Kerr sintió miedo como hacía mucho no sentía. Clarisa se movía por todo el lugar desinfectando varios equipos quirúrgicos y él se quedó paralizado por un momento, hasta que con manos temblorosas se acercó a Vanya y le acarició el cabello.
—Esto se pondrá feo —le dijo y ella lo miró a los ojos, los tenía enrojecidos y asintió con la cabeza.
—La escuché, puedo soportarlo —le contestó, y aunque fingió sonar valiente la voz le tembló un poco.
Víctor llegó acompañado de todo su séquito a la habitación y observó todo con los ojos abiertos.
—Es apendicitis —le dijo Clarisa al Alpha — operamos ahora o se muere —Víctor asintió, volteó a mirar a uno de los más jóvenes que se asomaban por la puerta y prácticamente lo arrastró por la camisa.
—En la ciudad, donde estaba mi casa, bajo la encimera del baño hay una tabla suelta —le dijo y el muchacho le prestó atención —dentro hay un botiquín, tráelo, ahí hay morfina —Clarisa lo miró apretando el entrecejo.
—¿Y por qué apenas me entero? —le reclamó, pero el Alpha no le prestó atención, únicamente despachó al muchacho con un “cuidado” y caminó hasta donde estaba Kerr sujetando la mano de Vanya.
—Agarrala fuerte —le dijo a Kerr y él miró a Vanya.
—Lamento esto —le dijo, ella negó.
—No es tu culpa, yo no dije que me dolía desde ayer y mira —apretó los ojos cuando una nueva oleada de dolor la invadió. Clarisa se acercó y desinfectó el área sobre la piel de la muchacha. Lina, la esposa del Alpha, entró corriendo por la puerta zarandeando la barriga y despachó de un solo grito a todos los curiosos que se arremolinaban alrededor, y en el lugar no quedaron más que tres lobos adultos más Clarisa y Lina que se prepararon para la cirugía.
—El chico no alcanzará a llegar con la morfina —dijo la doctora ajustándose el guante de látex — hay que comenzar, sujétenla fuerte — Los hombres que había ahí se abalanzaron sobre Vanya para sostenerla y Clarisa la miró —¿estás segura de que quieres hacer esto? —le preguntó.
—¿Si no lo hacen moriré? —preguntó Vanya y la mujer asintió con la cabeza —entonces háganlo —Kerr se acomodó sobre la mujer y la miró a los ojos.
—Te prometo que todo estará bien —le dijo y ella no contestó, únicamente apretó los ojos cuando sintió el frío del bisturí sobre la piel y un gruñido desde el pecho cuando el filo la abrió.
El olor a sangre le llegó a Kerr, pero él no quiso siquiera mirar, permaneció muy cerca de Vanya mientras su rostro se transformaba en una mueca de dolor que la hacía irreconocible. Un grito aterrador salió de ella y él no quiso llegar a imaginar el dolor por el que estaba pasando, así que le abrazó el torso para mantenerla quieta.
Varias conciencias rozaron la suya, eran de los lobos que estaban afuera y querían saber qué estaba pasando adentro, pero Kerr los espantó de un par de golpes mentales y formó una pared entre él y los de afuera.
Vanya gritó, detrás de él la cirugía seguía a pesar de los agónicos lamentos de la mujer y él quiso calmarla de alguna manera, pero ella no escuchaba nada. Trató de moverse, pero Víctor y los demás le sostuvieron muy bien las extremidades y ella gritó de nuevo.
—¡Ya! —gritó —¡Ya, por favor! —Kerr sintió un nudo en la garganta, ella estaba suplicando que se detuvieran, pero no podían hacerlo, ya habían comenzado y si no terminaban todo se complicaría aún más.
—Vanya, mírame —le dijo él, pero ella ladeó la cabeza lanzando otro grito fuerte, era imposible que lo escuchara, así que él extendió la conciencia hacia ella, sintió el desespero ciego que le llenaba el cuerpo y pensó que si él podía sentir sus emociones ella podía también sentir las suyas.
Kerr apretó los ojos y se concentró, intentó a pesar del momento encontrar en sus recuerdos la paz que estaba buscando, pero los gritos de dolor de la mujer y la tensa situación lo desconcentraban y no era capaz de encontrar un recuerdo de paz en su vida, ¿Había llegado a tener uno?
