Uno por uno.

El silencio y la paz, eso fue lo primero que comenzó a molestar a Vanya. Desde la noche en la que había regresado a lomos de Víctor a la fábrica, toda la manada estaba sumida en un extraño silencio expectante.

Habían transcurrido dos días desde que todo había pasado, y Rak no daba señales de vida, parecía que, o se había arrepentido de atacarlos, o estaba preparando una brutal arremetida. 

Fuera cual fuese el caso, Vanya sospechó que la manada no sobreviviría a aquello. Víctor seguía intentando entrenar a todos los menores y los ancianos del concejo se veían inquietos. 

Los terrenos de la manada se habían limitado al máximo, y en el bosque reinaba una inquietante paz. 

Vanya pasó la mayoría del tiempo recorriendo los alrededores en busca de rastros de Kerr, pero más allá de un rastro de sangre detrás de la fábrica no fue capaz de encontrar nada más, cosa que la preocupó. 

—Los desterrados normalmente dejan el país —le dijo Víctor una mañana mientras desayunaban. Vanya había tratado de comunicarse lo menos posible con él. Clarisa, la doctora, le había contado todo lo que había pasado y Vanya le pareció que el Alpha había sido muy exagerado —No me mires así —le dijo el hombre y Vanya revolvió el puré tenía en el plato.

—Tu fuiste el que se sentó aquí —le contestó ella y Víctor dejó escapar el aire. 

—¿No superarás lo que pasó? —ella negó. 

—Él era el lobo más fuerte, incluso más que tú, sus habilidades, las que estaba adquiriendo por alguna extraña razón, nos hubiera ayudado a ganar esta guerra. 

—Hablas como si esta guerra también fuera tuya —Vanya le apartó la mirada. 

—¿Y crees que no lo es? —le preguntó ella —Todo esto es por mi culpa. 

—No, Es por la mía —le dijo Víctor —yo mandé a secuestrate — Vanya asintió con la cabeza y revolvió el frío puré. 

—No debiste haberlo echado —Víctor dejó caer el tenedor al plato con fuerza. 

—¿Otra vez con eso? Así son las cosas en las manadas, así siempre han sido. 

—No sé cómo encontrarlo —dijo ella con la voz conmovida, tenía en el cuerpo esa necesidad absurda de verlo, de hablar con él, de explicarle… no sabía qué era lo que quería explicarle. 

—Parece que tú misma te creíste tu mentira —le dijo el Alpha y Vanya lo miró a los oscuros ojos. Abrió la boca para contestarle, pero luego la volvió a cerrar, parecía que el hombre tenía razón. 

Benjamín, el hijo de Víctor, entró al comedor y todos se lo quedaron mirando, el niño llevaba la chaqueta de cuero oscura de Kerr colgada del pequeño cuerpo, incluso había tenido que doblar las mangas para que las manitas pudieran salir. 

—Odio esa chaqueta —dijo Víctor entre dientes para sí mismo y apretó con tanta fuerza el tenedor que lo dobló. 

—Pues él tiene derecho a llevar lo que le dejó el tío que nunca volverá a ver —le dijo Vanya. La cara de Víctor se puso roja, siempre lo hacía desde que vio por primera vez al niño con la prenda —Es solo un trapo, ¿Por qué lo odias tanto? — él se metió una buena cantidad de puré. 

—Esa chaqueta era de mi padre, y luego de Kerr, ha estado sobre la espalda de los dos hombres que más daño me han hecho y ahora la tiene mi hijo —Vanya, que ya estaba bien enterada de todo, se puso de pie para irse. 

—Corrección — le dijo —tu padre te hizo daño, el único error que Kerr cometió fue nacer, y hasta que no te des cuenta de eso para mí no eres más que un patético rencoroso —Víctor la tomó de la mano antes de que se fuera. 

—¿Crees que no lo intento? —le dijo él, varios de la manada voltearon a mirarlos —se que no es su culpa, pero es imposible para mi no mirarlo y sentir ese desazón en el pecho que sentí cuando mi madre me abandonó.

—Perdiste a tu madre —le dijo ella —en vez de apoyarte en el único que te quedaba lo usaste para desquitar tus frustraciones —le arrebató la mano y se alejó hacia el balde de las sobras y lanzó el plato dentro, luego caminó hacia la enfermería.

Clarisa y ella habían trabajado bastante replicando el suero púrpura, que por suerte era fácil de hacer según lo que Vanya entendía, ella solamente hacía caso cuando la mujer le decía: pon esto aquí o lleva esto allá.

Vanya se sentó frente a las bolsas de solución salina y comenzó a vaciarlas dentro de los baldes. 

—Esa cara —le dijo clarisa y Vanya blanqueó los ojos, no quería otra charla de por qué había que justificar todo lo que Víctor hacía porque “él creía que era lo correcto” 

—¿Me vas a explicar como funciona el suero? —le preguntó más bien para evitar el tema y Clarisa regresó al microscopio oxidado que tenía enfrente. 

