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Sobrevivir a la noche. Parte uno.

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Sobrevivir a la noche

Vanya terminó de subir las escaleras con el corazón en la mano, en el comedor estaba ya reunida toda la manada, los humanos y los jóvenes, mientras que los lobos adultos se dispersaron por todo el lugar.

De una rápida mirada comprobó alrededor, las ventanas estaban bien selladas con gruesos palos de madera y la puerta principal había sido soldada con enormes vigas de metal que Vanya no sabía de dónde había sacado Víctor.

Estaban bien fortificados dentro de la fábrica y Vanya se sintió un poco segura, solo tenían que sobrevivir la noche, si así lo hacían, tal vez Rak se alejara para buscar otra forma de abordarlos.

Se unió a los demás que estaban amontonados en el comedor, la mayoría armados con armas artesanales llenas de dardos listos para disparar a cuanto un lobo se le atravesara y Vanya agarró la mano de Lina, la esposa del Alpha, que se veía sudorosa y pálida.

—Ya verás que todo va a salir como lo planeado —le comentó ella y Lina apenas la miró cuando asintió con la cabeza. Vanya sospechó que algo podría andar mal, pero no le preguntó, de seguro la mujer tenía un miedo paralizante que le impedía hablar, aunque ella había notado que la esposa del Alpha no era de las que se quedaba callada solo por miedo.

Le tendió una de las pistolas que tenía con un dardo y se alejó hacia las escaleras, luego subió a la terraza donde estaban la mayoría.

—Deberías estar abajo —le dijo Víctor, tenía sus binoculares y observaba el bosque, pero Vanya no veía más allá de un un par de árboles, era una noche sin luna y el patio de césped que estaba entre la fábrica y el bosque estaba iluminado por decenas de antorchas que habían puesto durante el día y que funcionaban con gas, con el fin de poder distinguir a la manada que los acechaba en la oscuridad.

—No pude quedarme abajo sin hacer nada —le contestó ella, se agachó, tomó uno de los globos llenos de goma y se apostó detrás de algo que parecía ser una chimenea. No era una mujer muy fuerte, pero estaba entrenada y podía asegurar que tenía un buen brazo para lanzar, esperó que la teoría de Clarisa de que el suero puede entrar por los poros funcione, o la mitad de plan fallaría.

—Supongo que tampoco puedo convencerte de que te quedes cuando vayamos a buscar a Kerr —le preguntó el Alpha y ella negó con la cabeza. No había querido pensar en Kerr, cada vez que lo hacía se le formaba un nudo en el pecho que le producía miedo, ¿miedo a qué? De seguro le aterraba la idea de encontrarlo y que él no quisiera escucharla, que lo hubiera perdido para siempre.

—También soy responsable de que se hubiera ido, él intentaba protegerme y yo… —se interrumpió, no le apetecía hablar de esas cosas con Víctor y el hombre no le dijo nada para que continuara. 

Siguieron en silencio un buen rato hasta que Vanya se cansó y se sentó en el suelo con la vista bien firme sobre la oscura mancha de árboles frente a ellos —por qué tardan tanto —preguntó —hace más de media hora que se escuchó el maullido de inicio —Víctor levantó la cabeza y olisqueó el aire como un perro.

—Ahí están, no tan cerca pero tampoco tan lejos, solo nos queda rogar que no descubran las máquinas que escondimos bajo el césped —Vanya tragó saliva, si eso pasaba, estarían muertos.

Clarisa sostenía el control remoto de las máquinas que Vanya había ordenado robar de la escuela de policías donde ella cursaba su carrera, había ayudado a guardarlas en el almacén después de una celebración una noche y esperó que no les hicieran mucha falta.

El silencio por todo el lugar se hizo fantasmagórico, la mayoría de las personas a su alrededor guardaban el aliento contenido en el pecho por miedo a hacer el menor ruido posible, y se ponían bajo alerta con cualquier ruido, con el aletear de un pájaro o con una rama al romperse.

Vanya podía sentir la presencia de la manda Bosque Oscuro ahí afuera, claro que la sentía, era como una masa viva de carne que se extendía por los alrededores y eso la puso nerviosa, no supo si era un sexto sentido de la guerra o si se estaba volviendo loca por al esperar, tal vez podía ser ambas cosas.