La imagen de su Madre le llegó, con el cabello color chocolate ondeando al viento y sus ojos azules mirándolo desde arriba, lo tenía en sus brazos y él aún pudo recordar el calor del cuerpo de la mujer que lo protegía del frío y recordó la calma y la paz de aquel momento.
Abrió los ojos y miró los verdes de Vanya que estaban enrojecidos de dolor y miedo, y él tomó ese recuerdo de paz y lo proyectó hacia ella. Kerr no supo cómo lo hizo, era como si las instrucciones estuvieran ahí, como aprender a hablar o a caminar. La sensación arrolladora en su estómago se presentó de nuevo, como si tuviera algo que quisiera escapar, una energía fuerte y él la retuvo dentro de sí mismo con fuerza mientras le enviaba a la cabeza de ella la sensación que él había experimentado y ella pareció sentirla.
Vanya respiró profundo, como si el dolor se hubiera detenido y un enorme alivio le llegara al cuerpo, los gritos se detuvieron, los ojos verdes de la mujer enrojecidos por el llanto se clavaron en los de él, y Kerr se dejó contagiar por el sentimiento que le estaba transmitiendo.
—¿Qué haces? —le preguntó Víctor, pero su esposa lo golpeó en el hombro.
—No lo desconcentres —Kerr no quiso pensar en que lo que estaba haciendo debería de resultar extraño para la manada, pero le fue incapaz no hacerlo. En solo una pequeña fracción de segundo el sentimiento pacífico cambió, recordó los desprecios de Víctor, la soledad que sentía por el rechazo de la manada y el sentimiento de abandono le llegaron, y por más que luchó para salir de ellos no pudo hacerlo, y el dolor pareció regresar al cuerpo de Vanya.
Un grito aterrador salió de ella y rompió la conexión que Kerr había formado, y cuando miró hacia atrás los otros lobos lo estaban mirando con incredulidad, pero él los ignoró.
—¿No podemos esperar a que llegue la morfina? —le preguntó él a Clarisa, pero la mujer negó.
—Ya casi, sosténganla fuerte —contestó la doctora metiendo los dedos dentro del abdomen de la muchacha que intentó sacudirse, pero los demás la tenían bien agarrada.
Kerr no quiso mirar la herida, ver el sufrimiento de Vanya le producía casi que un dolor físico y se sorprendió al verse tan empático.
La cirugía llevaba más de media hora cuando las puertas se abrieron. El chico que Víctor había enviado llegó con el botiquín entre las manos, estaba desnudo y un pedazo de camisa rasgado le colgaba del cuello.
Clarisa corrió hasta él, le arrebató la caja de las manos y sacó la morfina, comprobó algunos factores y llenó una jeringa completa que inyectó en el brazo de Vanya en medio de los angustiantes gemidos de agonía que tenía la muchacha, y poco a poco, su cuerpo se relajó y la expresión en su rostro se hizo pesada y somnolienta.
Víctor le soltó las piernas y caminó hacia Kerr, lo tomó del brazo y prácticamente lo arrastró hacia un lado.
—¿Qué demonios fue eso? —le preguntó y Kerr se encogió de hombros —¿dime qué fue lo que hiciste? —le preguntó de nuevo y Kerr no supo qué contestarle, la verdad no tenía la menor idea de qué había hecho, y tampoco le apetecía intentar explicarlo.
—Víctor —le dijo Lina desde atrás y ambos hombres se volvieron para encontrarla con los brazos ocupados sosteniendo las herramientas de clarisa —dejalo en paz —le ordenó al Alpha y él apretó los labios, empujó a Kerr por el hombro y le señaló la puerta.
—Vete —Kerr negó.
—Quiero estar con ella —Víctor se apretó el puente de la nariz.
—¿Acaso no notaste que es una orden? —Kerr se mordió la lengua, lo último que quería era pelear nuevamente con él, así que se alejó y antes de cerrar la puerta tras él volteó a mirar a Vanya una última vez, tenía la cara enrojecida y la expresión calmada. Cuando Kerr cerró la puerta, gran parte de la manada estaba detrás de ella. Cuando lo vieron salir comenzaron a apartarse.
