Kerr no supo exactamente cuándo perdió la conciencia, lo único que le alegró al abrir los ojos fue que el dolor había desaparecido, y sintió tanta paz por eso que casi se le escapa una lágrima.
Abrió los ojos, el bosque comenzaba a aclararse por el sol que despuntaba tras las montañas a lo lejos. Estaba tirado en el suelo, con la ropa sucia rota, llena de tierra y hierba que se le quedaba pegada.
Movió la mano para quitarse el cadillo que se le quedaba pegado a la camisa y el cuerpo entero le dolió, fue como si lo hubiera arrastrado un río y lo hubiera azotado contra todas las piedras, pero Kerr notó algo más allá que lo preocupó, un vacío grande dentro del pecho, como si le faltara parte importante del alma.
Intentó extender la conciencia para ver si podía encontrar a alguien que lo ayudara, pero no pudo, su mente estaba en blanco, como encerrada en una celda de concreto irrompible.
Se puso de pie con dificultad, por donde él se había arrastrado para llegar ahí se veía una pequeña trocha de ramas rotas y aplastadas y no le pareció buena idea regresar por el mismo lado, así que buscó la fuerza de su lobo interno para transformarse, pero no pudo, de verdad no pudo hacerlo por más que lo intentó, se sintió vacío, como cuando era un niño y aún no se trasformaba por primera vez y un miedo enorme le llenó el cuerpo.
En el suelo estaba el dardo aun con un resto de líquido púrpura y Kerr se agachó para tomarlo, ¿y si eso le había quitado las habilidades? ¿y si ya no era más un lobo? Se lo guardó en el bolsillo e intentó transformarse de nuevo, pero no encontró la fuerza, no estaba y se llenó de desesperación.
¿Qué sería de su vida sin poder ser lo que nació para ser? los ojos le ardieron y la nariz le picó, quiso llorar, y rogó al cielo y a la luna para que no se le hubiera arrebatado aquel don que tanto amaba.
Sacudió la cabeza y comenzó a caminar, todo el cuerpo le dolía peor que cuando se transformó por primera vez, pero intentó caminar lo más rápido que pudo.
Le pareció que podía ver menos colores, el verde era un solo tipo de verde por todo el bosque y no podía oler algo más allá que estuviera a unos centímetros de la nariz. Se preguntó si así de ciegos serían los humanos, y le aterró la posibilidad de quedarse así por siempre.
Le tomó varias horas salir del bosque, casi el doble de lo que les había costado llegar, y cuando vio la fábrica a lo lejos se sintió un poco esperanzado, pero solo un poco.
Un par de hombres que lo vieron corrieron en su ayuda y prácticamente lo entraron arrastrado hasta el comedor. Kerr se sintió mareado, todos los colores se veían menos intensos y le pareció que el mundo era demasiado gris. Alguien lo acostó sobre la mesa del comedor, pero Kerr no pudo olerlo para saber quién era, no lograba reconocer a nadie.
Vio como Víctor bajaba por las escaleras a grandes zancadas, tenía varios moretones sobre la piel pálida del rostro y cuando llegó con Kerr lo miró con asco, como si mirara a un habitante de la calle andrajoso y con mal olor.
—¿Dónde está Sebastián? —le preguntó el Alpha y Kerr intentó hablar, pero tenía la boca seca y la lengua se le quedaba pegada al paladar —¿Dónde está?
—Se lo llevaron —le susurró Kerr y Víctor se abalanzó sobre él, lo tomó por el borde de la camisa y lo levantó.
—Yo pude proteger a tres miembros de la manada del ataque de esos vampiros, ¿y tú apenas pudiste protegerte a ti mismo? Dejaste que se lo llevaran —Kerr estaba aún mareado y débil, no quería pelear con Víctor, ya estaba cansado de eso.
—Si —le dijo —Sé que hubieras preferido que hubiera sido yo —Víctor asintió.
—Claro que sí —contestó el Alpha.
—¡Víctor! —lo regañó uno de los ancianos, pero él no le prestó atención.
—Sebastián era uno de los lobos más importantes de esta manada, leal y sacrificado por los demás —Kerr asintió.
—Por eso me salvó —Víctor lo sacudió.
—¿Y por qué no lo salvaste a él? —le preguntó con rencor. Kerr sacó el dardo y se lo mostró.
—Nos dispararon esto, dolía —dijo Víctor miró el dardo en la sucia mano de Kerr y luego la expresión dura de su rostro se transformó en miedo.
