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Bajo las alas del cuervo.

Aleck pensó que el arrebato que le había dado en la mañana podría costarle mucho, se había dejado llevar por la rabia y el ataque de intuición manipuladora que le dio, pero ya estaba cayendo la noche y Klemiska no aparecía para contarle cual era el plan que tenían, ni tampoco había podido ver a Sebastián. La muchacha le pudo haber arrancado el mechón a su frio cadáver y eso lo asustó.

Respiró profundo muchas veces y trató de meditar, la oscuridad estaba llenando el aire y de no ser por la sangre de Sebastián estuviera muriendo de hambre en aquel momento, pero era soportable.

La puerta se abrió y Aleck trató de guardar la compostura cuando vio a la chica alada, tenía que seguir conservando la seguridad que había mostrado en su arrebato.

— ¿Ya es hora? — le preguntó él y ella asintió con la cabeza, se veía insegura y el carácter que había adquirido el vampiro había desaparecido de ella. Aleck se puso de pie y caminó hasta los barrotes — Todo va a salir bien — le dijo y ella asintió — ahora dime qué haremos.

— Le dije a papá que estarás dispuesto a salir de esta celda y de la aldea, todo con tal de que…

— ¿De que me acueste con él? — le interrumpió, claro que era eso y ella asintió.

— Bajo el colchón de su cama escondí un cuchillo hecho con hueso de Valyor — Aleck asintió, ni siquiera se tomó la molestia de preguntar qué era un valyor.

— ¿Tendré que acostame con él? — ella se encogió de hombros.

— No estará solo, su guardia se queda sin importar él qué haga, así que deberás fingir hasta que logres hacerte del cuchillo, luego matar al guardia y luego a papá. Después tendrás que traerme un mechón de su cabello — se acercó a los barrotes — esta parte es muy importante.

— ¿Más que matar a dos puros de otra especie? — le replicó él pero ella lo ignoró.

— Todos deben ver que fui yo quien te ordenó matarlo, así se hacen las cosas aquí, así es un golpe de estado, de lo contrario, tú serás el próximo rey y no creo que quieras eso — Aleck sacudió la cabeza, así tendría control de todo el ejército, pero no, no quería eso en absoluto.

— ¿Qué debilidad tiene él? — tenía que formar la batalla en su mente.

— Físicamente, ninguna — Aleck pasó saliva — pero eres atractivo, le gustan los muchachos sumisos y obedientes.

— Qué sorpresa.

— Sedúcelo, hazle creer que eres suyo y cuando esté distraído le cortas el cuello — Aleck miró a la muchacha conspirar en contra de su propio padre y eso le produjo nauseas, y él que creía que su familia era disfuncional solo pro que su papá lo abandonó.

Klem abrió la celda y esposó a Aleck con unas pulseras de madera que Aleck sintió bastante firmes.

Caminaron de regreso por el pasillo que habían recorrido la noche anterior y él le dio una última mirada al hombre de los cuernos rotos que estaba frente a su celda.

La cabaña redonda estaba aún más iluminada por cientos de antorchas y lámparas de petróleo, el rey cuervo estaba sentado en su trono, con una bata de ceda negra que tenía una abertura hasta más a bajo del ombligo que le dejaba ver un perfecto y lampiño torso. Miró a Aleck de los pies a la cabeza.

— Entonces quieres vivir — le dijo él, tenía la voz rasposa y grave, parecía sexy, claro que lo era, si Aleck no estuviera en esas circunstancias sí que sería capaz de irse a la cama con el hombre.

— Si, mi señor, haré lo que sea a cambio de que me deje ir, le prometo que nunca regresaré — él hombre se bajó del trono, la bata le llegaba hasta las rodillas y los portentosos gemelos se contrajeron cuando sostuvo el peso de las enormes alas.