—Es una bacteria que ataca el sistema inmunológico, la verdad no sé de dónde la sacaron, pero en el dardo que traía Kerr aún había un poco y es fácil de cultivar. Ataca directamente a los genes que hacen a los lobos hombres lobo, al principio se manifiesta con un dolor cegador, ya que llega con una fuerza brutal, pero el mismo poderoso sistema inmunológico de los lobos comienza a eliminarla.

—¿Veinticuatro horas? —preguntó Vanya y la mujer se encogió de hombros. 

—Todo depende del lobo, pero sí, más o menos ese tiempo. 

—¿Cuánto tenemos ya? —preguntó Vanya mirando los tarros guardados en la oscuridad de una esquina. 

—Unos quince litros, suficiente para neutralizar a dos manadas como las de Rak, pero…

—Pero no sabemos cómo distribuirlo —dijo Vanya interrumpiéndola.

—El líquido se hace espeso por la cantidad de bacterias que contiene, por eso el de los laboratorios es púrpura, tiene una sustancia que lo hace menos espeso, pero no la puedo replicar aquí, y así de espeso como está…

—No se puede usar en los dardos —Clarisa negó y Vanya se sentó a su lado, le gustaba ayudar a la mujer, eso la distraía de andar pensando todo el día en Kerr y en sus ojitos tristes —Creo que tengo una idea —dijo saltando del asiento, pero cuando le estaba a punto de comentárselo a la doctora, un grito desgarrador se escuchó en la parte de afuera y ambas se miraron con horror.

Cuando Vanya salió por las amplias puertas de la fábrica se encontró con un Víctor muy pálido que ordenaba a gritos que todos entraran, pero Vanya pasó por su lado ignorándolo y se dirigió hacia donde había un montón de hombres reunidos.

Cuando llegó, sintió como las fuerzas se le fueron del cuerpo. Sobre el suelo había un cadáver, muy extraño cubierto por un grueso pelaje de lobo pardo y Vanya se tuvo que agarrar del cuerpo de clarisa que estaba detrás de ella para no caer al suelo. 

—¿Qué le pasó? —preguntó aterrada. Víctor había llegado ya de hacer que todo el mundo se metiera y se paró a su lado.

—Venía con esto —le tendió a Vanya un papel que estaba manchado de sangre y ella lo tomó con manos temblorosas. Decía: “Uno por uno” — Cuando era lobo le arrancaron la piel —dijo Víctor —y cuando regresó a su forma humana…—Vanya entendió, lo que veía era el cuerpo de un miembro de la manda sin piel.

—¿Desde hace cuanto estaba desaparecido? —preguntó Clarisa y Víctor negó.

—Es Larry —le respondió Víctor, se veía realmente afectado —y no supimos que había desaparecido —Vanya dio un paso al frente, el rostro sin piel del hombre denotaba que había muerto en un sufrimiento incomparable.

Rodolfo y el resto de los miembros de la manda de Rak que ellos habían rescatado del lobo asesino estaban prisioneros bajo el piso, y Vanya supo en ese instante qué debía hacer. 

—Si quieres una guerra así —le dijo Vanya a Víctor —pues entonces hagámosla sí. Dame permiso para hablar con Rodolfo y terminemos esto para seguir con mi papá —Víctor vio en la mujer una determinación fuerte y asintió con la cabeza.     

Aleck lanzó una piedra con tanta fuerza que rompió la corteza del árbol y se quedó clavada en él, estaba realmente furioso, la cara se le enrojeció y Sebastián lo miraba con una mueca burlona.

—Llevamos dos días dando vueltas como un par de idiotas —le dijo el vampiro y Sebastián le apartó la mirada —sé que me estás mintiendo. Me estás llevando por el camino incorrecto —Sebastián se encogió de hombros.

—Intento llegar, pero no recuerdo donde está —Aleck lo tomó por el cuello de la camisa y lo empujó contra un árbol, ya estaba necesitado de un buen trago de sangre y el hambre le estaba pasando factura. 

—Escúchame, enorme pedazo de costal de pulgas — le dijo, estaban tan cerca que pudo oler en el aliento del hombre lobo el olor de las fresas que se había acabado de encontrar.

—¿Vas a besarme? —le preguntó Sebastián y Aleck lo soltó, el lobo había descubierto varias formas para incomodarlo y se había aprovechado de ellas en cada ocasión.

Aleck se alejó de él, sacó de la mochila el frasco que le había dado el doctor. No había querido usarlo por que le produciría dolor a Sebastián, pero ya estaba harto de que lo tomara como un títere, así que destapó el frasco y antes de que lograra volverse hacía él, un fuerte golpe en la parte trasera de la cabeza lo lanzó al suelo y cayó boca abajo en la tierra. 

Sebastián salió corriendo por el bosque y Aleck se puso de pie ajustándose el saco. 

—Esto será divertido —dijo y gruñó como un gato antes de correr por el bosque tras él.  

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