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Sobrevivir a la noche. Parte dos.

Vanya vio como Clarisa se agachó entre las piernas de Lina y tanteó con los dedos la entrada, a lo lejos, se podía escuchar el ruido que hacía la manda acercándose.

—Estás muy dilatada, ¿desde hace cuanto estás en trabajo de parto? —le preguntó la doctora y Lina ladeó la cabeza y se mordió el labio cuando la acometió una nueva contracción.

—Desde esta mañana, pero pensé que era otra cosa, o estrés —contestó, Lina miró a Vanya y ella notó en sus ojos una preocupación absoluta —¿Por qué ahora mi amor? —le dijo la mujer al bebé y se acarició la enorme barriga.

Clarisa la tomó de la mano y comenzó a llevar a Lina hacia la enfermería, un par de ancianas se metieron con ella y Vanya tuvo que ayudarla a llevar. Lina estaba pálida y sudorosa y cuando una contracción le llegó casi se le escapa de las manos a Vanya. La dejaron sobre la camilla y Clarisa comenzó a desinfectar los instrumentos que utilizaría.

—¿Qué hago? —preguntó Vanya, tenía el control remoto aferrado a la mano con fuerza y Clarisa le señaló la puerta.

—Si esto llega a fallar —le dijo la mujer refiriéndose el plan —tú eres la única que separa a esta madre y a este hijo de Rak – caminó hasta ella y le puso una de las pistolas artesanales con uno de los dardos y la sacó de la habitación cerrando la puerta.

Vanya se quedó paralizada en la entrada, todas las mujeres, niños y humanos que estaban refugiados en el comedor se la quedaron mirando en busca de una respuesta, pero cuando Vanya abrió la boca un ruido fuerte llenó la fábrica.

Las pisadas de los lobos de afuera se hicieron terriblemente fuertes y luego chocaron contra las paredes del lugar con una fuerza que hizo temblar todos los cimientos y desprendió polvo.

Por todas las puertas y ventanas se escucharon como los arañazos y mordiscos desprendían la madera que las protegía y los gruñidos se mesclaban con los gritos de Lina en el interior dando a luz a su hijo.

Vanya tomó una de las bancas y se subió sobre ella, levantó la voz para hacerse oír por encima del ruido.

—¡Todos vayan abajo! —gritó y la manada se quedó paralizada —¡Ahora! —todos corrieron por las escaleras que daban a las celdas y a las habitaciones de abajo y Vanya se quedó sola en el comedor, levantó el control remoto que tenía en la mano y puso el pulgar sobre el botón.

Bajo el pasto y bien escondidas estaban las máquinas de humo artificial que habían robado, llenas del suero y listas para expulsarlo en forma de vapor y ella se preparó, esperó el momento más oportuno por que solo tenían dos tiros, solo dos, si en ellos no lograba cegar de poderes a la mayoría de la manada de Rak estarían muertos.

Una de las tablas de una ventana se salió y un lobo oscuro metió la cabeza gruñéndole a Vanya y ella presionó el botón, por suerte, habían instalado un par de baterías para separar la energía de la fábrica de los disparadores de humo, fue idea de Sebastián y Vanya lo agradeció.

El lobo intentó entrar a toda costa rompiendo los barrotes de la ventana y Vanya le apuntó con la lanzadora de dardos, y contuvo el aliento mientras otro grito de Lina se escuchaba por encima de los gruñidos, y luego, después de un largo minuto de espera, los agudos chillidos comenzaron a resonar más y más fuertes, hasta que todo el lugar se llenó casi de un unísono lamento de dolor por parte de todos los lobos de afuera, y luego, poco a poco, los chillidos se convirtieron en gritos.

El lobo que estaba intentando entrar cayó hacia afuera y Vanya corrió hacia la ventana, se subió en una silla y miró con precaución, no se veía mucho, más que un espeso humo blanco y unas siluetas que pasaban con personas gritando de dolor, de seguro los lobos que no absorbieron el humo se llevaban a los que sí.

—No son todos —escuchó una voz que le habló desde atrás y se volvió para encontrarse entre las sombras con Sebastián, estaba cubierto únicamente con un trapo que él mismo sostenía y Vanya entendió que era para no hacerla sentir a ella incómoda.

—¿Los viste? —le preguntó y él asintió.

—No eran ni siquiera un cuarto de la manda, de seguro Rak los mandó como carnada previendo justo esto —Vanya levantó el control remoto.

—Qué bueno que tenemos dos tiros.

—Que mal que no tenemos tres — Sebastián lucía preocupado —cuando regresen de nuevo, hay que hacerles creer que ya no tenemos más gas, así no nos arriesgamos a que queden por fuera del humo —Vanya señaló la ventana.

—Eso no durará un minuto más —Sebastián dejó caer el trapo que cubría sus partes y Vanya no pudo evitar mirar el gran porte del hombre amparada por la oscuridad.

—Entonces hay que defenderlo —saltó hacia el frente y cayó transformado muy cerca de Vanya que dio un salto de lado, parecía que no se acostumbraría a ver eso. Víctor bajó por las escaleras completamente desnudo.

—Escuché a Lina gritar —dijo asustado y Vanya le señaló la sala de urgencias y él entró sin pensarlo.

Con la cola, Sebastián golpeó a Vanya y cuando ella lo miró él le señaló con la punta de la nariz afuera, pero ella no veía nada, así que corrió por los binoculares que estaban en la terraza y cuando se los puso observó desde arriba como un par de lobos estaban desenterrando las máquinas de humo y sintió que le temblaron las piernas.

Apretó el botón para impedir que se las llevaran, pero no pasó nada ya la habían estropeado.

Del bosque comenzó a salir la manada, tantos que pintaron la visión nocturna de los binoculares con una mancha enorme y oscura.

