Renacer.

Cuando Kerr despertó, a pesar de todos los pensamientos que se agolparon en su mente, lo rodeaba una atmósfera de paz tan absoluta que casi se sintió en un ambiente irreal. 

Se preguntó si estaba muerto, era lo más probable, Había dejado que la fuerza en su interior, esa con la que tanto había luchado, escapara de su encierro, la dejó fluir por completo y sin remordimientos, dejando que el dolor que le produjo le arrancara todos los demás dolores que tenía en el alma, pero cuando abrió los ojos se encontró tirado en el suelo de la cabaña. 

El sol entraba a raudales por las ventanas rotas y motas de polvo le daban un aire peculiarmente tranquilizador. Se puso de pie, estaba completamente desnudo y su ropa estaba rasgada a un lado, al parecer, se había transformado en la noche sin darse cuenta.

Trató de recordar qué había pasado cuando la fuerza se escapó de su cuerpo y no logró recordar más nada más allá del dolor. Se puso de pie, físicamente se sentía muy bien, más que eso se sentía genial, mejor de lo que nunca se hubiera llegado a sentir en toda su vida. 

Estiró las manos y comprobó en el reflejo de una ventana que parecía que sus músculos se hubieran agrandado durante la noche, ¿o era un espejismo? Un ruido afuera lo hizo voltearse rápido, pero era solo una ardilla que raspaba con las garritas la corteza de un árbol.

Kerr extendió la conciencia y cayó sentado en el mueble unos metros más allá asustado. Su conciencia era tan ágil que le entró miedo extenderla más allá, era como si hubiera existido un tapón que interrumpió el torrente de poder que él podía desplegar.

Salió de la cabaña, todos los olores y los colores eran más vividos que nunca, se sintió fuerte, irrompible, y no logró entender del todo todas las emociones que lo acometieron en ese momento, ¿qué era lo que estaba pasando? Se preguntó una y otra vez mientras caminaba completamente desnudo por el césped.

Cuando llegó hacia la cerca de alambre se miró el cuerpo. No, no era una ilusión, sus músculos eran un poco más grandes, así que estiró los brazos y agarró la reja con la mano, y no tuvo que hacer el mayor esfuerzo para romperla como si apenas fuera una escultura hecha de plastilina o arena.

—¿Qué diablos me pasó? —se preguntó en voz alta. Era consciente que cuando la fuerza intentaba escapar él podía utilizar un poco de ella para que sus fuerzas aumentaran, así como cuando empujó a Raúl casi cuarenta metros en la práctica, pero nunca imaginó que el dejarla salir por completo le produciría esto.

Cerró los ojos y trató de buscar en su interior la fuerza, pero no la encontró, ya no estaba ahí, había desaparecido, o más bien, lo había tomado por completo.

Deseó tener a Clarisa o a Lina, las mujeres sabían más de la anatomía de un lobo que cualquier lobo propio, pero no podía volver, y recordar todo de nuevo le produjo un nudo en el pecho que le cortó la respiración.

Se arrodilló, casi que podía sentir cada vibración del suelo, hasta las pequeñas ardillas producían ondas que él podía sentir a través de las palmas desnudas de sus pies. 

No sabía cómo sentirse, si llorar y patear las cosas por que su hermano, la persona que le hizo la vida imposible toda la vida estuvo a punto de matarlo sin importar que su sangre corría por sus venas, correr y averiguar cómo eso era posible, el por qué eran hermanos, o quedarse allí de rodillas en el bosque comprobando sus nuevas habilidades que no sabía de dónde habían salido.

La imagen de Vanya le llegó y Kerr apretó el pasto con tanta fuerza que la tierra se comprimió y expulsó hasta la última gota de agua que tenían.

Ese dolor en el pecho, más que emocional, se sentía físico. Todos se lo habían advertido, Víctor, Sebastián, incluso su propia conciencia, pero él no quiso escuchar, dejó que sus emociones y la brillante sonrisa de la mujer le envolviera los sentidos.

Ella únicamente era una manipuladora que había jugado con él y Kerr gritó tan fuerte que varios pájaros salieron volando despavoridos de sus nidos.

Saltó hacia el frente para transformarse y sintió algo diferente. Un dolor extraño le invadió el cuerpo, lo recordó como la primera vez que se había transformado cuando era niño. Escuchó sus propios huesos creciendo dentro de sí y casi que cada célula que se duplicaba y deformaba para darle la forma de lobo.

Cuando cayó al suelo transformado se sintió como una máquina destructora, el suelo bajo sus pies se hundió bajo su enorme peso y dejó gigantes huellas al caminar.

Era mucho más grande de lo que recordaba. Caminó hacia la cabaña y comprobó que casi alcanzaba las ventanas del segundo piso y luego retrocedió asustado, ¿Cómo era posible que hubiera doblado su tamaño? A eso se debía la fuerza, ¿era un super poder que tenía atrapado dentro de sí y que quería escapar a toda costa?

