No morir.

52

Kerr estaba frente a la antigua celda de Vanya, en la pared, colgaban los retratos de los miembros de la manada que habían desaparecido y que estaban ahí colgados por orden de Víctor para recordarles a todos por qué en esa habitación tenían secuestrada a una mujer inocente.

Recordó que había dicho que, si era necesario perder la humanidad para recuperar a los suyos él lo haría, y ese fue el principio de todo.

Kerr estiró la mano y acarició uno de los papeles descoloridos donde un muchacho de unos veinte le devolvía la mirada con una sonrisa.

—¿Crees que aún estén vivos? —le preguntó él a Clarisa, la doctora se acercaba desde atrás en silencio, pero Kerr la sintió desde que salió de su habitación.

—No lo sabemos —contestó la mujer —espero que sí —traía una jeringa en la mano y toda la intención de escurrir a Kerr para poder analizar qué había cambiado en él. Kerr vio dentro de la mujer una curiosidad sana por comprender su nueva anatomía y todo lo que representaba para los hombres lobo y Kerr ladeó la cabeza, luego estiró la mano y la mujer se quedó sorprendida —¿tus habilidades mentales también aumentaron? — Kerr asintió.

—Ya eran más grandes que las de un lobo normal, pero después del florecimiento es más fuerte, leer la mente de un humano ahora es tan fácil como abrir un libro.

—¿Te metes en la mente de todo el mundo? —Kerr le apartó la mirada y alejó de ella toda su conciencia.

—Sé que está mal, pero es difícil de evitar, nunca saben que estoy ahí y es la forma más pura de verlos, de entenderlos.

—Entonces asumo que no te has metido en la mente de Víctor, creo que ha cambiado —Kerr bufó, la aguja se introdujo en su piel y él apenas sintió un piquete —Tu piel es más dura, mucho.

—Tú siempre lo defiendes, como si justificaras lo que ha hecho —le dijo él recriminándola la mujer asintió.

—Ha hecho cosas malas por el bien de la manada, pero sé que no es un santo.

—Me trató como una basura toda la vida —Clarisa sacó la aguja con poca delicadeza y Kerr dio un salto, luego analizó la sangre de Kerr en el frasquito de vidrio.

—Dije que sé que no es un santo — se acercó a Kerr y apoyó la frente en su hombro —sentó nunca haberte dicho la verdad, pero más que otra cosa agradecimos que hubieran nacido normal aunque hubieras sido hijo de dos lobos y pensamos que entre más en secreto estuviera mejor —Kerr la rodeó por los hombros con el brazo.

—Pues no funcionó, porque Jábico sabe que existo —la mujer lo miró.

—¿A qué te refieres? —le preguntó la doctora y Kerr señaló las fotografías de los desaparecidos.

—¿Qué notas en común? —Clarisa las miró.

—Todos son hombres —Kerr asintió.

—Karina, la Alpha de la manada que está por llegar me hizo entrar en razón en algo, Jábico puede huir de este país y experimentar con lobos lejanos, pero, ¿por qué esta ciudad y este bosque cuando saben que existe Moira que ya los destruyó una vez?

—Por ti…—Kerr asintió con la cabeza.

—No todos los de la manada sabían que era hijo de dos lobos, más bien solo los que sean mayores que yo, estoy seguro que alguien de aquí se los contó — Lina soltó una expresión de desazón y Kerr quiso ver en su conciencia que estaba pensando, pero le pareció que la mujer tenía razón, era de muy mala educación.

—¿Quién haría una cosa como esas?

—He pensado mucho al respecto, sé que Jábico está tras de mí, pero, ¿Por qué se lleva a los lobos al azar? A menos que…

—Qué no sepan como luces —le terminó clarisa —tal vez quien le contó no te describió, o solo se difundió el rumor, es difícil saberlo.

—Busqué en todas las conciencias de la manada, pero solo puedo leer en ellos lo que están sintiendo en ese momento, y esto pasó hace meses sino años — Clarisa se alejó de Kerr y le acarició la mejilla, un gesto cariñoso que nunca había tenido y Kerr supo sin necesidad de leerle la mente que la mujer se sentía feliz de verlo de nuevo.

—Hay que estar alertas, así que mejor voy a investigar tu sangre a ver qué es lo que Jábico puede querer de ti —se alejó, pero antes de cruzar por al puerta, se volvió hacia Kerr —Vanya, al igual que Víctor, creo que merecen otra oportunidad, no sabes lo que ha pasado desde que no has estado – Se fue y Kerr apretó los puños.

— He visto cómo se hace pero nunca lo he hecho —le decía Sebastián a Vanya mientras intentaba pincharle el brazo con la aguja. Habían visto salir a Clarisa de la habitación del hospital que había en la fábrica y ambos se colaron de golpe, pero ninguno era capaz de clavar la aguja dentro de la piel de Vanya para sacarle sangre.

—¡Ay! —soltó ella y empujó al lobo que se rio —tienes de delicado lo que yo de loba — Sebastián se mordió el labio mientras intentaba concentrarse en sacarle un poco de sangre a Vanya.

—Lo siento, pero tienes muchas venas —le dijo y después de un momento sacó la aguja y la lanzó con frustración. Vanya se quedó mirando.

