El consejo.

Kerr subió las escaleras con un poco de ansiedad, ya la mayoría de la manada estaba en sus respectivos catres, pero muy temprano aun para dormir, y se limitaron a verlo subir las escaleras en silencio como un condenado a muerte que camina hacia la silla eléctrica.

Tocó un par de veces con los nudillos y nadie le indicó que podía entrar, así que abrió la puerta y se encontró con varios pares de ojos que se posaron sobre él.

Víctor estaba de pie en la cabecera de la mesa y los ancianos del consejo alrededor lo miraron superficialmente.

—Bien, Kerr —le dijo el Alpha indicándole que se sentara en la silla al otro lado de la cabecera —quiero escuchar por qué me has desobedecido —Kerr miró a cada miembro del concejo, uno a uno, sabía que eran ellos los que estaban convenciendo a Víctor de seguir con la guerra de esa forma, pero cuando se posó sobre el rostro de Lair, el anciano le devolvió una mirada de hastío superior a los demás. 

Kerr siempre había notado que lo miraba mal, pero pensó que era de la misma forma en que todos lo miraban, pero esa expresión que había notado, fugaz como una sombra de un halcón, le había indicado un rencor más personal.

—Te he desobedecido porque no quiero una guerra, no como lo estás pensando —comenzó a contar Kerr, pero el anciano, Lair, lo atrapó casi apenas abrió la boca.

—No finjas que haces esto por la manada, lo haces por la mujer —Kerr casi abrió la boca de la sorpresa, esas eran las mismas palabras que le había dicho Víctor. ¿Entonces era él? ¿Era él el que movía los hilos detrás del Alpha?

—Lo sé —le contestó Kerr directamente a él —¿y eso quita que tenga razón?

—Lo que propones es descabellado —le dijo el hombre, apretaba los puños sobre la mesa y Kerr se dejó caer en la silla.

—¿Más que enviar a un grupo de niños a su muerte? —el anciano ladeó la cabeza, como si estuviera mirando a un insecto insignificante.

—Necesitamos a cada miembro —Kerr asintió.

—Genial, entonces, ¿ustedes también pelearán? No los vi entrenando hoy —otro de los ancianos levantó la voz.

—Somos demasiado viejos para eso —le dijo y Kerr puso las manos en la mesa con tanta fuerza que todos dieron un salto.

—¡Pues ellos son demasiado jóvenes! — Víctor levantó una mano en dirección a él para que se calmara y Kerr dejó escapar el aire —mi plan es menos arriesgado, ya me he contactado con varios miembros de Bosque Oscuro que están listos para atacar y derrocar el mandato de Rak —le dijo a los ancianos, pero Lair negó.

—Una manada no puede interferir en los asuntos internos de otra —dijo, se notaba que estaba conteniendo la rabia.

—¿Según quién? —le preguntó Kerr y el hombre se encogió de hombros.

—Pues las leyes —dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo

—¿Las mismas que permitieron a nuestros tatarabuelos y abuelos que secuestraran humanas y violarlas para preservar la especie? —le preguntó Kerr ofendido y el hombre levantó el mentón.

—Eran otros tiempos —le dijo únicamente el anciano y Kerr asintió con la cabeza.

—Bien, entonces eso mismo aplica para esta ley —el anciano negó.

—No, para esta no —Kerr soltó una carcajada y miró a Víctor.

—¿En serio estos son los que te aconsejan? —le preguntó —un grupo de viejos cobardes que manejan las leyes a su conveniencia —Lair se puso de pie.

—¡No permitiré que nos falte al respeto un maldito bastardo! —Kerr lo miró directo a los ojos. Odiaba esa palabra, cuando era niño, los demás la utilizaban para burlarse de él, era como el recuerdo permanente de que su madre había sido una cualquiera y que su padre lo había abandonado. Se estiró hacia el anciano y le habló despacio.

—Dime bastardo una vez más —le dijo, tan amenazante que el anciano se inclinó hacia atrás y volteó a mirar a Víctor.

—Kerr nunca se ha interesado por el bien de la manada —le dijo —este plan que propone, ¿Cómo sabemos que no es una trampa?

—¿Por qué le pondría una trampa a mi propio Alpha? — preguntó Kerr —se ha comportado como un idiota toda mi vida, pero yo no haría eso — el anciano negó.

—Me refería a los lobos de la otra manada, ¿Cómo sabes que no es una trampa que quieran derrocar a Rak? —Kerr miró a Víctor, el Alpha estaba callado y atento a toda la discusión al igual que los demás. Kerr se aclaró la garganta.

—Porque lo leí en sus pensamientos —los del consejo lo miraron con curiosidad.

