NARRADOR OMNISCIENTE La vida de Liam Kane estuvo marcada por la tragedia desde temprana edad. El suceso se desató una fría tarde de otoño, mientras las hojas crujían bajo los pasos apresurados de un vecino. Fue él quien encontró al joven de trece años sentado en el umbral de su casa, con el rostro pálido y los ojos vacíos, como si el alma se le hubiese escapado tras la llamada que cambió todo: un accidente automovilístico había arrebatado la vida de sus padres. Desde ese instante, la vida de Liam se convirtió en un rompecabezas con piezas que no encajaban. Se encontró solo y desamparado, enfrentándose a una realidad implacable que lo dejaba a merced de unos abuelos indiferentes que apenas le brindaban una sombra de afecto. Pero no se rindió. Mientras otros se habrían hundido en la desesperación o buscado consuelo en vicios destructivos, Liam decidió convertirse en el autor de su propia historia. Al cumplir dieciocho años, el atractivo del uniforme y la posibilidad de portar armas
–Mi novia está embarazada– la voz de Agustín rompió el silencio nocturno, cargada de una tristeza que parecía tangible. Sus palabras flotaron en el aire como un lamento, llenando la penumbra de tensión. Sus ojos, húmedos de lágrimas contenidas, brillaban con un dolor que amenazaba con desbordarse. La confesión desnudaba las grietas de una valentía forzada, dejando al descubierto la fragilidad que se ocultaba detrás de su máscara. Agustín bajó la mirada. –No terminé la secundaria– admitió, con la voz quebrada por la vergüenza. –Cuando supe lo del bebé, entendí que no podía mantenernos. La única opción era venir aquí, luchar por nuestro país y ganar algo de dinero. Hizo una pausa, como si el siguiente pensamiento fuera demasiado pesado para ser pronunciado. –Lo que más me asusta es que quizás me maten y no pueda conocer a la pequeña– confesó al fin. Las lágrimas trazaron caminos en sus mejillas, llevándose consigo los últimos vestigios de fortaleza. En ese momento, Agustín no era
En medio de la tragedia, la mirada de Agustín se convirtió en un crisol de asombro y miedo, sus ojos buscaban desesperadamente los de Liam, anhelando consuelo y ayuda en aquel abismo de desesperación. El mundo que les rodeaba se estrechó implacablemente, reduciéndose a la cruda agonía y al indestructible vínculo que unía a dos amigos enfrentando la muerte cara a cara.Liam, presa de una mezcla abrumadora de impotencia y desesperación, se precipitó hacia Agustín con un grito de angustia que rasgó el aire, un lamento desgarrador que parecía desafiar al destino y ahogarse en el eco del peligro.La desesperación se apoderó de él, una fuerza incontenible que le negó aceptar la pérdida de su amigo. –Aguanta, amigo, por favor… –sus palabras temblaron, entrecortadas por el nudo que se formaba en su garganta, y sus manos, a pesar de la urgencia, vacilaron en su intento de ayudar. –Ya… ya llegaremos, ¿sí? –intentó infundirle algo de esperanza, aunque en su interior, una parte de él temía que no
No obstante, aquel día fatídico se repetía en sus sueños, pero ahora las sombras del terror eran aún más densas. Liam estaba atrapado en una pesadilla tan vívida que su mente no podía distinguirla de la realidad.En el caos de la pesadilla, el rostro de Agustín emerge entre las sombras, pero no como el amigo que conoció. Sus ojos eran dos pozos oscuros, y su voz, antes cálida, ahora era un eco gélido que perforaba el alma.—Prometiste salvarla —murmuraba Agustín, sosteniendo un arma con firmeza. –Pero fallaste.Liam intentó moverse, pero su cuerpo estaba paralizado. La mirada de su compañero se llenaba de una rabia inhumana mientras el arma apuntaba directamente a su pecho. —Tu traición tiene un precio.El disparo resonó como un trueno en la oscuridad, y Liam despertó bruscamente, empapado en sudor, con el eco del disparo todavía resonando en sus oídos.Se sentó en la cama, jadeando, mientras su corazón latía con furia descontrolada. La sensación de pánico lo envolvía como una ni
