Amara Laveau lo tiene todo: belleza, éxito y el talento único para diseñar las prendas más codiciadas del mundo. Pero hay algo que no puede controlar: el mandato de su padre. Para heredar la prestigiosa empresa familiar, deberá casarse en menos de 30 días, un desafío que pone en juego no solo su futuro profesional, sino también su libertad. Desesperada, encuentra una solución audaz en el lugar menos esperado: Liam Kane, su imponente y enigmático guardaespaldas, un exmilitar con un pasado tan marcado como su sentido del deber. Él necesita el dinero, y ella, un esposo. Así nace un acuerdo: un matrimonio por contrato, sin emociones ni compromisos. Pero mientras enfrentan la presión de los medios, la intromisión de la familia y la chispa de los celos, lo que empezó como un frío pacto comienza a derretirse bajo el fuego de una atracción irresistible. Las líneas entre lo profesional y lo personal se difuminan, y ambos descubren que el amor verdadero no sigue reglas ni contratos. Sin embargo, el amor no basta para escapar del peso de los secretos que los persiguen. Con el reloj avanzando y las sombras del pasado al acecho, ¿podrán Amara y Liam forjar un futuro juntos? CONTRATO DE ACERO es una apasionante historia de amor, sacrificio y redención que demuestra que, a veces, el mayor riesgo es abrir el corazón.
Ler maisAmara entreabre los labios, dispuesta a hablar, pero antes de que pueda pronunciar palabra, un médico de semblante serio se aproxima con rapidez. Sus facciones, endurecidas por el peso de incontables horas de trabajo, reflejan agotamiento. Pero sus ojos mantienen una compostura inquebrantable —Buenas noches—Su voz es grave, pausada, como si cada palabra pesara más de lo que debería. Cierra con un gesto mecánico la carpeta que sostiene entre las manos y, al alzar la vista, su mirada se detiene en Sophie. Por un instante, su expresión cambia sutilmente. La observa, quizá un segundo más de lo necesario, y sus labios se entreabren con un deje de sorpresa apenas perceptible. —Oh… hola. —Su tono es diferente ahora, más suave. Sophie, acostumbrada a este tipo de reacciones, le devuelve una sonrisa breve pero encantadora. —Hola. Pero Amara no está para juegos ni silencios incómodos. Con el pecho oprimido por la angustia, interrumpe la burbuja que se formó entre ellos. —Doctor, ¿hay
Amara se toma un momento para respirar profundamente, su pecho agitado por las emociones que la arrastran sin piedad. Las lágrimas caen, pesadas como piedras, y sus manos tiemblan ligeramente. Liam observa, con una mezcla de preocupación y compasión, mientras ella trata de calmarse. Finalmente, toma un vaso de agua, lo sostiene con firmeza en las manos, y lo acerca a ella con un gesto lleno de cuidado.–Amara, toma un poco de agua – le dice con suavidad, mientras los ojos de Liam reflejan una ternura que atraviesan la angustia de la joven. –Te hará mal seguir llorando tanto sin hidratarte. Sé que es difícil, pero por favor, intenta calmarte un poco, por tu bien.Ella lo mira fijamente, con los ojos empañados en lágrimas que parecen no cesar. El temblor en sus labios es casi imperceptible, pero suficiente para que Liam lo note. Ella no toma el vaso de inmediato, sus dedos se aferran al borde de la silla como si fuera lo único que la mantiene anclada a la realidad.–No puedo, Liam…
De repente, los gritos en la recepción rompen el frágil silencio que había entre ellos, arrancándolos de sus pensamientos. El sonido de voces alteradas resuena por el pasillo, haciendo que Cristóbal retire la mano de la mesa con brusquedad, como si algo lo hubiera sacudido por dentro. Úrsula frunce el ceño, mientras la furia se acumula dentro de ella como una tormenta. La situación se le escapa de las manos más rápido de lo que puede controlar, su respiración se acelera, el calor de la ira se instala en su pecho, y sus dedos blancos por la presión se tensan alrededor de la taza de café como si fuera la única cosa que aún pudiera sostener, provocando que el líquido oscuro que hay dentro de ella, se agite levemente, como si también sintiera su odio. Observa a Cristóbal y cómo su actitud cambió en un instante. Él, tan accesible, tan vulnerable a sus manipulaciones, se desvanece ante ella como si nunca hubiera estado allí. De repente, una voz femenina rompe el silencio. –¡Le estoy p
–La realidad no tardó en alcanzarnos –dice, con la voz más áspera. –Su padre me hizo llamar a su oficina al día siguiente. Me recibió con la frialdad con la que se deshace de cualquier problema insignificante. Y entonces… me destruyó. Me dijo que nunca sería suficiente para Amara, que mi lugar estaba muy por debajo del suyo. Que si de verdad la quería, lo mejor que podía hacer era desaparecer de su vida. Úrsula lo mira con los ojos entrecerrados, analizando cada gesto, cada matiz de su voz. –¿Y qué hiciste? Cristóbal deja escapar un suspiro entrecortado y baja la mirada. –Lo que cualquier hombre haría cuando le arrancan el corazón del pecho –dice en voz baja, con una sonrisa llena de tristeza– Lo que el me exigió– expresa con una sonrisa amarga. –No porque creyera en sus palabras, sino porque sabía que él tenía el poder de hacer que su vida se convirtiera en un infierno si me quedaba. Úrsula ladea la cabeza lentamente, su mirada fría y penetrante está fija en él, como si in