—¿Dónde está tu conciencia? —le preguntó el Alpha y esta vez a Kerr sí se le llenaron los ojos de lágrimas —Kerr, qué le pasó a tu telepatía, ¿Por qué no te siento?
—Creo que se fue —dijo y la voz se le rompió —Ya no son un lobo por culpa de esto —trató de lanzar el dardo contra la pared en un arrebato de rabia, pero Víctor se lo arrebató. Luego se lo tendió a un muchacho.
—Dáselo a Clarisa, que analice qué tiene —volteó a mirar a Kerr, de seguro intentando una vez más encontrar la conciencia del menor, pero la cara pasó de la ansiedad a la lástima y Kerr le apartó la cara.
—Es lo único que podría esperar de ti, ¿No? —le dijo Kerr —rabia o lastima —Víctor no contestó, salió a paso firme y subió las escaleras. Kerr sintió una cálida mano sobre la suya y se volvió hacia Lina, la mujer se acercó a él y le acarició el cabello.
—Te prometo que haremos lo posible por que estés mejor —le dijo y Kerr no le creyó, si su lobo se había ido, no volvería.
Lo llevaron a la enfermería donde Clarisa le vendó los rasguños.
—Algo pasó con tu gen lobo —le dijo la mujer —estos rasguños se hubieran curado después de un par de horas, ya mismo analizaré este suero púrpura.
Kerr intentó dormir acostado en la camilla, pero no pudo, aunque tenía sueño y estaba cansado no pudo hacerlo, así que se puso de pie y salió del lugar.
Había comenzado a recuperar las fuerzas, pero por más que lo intentaba no podía extender su conciencia, ni mucho menos transformarse. Se duchó y tomó el lobito que había encontrado en la cabaña y se dirigió a la celda de Vanya. Ahí había un lobo menor que él vigilando y Kerr le hizo señas para que se fuera. Cuando Vanya lo vio abrió los ojos.
—¿Qué te pasó? —le preguntó. Kerr entró y cerró la puerta con llave —¿lo hizo mi padre? —Kerr no contestó, ni siquiera sabía qué había pasado. Se sentó en silencio junto a ella y le tendió el pequeño lobito de peluche. Vanya lo miró por un segundo sin entender y cuando lo reconoció abrió la boca y los ojos se le llenaron de lágrimas —¿Dónde lo encontraste? —le preguntó emocionada y lo tomó con la temblorosa mano para sostenerlo.
—Estaba en tu antigua habitación allá en esa cabaña —Vanya frunció el ceño.
—Yo nunca tuve una habitación allá —le contó —a veces íbamos a visitar a papá, pero nunca nos quedamos más de dos o tres días.
—Pues parece que tu papá juntó todo lo que tenía de ti e hizo una habitación con ellas, parecía muy ordenada y limpia.
—Seguro es porque me extraña —dijo ella con la mirada puesta en el lobito y luego lo miró —no te ves bien —él la miró, no recordó si él le había dicho su nombre, creyó no haberlo hecho, así que le sonrió con tristeza.
—Mi nombre es Kerr —le dijo y ella sonrió —me lo preguntaste esa vez y nunca te respondí.
—Kerr, ¿Qué clase de nombre es ese? —bromeó y él intentó reír, pero no pudo, tenía un nudo en la garganta —Dime que pasó —él se aclaró la voz, no quería llorar, no lo haría.
— Me dispararon un dardo, tenía algo, creo que… creo que ya no soy más un hombre lobo —Vanya le acarició la espalda.
—¿Qué tan grave es? —él levantó la cabeza y apretó los ojos.
—Ser un lobo es lo que soy, es lo único que me quedaba en la vida, ¿si pierdo eso qué voy a ser?
—Pues Kerr —le dijo ella —serás Kerr — él la miró a los ojos, el verde de los iris se veía menos intenso —fue Kerr el que me secuestró por el bien de su manada, fue Kerr el que saltó de ese acantilado y el que me rescató cuando casi me ahogo en el río, no el lobo, Kerr.
»No sé nada de hombres lobo, pero lo que sé por ser una persona es que lo que somos no es lo que nos define, si no lo que hacemos, y tú has demostrado ser valiente y fuerte — él cerró los ojos y Vanya lo empujó por el hombro para que se acostara de lado en el duro catre de la celda, y desde atrás lo abrazó apoyando la suave palma sobre su pecho, y él sintió de nuevo esa cálida sensación en el estómago, pensó que ella podía tener razón, si dejaba de ser un lobo no dejaba de ser él, sería solo un humano nada más, pero él —te prometo que todo va a estar bien —añadió la muchacha y él sintió como el aliento cálido se resbaló por su oreja, y solo entonces pudo conciliar el sueño.