tiempo después Narra Liam Kane–¡Bang, bang, bang!– Los golpes en la puerta sacudieron la quietud de la mañana, como un tambor marcando el compás de mi ruina. Mi corazón se aceleró antes de que pudiera dar el primer sorbo a mi café. –¡Ya voy, qué impacientes!– gruñí, dejando la taza a medio camino de mis labios. Mientras avanzaba hacia la puerta, un nudo se apretaba en mi estómago. La incertidumbre era un huésped constante en mi vida, pero esta vez sentía que algo peor acechaba al otro lado. Al abrir, la mirada dura de Carlota, la encargada del edificio, confirmó mis peores temores. Sin preámbulos, extendió un papel hacia mí, un aviso de desalojo que parecía pesar más que cualquier arma que hubiera cargado en el ejército. –Es la última vez que te lo digo, Liam. Pagas o te vas– declaró tan implacable como un juez sentenciando a muerte. –Carlota, por favor, dame unos días más– supliqué con mi voz rota por la desesperación. –Estoy buscando trabajo, pero no es fácil… soy un ex
–A quién trató de engañar, estoy más que dispuesto a asumir este trabajo– acepto el empleo de inmediato con firmeza sin la menor vacilación, haciendo que mis palabras destilen seguridad y convicción.La sorpresa se refleja en el rostro de Kate , sus cejas arqueándose ligeramente mientras observa mi reacción. –¿No te interesa conocer los detalles sobre la remuneración u otros aspectos?– Cuestiona, evidenciando su asombro ante mi falta de preguntas sobre esos aspectos fundamentales.Al escuchar sus palabras, no puedo evitar sonreír sinceramente, permitiendo que mi gratitud y voluntad se reflejen en mis ojos. –Confío plenamente en que tú compensarás adecuadamente el trabajo que realizaré. En este momento, cualquier cantidad que desees ofrecer será recibida con gratitud– expreso con total sinceridad, mientras nuestros ojos se encuentran en un momento de entendimiento mutuo. –Necesito desesperadamente mejorar mi situación, pagar este horrible departamento en el que vivo y tomar las rienda
Narrador OmniscienteFinalmente, el día tan esperado había llegado para Amara, la oportunidad de demostrar a su padre su innegable capacidad para liderar la empresa de manera autónoma. Sus rasgos meticulosos, una impaciencia intrínseca y una fijación férrea por mantener el control, la impulsaron a supervisar minuciosamente cada detalle, asegurándose de que todo estuviera impecable y se desenvolviera de acuerdo a su meticulosa planificación.Una majestuosa pasarela de mármol blanco se desplegaba ante sus ojos, flanqueada por sillas de tono crema que acogían a fotógrafos de renombre de prestigiosos medios impresos y revistas de influencia. A su lado, hábiles camarógrafos en representación de emisoras globales se preparaban para capturar cada efímero instante, mientras que afilados críticos de moda y destacadas celebridades, potenciales compradores de los deslumbrantes diseños de la icónica casa de moda Laveau, ocupaban lugares de honor en el evento.La tensión en el ambiente era palpa
El hombre, visiblemente disgustado, decide hacer caso a la mujer y la instante sube la ventanilla de la limusina, evitando así cualquier tipo de conversación con ella, pues le resulta una presencia desagradable. Mientras tanto, ella retoma su asiento con un aire de superioridad y toma su celular, la herramienta que conecta todos los hilos de su plan maestro.–Hasta que finalmente decides contestar. Quiero que comiences con lo que hemos planeado antes de que ese viejo despierte y quiera regresar al maldito desfile– ordena a la persona al otro lado de la línea, con una urgencia que refleja la importancia de su maquiavélico plan.–Mi cuenta bancaria está completamente vacía. Si no depositas la cantidad acordada en los próximos dos segundos, este desfile será un rotundo éxito, en todos los sentidos que puedas imaginar– responde el hombre con una fuerza que hace temblar el aire en la limusina, como si estuvieran jugando con fuego en medio de un terreno minado. La tensión se eleva en el