Al frente de todos salió Rak, más grande que los demás y cubierto con una gruesa malla de metal que lo protegía. Comenzaron a correr y Vanya volteó a mirar a Rodolfo que parecía firme y poco asustado y le dio la señal, el hombre levantó la pistola de bengalas al aire y disparó.

Eso era lo que tenían para ver cuando el gas de las antorchas se acabara, pero en ese momento era lo único que les quedaba.

Toda la fábrica y parte del bosque se iluminó con una luz rojiza y aterradora que dejó ver a la manda que corría hacia ellos, y desde la ventanas, como pequeños pajaritos de colores, comenzaron a volar dardos que se estrellaron contra los lobos de abajo y todo se llenó de nuevo de un terrible caos. Había gritos de personas, aullidos de rabia, dolor y gruñidos, y cuando chocaron contra las paredes de la fábrica Vanya pudo jurar que la sintió temblar. Los del techo comenzaron a lanzar los globos. 

Vanya se agachó y agarró un puñado de dardos que tenían para recargar los de la terraza y corrió escaleras abajo. Por la luz que se colaba de la bengala Vanya vio a Sebastián enfrascado en una pelea con un lobo pardo. Las mesas y las sillas del comedor se habían destruido por completo y otro lobo comenzaba a entrar por la ventana rota, pero Vanya le dio con el dardo en la cabeza y él cayó hacia adentro y regresó a su forma humana.

Vanya recargó de nuevo, pero no tenía un tiro fijo para darle al lobo que peleaba con Sebastián, podía comentar el error de darle a él. Así que corrió, tomó una de las sillas y golpeó al hombre que estaba tirado en el suelo intentando ponerse de pie y lo golpeó varias veces más hasta que se quedó inmóvil.

Escuchó un fuerte crujido y cuando volteó a mirar notó que el lobo con el que Sebastián peleaba ya estaba muerto en el suelo y apenas le dio tiempo de dedicarle una mirada al hombre cuando otro lobo entró por la ventana y los atacó.

El principal objetivo de Rak era Víctor, y él ahora estaba con su esposa, así que Vanya corrió hasta la puerta y se apostó ahí.

Las manos le temblaron cuando un lobo pequeño, probablemente el que había dañado la electricidad, entró por la ventana y corrió hacia ella. Perecía frágil y delgaducho, pero aun así casi el triple de un lobo normal y a ella se le trabaron los dedos y el dardo fue a dar a otra parte, pero, ya no tenía tiempo de otro tiro.

Cuando el lobo estaba a punto de llegar hacia ella otro lobo saltó hacia el frente y golpeó al pequeño con tanta fuerza que lo elevó varios metros.

Vanya miró con horror al lobo que la había salvado y lo reconoció de inmediato.

—¡Benjamín! —gritó ella, era el hijo del Alpha y él la ignoró, corrió hacia el otro lobo y comenzó una fuerte pelea.

Vanya miró alrededor, las ventanas comenzaban a caer una por una y las personas que había con dardos tras ellas estaban siendo sometidos, la luz de las velas y antorchas que habían encendido en el comedor apenas era suficiente para ver lo que pasaba.

Sebastián estaba ocupado cuando más lobos entraron por las ventanas rotas y se necesitaron tres para poder someterlo, pero lo dejaron inmóvil en el suelo con los afilados dientes de uno de ellos sobre el cuello.

Rodolfo y los demás bajaron de la terraza y se unieron a la pelea en el comedor, pero entre más lobos derrotaban más aparecían y Vanya sintió que ese era el fin, el verdadero fin.

La puerta principal explotó lanzando astillas de madera por todo el lugar y ante ella apareció Rak, tenía el hocico lleno de sangre y exhibía los dientes con una ferocidad atroz.

Caminó hacia Vanya y los pocos lobos que se enfrentaron a él terminaron en el suelo en solo unos segundos, parecía una avalancha imparable y Vanya le lanzó todos los dardos que tenía, pero rebotaron en la maya de metal que le cubría el cuerpo.

—¡Eres un maldito cobarde! —le gritó, luego le lanzó el arma que le dio en uno de los colmillos, pero el lobo ni se inmutó.

Cuando llegó donde estaba Vanya se paró frente a ella, el lobo alía a perro mojado y sangre y Vanya en vez de intimidarse levantó el mentón, apretó los puños con fuerza y le escupió, la saliva le cayó en la punta de la nariz y el lobo sacudió la cabeza para quitársela de encima.

Se formó silencio en el comedor, solo se escuchaban los gritos de Lina detrás de la puerta y luego un chillido, Benjamín había logrado someter al otro lobo y le había dejado en el suelo quieto. Pero Vanya no lograba sentir más allá de los fuertes latidos de su corazón que le herían los oídos.

Rak dio un paso al frente y con la punta de la nariz empujó a Vanya y le llenó la blusa de sangre. Se estaba burlando de ella, le decía: ya eres mía, y Vanya se llenó de una rabia incontrolable, le lanzó un puño fuerte que asestó en la punta de la nariz de lobo y él le gruñó, abrió la boca para matarla de un solo mordisco, pero algo entró por la puerta, tan rápido como una sombra espantada por la luz y el cuerpo de Rak fue arrancado del suelo con violencia.

El viento de la criatura derribó a Vanya y cuando ella levantó la cabeza observó un increíble y enorme lobo negro como la noche, tan grande que tenía que agachar la cabeza para no chocar contra el techo.

El pelaje negro le brillaba como el petróleo y lucía esplendido y hermoso, como un sueño, pero Vanya logró reconocerlo, claro que podía, reconocería esos ojos azules en cualquier parte del mundo. 

—Kerr —susurró y los ojos se le llenaron de lágrimas. 

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