Dolor y oscuridad.

55

Kerr entró a la fábrica con paso decidido, la verdad sentía en el cuerpo un nerviosismo extraño, como si estuviera a punto de enfrentarse en una batalla mortal.

El comedor estaba casi vacío, y cuando buscó con la mirada a Vanya no la encontró, pero no la quiso buscar con la conciencia, quería escuchar de ella misma las palabras, quería ver qué tan honesta podía llegar a ser.

La conciencia de Víctor le llegó y Kerr le permitió entrar.

¿Por qué no estuviste en la reunión? —le preguntó el Alpha y Kerr le escondió las emociones que Lair, el anciano del concejo, le había hecho sentir.

Tenía que hacer otra cosa —Le contestó Kerr y caminó por el comedor —Tengo qué hablar con Vanya, ¿Sabes dónde está?

—Creo que se fue con Sebastián, salieron a toda velocidad por el bosque, ni me pidieron permiso —Kerr se sintió terriblemente decepcionado, de repente, toda la fuerza interior que había acumulado para hablar con la muchacha se le fue del cuerpo.

Ven aquí ahora, estamos despertando del coma inducido a Stiven y tu telepatía nos servirá —Kerr dio media vuelta y a regañadientes caminó hacia la habitación donde tenían al muchacho que los había atacado, apenas había sido unas semanas desde ese día, pero Kerr sintió que fueron años.

Cuando entró, lo primero que percibió fue la mirada de rechazo que le mandó Lair, pero él lo ignoró. Caminó hacia la cabecera de la cama donde Víctor estaba sentado a lado de un muy delgado Stiven y Clarisa hacía sus cosas de doctora para que el muchacho despertara.

—¿Qué pretenden hacer con esto? —preguntó y Karina, amarrándose el cabello rojo en una cola alta, le habló.

—Sebastián no está seguro que el lugar donde él estuvo secuestrado sea el verdadero, y no hay nadie más que Stiven que haya estado en las instalaciones, no tenemos otra opción —clarisa estiró la mano y acarició el hombro de Kerr .

—Tienes que estar preparado — le dijo ella —la ´última vez que lo despertamos del coma, intentó atacarnos y tuvimos que volverlo a dormir, es como si lo que le implantaron en el cerebro tuviera la orden de matar —Kerr pasó saliva, miró la cara del muchacho sobre la cama, siempre había sido un chico amable y alegre, y ahora no parecía más que una calavera, con las mejillas hundidas y los ojos como dos cuencas vacías.

Extendió la conciencia y buscó la del muchacho, pero la encontró vacía, igual que la primera vez que había intentado conectar con él, como si estuviera muerto, pero poco a poco sintió algo más allá y tuvo que agudizar al máximo su habilidad para para poder intentar entender un poco el enmarañado pensamiento que había.

—No siento su conciencia —dijo Víctor cuando los ojos de Stiven comenzaron a abrirse.

—Es muy débil, como si no estuviera —dijo Kerr, cerró los ojos y se sumergió por completo.

Lo primero que sintió fue un mar de oscuridad con una pequeña luz, muy pequeña, así que se acercó a la luz y cuando llegó todo se iluminó.

Observó la sala de un hospital, a su lado, había elementos quirúrgicos que parecían afilados y dolorosos. Le llegaron fragmentos de dolor, como si afilados cuchillos le abrieran la piel y perdió un poco el equilibrio, pero un brazo fuerte lo agarró del hombro para que se mantuviera firme y Kerr siguió en la mente de Stiven.

Los recuerdos estaban inconexos, a veces se veían cosas del hospital, luego de cuando era niño y después regresaba a la sala donde parecía que le inyectaban líquidos de colores que le producían mucho dolor.

En uno de sus recuerdos vio a una mujer, de cabello y ojos oscuros que lo miraba desde arriba, le abría un ojo y luego le apuntaba una linterna en la pupila.

—No, este no es él —decía, luego el recuerdo cambió, Kerr sintió el miedo que cruzó el cuerpo de Stiven, y también todo el esfuerzo que tuvo que hacer para ponerse de pie y correr fuera del edificio en medio de la noche. Abrió la puerta trasera y salió a la calle, una calle que Kerr no conocía. Las piedras y las cosas que habían tiradas sobre el pavimento le herían las plantas de los pies, pero Stiven corrió.

Otro recuerdo lo llevó hacia la entrada del bosque, donde el olor de un lobo que se le hacía familiar lo condujo a la fábrica y luego una tremenda oscuridad, como si estuviera muerto, sin nada en la mente e inexistente.

Cuando Kerr abrió los ojos todos lo estaban mirando asustados, tenía la frente perlada de sudor y miró a su lado. El que lo había sujetado para evitar que cayera al suelo era Víctor que lo miró con curiosidad.

—¿Qué viste? —le preguntó el Alpha y Kerr se alejó lentamente del agarre de su hermano y se sentó a los pies de la cama de Stiven que tenía los ojos abiertos pero no se movía.