—¿Qué opina Víctor de esto? — él se encogió de hombros.

—No he tenido tiempo de hablar con él, pero estoy seguro que no lo dejará ir, a Aleck, es muy peligroso, pero no es tan malo para dejarlo morir de hambre —Vanya apretó el entrecejo.

—¿Entonces por qué estamos a escondidas? — él la miró.

—Clarisa conoce sobre los vampiros, estoy seguro que le darán suficiente sangre para que no muera, pero no tanta como para que esté fuerte. Él es un mestizo, no es tan fuerte, pero sí que podía darle lucha a un lobo, y en genética es más rápido que nosotros si sale corriendo, es un riesgo que tenga todos sus poderes y…

—No lo quieres ver sufrir —le interrumpió Vanya y él bufó.

—Solo es humanidad —ella se miró las uñas distraídamente.

—Una de las guardias me dijo que es muy atractivo —Sebastián blanqueó los ojos — Y por ahí un pajarito me dijo que te gustaban los hombres… ¿será que?...

—No, ni se te ocurra —le dijo él —me arrastró por el bosque, luego me torturó para traerme aquí y pensaba condenarnos a todos a las garras de tu padre —Vanya levantó los brazos a modo de rendición, pero sí que notó que había algo detrás.

La puerta se abrió y Clarisa entró con un frasco de sangre y los miró como si estuvieran haciendo algo malo.

—¿Qué quieren? —preguntó. Sebastián intentó salir pero Lina lo agarró por la camiseta.

—Necesito que me saques la sangre suficiente para que Aleck esté bien — Clarisa los miró, uno a uno y luego le señaló la camilla a Vanya.

Sebastián esperó con impaciencia mientras la sangre de Vanya caía lentamente en un frasco de vidrio y cuando la obtuvieron ella le tendió el frasco, pero él negó.

—¿Podrías llevarla tú? —le preguntó y ella blanqueó los ojos.

Vanya salió de la enfermería y caminó por el comedor hacia la puerta que conducía a las celdas de abajo, pero de golpe se encontró con Kerr, tan de repente que su nariz alcanzó a rozarle el pecho y alcanzó a aspirar el aroma agradable de su piel.

—Hola —le dijo ella y él la rodeó ignorándola, luego se alejó y ella bajó las escaleras malgeniado.

Dejó el frasco antes de que el vampiro la viera y cuando se asomó por la celda lo vio, estaba sentado catatónico en la cama y cuando levantó la cabeza para verla, a pesar del mal aspecto, Vanya notó que sí que era un muchacho muy atractivo. Se preguntó cuántos miles de años tendría.

—Vanya — dijo él, tenía la voz débil y rasposa —el inicio de todo este calvario —Vanya se agarró a los barrotes.

—Siento que estes pasado todo esto, ¿entiendes por qué no te podemos dejar ir? —él asintió.

—Porque intentar salvar a mi madre condenará a su manada —Vanya lo miró intrigado —solo vete y déjame morir en paz.

—No morirás, no hoy o por nuestra culpa —se estiró y le mostró el frasco lleno de sangre y los ojos se le abrieron como dos enormes lunas llenas, pero luego negó.

—No —dijo y cerró los ojos para no verlo —mi mamá va a morir y yo no quiero vivir en este mundo sabiendo que no la salvé —la voz se le rompió en un llanto intenso y Vanya volteó a mirar a Sebastián que observaba todo desde las escaleras.

—¿Por qué dices eso? —él esperó un momento a que el llanto le permitiera hablar.

—Mi mamá está enferma, ella es humana , yo… con el dinero que ganaría por este trabajo podía salvarla pero ya no… – otra acometida de espasmos de llanto llegaron y Vanya se quedó sin saber qué hacer. El guardia que lo custodiaba permaneció estático hasta que ella notó que sintió empatía por el vampiro.

—Tienes que comer o morirás —le dijo ella y Aleck negó.

— Me quiero morir —dijo el vampiro. Sebastián no lo soportó más, tenía un nudo en el estómago y avanzó hasta Vanya, le arrebató el frasco y lo destapó, metió el dedo y luego lo levantó en el aire, hasta Vanya logró percibir el olor.

El rostro del vampiro cambió, como si fuera otra persona, estiró las manos y aunque le costó mantenerse de pie corrió hacia Sebastián, le arrebató el frasco y bebió todo de varios largos tragos y la sangre le manchó la cara. Cayó arrodillado como si la sangre le produjera dolor y después de un momento levantó la cabeza y los miró, su rostro estaba de nuevo adquiriendo un color más natural y los pómulos comenzaban a desaparecer.

—¿Por qué me hiciste esto? —le preguntó el vampiro a Sebastián con voz rota y él se agachó, metió la mano por entre los barrotes y le acarició la espalda.

—Te prometo que tu madre estará bien —le dijo —yo te ayudaré —Vanya se los quedó mirando y no pudo notar que entre ellos fluyó una magia extraña, tan palpable que le aceleró el corazón, pero alguien bajó las escaleras corriendo y le impidió seguir concentrada en la conmovedora escena, era Benjamín con la chaqueta de cuero de Kerr.

—La manada que trajo el tío Kerr ya llegó —dijo emocionado y Sebastián y Vanya se miraron.

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