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Un lobo en tentación
Un lobo en tentación
Por: DiegoAlmary
Dos destinos que se sellan

La observó desde las sombras, cubierto por la oscuridad y el silencio. La ciudad entera dormía bajo el más profundo y pesado sueño y él respiró profundo el aire fresco que le llenó los pulmones.

No quería hacerlo, de verdad que no quería, su manada nunca se había metido en esos tipos de problemas, pero los tiempos habían cambiado.

Será solo una mujer, a ver si eres capaz de hacer algo bien.

Por órdenes del alfa, tuvo que seguir a una mujer indefensa que bajaba las cosas de su auto lista para entrar a su casa, Kerr la observó de lejos metido entre la oscuridad del bosque que rodeaba la ciudad.

El viento cambió, y el aroma de la muchacha le llegó, era una mezcla extraña que Kerr no logró identificar de inmediato, como algo detrás del sudor, fresco y por alguna razón sintió remordimiento.

Sacó la fotografía que su Alpha, Víctor, le había dado y comprobó entre las sombras si era la misma. 

Efectivamente era ella, con la piel pálida y la mandíbula definida, el cuerpo escultural y firme y la cabellera negra y frondosa que se extendía libre hasta su cintura. 

No pudo evitar pensar que era hermosa, una escultura hecha a mano por un apasionado artista y no pudo contener el aluvión de pensamientos que se amontonaron en su cabeza, su creatividad le mostró imágenes de sus manos sobre el cuerpo esbelto de ella. 

Sacudió la cabeza, tenía que concentrarse en la misión.

Dio un paso el frente, y luego otro y otro hasta que la luz de la luna y las farolas que iluminan la calle rebotaron sobre su cuerpo entero, y cuando ella reparó en él dio un brinco.

—¿Qué quieres? —le preguntó y Kerr tragó saliva, se vio asustada y sorprendida y mucho más hermosa de cerca.

— ¿Vanya Quiroz? —preguntó, pero no era necesario, claro que era ella. Los ojos verdes de la mujer se posaron en él y lo observó de los pies a la cabeza.

—Lo siento, no tengo tiempo ahora —le dijo ella, cerró de golpe la puerta de su auto y cargó con las bolsas que había bajado. 

Kerr avanzó hacia ella, la tomó de la muñeca haciendo que las bolsas se le cayeran al suelo y un par de naranjas rodaron por la calle abajo. 

Comenzó a llevársela arrastrada y aunque ella se resistió no pudo hacer nada con la sobrehumana fuerza de Kerr 

—¿Qué eres? ¿Eres un vampiro? —le preguntó ella conmocionada al notar su fuerza — No tienes los ojos rojos —le dijo después comenzando a entrar en pánico. 

Algo que le ponía a Kerr los pelos de punta fue la fascinación con la que la mayoría de los humanos había comenzado a adorar a los vampiros, el cine los tenía trastornados y él odió que admiraran más a un grupo de chupasangres fríos y esclavistas que a hombres que se podían transformar, literalmente, en lobos gigantes. 

Se volvió hacia Vanya y la miró a los ojos.

—No todos los vampiros tienen los ojos rojos —le dijo con rabia, cómo los odiaba. 

La muchacha tenía los ojos abiertos del miedo y por más que luchó no pudo librarse del agarre del hombre que la seguía arrastrando hacia el bosque que bordeaba la ciudad.

—¡Ayuda! —gritó ella, pero eran las dos de la mañana, cuando alguien bajara en su ayuda ellos ya estarían muy lejos.

—No te haré daño, será mejor si no te resistes —le dijo él cuando atravesaron los primero árboles del bosque —mejor compórtate porque Víctor te sacará los ojos si…—un muy fuerte dolor tras su cuello lo hizo soltar la mano de la muchacha y el sonido eléctrico tras su oreja lo aturdió por un momento y cayó de rodillas al suelo. 

Vanya lo pateó en el estómago y corrió por el bosque con todas las fuerzas que le fueron posibles. 

Kerr se preguntó qué clase de persona huía de una criatura del submundo entrando más en el bosque en vez de salir de él.

Se enderezó y acarició la parte del cuello donde la muchacha lo había electrocutado. Era una chica inteligente, Kerr escuchó que estudiaba para ser policía.

Se quitó la chaqueta negra de cuero y la colgó en una rama, era su favorita y no quería arruinarla, luego los pantalones, no quería llegar desnudo a casa. 

Miró el punto fijo por el que ella había desaparecido y aspiró profundo, dejó que la fuerza de su lobo interno le llenara el cuerpo como una corriente eléctrica placentera y saltó hacia el frente. 

Cuando cayó al suelo completamente transformado corrió siguiendo el rastro de la mujer, ese olor fresco que no lograba reconocer. 

Sus sentidos maximizados al máximo le permitieron percibir también otro olor, sin duda de otro lobo y no lo reconoció, así que aceleró el paso y en menos de un minuto alcanzó a la mujer que en cuanto lo vio gritó de terror.

Kerr no pudo juzgarla, se topaba con un lobo negro de unos dos metros de altura que la miraba fijamente. 

Él saltó sobre ella y la lanzó al suelo de una suave manotada, luego le apoyó la mano en el pecho para mantenerla quieta, era tan grande que le cubría casi todo el torso a la muchacha, ella gritaba, gemía y trataba de hacerle daño con el aparato eléctrico sobre el grueso pelaje, pero Kerr no sentía más que un pequeño cosquilleo.

Miró alrededor, no estaban tan lejos de la ciudad así que alguien podía venir si la escuchaba gritar, así que extendió la conciencia hacia ella. 

¿Me entiendes? — Le preguntó él por su mente. La chica no pareció entender sus palabras, pero dejó de gritar. Así que le quitó la mano del pecho, y solo un segundo después se puso de pie y salió corriendo hacia el bosque gritando de nuevo.

De un salto Kerr la alcanzó y de una manotada la lanzó hacia un árbol, pero no controló su fuerza y la muchacha cayó inconsciente al suelo. 

Revisó sus signos vitales, los latidos de su corazón sonaron bien, así que la montó sobre su lomo y corrió por el bosque, tomó la chaqueta y el pantalón que había dejado en la rama y antes de irse percibió de nuevo el olor de otro lobo que merodeaba, así que se alejó a toda velocidad del lugar. 

Esperó que de verdad Víctor apreciara que sí había logrado cumplir la misión, su manada era lo único que tenía en la vida y no quería ser el marginado que nunca había hecho nada por ella, pero ya no más, llevaba a la hija de su mayor enemigo como rehén y se sintió enérgico y optimista.

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