Amara alza el rostro lentamente, pero no dice nada. Su expresión es indescifrable, como si la sombra del agotamiento la hubiera convertido en una estatua de hielo. Úrsula avanza un paso. –No puedo creer que tengas el corazón tan pequeño –escupe las palabras con una mezcla de indignación y decepción. Se toma un segundo para mirarla de arriba abajo, como si la examinara, como si buscara en ella algún vestigio de humanidad. Pero no lo encuentra. Amara la mira, sorprendida por la crudeza de la acusación. Algo dentro de ella se revuelca, pero no puede reaccionar. Úrsula sigue hablándole como si nada, sin un ápice de compasión.–Amo a tu padre –continúa Úrsula, mientras sus ojos brillando con una mezcla de odio y una pasión que se nota, aunque intenta ocultarlo tras una fachada de indiferencia. –Pero es lamentable que tenga una hija como tú. Una hija que no sabe ver más allá de su propio ego, que no sabe lo que significa el sacrificio, el amor verdadero. No tienes ni idea de lo que
–Necesitamos esperar para ver si su padre… –La voz del doctor se desvanece mientras mira hacia otro lado, como si no pudiera seguir viéndola directamente.Amara siente el vacío formarse en su estómago, la frialdad del dolor toma todo su ser. Las lágrimas amenazan con salir, pero no las deja escapar. Ni una sola. No frente a él, no frente a ese hombre que acaba de arrancarle la esperanza.–¿Cuánto tiempo? –pregunta, apretando los dientes, intentando contener el tsunami de emociones que la amenaza.El médico parece no saber qué decir, como si las palabras no fueran suficientes. –La situación es crítica señorita. Hay que esperar a que despierte, si lo hace…Un grito mudo y doloroso se queda atrapado en su pecho. Es un nudo que quema, que desgarra desde dentro, pero que nunca llega a convertirse en sonido. Amara se tambalea, el mundo a su alrededor pierde forma, los colores se desvanecen como si alguien hubiera drenado la vida del universo en un solo segundo. Sus manos tiemblan, frías
Un jadeo ahogado escapa de sus labios cuando su espalda golpea el frío pavimento. –¡Amara! –Liam se incorpora de inmediato, ignorando su propia caída, sus propios golpes. Su mirada, oscura y preocupada, se clava en ella. –¿Linda estás bien? Amara parpadea varias veces, sintiendo su respiración errática. El dolor punza en su cuerpo, pero no es eso lo que la inmoviliza. Es el caos. Es la violencia. Es el miedo de que, de un momento a otro, esto se convierta en algo peor. Ella alza la vista hacia Liam y, con un esfuerzo que le cuesta más de lo que admite, le regala una pequeña sonrisa. –Estoy bien… –susurra. Pero Liam sabe que no es cierto. Él la ayuda a incorporarse con delicadeza, como si temiera romperla. En su mente, solo existe ella. Ni Cristóbal, ni sus palabras, ni su maldito ego importan. Solo Amara. Pero Cristóbal no lo ve así. –¡Trátala como lo que es, maldita sea! –gruñe, y en un movimiento rápido y rabioso, lo agarra del cuello de la camisa, acercando su rostr
–No gires tanto, Amara… –la voz en el teléfono es burlesca, ligera, pero oculta una amenaza latente que le eriza la piel. – Te vas a marear. Amara se detiene en seco, clavando los ojos en el suelo, como si fuera la única ancla que la mantiene en pie. Su pecho sube y baja con rapidez, un golpeteo frenético que resuena en sus oídos, el aire se le escapa en ráfagas entrecortadas, como si no fuera capaz de sostenerlo dentro. Su garganta está tan cerrada que ni siquiera puede articular una respuesta al principio, solo siente como si todo lo que había conocido, cada rincón de seguridad que alguna vez tuvo, estuviera a punto de desmoronarse.–¿Quién eres? –logra finalmente preguntar, la voz tan baja que apenas la escucha. Es un susurro, una súplica contenida. Los latidos en su oído son tan fuertes que teme que la otra persona los escuche a través del teléfono. –¿Qué quieres de mí?Una pausa interminable surge. –La muerte de tu padre… –la voz del desconocido se vuelve más grave, más sombr
De repente, el celular de Amara comienza a sonar insistentemente, interrumpiendo el momento. Ella se aparta bruscamente de los labios de Liam, aún con la respiración agitada, y sin siquiera mirar la pantalla, desliza el dedo para contestar. –¿Qué carajos quieren? –escupe con la voz entrecortada, aún atrapada en la intensidad del momento. –Amara… soy Úrsula –la voz de la mujer suena tensa, urgente. –Tu padre… ha tenido un accidente de tránsito. Ven al Private hospital plus health ahora mismo. El celular se le resbala de las manos y golpea el suelo con un sonido seco. –Amara… ¿qué pasa? –pregunta Liam, alarmado por el cambio en su expresión. Ella no responde. Sus labios se separan en un intento fallido de articular palabras, pero solo el silencio sale de su boca. Liam se agacha de inmediato, toma el teléfono y lo acerca a su oído. –Hola, ¿Quién habla? –pregunta con el ceño fruncido. Al otro lado, Úrsula repite la noticia, pero él apenas escucha porque su atención está