Dejar el hogar.

59

Aleck ayudó en lo que pudo, pero la mayoría se asustaba cuando lo veían llegar, así que prefirió sentarse en el comedor con los brazos cruzados y las rodillas sobre la silla mientras los demás trataban de regresar a la normalidad.

La Alpha pelirroja y el Alpha de la manada de Sebastián estaban alterados y aunque Aleck pudo haber escuchado lo que decían en su reunión, prefirió no hacerlo.

Vanya le había prometido que, si los ayudaba lo dejarían libre, y aunque pudo huir en cuanto destruyó el helicóptero, le pareció más sensatos quedarse, el doctor Saúl Quiroz también lo estaría buscando, o al menos sí que quería pegarlo en la pared como un alfiler y extraerle toda la sangre.

La reunión de los alphas se acabó y él vio con terror como el rubio y alto se dirigía a él y no pudo evitar tener la sensación de salir huyendo. Víctor se sentó a su lado y le apoyó la mano en el hombro.

—Gracias —le dijo y él lo miró, los ojos oscuros del hombre parecían sonreír un poco.

—No sirvió de nada, de igual forma se llevaron a Kerr y a Vanya —dijo Aleck y Víctor le apretó el hombro aun con más fuerza.

—Los rescataremos, pero si no hubiera sido por ti, nadie estuviera vivo en estos momentos, no sé qué es lo que desees hacer ahora, pero eres bienvenido en nuestra manada, y también en la de Karina —Aleck asintió con agradecimiento, y aunque le pareció una idea mala, porque Jábico ya sabía cómo encontrarlos, le pareció que quedarse sería la única forma de mantenerse a salvo. Pero no podía dejar sola a su madre.

—Gracias, Víctor —le dijo —pero debo volver con mi madre —el Alpha levantó la cabeza, como si hubiera escuchado su nombre y Aleck entendió que hablaba con alguien por su mente, e irremediablemente se preguntó qué se sentiría poder compartir sus palabras en la mente de alguien más.

—Parece que no va a haber mucho problema con eso —le dijo Víctor y le señaló hacia la puerta y Aleck vio con sorpresa como su madre entraba sosteniendo a un desnudo Sebastián y él se puso de pie de golpe y corrió hacia ella y cuando la mujer lo vio su expresión se transformó a una mueca de alegría inconfundible.

—Mi niño —le dijo ella y se abalanzó para atraparlo entre sus brazos y Aleck la abrazó de vuelta —qué bueno que estas bien —Aleck se apartó para mirarla a la cara.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó él y ella señaló hacia atrás, Sebastián se estaba comenzando a vestir, se veía que le dolía algo y cuando la mirada de los dos hombres se encontraron Aleck no pudo evitar agradecerle con una sonrisa honesta.

—Él y su amiga fueron por mí justo a tiempo, unos hombres armados nos atacaron —le comentó la mujer y Aleck miró a Víctor.

—¿Jábico la encontró? —le preguntó el Alpha a Sebastián y el lobo asintió con la cabeza —que bueno que estén bien — mucha gente se reunía en el comedor y Aleck se acomodó junto a Sebastián. Víctor se subió a una de las mesas.

—Esta fábrica ha sido nuestro hogar por mucho tiempo —dijo el Alpha —pero ya no es un lugar seguro, Jábico ya nos encontró y tenemos que huir ahora antes de que regresen. Por todas las personas pasó una expresión de miedo y desazón — el Alpha Rodolfo ya nos admitió en las inmediaciones del lago, así que tomen sus pertenencias, nos vamos en dos horas. Sé que todos están cansados de estar con miedo, pero ya hay tres manadas dispuestas a pelear y vamos a morir intentando conseguir nuestra libertad, ahora vayan —las personas se alejaron con las cabezas bajas y Aleck se volvió hacia Sebastián.

—¿Cómo sabías que mi mamá estaba en riesgo? —le preguntó y el lobo se encogió de hombros.

—La verdad no sabíamos, fuimos por… bueno, creemos que podemos curar a tu madre —Aleck abrió los ojos.

— ¿Cómo? —preguntó el vampiro y luego abrió los ojos —¿con su esperma? Preguntó y Sebastián recordó que en los aquelarres los construían de otras especies —pero dijeron que era un mito —Sebastián negó.

—No lo es, lo hemos utilizado en esta manada por mucho tiempo —los ojos de Aleck se llenaron de lágrimas, volteó a mirar a su madre que estaba de pie un metro más allá mirando todo con curiosidad y luego se volvió hacia Sebastián, recortó la distancia que los separaba y se colgó del cuello el hombre dándole un amplio abrazo. Sebastián sintió que el cuerpo se le llenó de un calor extraño y apretó las angostas caderas del vampiro contra su cuerpo devolviéndole el abrazo y los pies de Aleck quedaron colgando un poco.

