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La fuerza que se escapa.

Kerr caminó hacia la fábrica, no quiso permitirse sentir nada, nada en absoluto, únicamente apretó con fuerza el estómago intentando retener la fuerza que intentaba escapar mientras los pasos se le hacían difíciles de dar, como si caminara en una mezcla extraña de arena y miel.

Abrió la puerta y entró a trompicones, los ojos se le llenaron de una niebla oscura que casi no le permitía ver nada alrededor.

Subió las escaleras de dos en dos y se vistió, tenía el cuerpo sucio y lleno de sangre, pero no le importó, así se vistió, y cuando tomó la chaqueta de cuero la observó con duda, la apretó contra el pecho y luego la apartó. Lo había acompañado toda la vida, y sabía que la iba a echar de menos, era lo único que le quedaba del padre que nunca conoció, o que eso creía, pero no le importó, parecía que en ese momento ya nada le importaba.

Bajó hasta la habitación de Benjamín y la dejó bien doblada sobre la cabecera de la cama, en ese momento sí le fue imposible evitar una lágrima fugaz por el rabillo del ojo.

Bajó las escaleras hacia las habitaciones de abajo y se paró frente a la celda de Vanya que lo miró asustada.

— ¿Qué te pasó? —le preguntó horrorizada y Kerr estiró la mano agarrando la cerradura, y aprovechando la fuerza que quería escapar, abrió de un solo tirón rompiendo parte de la pared en el proceso y abrió la puerta por completo.

—Ya no pertenezco a esta manada — le dijo, tenía la voz rota y Vanya lo miró confundida.

—¿Qué pasó?

—Reté a Víctor y perdí, me perdonó la vida pero me expulsó de la manada —extendió una mano hacia ella y Vanya se lo quedó mirando —ven conmigo —le dijo —huyamos ahora, vámonos lejos de aquí, los dos —los ojos de Vanya se abrieron, como si no fuera capaz de entender las palabras que salieran de la boca del hombre, luego lo miró a los ojos, con la cara enrojecida, manchada y llena de sangre y un miedo enorme se instauró en su pecho, quiso respirar, pero no pudo era como si alguien le hubiera puesto pausa a todo su cuerpo.

—Yo…—dijo tartamudeando mientras miraba fijamente la mano de Kerr extendida hacia ella —lo siento, Kerr — Dijo y dio un paso atrás.

Kerr abrió la boca, pero de ella no fue capaz de hacer salir ninguna palabra. Dio un paso al frente dentro de la celda y Vanya retrocedió otro hasta que chocó con la cama y cayó sentado sobre ella sin fuerza, estaba pálida y los ojos de Kerr se nublaron.

—Pero… —dijo después de un momento y ella le apartó la mirada. Víctor tenía razón, ella no lo quería, ella no sentía nada por él, todo era una mentira, una gran mentira en la que ella lo había envuelto para mantenerse a salvo. ¿Kerr podía juzgarla? Él la había secuestrado y ella únicamente hizo lo necesario para sobrevivir, así que se acercó a la muchacha que tenía la cara volteada hacia la pared y él estiró la mano para tomarla del mentón y que lo mirara a los ojos, quiso ver si podía encontrar en ellos algún vestigio de ese cariño que le había visto antes tantas veces, pero cuando sus verdes ojos se posaron sobre los de él, únicamente vio una expresión fría que no logró identificar y que le produjo un nudo aún más fuerte en el estómago.

—A dios, Vanya —le dijo como despedida, esa sería la última vez que él la volvería a ver y quería grabarse su rostro a fuego en la mente. Luego dio media vuelta y se fue.

Vanya lo vio marcharse en silencio, sabía que le había roto el corazón y eso le produjo un nudo en la garganta que le cortó la respiración, boqueó para poder respirar y terminó soltando un gemido que parecía más un llanto de dolor y se tiró sobre la almohada y la mordió con tanta fuerza que sintió que le sangraron las encías, pero no la soltó.

Kerr salió por la parte trasera de la fábrica, en silencio para que nadie lo viera, pero era incapaz de dar dos pasos sin que tropezara con algo, tenía la mochila al hombro y se le resbalaba, el cuerpo le picaba, el nudo en el pecho le impedía respirar y la fuerza aprovechaba su vulnerabilidad para intentar escapar, pero Kerr la mantuvo bien agarrada al estómago y el dolor lo hizo doblarse en dos y caer arrodillado en el suelo, entonces se arrastró, tenía que salir de ahí antes de que Víctor lo viera y terminar lo que Benjamín impidió.

Se arrastró por el bosque y el dolor le produjo pensamientos inconexos, se sintió drogado y mareado, gateaba como un bebé y a veces aparecía más a delante de lo que pensaba y a veces más atrás, la tierra se le metía dentro de las uñas y el cuerpo comenzó a temblarle de forma incontrolable, como poseído por una fiebre alta.

Se arrastró por lo que él pensó sería toda la noche, pero cuando miró hacia arriba, notó inconfundible que la luna apenas había avanzado un poco.