—¿Cuánto tiempo pasé ahí? —preguntó Kerr y Karina soltó un bufido.

—Ni siquiera un minuto —Kerr la miró, a él le había parecido que fue por lo menos una hora la que estuvo entre los recuerdos del muchacho —cuenta —lo presionó la pelirroja y Kerr respiró, tenía el corazón acelerado.

—Lo torturaron —comenzó a contar —pero la mayoría del tiempo lo mantenían sedado. Había una mujer, dijo que él no era, que no era él —Karina caminó hasta una de las ventanas.

—Esto confirma que a quién buscan es a Kerr —Víctor apretó el entrecejo.

—¿Por qué lo buscan? —preguntó y ella se cruzó de brazos.

—Por ser hijo de dos lobos, esa me hace raza superior y Jábico lo sabe —le dijo Kerr —Jábico sabe de mí porque alguien le contó de mi existencia —hizo todo el esfuerzo posible para no voltear  a mirar a Lair que estaba al otro lado de la habitación y Víctor se pasó los dedos por el cabello rubio. Kerr lo miró, parecía que tenían el mismo tic nervioso.

—¿Alguien de la manada? —preguntó Víctor y luego negó —Pero ¿Quién de acá tiene contacto con Jábico? —Karina chasqueó la lengua.

—Pues lo vamos a averiguar —dijo, luego se dirigió a Kerr —¿qué más viste?

—Stiven no fue enviado a matarnos —comentó —él escapó, estaba débil y dolorido, y le resultó sospechosamente fácil salir de los laboratorios, pero no reconocí la ciudad, puede ser en cualquier parte, hay por lo menos cinco ciudades que rodean el bosque.

—Si salió fácil, eso quiere decir que lo dejaron salir —dijo Víctor — de seguro cuando investigué sobre Vanya y el doctor Saúl no fui cuidadoso, por eso él se dio cuenta de que era nuestra manada la que secuestró a su hija, por eso lo dejó salir y le hizo creer que huyó, para que lo trajera hasta acá.

—Pero sí llegó —dijo Kerr —pero el doctor no sabe nuestra ubicación aún, de lo contrario no hubiera contratado a Aleck, ¿Cómo hizo Stiven para que no lo siguieran?

—Yo creo saber qué pasó —dijo Clarisa y todos la miraron. La mujer levantó la camisa de Stiven y lo movió de lado, y señaló algo en su espalda — Kerr se estiró para mirar y notó una cicatriz larga y grumosa —al principio pensé que era una herida de algo, pero ahora que lo mencionan cuando lo curé parecía como si hubiera un hueco, como…

—Como si hubiera algo dentro de él — dijo Víctor —tal vez traía un rastreador y se lo quitó.

—Algo me dice que su próximo movimiento será menos sutil — dijo Kerr —ya intentó de dos formas bastante pacíficas para ser Jábico, pero cuando sepa que Aleck no va a regresar…

—Por eso tenemos que atacar antes —dijo Karina y se ajustó el abrigo de pieles sobre el pálido cuerpo —Sebastián nos contó dónde estaba el lugar donde lo tuvieron, yo opino que vayamos allá e intentemos encontrar directamente a Saúl Quiroz —Víctor se agarró el mentón pensativo.

—La verdad, me parece buena idea, es algo que él no esperará, además, con Kerr será fácil cegar a los guardias y traerlo —Karina negó.

—Kerr no irá, es muy peligroso, si lo llegan a atrapar, no me imagino lo que puede llegar a pasar .

—No me atrapará —dijo Kerr —mi tío me contó que a la raza superior no le afecta el suero púrpura —Karina soltó una carcajada.

—Han tenido años desde que enfrentaron a Moira para hacer algo que sí les afecte, no irás y punto —dio la vuelta y antes de salir de la habitación se volvió hacia los demás — y vamos ya antes de que ellos ataquen primero, por ahí dicen que el que golpea primero golpea dos veces —Kerr abrió la boca para protestar, pero un sonido lejano lo hizo callar, como un ronroneó que se hizo más fuerte.

—¿Un helicóptero? —preguntó Víctor y todos salieron corriendo de la habitación.

Cuando salieron del lugar al patio de la entrada de la fábrica al helicóptero le tomó apenas un minuto estar sobre ellos.

—Parece que ya nos vieron —dijo Karina y Kerr vio como sacaban algo del interior, pero estaba muy alto para intentar atacarlos.

—Mierda —logró decir antes de que un sonido potente resonara por todo el bosque y un dolor ciego lo invadió, tan brusco e invasivo que los músculos se le atrofiaron. 

Cayó al suelo en medio de fuertes convulsiones de dolor y miró alrededor, Víctor, Karina y todos los demás también estaban sufriendo. Ese era el fin.

Del helicóptero se desplegaron unas cuerdas y varias personas bajaron como soldados, bien armados y preparados. Kerr cerró los ojos.  

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