Tenía tantas preguntas y tanto miedo que se echó a correr por el bosque, era consciente de cada presencia viva que lo rodeaba, capaz de concentrarse en varias cosas a la vez, en el alce que estaba a unos doscientos metros y también en cada árbol y rama que se le atravesaban.

No pudo negar que la sensación se sintió gratificante, como si todo lo que era Kerr antes de dejar escapar la fuerza hubiera sido una prisión, y ese fuera el primer momento de su vida en que se encontraba libre por primera vez, y esa carrera le permitió alejar los pensamientos amargos de su cabeza, no pensó en Víctor y aunque le costó, hasta el recuerdo de Vanya desapareció mientras él corría a toda velocidad por entre las hojas.

Cuando llegó al río se transformó de nuevo en un humano y el dolor fue un poco menos, era como en la primera transformación.

Se lavó el resto de sangre y tierra que tenía en el cuerpo y se dejó llevar por la corriente, podía sentir las básicas conciencias de los peces a su alrededor y miró al sol boca arriba mientras el agua lo llevaba río abajo.

Las piedras le golpearon el cuerpo, pero no le producían ningún dolor, era más resistente, incluso no sentía frío con el agua helada.

Kerr pensó en lo que le había pasado y no pudo evitar que una palabra le llegara a le mente: renacimiento. Él había renacido, había muerto la noche anterior y había renacido más fuerte para empezar una nueva vida.

No era el primer lobo que se quedaba sin manada y tampoco sería el último, solo tenía que dejar ir su pasado y a las personas que pertenecieron él, pero no podía hacerlo, no si no entendía del todo parte de la vida que quería dejar ir, así que se transformó de nuevo, ahora casi sin dolor, y lavó su pelaje en el río, luego regresó a la cabaña.

Como sospechó, los armarios estaban repletos de ropa del papá de Vanya, de seguro tuvo que abandonar la cabaña de repente y cuando el transformista que se llevó a Sebastián atacó la pelea no estropeó nada.

Se vistió con los primero que encontró y caminó fuera de la cabaña, y antes de irse la contempló una última vez, se vio tentado a entrar a la habitación que tenía todas las cosas de Vanya, pero se arrepintió a último momento, ya debía dejarla ir.

Salir del bosque le costó muy poco esfuerzo, sus nuevas habilidades le permitían tener un excelente sentido de la orientación y aún en su forma humana correr por el bosque resultó muy entretenido y eficaz.

Cuando llegó a la ciudad no pudo negar que le costó mentalmente volver a estar rodeado de tantas personas, llevaba más de seis meses en la fábrica con la manada y no había regresado excepto por un par de veces a altas horas de la noche cuando las calles estaban vacías.

Su casa seguía tal cual como la dejó, era heredada de su madre así que no tenía riesgo de perderla por no pagar la renta, pero el agua, la electricidad y el gas ya no existían allí.

Tomó todo lo necesario y reemplazó su la chaqueta de cuero que le había dejado a benjamín por una de jean azul oscuro que le daba un aire más juvenil y cuando salió de la casa cerró guardando la llave debajo de la tabla suelta bajo el tapete de la entrada, no supo si volvería a verla alguna vez, y no quiso quedarse el tiempo suficiente como para recordar la bonita niñez que le hizo pasar su madre dentro de aquellas paredes.

Cruzó la calle y caminó junto a la panadería, deseó poder comprarse un vaso de crema pastelera, le encantaba, pero no tenía ni un solo centavo así que se conformó con aguantar la respiración mientras doblaba la esquina para no antojarse de nada.

Unos minutos después de esperar a que los semáforos cambiaran Kerr cruzó la calle con poca precaución, sus nuevos sentidos al máximo le permitían sentir casi todas las personas alrededor sin que llegara a ser abrumador.

Cuando entró por la puerta de la pequeña sala de reuniones un hombre bajito y gordo, cuyo cabello le llegaba un una trenza perfectamente peinada hasta la cintura lo recibió con los ojos abiertos.

—Kerr —dijo asustado y él le tendió la mano.

—Bernard —le dijo Kerr y el hombre tragó saliva. En esa sala Víctor realizaba las reuniones semanales de la manada, y Bernard era el encargado desde que el padre de Víctor era Alpha, si había alguien que conociera todos los sucios secretos de la manada, era él.

—Pensé que estabas escondido con los demás en el bosque —le preguntó el hombre y Kerr ladeó la cabeza.

—Lo estaba, hasta que mi hermano intentó asesinarme y luego me expulsó —la cara del hombre palideció.

—Entonces ya sabes toda la verdad…

—Y tú me contarás lo que me falta por saber.

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