El dolor lo cegó, se lanzó al suelo e intentó respirar como tantas veces lo había hecho antes para evitar que escapara de él esa fuerza, pero esa vez era diferente, esa vez estaba dispuesta a salir sin importar nada, y Kerr se arrastró de nuevo sin un rumbo fijo. ¿Qué más podía hacer si ya no le quedaba nada ni nadie?

Después de lo que le pareció una vida entera inconscientemente había recorrido el camino para llegar a la cabaña del papá de Vanya que estaba en medio del bosque, se veía rota y abandonada y le costó bastante entrar a ella. Tuvo que romper la puerta, y cuando entró, se lanzó sobre un mueble frente a una chimenea sucia y fría.

Todo el lugar estaba lleno de telarañas y motas de polvo que flotaban entre los rayos de la luna que se colaban por la ventana rota.

—Es mi hermano —se dijo en voz alta y no reconoció su propia voz, estaba ronca y áspera —¿Cómo es posible? —se preguntó, ¿Cómo era posible que Víctor fuera su hermano? ¿Cómo era posible que siéndolo lo tratara de la forma en que lo hacía? 

La fuerza luchó por salir y los pensamientos de Kerr no ayudaban, recordó la pelea, estuvo a punto de matar a su hermano, ¿qué hubiera pasado si Lina no le hubiera dicho a tiempo? Tendría sobre el alma la mancha de matar a su propia sangre, pero Víctor también lo quería matar, él lo había odiado toda la vida, y Kerr estaba más confundido que nunca, siempre creyó estar solo, y ahora no solo tenía un hermano, tenía un sobrino también, un increíble sobrino.

Pero todo le llegó como un golpe físico. Él ya no tenía nada, nada en absoluto, ni manda, ni hermano ni sobrino, tampoco tenía a Vanya.

Observó en su recuerdo la expresión en el rostro de la mujer y se sintió sucio y traicionado, el dolor físico en el pecho se juntó con el que producía la fuerza intentando salir y él gritó, un grito tan fuerte que le ardió la garganta, entonces dejó de luchar, no le importó qué pudiera pasarle, ya estaba harto de tener que retenerlo, él ya no podía controlar nada, ya no tenía vida.

Estiró el cuerpo en el mueble y miró la oscuridad del techo de madera, entonces lo soltó, y lejos de creer que la fuerza saldría de forma pacífica, explotó como una bomba desde su estómago y comenzó a apoderarse de todo el cuerpo de Kerr, como un calambre eléctrico y doloroso. Intentó gritar, pero no fue capaz de respirar.

La fuerza se hizo imparable y Kerr no pudo hacer más que dejarla fluir.

La puerta de la celda seguía abierta de par en par, pero Vanya no sintió fuerzas para intentar salir, se sintió sucia y traicionera, como si hubiera matado a alguien, tal vez así había sido. Apretó la almohada con fuerza y el caballito que tenía en la mano le hizo daño en la piel.

Cuando escuchó los pasos de alguien afuera levantó la cabeza con la esperanza de encontrar los azules ojos de Kerr, pero en vez de eso, se topó con los oscuros de Víctor. 

El Alpha tenía el cabello rubio oscurecido por el agua y el cuerpo lleno de moretones leves, no tenía camisa y el pantalón de dormir le llegaba hasta la mitad de la pierna. En otras circunstancias, Vanya le hubiera dado una buena repasada a su anatomía, pero en ese momento la saliva se le hacía amarga en la boca y ella le apartó la mirada.

—¿Qué quieres? —le preguntó ella y lo escuchó suspirar.

—Vete —le dijo Víctor y ella levantó la cabeza para mirarlo de nuevo —vete ahora, ya no eres prisionera —Vanya se sentó en la cama y miró la celda, por alguna extraña razón sentía que si se iba dejaría un lugar querido.

—Las otras manadas aun me buscan, estoy en riesgo aún —Víctor meneó la cabeza, tenía unas oscuras ojeras bajo los ojos que los hacían más oscuros todavía y Vanya notó que no estaba bien, no como aparentaba.

—No me importa —le dijo él —no quiero tenerte aquí —Vanya se puso de pie y se calzó rápido, y antes de salir por la celda y pasar por su lado lo miró a los ojos.

—Buena suerte —le dijo —por que en la guerra que quieres jugar la vas a necesitar —se alejó.

Vanya había soñado miles de veces recorrer por esas escaleras hacia la libertad, pero en ese momento el triunfo se convirtió en cenizas en su pecho y le costó subir cada escalón.

Cuando llegó arriba, la manada estaba reunida en un círculo estrecho en una de las mesas, se veían entristecidos y asustados y Lina caminó hacia ella, le dio un cálido abrazo y le puso en la mano algo firme. Cuando Vanya lo miró, notó que era la pistola de dardos que había creado la doctora.

—Tiene tres tiros —le dijo la esposa del Alpha —si alguna manada te ataca…—le dio otro abrazo y Vanya se alejó hacia a la puerta y se introdujo en el bosque iluminado únicamente por la luz de la luna         

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