—Explícate —le pidió otro y Kerr se recostó en la silla pesadamente.

—Saben que cuando conectamos con la mente de otro lobo podemos sentir lo que ellos sienten, pues yo sentí la rabia por su Alpha y su deseo por derrocarlo, ellos tampoco quieren una guerra.

—Sabemos que se pueden manipular esas emociones —le dijo Lair —puede que te hubiera manipulado en cuanto crearon la conexión —Kerr negó.

—No, porque no sabía que yo estaba ahí —el anciano se rio.

—Ningún lobo puede entrar a la mente de otro sin que este se de cuenta —dijo mirando a Kerr como si estuviera loco.

—Pues Kerr sí —dijo Víctor y hasta Kerr lo miró sorprendido —¿Acaso creíste que no averiguaría todo lo que te ha estado pasando? —le preguntó a Kerr y él suspiró —Clarisa dice que es normal, así como en la vida real alguien es más rápido, más fuerte o mejor para las matemáticas, Kerr es bueno con su habilidad mental.

—Eso es imposible, nunca había escuchado eso —dijo Lair y Kerr extendió la conciencia hacia él, y lo primero que sintió fue un rencor profundo que le llenaba el cuerpo, aunque no supo decir rencor de qué, o hacia quien.

Kerr sabía que lo podía hacer, aunque nunca lo hubiera hecho, era como un instinto, como si hubiera nacido para hacerlo y no tuviera que leer las instrucciones. 

No había tenido ni tiempo ni ganas de probarlo, pero le pareció que era el momento perfecto, así que extendió la conciencia hacia los demás que estaban en la sala y pensó en la imagen de una medusa que había visto una vez en una película. 

La imaginó flotando sobre la mesa con destellos neones y varios de los ancianos se pusieron de pie del susto que les dio.

La medusa, de un color azul brillante, navegaba por el aire como si fuera agua y Víctor extendió la mano para tocarla, pero los dedos traspasaron la imagen, como si fuera un espectro.

—Es tan real —dijo asombrado y Kerr perdió por un segundo la concentración, la imagen de Vanya apareció sustituyendo a la medusa, y luego la de Benjamín sonriendo alegremente con una gatito en las manos, era un recuerdo viejo y el niño se veía muy pequeño. Víctor lo miró sorprendido y Kerr rompió la conexión.

—Es que se veía tierno —se justificó.

—Te falta más práctica —le dijo el Alpha y Kerr asintió, no le quiso decir que era la primera vez que lo hacía.

—Es una aberración de la naturaleza —dijo Lair, estaba pálido e iracundo.

—Es solo evolución —le dijo Víctor, mirándolo de los pies a a la cabeza —me sorprende mucho tu actitud hoy, siempre has sido de los más centrados, ¿qué te pasa? —el anciano se lo quedó mirando y luego la apartó, tenía los puños apretados sobre la mesa.

—¿Qué puedes hacer ver a alguien? —le preguntó otro de los ancianos a Kerr y él se encogió de hombros.

—No sé, la verdad, supongo que lo que se me ocurra —luego volteó a mirar a Víctor —soy el arma más poderosa que tenemos, modestia aparte, seremos capaz con Rak, las manada del bosque tendrá un nuevo Alpha que estará agradecido con nosotros y no habrá guerra, así podremos concentrarnos en el doctor —Víctor volteó a mirar a los miembros del consejo y la mayoría asintió con la cabeza, pero cuando miró a Lair, el anciano se puso de pie.

—No confíes en él —le dijo y Víctor lo miró mal, luego el Alpha miró a Kerr.

—Confiare en ti hoy, Kerr; Si me fallas nos, fallas a todos —Kerr asintió con energía y Lair dejó la sala cerrando la puerta de golpe.

Estaban ya en el bosque, en su forma humana para no llamar la atención con su olor, iban Kerr, Víctor, Raúl y un par más por si las cosas salían mal, pero Kerr estaba seguro que no pasaría nada, con la ayuda de Rodolfo y sus hombres, la habilidad de Kerr y la falta de poderes de Rak, sería fácil llegar hasta él y acabar con su reinado.

Cuando estaban casi sobre el campamento, Kerr extendió la conciencia en busca de Rodolfo, y cuando la encontró, notó un sentimiento de angustia cegadora que lo preocupó. Se sumergió más y escuchó la voz de Rak.

—¿Pensaste que no me daría cuenta de tus planes para matarme? — le decía, Kerr sintió que el hombre estaba atado y amordazado, y cuando se volvió hacia Víctor no pudo evitar tragar saliva.

—Algo no está bien —dijo.

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