La manada del bosque.

Kerr dio un salto tremendo desde el segundo piso y creyó hacer un agujero en el suelo al caer, pero no se detuvo a observar, corrió por los pasillos y cuando abrió la puerta de la celda de Vanya de una patada comprobó que no había nadie dentro. 

Las varillas metálicas de la ventana estaban dobladas y el agujero lo suficientemente amplio como para que la muchacha cupiera por él.

Sebastián se asomó por sobre el hombro de Kerr y lanzó un silbido.

—Víctor te va a matar —Kerr lo empujó para que lo dejara salir, se quitó la chaqueta de cuero y se la lanzó al hombre para que la cuidara.

—No si la atrapo primero —se lanzó hacia el frente. El aire se hizo más espeso cuando el cuerpo se agrandó y los huesos se alargaron. 

Cayó completamente transformado y observó solo por un segundo su ropa rasgada en el suelo antes de correr por los pasillos y salir al exterior.

Mientras corría, elevó la mirada al cielo y olfateó, cientos de olores le llenaron la nariz alargada, olía a más miembros de la manada, animales del bosque y por sobre todo lo demás, un olor fresco que le recordaba a Kerr la playa y el verano y lo siguió a toda velocidad, espantando a todos los animales descuidados con los que se encontraba en su desesperada carrera. 

Si Vanya escapaba, definitivamente Víctor lo echaría de la manada como había prometido, y aunque Kerr no se sentía al cien por ciento parte de ella, era lo más cercano a una familia que podía encontrar y no tenía a dónde más ir.

Después de saltar un barranco observó entre los árboles la melena negra de la muchacha que ondeaba con el viento. 

Cuando ella lo vio dejó de correr, supo en ese instante que era inútil intentar escapar de él y Kerr se sintió mal cuando los ojos verdes de ella se llenaron de lágrimas, pero él no podía hacer nada, nada en absoluto.

Ella era la única que podía ayudarlos a recuperar a los demás miembros de la manada y él no podía dejarla escapar.

Cuando llegó hasta ella la muchacha irguió la espalda retadora y lo miró de frente, Kerr le lanzó un gruñido fuerte y ella dio un salto.

—¿Me vas a golpear como la otra vez? —le preguntó ella. La voz le temblaba.

Kerr se acercó, con la punta de la nariz la golpeó en el pecho y la lanzó al suelo. Ella sabía que no tenía oportunidad de huir, así que Kerr se inclinó para indicarle que se subiera a su espalda y ella le apartó la mirada. 

Kerr pensó que era la opción buena, de lo contrario, tenía que agarrarle la ropa de un mordisco y llevarla como una loba cargaría a sus crías y pensó que aquello no le gustaría a la muchacha, así que le gruñó como si fuera un perro rabioso y ella se puso de pie a regañadientes.

Pero justo en ese instante, el ambiente se llenó de  un olor extraño, una mezcla de café y madera e inmediatamente Kerr reconoció el aroma del lobo que estaba la noche que secuestró a Vanya y todos los pelos del lomo se le erizaron.

Cuando volvió el rostro lo encontró sobre una colina cerca de ellos, era marrón con motas blancas y una cicatriz que mostraba que uno de los ojos ya no estaba.

Kerr se giró hacia al lobo y extendió su conciencia hacia él, pero se topó con una dura y firme pared que le impidió hablarle, pero logró percibir en su ser una sensación arrolladora de rabia.

Vanya observaba todo con curiosidad, y abrió los ojos cuando cayó en cuenta que aquel lobo agresivo no pertenecía a la manada de Kerr así que comenzó a alejarse lentamente.

El lobo marrón corrió hacia ellos con velocidad, y Kerr salió a su encuentro. 

En la manada se hacían entrenamientos una vez al mes, y aunque él no asistía a la gran mayoría, había aprendido de Sebastián, una leyenda en ese aspecto, así que corrió confiado hacia el otro lobo y cuando se encontraron sus cuerpos se chocaron como dos enormes mazos produciendo un ruido fuerte.

Kerr sabía que no podía permitir que el lobo se llevará a Vanya, era bien conocido que su manada era una de las pocas que gustaba conservar un poco la humanidad. 

Si el lobo se la llevaba le sacarían la información con sangre y dolor.

El lobo marrón estiró el cuello y trató de morder una de las patas traseras de Kerr, pero él lo esquivó. 

Se lanzaron uno contra otro tratando de morder el cuello de su oponente, y mientras tanto Vanya observaba todo aterrorizada, eran dos lobos de más de dos metros de altura peleando por ella, así que se quedó petrificada.

Kerr era un poco más alto y por consiguiente fuerte, así que en un solo y pequeño descuido del otro lobo se inclinó sobre él y logró lanzarlo de espaldas inmovilizandolo contra el suelo, pero a lo lejos logró percibir a otro lobo acercándose, y no era de su manada. 