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Kerr pasó la noche físicamente muy cómodo, la presencia de Vanya le traía una especie de paz que él no sabía que podía tener, pero dentro, en su cabeza, lo asaltaron pesadillas. El recuerdo del dolor que le produjo el líquido del dardo lo atormentó como una parálisis y cuando despertó en la mañana lo primero que sintió fue el olor a café que llenaba todo el lugar.Vanya estaba acostada a su lado, con la mano rodeando el torso de Kerr y el cabello oscuro cubriéndole el rostro y cuando él abrió los ojos los colores parecían haber regresado a la normalidad.Cayó sentado de un tirón con los sentidos al máximo y luego dio otro salto cuando vio a Víctor sentado frente a la celda en la silla del vigilante.—Recuperaste tu conciencia casi a medianoche —le dijo el Alpha y Kerr sintió un alivio en el cuerpo tan grande que casi suelta una carcajada. Los olores habían regresado, los colores se veían más intensos y logró sentir la fuerza de su lobo interno en el pecho.—¿Pasaste toda la noche pend
Kerr sintió miedo como hacía mucho no sentía. Clarisa se movía por todo el lugar desinfectando varios equipos quirúrgicos y él se quedó paralizado por un momento, hasta que con manos temblorosas se acercó a Vanya y le acarició el cabello.—Esto se pondrá feo —le dijo y ella lo miró a los ojos, los tenía enrojecidos y asintió con la cabeza.—La escuché, puedo soportarlo —le contestó, y aunque fingió sonar valiente la voz le tembló un poco.Víctor llegó acompañado de todo su séquito a la habitación y observó todo con los ojos abiertos.—Es apendicitis —le dijo Clarisa al Alpha — operamos ahora o se muere —Víctor asintió, volteó a mirar a uno de los más jóvenes que se asomaban por la puerta y prácticamente lo arrastró por la camisa.—En la ciudad, donde estaba mi casa, bajo la encimera del baño hay una tabla suelta —le dijo y el muchacho le prestó atención —dentro hay un botiquín, tráelo, ahí hay morfina —Clarisa lo miró apretando el entrecejo.—¿Y por qué apenas me entero? —le reclamó,
Kerr esperó afuera, no quiso jugar más con su telepatía, había algo en él que crecía más cada día. Ese nudo extraño en el estómago que amenazaba con tomar el control por completo y eso lo asustó, no quiso tentar la suerte, era imposible saber qué pasaría si dejaba que esa fuerza interior se apodera de él.Benjamín, el hijo de Víctor, aprovechó que sus padres estaban ocupados dentro del minúsculo e improvisado hospital para colarse y sentarse frente a Kerr, solían pasar tiempo juntos antes, por alguna razón el niño había encontrado cómo empatizar con el hombre y a Kerr le entretenía hablar con él, hasta que Víctor se los prohibió.—No deberías estar aquí —le dijo Kerr y el niño se encogió de hombros.—Mi papá no se va a dar cuenta —Kerr se rio.—Con todos los lame suelas que tiene, si.—¿Qué es un lame suelas? —le preguntó y Kerr apretó los labios.—Nada —se excusó —cuéntame, ¿cómo va tu entrenamiento? —el niño raspó con la uña la superficie de la mesa desganado.—Hace muchos días papá
Kerr entró, le sudaban las manos y cuando dejó a Vanya sobre la cama delicadamente se puso de pie para observarla, se veía sedada, como un poco drogada y eso lo hizo sentir mal, como si estuviera abusando de ella. Se agachó y le acarició la pálida piel del rostro.—¿Estás segura de esto? —le preguntó por milésima vez y ella asintió.—Es solo sexo a cambio de sobrevivir —le dijo ella medio en broma y Kerr sonrió —no pasa nada, además, así calmarás esas ganas que tienes —Kerr se puso de pie y le dio la espalda.—¿De qué hablas? —sintió que se le enrojeció la cara, pero sabía que externamente lucía tan frío como siempre, era un don que ya había dominado muy bien para esconder sus emociones. Vanya estiró la mano hacia él y le habló para que la mirara.—Solo tienes que hacer una cosa, pero eso no significa que no podamos disfrutar el resto —Kerr la miró, la muchacha tenía una enorme perforación en el abdomen y estaba medio drogada, y aun así quería tener sexo con él.—No, solo, lo haré den
