Inicio / Hombre-lobo / Un lobo en tentación / Hasta el último instante.
Hasta el último instante.

57

Vanya tomó la mano del vampiro y lo arrastró hacia afuera, le sorprendió que tuviera la mano cálida a diferencia de lo que ella pensaba que era un vampiro, pero ya había entendido que las criaturas del submundo no eran lo que ella imaginaba.

—¿Qué debo hacer? —le preguntó Aleck mientras salían corriendo por las escaleras y Vanya se lo quedó mirando cuando terminaron de subir.

—No sé exactamente  —le dijo —hay dos helicópteros, uno tiene una especie de parlante que hace que los lobos estén así —señaló al lobo más cercano que se revolcaba en el suelo desesperadamente y un poco más allá Vanya vio a Lina, gritaba desesperadamente mientras sostenía entre los brazos su bebé.

Vanya corrió hacia ella seguida por Aleck que parecía medio traumado y se arrodilló a su lado, el bebé lloraba intensamente y ella recordó que también era un hombre lobo y el sonido le afectaba.

—Vanya —le dijo la mujer y ella miró a Aleck que asintió con la cabeza y salió corriendo de la fábrica.

Vanya trató de consolar a Lina, pero la mujer estaba desesperada al ver a su hijo llorar de agonía y Vanya supo que por siempre tendría ese recuerdo en su mente, y fue en ese momento que el poco amor que quedaba por su padre desapareció, se borró como una minúscula huella de arena borrada por la inclemencia del mar y lanzó un grito de desesperación, ¿Cómo podría su padre ser un monstruo? Vanya vio la cara enrojecida del bebé y deseó tener ahí a su padre para cortarle el cuello con sus propias manos.

Dejó a Lina al cuidado de otra mujer y corrió hacia afuera para buscar a Aleck, pero se encontró con que los hombres ya habían atado a Kerr al un arnés gigante y ella corrió hacia él.

—¡No! —gritó con rabia y uno de los hombres que había ahí la miró, sacó de su bolsillo un aparato que produjo chispas y corrió hacia Vanya, pero ella tenía el pulso acelerado, la rabia palpitándole en la cabeza y las habilidades en la punta de los dedos.

Cuando se encontró con el hombre intentó electrocutarla con el aparato, pero Vanya tomó la mano de él y la metió en su axila y con un movimiento hacia abajo se rompió en un fuerte clic que resonó por sobre el zumbido del parlante.

El hombre intentó golpearla con la mano buena pero ella evitó el golpe con la rodilla y otro de los hombres corrió a defender a su amigo, pero en cuanto llegó con ella Vanya le lanzó una patada fuerte en la frente que lo lanzó hacia el suelo, y el que seguía atrapado en su brazo gimió cuando ella le golpeó la tráquea y cayó al suelo inerte.

El entrenamiento que le habían dado en la escuela de policías más las infinidades de clases extra sobre defensa personal llegaron a su mente cuando el último hombre sacó un cuchillo y la atacó. Era más rápido que sus dos amigos, pero Vanya era pequeña y difícil de atrapar. Al final consiguió hacerle un tajo en el brazo desnudo, pero ella le golpeó la muñeca y el cuchillo salió volando a un par de metros y cuando Vanya intentó correr por él el hombre la tomó por el cabello y la lanzó a un lado con fuerza.

La cabeza recibió el impacto y todo empeoró cuando vio que el helicóptero que tenía a Kerr comenzaba a irse. El hombre se subió sobre ella y Vanya intentó agarrar el cuchillo, estaba tan cerca, pero a la misma vez tan lejos.

—Muérete, perra —le dijo el hombre y comenzó a asfixiarla, así que Vanya utilizó el último recurso que le quedaba , así que con la voz entrecortada por el estrangulamiento, le dijo:

—Soy… Soy Vanya Quiroz —el hombre aflojó el agarre sorprendido y ella aprovechó para estirarse, agarró el cuchillo y lo clavó en el cuello del hombre con tanta fuerza que pasó al otro lado.

Cuando Vanya logró salir de debajo del cuerpo de su atacante, vio con terror que el enorme cuerpo de Kerr ya estaba en el aire y salió corriendo en su dirección, saltó y quedó prendida de la red que comenzó a elevarse.

Aleck salió de la fábrica y comprobó que había dos helicópteros, uno con una especie de parlante que producía ese inquietante sonido y el otro, de doble hélice, del que había un cable que sujetaba la red donde estaba envuelto el lobo más grande que hubiera visto en su vida.