Volteó a mirar a Vanya y quiso decirle que corriera, pero no le salieron más que un par de gruñidos inentendibles y ella parecía en shock. 

Así que extendió su conciencia hacia ella, pensó que podía expresarle el sentimiento de urgencia que tenía él en ese momento, pero en cuanto encontró la mente de ella se chocó con una amalgama de emociones imposibles de entender.

El otro lobo estaba ya a unos cien metros y el que Kerr tenía sometido bajo él estaba a punto de escapar.

El cuerpo se le llenó de una extraña sensación, algo cálido y hormigueante que le atravesó el cuerpo como una puñalada. 

Se vio inmerso en una pelea interna por dejarse caer en esa deliciosa y reconfortante sensación, pero algo lo detuvo, sintió miedo de lo que podía pasar cuando dejara que ese sentimiento creciera, así que sacudió la cabeza y se alejó del palpitar extraño dentro de él, volteó a mirar a Vanya y le gritó en su cabeza:

¡Corre! —Y la chica pareció entenderle, salió del shock en el que estaba y lo miró un segundo con la cara pálida antes de salir corriendo por el bosque.

El lobo debajo de él intentó liberarse, pero Kerr lo sostuvo muy fuerte. 

El otro lobo, uno alto y delgado que parecía ser muy rápido pasó por el lado de ellos ignorando su pelea y desapareció por donde desapareció Vanya. 

Kerr se irguió, recordaba que Sebastián le había enseñado ese movimiento.

El otro lobo estaba boca arriba, así que Kerr le apoyó una de las manos con fuerza sobre el cuello cortando la circulación de sus venas y cuando el lobo perdió el conocimiento él dio la vuelta y corrió siguiendo el rastro fresco de Vanya.

La ciudad estaba rodeada en forma de herradura por el bosque que era casi interminable, por eso las manadas crecían fuertes y prósperas escondidas entre las miles de hectáreas de bosque.

Kerr se sintió intranquilo, podían secuestrar a Vanya y llevarla a cualquier parte del bosque imposible de encontrar, pero se le llenó el cuerpo de paz cuando la encontró. 

El otro lobo la había acorralado en un muy enorme acantilado y la muchacha estaba muy pálida del miedo. 

Él corrió con más fuerza y saltó sobre el otro lobo para caer entre él y Vanya, pero el otro se levantó y lo golpeó con una de las enormes manos, como si fuera un gato golpeando una bola de estambre que lo hizo perder el equilibrio.

Kerr cayó de costado en el suelo y se resbaló, chocando a Vanya que se agarró con fuerza a su pelaje y estuvieron a punto de caer a un acantilado que tenía una caída libre de más de sesenta metros a las frías aguas del río. 

Kerr logró recuperarse, se puso de pie con Vanya aún agarrada de su pelaje y la ayudó con el hocico a subir a su lomo. 

Cuando se volvió hacia el otro lobo comprobó que eran tres, luego cuatro y cinco. Cada vez se veían más lobos que lo rodeaban.

Todas las conciencias trataron de meterse en su cabeza, y Kerr sintió en sus emociones triunfo, alegría y también burla, burla hacia él, pero una conciencia más fuerte se sobrepuso a la de los demás, y aunque Kerr intentó crear una pared para detenerla se coló dentro de él.

¿Quién eres? —le preguntó, en su cabeza la voz sonó firme y grave. 

Ante él apareció un lobo enorme, mucho más alto que Víctor y Kerr se sintió intimidado, y esperó que el otro lobo, que supuso era el Alpha de esa manada, no sintiera su nerviosismo, pero Kerr sintió el placer que le dio al otro verlo intimidado —¿Cuál es el nombre de tu manada, chiquillo?

—Mi manana no tiene nombre —le dijo Kerr —Y no soy un chiquillo.

El otro Alpha se rió. 

Vanya parecía confundida sobre el lomo de Kerr, no entendía por qué todos estaban quietos y en silencio, no sabía que tenían una conversación, pero ella había escuchado a Kerr.

¿Desde cuando una humana podía escuchar los pensamientos de un lobo? Kerr no quiso pensar en eso en ese momento. 

Bien —Dijo el Alpha —No importa quien seas, nos llevaremos a la hija de Saúl Quiroz y tu cadáver será consumido por los lobos salvajes —De un movimiento de cabeza ordenó a los demás que comenzaron a acercarse a él y sintió como Vanya se aferró a su pelaje con fuerza.

Si quieren atraparme —Le dijo Kerr al Alpha que lo miró apretando la mandíbula —Pues tendrán que venir conmigo — dio la vuelta y de un fuerte movimiento de las patas traseras saltó al vacío.         

  

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