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Un vampiro de verdad.

44

Cuando Sebastián despertó, la noche comenzaba a caer sobre el bosque y lo inundaba todo con sombras alrededor fantasmagóricas y espesas. Tenía el cuerpo entumecido y dolorido, le recordó la noche después de que despertara cuando le habían disparado el dardo y lo habían llevado a las pequeñas instalaciones del papa de Vanya.

Respiró profundo, y los olores estaban un poco más intensos, como si sus habilidades comenzaran a reaparecer. Alguien bajo él se movió y Sebastián se percató de que estaba acostado sobre alguien y cuando volteó la cabeza se encontró con Aleck, el vampiro tenía el entrecejo apretado mientras dormía, era como si estuviera batallando con algún demonio en una pesadilla.

Lo tenía abrazado desde atrás, como si lo estuviera protegiendo de algo y Sebastián recordó las convulsiones que le produjo el líquido que él mismo le había tirado. Ese había sido un dolor diferente, como una especie de punzada en la cabeza y su cuerpo comenzó a moverse sin su consentimiento. Intentó transformarse, pero el líquido que le había inyectado el collar le impidió hacerlo y ahí comenzó el dolor en todo el cuerpo, no recordó más allá de eso.

El sonido del corazón del vampiro resonó tan fuerte dentro de su pecho que Sebastián lo sintió en la espalda, y se sorprendió. Él creía que los vampiros estaban… muertos, como en las películas, pero Aleck ya le había dejado en evidencia sobre que no conocía para nada a las otras especies del sub mundo, así que no pensó en eso.

El bosque comenzaba a llenarse de un frío aterrador y Sebastián se vio tentado a quedarse acostado sobre el vampiro, estaba cálido y el abrazo que le daba desde atrás lo tenía bien agarrado como un cinturón de seguridad, pero no podía quedarse ahí para siempre, era la oportunidad perfecta para intentar huir de él.

Quitó con delicadeza el pálido brazo del muchacho que reposaba sobre su pecho y lo dejó sobre la húmeda hierva del bosque, luego el otro. Cuando se puso de pie, tuvo el impulso de revisar la mochila del vampiro, no sabía qué otras cosas le había dado el doctor para mantenerlo atrapado, así que se dejó llevar por ese impulso y vació las cosas sobre el suelo.

Cayeron al suelo varios artilugios, un cuchillo, pedernal, un libro viejo que no le prestó mucha atención, también la llave del collar que aún tenía en el cuello y un pequeño rectangulito de madera que parecía una ficha de dominó, estaba bien pintado del mismo color de la mochila y de no haber sido porque Sebastián vació de lleno el contenido del bolso le hubiera costado encontrarlo.

Alargó la mano y lo tomó, se sentía cálido al tacto y eso le extrañó. Lo dejó en el suelo sin dejar de mirarlo y se quitó el collar utilizando la llave. Cuando la aguja que tenía debajo de la piel y que le inyectaba el líquido salió, un chorro de sangre llenó el suelo y tuvo que cubrirse con la manga de la camisa para hacer presión.

Tomó el rectángulo de madera y cuando lo apretó con fuerza, la madera se desprendió dejando ver un metal sólido y firme con una pequeña cabeza de vidrio que titilaba con una luz roja y Sebastián abrió la boca. Volteó a mirar al Aleck que había despertado e intentaba ponerse de pie y Sebastián corrió hacia él, su fuerza ya comenzaba a regresar.

—Qué bueno que estas bien —le dijo el vampiro —lo siento, no sabía que… —la voz se le estranguló cuando Sebastián lo tomó por la camisa y lo azotó contra el árbol donde habían pasado horas abrazados.

—¿Tú lo sabías? —le preguntó mostrándole el aparatito titilante y Aleck abrió los ojos asustado, fue porque entendió que Sebastián había recuperado sus poderes, y el lobo pensó que la sorpresa era porque él había encontrado el rastreador. El cuerpo se le llenó de una rabia incontrolable y lanzó a Aleck contra otro de los árboles con tanta fuerza que desprendió parte de la corteza.

—¡Espera! —le gritó el vampiro, tenía las manos llenas de la sangre que había salido del cuello de Sebastián y las observó tembloroso, pero el lobo no le prestó atención, corrió hacia él y le dio un buen puño en el estómago que le arrancó el aire. Si no estaba muerto, él lo mataría.

—Nunca quisiste recuperar a Vanya sin dañar a mi manada, los estabas guiando directo a nosotros sin que te importaran las consecuencias —le golpeó el rostro y el sonido fue seco, como si golpeara un tambor. El vampiro cayó al suelo con las rodillas sobre el césped y las manos agarrando con fuerza la tierra mientras intentaba recuperar el aliento —y todo por el dinero —le dijo Sebastián, estaba encolerizado, le ardía la cara y tenía tanta rabia que creyó poder matarlo, ¿Cómo se atrevía a hacerles eso? El vampiro sabía muy claramente qué le haría el doctor a toda la manada si los descubría y él los estaba guiando directamente sin ningún remordimiento.