Víctor se desnudó frente a Vanya y ella apartó la mirada, luego se transformó y a ella le sorprendió lo silencioso que fue, luego se echó sobre el suelo de la terraza para observar alrededor y olisqueó el aire nuevamente.

—Ahí están —le dijo a Vanya Rodolfo, el lobo de la manada del bosque que estaba unos metros más allá y que le sirvió de traductor para lo que decía Víctor. Ella estiró la mano y acarició el pelaje oscuro del Alpha.

—¿Cuántos son? —preguntó y Rod le tradujo.

—No los puede ver todos, pero están ahí, son demasiados —Vanya se acercó a la orilla, las antorchas ya estaban a la mitad de su capacidad y si se apagaban los humanos que disparaban los dardos desde las ventanas no serían capaz de verlos… dio un salto como si le hubieran picado con una aguja y apretó el pelo de Víctor.

—Lo están haciendo a propósito —dijo —están esperando que las antorchas se apaguen para que no los podamos ver.

—Víctor te pregunta que qué propones —le dijo Rod y ella ladeó la cabeza.

— Pues démosle lo que quieren —dijo y caminó hasta el cilindro de gas que les daba vida a las antorchas —de igual forma con los dardos no tenemos muchas oportunidades —comenzó a cerrar la llave muy lentamente, para que pareciera que las llamas se estaban extinguiendo por sí solas y al cabo de unos minutos la cerró por completo y se tiró boca abajo sobre el suelo.

Abajo una terrible oscuridad llenó el lugar, tanto, que Vanya no podía describir ni siquiera una hebra de pasto que estuviera junto a la puerta de la fábrica.

Las luces que emanaba de adentro hacia afuera eran insuficientes para que lograran distinguir algo más que el manto oscuro de la noche, pero Vanya sintió como los pelos del lomo de Víctor se erizaron, y el sonido de las pisadas ágiles de un lobo que rompía la formación y salía del bosque resonaron. 

Clarisa se preparó para presionar el botón, pero Vanya se estiró y lo arrebató de sus manos.

—Hay que esperar a que todos estén en el rango de alcance — le dijo y la mujer asintió, y se acostó junto a Vanya.

El corazón lo tenía bastante acelerado, tanto, que temió que los demás pudieran escucharlo palpitar contra el suelo en el que ella estaba acostada. Desde que entró a la policía, se imaginó el momento en que tuviera que enfrentarse a una situación como esa, pero para eso había entrenado, para desentumecer los músculos cuando el miedo los agarrotaba y para pensar sobre la marcha la mejor solución para salir con vida.

El lobo que había roto la formación paseó alrededor, como si solo quisiera comprobar a qué se podía enfrentar la amada y de seguro creyó que estaba perfectamente camuflado en la oscuridad, pero Vanya tomó los binoculares con visión nocturna suyos que había dejado Víctor a un lado y lo miró.

Tuvo que ahorrar un par de meses para poder comprarlos, y si le hubieran dicho que lo primero que observaría con ellos sería un hombre lobo que pensaba atacar la manada en la que ella estaba no solo se hubiera reído sino que también le habría golpeado la cara.

Era un lobo pequeño y ágil, probablemente apenas un muchacha y Vanya lo vio correr hasta una de las esquinas donde estiró el pescuezo para agarrar una caja metálica que sobresalía colgada de la pared.

—¿Qué es eso? —preguntó, pero a dentro un grito al unísono de los que estaban en el comedor le hizo apartar los ojos de los binoculares. La caja que el lobo había dañado cortó la electricidad de la fábrica.

Un aullido se escuchó en el bosque y luego el ruido de cientos de patas hundiendo la tierra que corrían hacía la fábrica.

—Víctor dice que tú y Clarisa bajen ahora —le dijo Rodolfo y Vanya entendió que no daría oportunidad a quejas, así que agarró de la muñeca a la doctora y la arrastró escaleras abajo, pero cuando llegaron al comedor, se encontraron con una multitud reunida, y cuando Vanya los apartó se le heló la sangre del cuerpo. Las antorchas que habían encendido adentro le devolvieron una imagen preocupante.  

Lina estaba sentada, pálida y con las piernas abiertas, y un charco de lo que parecía ser líquido amniótico llenaba el suelo bajo sus pies, levantó la cabeza y miró a Vanya con horror.

—Si —dijo —es un mal momento.

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