Cuando llegó donde estaba Aleck estiró las manos y le acarició la estrecha cintura, luego acercó la cara a la del muchacho y él tuvo el irremediable impulso de apartarse, pero dejó que los labios del rey se posaran sobre los suyos, estaban fríos como el hielo. La mano del rey se levantó y chasqueó los dedos con fuerza. Una puerta se abrió y un guardia entró con un hombre atado con las mismas lianas que él, pero ajustando sus brazos a su torso y cuando Aleck reconoció a Sebastián le temblaron las rodillas.

— Te quiero en mi cama, toda la noche — le dijo el hombre, Sebastián tenía las manos atadas y estaba amordazado — y tu novio lo verá todo, verá como me hundo en ti mil veces y solo así los dejaré ir vivos — Sebastián comenzó a negar con la cabeza repetidas veces, se veía golpeado y sucio y Aleck sintió que los ojos le ardieron, pero estaba seguro de que el lobo entendería después cuando le explicara todo, así que tomó el mentón del rey cuervo y lo besó profundamente, un beso sucio y de lengua que le supo a sangre fría. Cuando se apartó, notó como el corazón del lobo se había roto en miles de fragmentos, pero él lo miró con frialdad.

Se los llevaron, a Sebastián a la fuerza, y metieron a Aleck a una habitación con agua corriente y él se duchó lo mejor que pudo. Lo único que había para cubrirse era un pantalón corto hecho de algodón y se vistió con él.

Luego salió y lo llevaron a la habitación del rey. Cuando entró, lo primero que notó fue lo ostentoso del lugar, tenía candelabros amplios y los suelos de madera brillaban como hechos de mármol, era muy grande.

En la cama lo esperaba el hombre, completamente desnudo y con el cabello regado en mechones gruesos sobre el torso musculado. Sebastián estaba atado a un lado de la cama y el ala del hombre estaba estirada hacia él, con la pluma filosa puesta sobre su garganta.

El rey se señaló el miembro.

— Comienza — le dijo y Aleck comenzó a acercarse, al otro lado de la cabecera de la cama, había un guardia de cuernos cortos que no lo perdía de vista ni por un segundo.

Buscó en la cama y se alegró el ver un pequeño bulto bajo el colchón al lado del guardia donde estaba el cuchillo.

Cuando llegó a la cama acarició los gemelos del hombre de forma seductora, pero la presencia de Sebastián lo mantenía atado e incómodo, ¿Cómo podía fingir que disfrutaba eso si él estaba ahí mirándolo de esa manera? Lo volteó a ver, y lo miró fijamente por un segundo, imprimiendo en esa mirada todo lo que quería decirle y el lobo pareció entender, así que cerró los ojos con fuerza.

Aleck le acarició las piernas al rey y comenzó a subir poco a poco, tenía la piel suabe y fría, y él no pudo siquiera pensar en Sebastián para fingir mejor, eran tan diferentes, en el cuerpo de Sebastián se sentía una aspereza erótica debido a la capa de vellos que lo cubría, una textura deliciosa a los dedos y tremendamente erótica, en cambio, el rey cuervo era como una lagartija, suave, lampiña y fría.

Agarró con la mano el grueso miembro que palpitó y comenzó a crecer, lo masajeó bajo la atenta mirada del hombre y del guardia hasta que este creció, tenía un tamaño absurdo, eso nunca le cabría.

La mano del cuervo se posó en su cabello y lo empujó hacia abajo, pero Aleck no estaba dispuesto a ponerlo en su boca, preferiría estar muerto.

Si el rey siempre había estado con personas sumisas, un cambio podría excitarle, así que le golpeó la mano con fuerza y se subió a horcajadas sobre él, apretando el miembro entre sus glúteos y sintió nauseas, literalmente.

Acarició los grandes pectorales y luego, sin aviso, lo abofeteó. El rey lo miró un poco sorprendido al principio, pero luego una sonrisa lasciva lo invadió. Se levantó y le lamió el cuello y los pezones como su fuera una paleta y Aleck casi que se aguantó la risa, el hombre era pésimo haciendo eso, de seguro nunca se había tenido que esforzar en su vida para dar placer.