—¿Cómo lo hago? —se preguntó así mismo, alrededor de él reinaba el caos, cada lobo que había alrededor gritaba de dolor, incluidos el Alpha de la manada de Sebastián y la mujer pelirroja Alpha de la otra manada.

Buscó alrededor qué podía servirle hasta que encontró la tapa de un alcantarillado recostada en la pared y la cargó.

Era consciente de que no era el vampiro más fuerte, pero sí que podía con un helicóptero, así que corrió con la enorme y pesada tapa por el bosque para estar lo más cerca posible del helicóptero.

En el camino encontró decenas de lobos que le suplicaban ayuda, pero no tuvo tiempo de detenerse a explicarles que eso era justo lo que hacía.

Terminó de subir la pequeña colina donde había un medio claro y en un agujero entre los árboles logró ver claramente el aparato volando como un colibrí.

Respiró profundo y cerró los ojos, su corazón palpitaba con tanta fuerza que no podía escuchar nada más, los abrió y con un medio giro lanzó la tapa de la alcantarilla de al menos unos cien kilos y la vio volar como un Frisby en dirección al aparato y cuando se estrelló con él el sonido se detuvo y comenzó a dar vueltas en caída libre. gritó de alegría y luego saltó del barranco. 

Corrió hacia la fábrica y notó que todos los lobos ya no gritaban de dolor, y luego la explosión del helicóptero produjo una onda expansiva que sacudió las copas de los árboles.

Vanya se agarró con fuerza a la red y comenzó a intentar trepar, pero tenía los dedos llenos de sangre y se le resbalaban, y el pelaje de Kerr era demasiado suave como para intentar sujetarse de él.

Miró de lado y observó como algo salió volando del bosque y golpeó el helicóptero que tenía el parlante y el ruido se detuvo, pero el aparato comenzó a caer y cayó tan cerca de ellos que la onda expansiva golpeó a Vanya como una pared de agua que la arrancó de la maya y cayó sobre el césped sin aliento.

Se puso de pie casi sin respiración y miró el enorme cuerpo del lobo negro que estaba unos dos metros del suelo, ya no era capaz de alcanzarlo, así que le gritó al viento como si con el menor grito fuera suficiente para que la red se rompiera.

—¿Un empujoncito? —le preguntó alguien a su espalda y Vanya se volvió para encontrarse con Karina. La pelirroja tenía la cara muy pálida y las lágrimas le perlaban las perfectas mejillas, pero aún así estaba de pie y se veía furiosa. Vanya entendió qué era lo que quería decir y asintió con la cabeza —Tiene algo en el hocico que lo mantiene dormido, quítaselo y él mismo se liberará —le dio Karina y Vanya asintió.

Ambas comenzaron a correr hacia el frente, tan rápido como podían sus temblorosas piernas y cuando el cuerpo de Kerr desapareció por las copas de los árboles la loba agarró a Vanya de la cintura y la lanzó con tanta fuerza que ella creyó le había roto varios huesos.

Vanya voló por el aire como nunca en su vida creyó hacerlo, por un momento no sintió nada más que la brisa fresca en el cabello y luego todo regresó cuando su cuerpo comenzó a caer.

Cerró los ojos cuando el cuerpo de Kerr se acercó y cayó sobre él, el impacto fue menos fuerte de lo que pensó, la panza de Kerr era blandita y el pelaje le ayudó, y le tomó un minuto retomar el control de su cuerpo.

Comenzó a trepar agarrando gruesos mechones, el aire intentaba arrancarla una y otra vez, pero Vanya luchó contra él y sus músculos.

Cuando llegó hasta la cabeza del enorme lobo, notó que por su fosas nasales habían introducido unos gruesos tubos y le tomó un buen rato quitarlos, y cuando sacó el segundo, una gruesa capa de humo la envolvió y le fue inútil intentar contener su respiración.

Kerr no despertó, de seguro el gas ya lo había dormido y Vanya aspiró lo suficiente como para sentir que las fuerzas se le estaban alejando. Recostó la cara junto a la oreja de Kerr y lo acarició con ternura.

— Lo siento —le dijo ella con voz débil, inevitablemente pensó que había llegado el momento de enfrentar realmente a su padre y eso le produjo miedo. Lo vería por primera vez en años y en vez de sentirse alegre se sintió asqueada.

El sueño la venció y durmió al ritmo del fuerte corazón de Kerr que palpitaba bajo ella mientras el helicóptero surcó los cielos con el bosque bajo sus pies. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo