Perder el control.

Un calor sofocante trepó por el cuerpo de Kerr y lo golpeó en la cara, la vista se le oscureció y no logró ver más allá del rostro crispado de Víctor que lo miraba con una arrogancia que le produjo un vacío en el pecho.

Dio un paso atrás y agarró la esquina de la pared con tanta fuerza que desprendió un enorme fragmento de cemento que disolvió como un trozo de cal en su mano.

Trató de contenerse, apretó los puños para evitar el arrebato de estirar la mano y agarrar a Víctor del cuello de la camisa y sacudirlo, pero sería una ofensa directa y una pelea a muerte.

Pensó que tal vez eso era lo que debía hacer, retar a Víctor, matarlo y hacerse con el liderazgo de la manada, pero no se sintió capaz de hacerlo, no sabía si tenía las fuerzas suficientes para ganarle, pero el cuerpo lleno de adrenalina y la rabia le decían que sí, que sí podía, que lo hiciera.

—No puedes entregarla —le dijo tratando de contener un grito y Víctor no le apartó la mirada.

—Si, si puedo —Kerr apretó los puños.

—Escúchame —le dijo extendiendo las manos hacia el Alpha, las personas que estaban alrededor se mantenían a distancia, como si creyeran que Kerr fuera una bomba que pudiera explotar en cualquier momento —sé cómo podemos evitar esta guerra sin tener que entregar a Vanya.

—El consejo ya dio su opinión y yo la acepté —le dijo Víctor y Kerr volteó a mirar a varios de los ancianos que le apartaron la mirada.

—Si me hicieras parte del consejo hubiera podido ayudar —le dijo Kerr —Sebastián ya no está y soy el segundo lobo más fuerte de esta manada, merezco poder opinar.

—No, tu nunca has demostrado interés real por nosotros —le dijo Víctor con un tono suave, pero no por eso menos hiriente — no mientas al decir que haces esto para evitar una guerra, lo único que quieres es proteger a Vanya —Kerr levantó el mentón.

—¿Y por qué eso tiene que ser algo malo? —le preguntó, casi sintió que se le rompió la voz —desde que murió mi mamá ella es la única que me ha tratado como a una persona.

—¿Y cómo sabes que sus sentimientos son reales? —le preguntó Víctor y Kerr no supo qué contestar, claro que lo eran, él lo notaba en sus ojos cuando lo miraba, ¿verdad? —ya no quiero pelear sobre esto, la decisión está tomada —Víctor hizo ademán de irse, pero Kerr avanzó hacia él y lo tomó del brazo para que lo mirara.

—No hagas esto —le suplicó —ella no tiene la culpa de lo que hizo su padre.

—Y los nuestros no tienen la culpa de haber nacido lobos para que un científico loco los secuestre —casi le gritó Víctor y se apartó del agarre de Kerr con un manotón fuerte, le dio la espalda, pero se detuvo cuando Kerr le habló.

—Víctor —le dijo con voz débil, era una súplica real —es la única persona en el mundo que me importa, no me hagas esto —Víctor lo volteó a mirar y Kerr vio en sus ojos una mezcla de emociones indescifrables, lo vio sentir lástima por él, luego una mezcla entre asco y resentimiento.

—La decisión ya está tomada —le contestó únicamente, Kerr vio a lo lejos la expresión de Lina mientras se acariciaba la enorme barriga, ella no estaba de acuerdo, pero tampoco hizo nada al respecto.

—Yo no lo permitiré —le dijo Kerr, a él había regresado esa ira incontrolable que le carcomía el estómago, y también el nudo de fuerza en su interior le pidió salir, pero Kerr lo contuvo, de verdad le dio miedo dejar salir esa fuerza que le pedía a gritos libertad. Víctor se volvió de nuevo hacia él, lo tomó del cuello de la camisa y lo estrelló contra la pared con tanta fuerza que varias lozas de cemento se desprendieron.

—¿Qué vas a hacer al respecto, Kerr? —le dijo, estaba tan cerca que pudo sentir el aliento con olor a café del Alpha y no fue capaz de contestar, temió que si hablaba la fuerza de su interior escaparía y eso le aterró, el nudo era cada vez más incontrolable, como si tuviera mente propia —¡Dime qué vas a hacer? —le gritó —la única forma de que me detengas es que me retes ahora mismo, ¿Vas a hacerlo? —Kerr lo miró a los ojos oscuros y tuvo que apretar los párpados para que la fuerza que intentaba escapar de él se contuviera. Las fuerzas le fallaron, y cayó de rodillas al suelo apretando su estómago.

Dentro de él crecía algo, algo grande y enorme que intentaba salir, una ira incontrolable y él gritó, tan fuerte que le ardió la garganta. 

La fuerza se convirtió en dolor, algo luchaba contra él y contra toda su voluntad y por un segundo se imaginó dejarla salir, dejar que esa fuerza y esa rabia se liberaran por su cuerpo, pero no lo hizo, le aterró la idea de en lo que pudiera convertirse.

Sintió la cálida y enorme mano de Víctor en su espalda.

—¿Estás bien? —le preguntó y Kerr no respondió, aquel gesto en vez de traerle paz, le incomodó a un más, así que gateó para alejarse del hombre y se apoyó en la pared para poder ponerse de pie —la conciencia del Alpha se introdujo dentro de la de Kerr con genuina preocupación y Kerr lo apartó de una patada.

La sensación horrible e incómoda de la fuerza que quería salir aún seguía ahí, pero logró contenerla un poco. Cuando se volvió hacia los demás Víctor lo miraba con preocupación y el resto con miedo. 

Clarisa corrió hasta él y comenzó a revisarle las pupilas, pero él le apartó la linterna con un movimiento delicado, temía que si hacía algo brusco la fuerza dentro de sí terminaría por dominarlo.

—No lo voy a permitir —le dijo a Víctor, pero el hombre lo miró extrañado.

—Hablaremos de eso después, ¿dime qué fue eso? —Kerr negó con la cabeza.

—No te diré nada hasta que sepa que Vanya estará bien —Víctor de nuevo levantó el mentón.

—Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión —la rabia de Kerr aumentó, apartó a Clarisa que intentaba tomarle el pulso y se alejó caminando con paso decidido hacia las escaleras que conducían a las habitaciones de abajo.

Caminó erráticamente, aún concentrado en contener lo que quería escapar de él y bajó las escaleras hasta la celda de Vanya, pero cuando dobló la esquina vio a tres miembros de la manada frente a la puerta.

Los hombres se interpusieron entre él y la puerta de la celda y Kerr les apuntó con el dedo amenazante.

—Déjenme pasar —les dijo, pero los hombres se quedaron inmóviles.

Kerr avanzó con intención de pasar por su lado, pero uno de ellos se le atravesó.

—Quítate Jhon —lo amenazó Kerr —o te juro que voy a aplastarte —la fuerza creció, intentando tomar el control de Kerr y él la contuvo.

—Lo siento, pero Víctor nos ordenó que nadie podía ver a la prisionera.

—Kerr —lo llamó Vanya desde atrás —¿Qué está pasando? —Kerr intentó cruzar al hombre, pero este aprovechó el estado nervioso que tenía él para empujarlo con fuerza y lanzarlo al suelo. 

Cuando la cabeza de Kerr chocó contra el frío suelo se puso de pie de un salto, con tanta rabia que aquella fuerza logró escaparse un poco, y él se dejó llevar, estaba cansado de luchar, agotado y enojado.

Extendió la conciencia hacia los tres hombres y no le costó ni el más mínimo esfuerzo romper las paredes mentales que ellos crearon para defenderse, y cuando estuvo adentro recordó el dolor más fuerte que sintió en la vida, que fue cuando le dispararon el dardo en la cabaña del bosque, y se los proyectó como una infección.

Los tres hombres cayeron al suelo en medio de convulsiones violentas y gritos de agonía, y Kerr sintió que la fuerza que que quería salir se le escapó, trepó por su pecho y comenzó a extenderse por todo el torso, llenandole los brazos y el cuello, y entre más crecía el dolor que experimentaban los hombres en el suelo era mayor.

Kerr quiso detenerse, alejar su mente de ellos y que parara el dolor, pero se sintió paralizado ante aquella fuerza que amenazaba con llevarse todo rastro de su propia conciencia, hasta que sintió que algo se le clavó por detrás, justo en la espalda y el dolor fue tan intenso que la fuerza creciente se detuvo y se hizo de nuevo tan pequeña e imperceptible, como si nunca hubiera estado ahí.

Cayó al suelo boca abajo incapaz de moverse, él reconocía ese dolor, era el mismo que le estaba proyectando a los hombres segundos atrás.

Con esfuerzo estiró la mano y se arrancó el dardo que tenía en la espalda, no era como el de la cabaña, se veía más rústico y artesanal, pero igual de doloroso. Lo lanzó al suelo y miró hacia las escaleras, Lina sostenía una especie de pistola hecha de madera y aún seguía apuntándole, se veía paralizada y aterrada.

Kerr gritó y volteó a mirar hacia la celda, Vanya estaba ahí, de rodillas en el suelo mirándolo aterrada, y estirando la mano a través de los barrotes para poder alcanzarlo. Kerr estiró la mano y apenas pudo rozar por un segundo las yemas de los dedos de la muchacha antes de que Víctor lo tomara entre sus brazos para sacarlo de ahí.

—Siento que fueras el primero en probar los dardos que hizo Clarisa —le dijo el Alpha mientras lo llevaba en sus brazos, pero Kerr ya no tenía fuerzas ni para escucharlo, únicamente dejó caer la cabeza hacia atrás mientras el dolor agonizante le agarrotaba todos los músculos y la paz le llegó en forma de oscuridad.    

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