Metió las manos frías dentro del pantalón de Aleck y le agarró las nalgas, apretándolas con fuerza y él miro el bulto donde estaba escondida la espada, pero el guardia lo miraba fijamente, no apartaba para nada la mirada, casi ni parpadeaba.

Aleck tomó al rey de los hombros y lo empujó, haciendo que la cama traqueara, luego subió dando castos besos en el torso y cuando succionó uno de los pezones el hombre dejó caer la cabeza hacia atrás, el miembro palpitó bajo Aleck y él contuvo el aliento, se estiró, metió la mano dentro del colchón y agarró la firme empuñadura.

Sacó el cuchillo de un tirón al tiempo que el guardia lanzaba un grito y se abalanzaba hacia él, pero Aleck asió el cuchillo, que tenía medio metro de largo, y le cortó el cuello de un tajo como si fuera gelatina.

Volteó rápido, tan rápido como pudo hacia el rey y empujó el cuchillo hacia él, pero cuando lo miró los ojos oscuros del hombre ya lo estaban sobre él y antes de que pudiera hacer algo, estiró el ala que tenía del lado de Sebastián y con la pluma filosa al final lo apuñaló en el costado, luego lo lanzó varios metros hacia una pared.

Aleck trató de caer de pie, pero la herida le restó habilidad, el pantalón corto blanco se llenó de sangre. levantó el cuchillo y apuntó hacia el rey que avanzaba hacia él. Sebastián estaba tratando con todas sus fuerzas de deshacerse de las lianas, pero no podía. El hombre se rio, la erección seguía firme entre sus piernas.

— Me divertiré esta noche — le dijo — te voy a coger con tanta fuerza que desearás que te mate, y luego me lo voy a coger a él — señaló con el ala a Sebastián — siempre quise estar con un lobo peludito, y me lo voy a follar frente tu cadáver y luego le cortaré el cuello mientras estoy aún dentro de él — Aleck se puso de pie y miró el cuchillo.

La hora era de hueso, pero tan filosa y resistente que le sorprendió, la empuñadura era de oro, hecha de una forma en que tenía un equilibrio y agarre perfecto. Lo levantó en el aire y corrió hacia el cuervo.

El hombre le lanzó un alazo, pero él lo esquivó con habilidad ignorando el dolor en el costado, cuando llegó hasta él trató de apuñalarlo con el cuchillo, pero él lo pateó y lo elevó a un par de metros, luego sacudió las alas y un ventarrón fuerte lo estrelló de nuevo contra la pared.

— Esto será muy rico — dijo y se acercó, Aleck levantó el cuchillo y levantó la mirada hacia Sebastián, tal vez era la última vez que lo vería, pero el lobo estaba calmado y sonriendo, sonreía por debajo de la mordaza y eso lo asustó. Cuando el rey estaba a punto de apuñalarlo de nuevo, la puerta explotó en un millón de fragmentos de madera y ambos miraron. En la entrada apareció un lobo de más de cuatro metros de altura que tuvo que agacharse para poder entrar, sobre él, venía Vanya.

— Kerr — susurró Aleck, el rey cuervo se volvió hacia ellos y sacudió las alas, la ráfaga de aire lanzó a Kerr y a Vanya hacia la pared, luego se volvió hacia Aleck.  

— Nuestra noche de pasión se cancela — le dijo y levantó ambas alas para apuñalarlo, pero una mueca de dolor lo invadió cayó arrodillado agarrándose la cabeza y gritando. Kerr, al otro lado de la habitación, lo miraba fijamente. Aleck caminó hacia el rey, tenía la mirada perdida del dolor.

— Tienes razón — le dijo — si fue divertida esta noche — de un golpe enterró la corta espada en el pecho del hombre alado que saltó del dolor y después de un momento cayó al suelo inerte. Aleck tomó un grueso mechón de pelo y lo cortó, luego se lo enseñó a Kerr — Ganamos, amigo — el dolor lo invadió y cayó al suelo de espaldas y Sebastián gritó bajo la mordaza.

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