Kerr salió corriendo de la fábrica a toda velocidad, trató de buscar el fresco olor de Vanya por todo el lugar pero no logró encontrarlo, solo pudo oler una asquerosa capa de lodo con restos de madera podrida que flotaba en el ambiente como si estuviera por todos lados.Extendió la conciencia y contactó con los lobos que merodeaban los alrededores.—¿Hace cuanto se fue? — preguntó y uno le contestó en tono burlón.—Tú fuiste el que amaneció con ella, deberías saberlo —Kerr sintió rabia y la proyectó hacia el lobo para dejarle bien claro que no estaba bromeando —Benjamín la vio correr detrás de la fábrica, pero cuando salimos a buscarla su aroma había desaparecido —Kerr levantó la cabeza, no podían ser más de la seis de la mañana, y aspiró profundo el aire que le llenó los pulmones, pero no encontró el olor de ella, nada más allá del fango podrido.—¿Qué es ese asqueroso olor? —preguntó y otro lobo, uno que estaba más lejos, respondió con sentimiento de asco.—Junto al arroyo hay un fa
Kerr pasó la noche incómodo, con una sensación en el estómago que lo hizo voltear sobre el duro catre hasta altas horas de la madrugada hasta que decidió ponerse de pie.Víctor se había reunido con los miembros del consejo, y aunque él podía tomar la decisión sólo si hubiera querido, Kerr agradeció que tuviera la sensatez de tener en cuenta las opiniones de los más viejos, pero aún así no dejaba de martillarle en la cabeza la posible decisión.Si permitían entregar a Vanya eso no les aseguraría que la guerra se detuviera, Rak parecía un lobo asesino y conquistador y Kerr estaba seguro que de alguna u otra forma se las arreglaría para buscar una excusa para atacarlos. Quiso pensar que estaba siendo dramático, el mismo hombre había dicho que no quería una guerra, pero algo dentro de Kerr le gritaba que no podía confiar en él, y lo comprobó cuando, cansado de voltear en el catre, extendió la conciencia hacia el bosque con un único interés de distraerse y practicar, pero más cerca de lo
La fábrica estaba sumida en un silencio intenso, a Kerr le pareció que cualquiera podía escuchar hasta la más mínima respiración que saliera de él. Subió las escaleras y en silencio junto al catre se cambió la ropa de dormir y se puso uno de los últimos pantalones que le quedaba.Cuando salió del lugar entrando en el bosque extendió su conciencia, quería probar algo antes de arriesgarse, así que cuando encontró a uno de los miembros de su manada que merodeaba vigilando los alrededores trató de meterse en su mente con cautela, sintió el mal genio que tenía el lobo con el barro que se le quedaba pegado en las patas y la duda de si lo que veía junto al árbol más allá era un conejo a una ardilla, y cuando Kerr se alejó sonrió con alegría.No le importó cómo había adquirido esas habilidades, pero le alegró poder entrar en contacto con alguien sin que se diera cuenta, así que utilizando su sobrehumana habilidad aún sin convertirse, corrió por el bosque siguiendo el sendero oloroso que habí
Un calor sofocante trepó por el cuerpo de Kerr y lo golpeó en la cara, la vista se le oscureció y no logró ver más allá del rostro crispado de Víctor que lo miraba con una arrogancia que le produjo un vacío en el pecho.Dio un paso atrás y agarró la esquina de la pared con tanta fuerza que desprendió un enorme fragmento de cemento que disolvió como un trozo de cal en su mano.Trató de contenerse, apretó los puños para evitar el arrebato de estirar la mano y agarrar a Víctor del cuello de la camisa y sacudirlo, pero sería una ofensa directa y una pelea a muerte.Pensó que tal vez eso era lo que debía hacer, retar a Víctor, matarlo y hacerse con el liderazgo de la manada, pero no se sintió capaz de hacerlo, no sabía si tenía las fuerzas suficientes para ganarle, pero el cuerpo lleno de adrenalina y la rabia le decían que sí, que sí podía, que lo hiciera.—No puedes entregarla —le dijo tratando de contener un grito y Víctor no le apartó la mirada.—Si, si puedo —Kerr apretó los puños.—E