Kerr se sentó en la parte más alejada del comedor, ¿Cómo había hecho aquello? ¿Cómo había logrado transmitir una emoción a otra persona, a una humana? No encontró la respuesta, pero cuándo extendió de nuevo su conciencia la notó más ligera, más rápida y precisa y dio un salto del susto.
Kerr esperó afuera, no quiso jugar más con su telepatía, había algo en él que crecía más cada día. Ese nudo extraño en el estómago que amenazaba con tomar el control por completo y eso lo asustó, no quiso tentar la suerte, era imposible saber qué pasaría si dejaba que esa fuerza interior se apodera de él.Benjamín, el hijo de Víctor, aprovechó que sus padres estaban ocupados dentro del minúsculo e improvisado hospital para colarse y sentarse frente a Kerr, solían pasar tiempo juntos antes, por alguna razón el niño había encontrado cómo empatizar con el hombre y a Kerr le entretenía hablar con él, hasta que Víctor se los prohibió.—No deberías estar aquí —le dijo Kerr y el niño se encogió de hombros.—Mi papá no se va a dar cuenta —Kerr se rio.—Con todos los lame suelas que tiene, si.—¿Qué es un lame suelas? —le preguntó y Kerr apretó los labios.—Nada —se excusó —cuéntame, ¿cómo va tu entrenamiento? —el niño raspó con la uña la superficie de la mesa desganado.—Hace muchos días papá
Kerr entró, le sudaban las manos y cuando dejó a Vanya sobre la cama delicadamente se puso de pie para observarla, se veía sedada, como un poco drogada y eso lo hizo sentir mal, como si estuviera abusando de ella. Se agachó y le acarició la pálida piel del rostro.—¿Estás segura de esto? —le preguntó por milésima vez y ella asintió.—Es solo sexo a cambio de sobrevivir —le dijo ella medio en broma y Kerr sonrió —no pasa nada, además, así calmarás esas ganas que tienes —Kerr se puso de pie y le dio la espalda.—¿De qué hablas? —sintió que se le enrojeció la cara, pero sabía que externamente lucía tan frío como siempre, era un don que ya había dominado muy bien para esconder sus emociones. Vanya estiró la mano hacia él y le habló para que la mirara.—Solo tienes que hacer una cosa, pero eso no significa que no podamos disfrutar el resto —Kerr la miró, la muchacha tenía una enorme perforación en el abdomen y estaba medio drogada, y aun así quería tener sexo con él.—No, solo, lo haré den
Kerr salió corriendo de la fábrica a toda velocidad, trató de buscar el fresco olor de Vanya por todo el lugar pero no logró encontrarlo, solo pudo oler una asquerosa capa de lodo con restos de madera podrida que flotaba en el ambiente como si estuviera por todos lados.Extendió la conciencia y contactó con los lobos que merodeaban los alrededores.—¿Hace cuanto se fue? — preguntó y uno le contestó en tono burlón.—Tú fuiste el que amaneció con ella, deberías saberlo —Kerr sintió rabia y la proyectó hacia el lobo para dejarle bien claro que no estaba bromeando —Benjamín la vio correr detrás de la fábrica, pero cuando salimos a buscarla su aroma había desaparecido —Kerr levantó la cabeza, no podían ser más de la seis de la mañana, y aspiró profundo el aire que le llenó los pulmones, pero no encontró el olor de ella, nada más allá del fango podrido.—¿Qué es ese asqueroso olor? —preguntó y otro lobo, uno que estaba más lejos, respondió con sentimiento de asco.—Junto al arroyo hay un fa
Kerr pasó la noche incómodo, con una sensación en el estómago que lo hizo voltear sobre el duro catre hasta altas horas de la madrugada hasta que decidió ponerse de pie.Víctor se había reunido con los miembros del consejo, y aunque él podía tomar la decisión sólo si hubiera querido, Kerr agradeció que tuviera la sensatez de tener en cuenta las opiniones de los más viejos, pero aún así no dejaba de martillarle en la cabeza la posible decisión.Si permitían entregar a Vanya eso no les aseguraría que la guerra se detuviera, Rak parecía un lobo asesino y conquistador y Kerr estaba seguro que de alguna u otra forma se las arreglaría para buscar una excusa para atacarlos. Quiso pensar que estaba siendo dramático, el mismo hombre había dicho que no quería una guerra, pero algo dentro de Kerr le gritaba que no podía confiar en él, y lo comprobó cuando, cansado de voltear en el catre, extendió la conciencia hacia el bosque con un único interés de distraerse y practicar, pero más cerca de lo
