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El lobo más fuerte en mil años

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Kerr permaneció sentado a solas en la cabaña mientras la Alpha se retiró. Si era honesto consigo mismo, le asustaba hablar con Moira, apenas hacía una hora que se enteró que él pertenecía a una raza superior de hombres lobo y ya estaba a punto de hablar con una de las primeras que ha existido desde hace siglos.

—Es menor que tú —le había dicho la pelirroja — pero su despertar fue mucho antes, tal vez te sirva para aclarar algunas cosas, no lo sé —y se había retirado a buscarla.

Las manos de Kerr sudaban, la cabaña era amplia y cálida y aunque no lo fuera, le pareció que su nuevo cuerpo le ayudaba a conservar mejor el calor, ya que a esas alturas de la montaña el frío era bastante intenso.

Mientras esperaba miró la silla que tenía Karina a modo de trono y le pareció graciosos, se imaginó que en el momento en que Rak se diera cuenta de ese querría una para sí mismo. La broma interna que se hizo le amargó la boca, le fue imposible no preguntarse qué estaba pasando en la manada. ¿Víctor los llevaría a la guerra de igual forma? ¿ya estarían muertos? Tal vez ya lo estuvieran y Benjamín bajo las garras del Alpha oscuro.

Alejó esos pensamientos mientras esperaba pacientemente a la Alpha, y cuando ella regresó después de una media hora, entró y se sentó con las piernas cruzadas sobre el “Trono”

—¿Hablará conmigo? —le preguntó Kerr ansioso y la mujer asintió.

—¿Qué edad tienes, Kerr? —le preguntó y él se aclaró la garganta.

—En unos días cumplo veintiséis —le comentó y la mujer abrió los ojos.

—Mira, tenemos la misma edad —Kerr sintió que la mirada que le lanzó la mujer fue bastante evidente y trató de evitar que la cara se le enrojeciera. 

Le dio una disimulada mirada al cuerpo de la mujer, era exageradamente atractiva, con la piel tersa y los pechos redondeados debajo de la tela blanca, la cintura bien marcada y los labios carnosos 

«¿por qué no?»

Se preguntó Kerr, estaba soltero y solitario y la mujer le demostró una muy clara mirada lasciva, pero cuando él estaba a punto de abrir la boca para lanzar un comentario alagandola, un ruido chillón resonó por toda la cabaña. La mujer sacó un pequeño teléfono y se lo tendió a Kerr.

—¿Será así? —le preguntó él y ella asintió, luego se alejó contoneando las caderas. Hacía mucho que Kerr no sostenía un celular, desde que Víctor le obligó a tirar el suyo para evitar ser rastreados. Contestó la llamada y le temblaron las manos — hola —dijo y la persona al otro lado se hizo esperar.

—¿Kerr? —dijo la voz, era una mujer, sonaba joven y agradable.

—¿Moira?

—Soy yo, ¿Cómo estás? —Kerr abrió la boca para contestar.

—Creo que… creo que bien, aun no logro entender qué me pasó —Moira respiró al otro lado de la línea.

—Te entiendo, todas las percepciones y lo que cambia en solo un segundo, puede llegar a ser abrumador, pero te prometo que todo mejorará —Kerr ladeó la cabeza.

—Soy… recién me enteré de esto, ¿Cómo es posible? ¿por qué crearon este rumor? —Tenía tantas preguntas y no sabía si la muchacha podía ayudarlo.

—Hace siglos las manadas de lobos se apareaban entre ellos, y su hijos superiores con otros superiores —le comentó Moira —no somos como los vampiros en que su estado de sangre más pura es un transformista y ahí se detiene, no, entre más pura sea nuestra sangre más grandes y fuertes somos. ¿te imaginas? Los tataranietos de sangre pura de un lobo superior eran tan morbosamente grandes que no eran capaces de mover el cuerpo tan pesado que tenían, cien, ciento cincuenta metros de altura…

—¿Por eso el periódico In Premiere no lo reveló? —Moira asintió con la voz.

—Soy buena amiga de Ana Avendaño, y entre todos decidimos que era mejor que las manadas siguieran procreando con humanos, ¿te imaginas un ejército de lobos como nosotros? —Kerr imaginó a Rak con ese poder y sintió escalofríos.

—La manada de Karina y la mía hemos decidido no pasar de más de un superior, y también guardar el secreto, ¿prometes que tu manada también lo hará? —Kerr bufó.

—No tengo manda, me expulsaron por estar en desacuerdo —Moira guardó silencio un momento.

—Bien, San Narciso está cerca de ahí, más o menos. Si no quieres estar solo sé que Karina o yo te recibiremos con gusto, no podría incluirte a aquí, pero serías un invitado—Kerr negó, aunque sabía que la muchacha no podía verlo.