Víctor los miró desde lejos y negó con la cabeza y una sonrisa en el rostro.

Aleck se alejó como si le hubiera atravesado una corriente eléctrica y la cara se le enrojeció hasta la punta de las orejas.

—Gracias —Sebastián negó con la cabeza y metió las manos en los bolsillos del pantalón.

—Bueno, aun no estamos seguros que funcione…

—Pero la intención es lo que cuenta —le interrumpió el vampiro y dio la vuelta hacía su madre. Una conciencia llegó a la cabeza de sebastian y supo que sería Víctor.

No digas una sola palabra —Le dijo Sebastián, y logró sentir en la conciencia del lobo la preocupación que tenía por Kerr y Vanya, pero también un sentimiento agradable.

Aleck parece un buen chico —Le dijo Víctor —Ya deberías sentar cabeza, a ver si así dejas de ser tan malgeniado —Sebastián blanqueó los ojos mientras caminaba hacia su catre a recoger sus cosas.

Ya verás que Kerr estará bien, él es muy fuerte y Vanya es la mujer más ruda que he conocido — Víctor bufó mentalmente.

Querrás decir terca y testaruda, pero sí… No sé qué hacer, Sebastián — Le dijo y él se sentó en el borde del catre —Por primera vez en mi mandato no sé qué hacer.

—Ya verás que todo saldrá bien, iremos al lago y desde allá las tres manadas idearemos un plan para rescatar a Kerr y a Vanya y luego acabaremos con Jábico —Le dijo Sebastián y la conciencia de Víctor se llenó de una pesada amargura.

—¿Y si nunca lo vuelvo a ver?

Le dijo —¿y si no logro ganarme su perdón? – Sebastián no era muy bueno para consolar.

Kerr es como una cucaracha, entre mas la aplastas mas corre, te prometo que estará bien, pero no negarás que tienes un trabajo duro por delante, fuiste un idiota.

—Qué bueno que también estés bien —Le dijo Víctor y luego se fue.

Sebastián desde el segundo piso observó a Aleck, estaba al lado de su madre mientras hablaban con Clarisa y tenía una brillante sonrisa en el rostro, pero a pesar de todo se veía un poco débil, la sangre de Vanya había sido apenas suficiente para mantenerlo sano, pero sí que le faltaba otra ración.

Dos horas después estaba toda la manada frente a la fábrica y la miraba con nostalgia, había sido el hogar, donde estaba la familia y los había protegido de la inclemencia del clima, de un ataque de otra manada y bajo su techo la esperanza de un futuro mejor, pero era momento de dejarla partir.

A lomos de miembros de la manada de Karina fueron acarreados todos los humanos y ya cuando estaban casi solos Sebastián llegó donde estaba Aleck.

—¿Quieres que te lleve? —El vampiro lo miró ofendido.

—Sabes que soy más rápido que tú —Sebastián asintió con la cabeza, estiró la mano y acarició la mejilla del muchacho que sonrió.

—Lo sé, pero no has tomado suficiente sangre, estás débil —Aleck ladeó la cabeza.

—Creo que un aventón no me sentaría mal —Sebastián comenzó a desnudarse y a pasarle sus prendas al vampiro que apartó la mirada —Haces ejercicio —dijo para disimular la incomodidad y Sebastián se irguió desnudo.

—Tranquilo, luego podrás verme con mucha paciencia —saltó hacia al frente y cayó transformado y Aleck subió a su lomo con la cara roja.

Antes de partir Sebastián le dio una última mirada a la fábrica y luego corrió hacia el bosque y se unió a la jauría.

El doctor Saúl Quiroz se quejó cuando la mujer retiró el bisturí de su cuello e hizo presión para que la sangre estancara. El hombre se sintió terriblemente decepcionado, tenía la esperanza de que su hija lograra comprender la visión de su mundo, pero no era así, estaba enceguecida por esas bajas especies, y no pudo sentirse más decepcionado.

Volteó a mirar hacia donde su compañero lo observaba y él apretó los labios.

—Dejaste huir al espécimen más importante que hemos capturado en nuestra historia — le dijo y Saúl quiso negar con la cabeza, pero la mujer lo tenía bien agarrado.

—Si no lo hacía Vanya me mataría.

—Eres su padre —le dijo el hombre y el doctor se rio.

—Pues precisamente por eso —apartó a la mujer y él mismo hizo presión en la herida —tengo a toda la ciudad en mi poder, los dejé ir por que no podrán pasar la noche bajo un puente sin que yo me entere, esta misma noche volverán y no cometeré de nuevo el error de subestimar a mi hija.

—¿Y las manadas del bosque? —le preguntó su compañero y Saúl se miró la palma de la mano manchada de sangre, ¿Qué más daba ensuciarlas más?

—Despierta los drones, a todos ellos —dijo —veamos qué tan efectivos son peleando a muerte con su propia familia. 

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