La fábrica estaba sumida en un silencio intenso, a Kerr le pareció que cualquiera podía escuchar hasta la más mínima respiración que saliera de él. Subió las escaleras y en silencio junto al catre se cambió la ropa de dormir y se puso uno de los últimos pantalones que le quedaba.Cuando salió del lugar entrando en el bosque extendió su conciencia, quería probar algo antes de arriesgarse, así que cuando encontró a uno de los miembros de su manada que merodeaba vigilando los alrededores trató de meterse en su mente con cautela, sintió el mal genio que tenía el lobo con el barro que se le quedaba pegado en las patas y la duda de si lo que veía junto al árbol más allá era un conejo a una ardilla, y cuando Kerr se alejó sonrió con alegría.No le importó cómo había adquirido esas habilidades, pero le alegró poder entrar en contacto con alguien sin que se diera cuenta, así que utilizando su sobrehumana habilidad aún sin convertirse, corrió por el bosque siguiendo el sendero oloroso que habí
Un calor sofocante trepó por el cuerpo de Kerr y lo golpeó en la cara, la vista se le oscureció y no logró ver más allá del rostro crispado de Víctor que lo miraba con una arrogancia que le produjo un vacío en el pecho.Dio un paso atrás y agarró la esquina de la pared con tanta fuerza que desprendió un enorme fragmento de cemento que disolvió como un trozo de cal en su mano.Trató de contenerse, apretó los puños para evitar el arrebato de estirar la mano y agarrar a Víctor del cuello de la camisa y sacudirlo, pero sería una ofensa directa y una pelea a muerte.Pensó que tal vez eso era lo que debía hacer, retar a Víctor, matarlo y hacerse con el liderazgo de la manada, pero no se sintió capaz de hacerlo, no sabía si tenía las fuerzas suficientes para ganarle, pero el cuerpo lleno de adrenalina y la rabia le decían que sí, que sí podía, que lo hiciera.—No puedes entregarla —le dijo tratando de contener un grito y Víctor no le apartó la mirada.—Si, si puedo —Kerr apretó los puños.—E
Cuando Kerr despertó la luz del sol entraba a raudales por la ventana a su lado. Estaba en su catre en el segundo piso y se sintió vacío y ciego como la primera vez que le dispararon el suero, los colores eran menos intensos, no podía oler nada más allá de un par de centímetros de su nariz y se sintió débil, pero le alegró sentir que la fuerza en su interior, esa fuerza incontrolable y cegadora, ya no estaba.Ni siquiera intentó extender la conciencia, sabía que el efecto del suero se lo impediría, así que cerró los ojos y trató de quedarse dormido de nuevo, tenía todo el cuerpo dolorido y lo único que quería en ese momento era volver a entrar a ese mundo de tinieblas para no pensar más, estaba harto de pensar.La cobija que le cubría el cuerpo era cálida y suave, estaba seguro que no era la suya, pero ni siquiera quiso abrir los ojos para comprobarlo. No estaba en una celda ni tampoco amarrado, así que imaginó que sus acciones aún no le habían costado la permanencia en la manada, y
Kerr permaneció el resto de la tarde en la cama, ¿qué más podía hacer? La debilidad del cuerpo ya se le había pasado, pero sus poderes aún no volvían.Clarisa pasó a sacarle por lo menos un litro de sangre para “estudiar” cómo sus genes eliminan lentamente el suero, y Kerr aprovechó para desquitar con ella parte de su frustración.—¿Cómo te prestaste a hacer esto? —le preguntó él y la mujer se limitó únicamente a sacar la sangre de su vena. Era alta y delgada, una de las mejores doctoras de su generación, pero se enamoró de un lobo que murió años después y ella no logró nunca abandonar la manada. Kerr no quiso imaginar todo lo que la mujer dejó por quedarse en ella, una vida próspera y exitosa, tal vez hijos.—Si entramos en guerra no sobreviviremos —le comentó la mujer vaciando la sangre de Kerr en un frasquito —tenemos que estar preparados.—No habría guerra si Víctor me escuchara —le dijo él y ella no contestó —él está perdido y no se deja ayudar, a veces hace las cosas por que era