Levantó el pie para patearle el estómago y salir corriendo con la esperanza de que no lograra alcanzarlo, pero Aleck le agarró el pie con un hábil movimiento y lo lanzó contra otro árbol. Sebastián golpeó la corteza con tanta fuerza que sintió que algo se rompió en su espalda. Sus habilidades aún no regresaban del todo y el golpe lo dejó mareado.

Levantó la cabeza y vio al vampiro de pie frente a él, en la cara tenía una expresión extraña, como si hubiera perdido toda la humanidad, con unas ojeras ensombrecidas que le daban un aspecto aterrador.

Gruñó como un gato hacia el lobo y dio un paso al frente, luego se detuvo, era como si parte él quisiera atacarlo y otra parte lo estuviera reteniendo.

Sebastián se puso de pie, pero el vampiro lo alcanzó, lo estrelló contra un árbol con fuerza agarrándolo de la camisa y luego de un fuerte movimiento lamió el cuello de él, limpiando la sangre que le cubría la piel. Sebastián intentó zafarse, pero el vampiro había adquirido una fuerza brutal y él a un no estaba bien del todo.

La rabia que tenía en el cuerpo se transformó en miedo cuando vio la expresión en el rostro del muchacho, con los ojos oscurecidos y la expresión vacía.

Lamió y succionó le herida del cuello de Sebastián y cuando logró darse un trago de la sangre del lobo se apartó violentamente cayendo de rodillas al suelo y sosteniéndose el estómago, luego vomitó, sacando afuera toda la sangre de su organismo y Sebastián intentó recordar qué le había dicho sobre que los vampiros no podían beber la sangre de un lobo, pero no pudo recordarlo.

El vampiro lo miró, aun tirado en el suelo y Sebastián vio en su expresión miedo, dolor y angustia, le apreció que se vio tan vulnerable y débil que lo compadeció con un sentimiento en el pecho.

—Ayúdame —le dijo el vampiro en un susurro, parecía que el haber bebido su sangre le producía un dolor brutal y Sebastián dio un paso hacia él con las manos extendidas –¡Corre! –le gritó. Sebastián ni siquiera se había detenido un segundo a contemplar las posibilidades, solo había caído de rodillas junto al vampiro y trató de levantarlo, pero cuando Aleck levantó la cabeza, Sebastián notó que regresó esa expresión oscura e inhumana.

Lo empujó con fuerza y se subió a horcajadas sobre él sosteniendo los brazos de Sebastián por sobre su cabeza y lo inmovilizó, los colmillos se extendieron con un ruido extraño y cuando abrió la boca para morderle el cuello, algo pasó volando sobre ellos y le impactó en una de las piernas al vampiro que inmediatamente cayó al suelo convulsionando del dolor y gritando con fuerza.

Sebastián se puso se pie y contempló al vampiro que se revolcaba en el suelo como su tuviera todo el cuerpo en llamas, y cuando volteó a mirar hacia la colina de donde había salido el disparo, se encontró con una mujer de cabello negro, con los ojos verdes brillantes que preparaba otro dardo en la ballesta que tenía en la mano.

—¿Vanya? —preguntó Sebastián y la mujer le apuntó de nuevo al vampiro.

—Me imagino que tendrás una historia larga por contar —le dijo ella. Sebastián quiso preguntarle si Víctor la había dejado salir, o si se había escapado, pero los gritos de Aleck le impidieron hablar, se arrodilló junto a él y trató de impedir que se hiciera daño a sí mismo con las convulsiones.

—¿Qué es eso? —le preguntó él y Vanya se arrodilló a su lado.

—Es el mismo suero que les aplicaron a ustedes esa noche en la cabaña —le comentó ella —Clarisa lo replicó —Sebastián tomó la cara de Aleck entre sus manos y lo miró.

—Ya pasará, te lo prometo —le dijo, pero el muchacho parecía no escucharlo. Sintió como la mano de Vanya se deslizó por su cuello y le hizo presión sobre la herida del cuello.

—Estás sangrando —le dijo, pero Sebastián no la miró, se quedó ahí sosteniendo al vampiro hasta que las convulsiones se hicieron menos y perdió la conciencia. Se puso de pie y Vanya le revisó el cuello —ya comienza a sanar.

—No puedo creerlo —dijo alguien unos metros más allá y Sebastián se volvió para encontrarse con Víctor que caminaba hacia él. Se fundieron en un fuerte abrazo —¿Cómo escapaste y por qué te estaba atacando un vampiro? —Sebastián se alejó y miró los oscuros ojos de su Alpha, estaba considerablemente más delgado y las ojeras comenzaban a marcarse tanto que la cara comenzaba a adquirir impresión de una calavera.

—Es una larga historia —le contestó, se agachó y tomó el rastreador que aún titilaba, si lo destruía, la señal se cortaría y sería sospechoso, así que lo apretó en el puño y miró alrededor, luego miró a Vanya —¿Y Kerr? —le preguntó y la mujer levantó el mentón hacia Víctor que le apartó la mirada y se alejó. Sebastián buscó el rostro de Víctor y notó que algo estaba mal, así que dejó el rastreador en la raíz de un árbol y tomó el cuerpo inconsciente de Aleck y lo cargó hacia la fábrica —Parece que tienen mucho que contarme —Víctor carraspeó la garganta.

—No te gustara nada de lo que encuentres allá. 

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