—No sé qué hacer aún… yo, yo no sé —Moira respiró profundo.

—El lobo superior sale después de un evento de estrés máximo, por ejemplo, alguien estaba a punto de matar al hombre que amo, y mi loba salió en ese momento. ¿Por qué siento que el desencadenante de tu estrés aún lo llevas contigo? —Kerr apretó el celular con fuerza.

—Porque así es, yo… peleé con la fuerza por muchos días, sin entender qué era lo que quería escapar y entendiendo la nueva habilidad telepática.

—¿Tú habilidad mental mejoró? —le preguntó ella asombrada y Kerr se asustó.

—¿La tuya no? —le preguntó en un hilo de voz, lo último que le faltaba era que ni la única persona en el mundo que podía explicarle qué era él no lo supiera.

—No, yo no, pero mi esposo sí. Al parecer es una habilidad que pueden desarrollar todos los lobos. Creo que no tiene nada que ver con tu gen superior, pero sí será más fuerte. Dime, Kerr, ¿luchaste con esta fuerza mucho tiempo?

— Muchos días, siempre era cuando me estresaba o me enojaba. Al principio era solo una sensación, pero luego se hizo tan fuerte como… no lo sé, dolía intentar dejarla dentro, pero temía dejarlo salir, y cuando me expulsaron, fue… Fue fuerte y no logré contenerlo.

—No te preocupes, Kerr, es un mundo nuevo para nosotros, tal vez tus padres eran más fuertes que los míos, y eso se hereda, no me sorprendería que fueras más fuerte que yo… el lobo más fuerte en mil años —Kerr dejó escapar el aliento.

—¿Eso es bueno? —preguntó y Moira respiró.

—Creo que todo depende de ti, ¿Crees que sea bueno? —Kerr no supo contestar.

—Yo estoy confundido, ¿qué haré con tanta fuerza, Moira?

—Eso no lo puedo decir yo, solo tú sabrás por qué valdrá la pena vivir. Yo encontré motivación en mi hijo y mi esposo, también en destruir a los laboratorios Jábico y proteger a los míos.

—Pues yo ya no tengo a nadie —le dijo Kerr y apretó el puño de la mano que descansaba sobre su regazo.

—¿Estás seguro de eso? —le preguntó Moira. Kerr no contestó —tomate el tiempo que necesites para entender lo que te pasó y lo que eres, pero recuerda de dónde vienes y las personas que de verdad te importan. Yo pienso que fuimos escogidos por algo, tu y yo, y mi hijo. Hace siglos que dejamos de creer en la diosa luna, pero a veces pienso que hay algo más grande que todos nosotros que mueve los hilos. Piensa, ¿por qué tu? ¿por qué en tu manada? —Kerr apretó los dientes, sentía un rencor por dentro que aun no era capaz de dejar ir y eso le incomodó.

—¿Y qué pasa si no soy tan bueno? ¿Si utilizo esta fuerza para hacer el mal? —Moira rio, una risa calmada y muy alejada de la burla.

—Si fueras eso, no estuvieras ahora hablando conmigo tratando de entender qué eres, pero no puede responder esa pregunta, solo tú puedes saber quien eres o en quién te convertirás, pero no tienes qué saberlo ahora, las respuestas llegarán a su debido tiempo —Kerr metió las manos entre las piernas y se hizo un ovillo en la banca.

—Yo no sé nada.

—Y no tienes que saberlo, estar confundidos es tan normal como respirar, la mejor forma de encontrar quién eres es buscarte.

—¿Y cómo hago eso? —le preguntó Kerr, los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Karina me contó que tu manada está en guerra —Kerr se irguió.

—Ellos no me quieren, nunca lo han hecho —le dijo y Moira se quedó cayada.

—¿Estás seguro? —preguntó y Kerr no supo qué contestar, ¿de verdad no lo querían o solo le temían porque sabían que era hijo de dos lobos? ¿o porque Víctor sí lo odiaba y no quería llevarle la contraria? ¿Merecían que él los abandonara en el momento en que más lo necesitaban? —me tengo que ir ahora, Kerr —le dijo Moira —pero este es mi número y podrás llamarme en cualquier momento, para lo que necesites. Espero verte pronto, sé que todo saldrá bien.

—Gracias, Moira —le dije Kerr y la llamada se cortó.

Kerr miró el cielo azul por el tragaluz y se quedó ahí un rato, se sentía peculiarmente más tranquilo, pero no por eso menos confundido.

Cuando Karina entró Kerr le tendió el celular y le rozó deliberadamente los dedos.

—¿Qué harás? —le preguntó la Alpha y Kerr ladeó la cabeza.

—Me quedaré aquí un poco más — le contestó —Necesito distraerme —Karina sonrió ampliamente.    

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