. Porque no lo sabe. Porque siente que cada vez que lo mira, lo reconoce y lo pierde al mismo tiempo.—Avíseme si necesita algo —concluye él con un tono frío, formal, distante. Ese tono que solía usar con desconocidos… pero que ahora lanza contra ella como un cuchillo. Amara se queda paralizada en el umbral de la puerta, sintiendo que esas palabras le arrancan el alma de cuajo.Sin mirar atrás, Liam comienza a descender las escaleras, con pasos pesados, como si cada escalón lo alejara no solo de ella, sino de todo lo que alguna vez fue suyo. A su alrededor, los cuadros elegantes, los muebles costosos y los largos pasillos parecen burlar
El beso dura apenas unos segundos, pero es suficiente para detonar algo. Amara lo empuja levemente, sorprendida y furiosa. –¿Estás loco? –espeta en voz baja, mirándolo con los ojos abiertos por la indignación, mientras sus mejillas arden de vergüenza. Siente la mirada de Liam clavada en ellos desde la distancia.Cristóbal sonríe, satisfecho. Con una calma que hiela y le acaricia el rostro con la punta de los dedos, como si fuera la escena final de una obra bien ensayada.–Nos vemos mañana, mi amor –dice en un tono meloso, deliberadamente fuerte, asegurándose de que Liam lo escuche.Luego, le suelta la mano con lentitud, como si le costara desprenderse de ella. Como si aún tuviera derecho. Amara da un paso atrás, temblando de rabia. Sus labios aún arden, no por deseo, sino por la humillación.Se gira bruscamente y camina hacia el auto, evitando mirar a Liam, sabiendo que su mirada la está quemando por dentro. Cuando llega a la puerta del auto, él apaga el cigarrillo con una furia sor
Sus palabras caen como un puñal. Amara se estremece, no por el frío de la noche, sino por el filo invisible de la verdad que se acerca demasiado a su piel. Parpadea lentamente, como si así pudiera contener el vendaval que amenaza con arrasarlo todo dentro de ella. Sabe que la verdad puede herir… pero también que la mentira es la única manera de sostener lo que queda en pie.–No lo amo –responde con firmeza, aunque cada sílaba le rasga la garganta–Solo… solo lo usé. Quise creer que si llenaba el vacío con alguien más, lograría olvidarte. Pensé que el tiempo, la costumbre, incluso su cariño, podrían borrar lo que siento por ti. Lo que sentí desde aquella noche… desde nuestra primera vez.Sus ojos se nublan. Está mintiendo. Y lo sabe. Cada palabra es una daga que se clava en su propio corazón. Porque su corazón no puede negar que ha habido ternura con Liam, momentos reales, aunque fragmentados. –Pero no funcionó –continúa, bajando la vista–. Ni siquiera con todo el amor que él me ha
Amara empuja suavemente la puerta de la casa de Cristóbal, que cruje como si también protestara por su presencia. La habitación está en penumbras, iluminada solo por la luz cálida que se filtra a través de la ventana alta. En las paredes, decenas de fotografías cuidadosamente enmarcadas cuelgan como testigos silenciosos de otro tiempo. Sin decir una palabra, se sienta con elegancia, cruzando las piernas con una calma fingida. Pero por dentro, el pecho le arde. –¿De qué quieres hablar conmigo? –pregunta finalmente, sin molestarse en ocultar el tono áspero de su voz. Sus ojos se clavan en una de las fotografías más recientes, en la que Cristóbal sonríeCristóbal tarda en responder. Se acerca lentamente y se sienta frente a ella, con una expresión tan contenida que parece a punto de estallar. –Yo no quiero hablar contigo Amara –responde al fin, con voz baja pero cargada de reproche–Eres tu la que necesita hablar… al menos eso me dijeron.Amara frunce el ceño, confundida por la dureza
Liam la mira, temblando de rabia, pero también de algo que no puede reconocer del todo, algo que le duele más que la ira misma. Amara no lo necesita, nunca lo ha necesitado. Pero lo tiene allí, como un muñeco en sus manos, un simple objeto. Un juguete roto. –Tú y yo jamás fuimos más que eso –continúa ella, en voz más baja ahora, pero sin un atisbo de emoción. –Jefa y empleado. Con un simple contrato para casarnos. Nada más. Esas palabras lo golpean con la fuerza de una tormenta. Como un latigazo cruel que le rasga la piel y lo deja en carne viva. Liam aprieta los puños sobre el volante, su cuerpo entero está tenso, como si pudiera estallar en cualquier momento. La traición le arde en la piel, un fuego que no puede apagar, pero lo que más le duele, lo que realmente lo desgarra, es que, en el fondo, sabe que lo que ella dice no está tan lejos de la verdad. –Estás equivocada –dice con voz quebrada, casi inaudible, como si por fin el peso de sus propias palabras lo estuviera ahogan
–¿Sabes qué es lo peor? –susurra Liam, con una mezcla de dolor y rabia en cada sílaba. La voz le tiembla, pero no por miedo. Tiembla porque se está rompiendo por dentro. Porque ya no le queda nada más que decir que no duela. Mira a Amara como si verla lo desarmara y al mismo tiempo lo incendiara. –Amara… me estás tratando como a un maldito objeto.Hace una pausa, breve pero brutal. Le cuesta respirar, como si el aire mismo se negara a entrar en sus pulmones. Amara no dice nada. Solo lo mira. Tensa. Distante. Pero hay una grieta en su mirada que no sabe disimular.–¿Lo sabes? –insiste él, con la voz más baja pero más firme. –Como si no valiera nada más que ser… útil para ti. Como si mi existencia solo tuviera sentido cuando te conviene.Se pasa una mano por el cabello, despeinándolo aún más, como si el gesto pudiera ayudarlo a organizar la tormenta que lleva dentro. Pero no hay orden posible. No cuando ella está ahí. No cuando la ama y la odia al mismo tiempo.–No soy eso, Amara.