Desde que perdió a su esposa en un trágico accidente, Derek Montenegro, editor en una reconocida empresa de literatura fundada por su amigo, ha criado solo a sus hijos gemelos de 10 años, Jader y Jade. Con una agenda laboral demandante, siempre contó con la ayuda de su fiel niñera, una anciana que los cuidó con devoción. Sin embargo, cuando la mujer enferma y ya no puede seguir trabajando, Derek se ve en la urgente necesidad de encontrar a alguien que se haga cargo de sus hijos. Desesperado por una solución, decide buscar a su antigua niñera, Lupita, quien le recomienda a su nieta, Milena Forbes. La mujer, que regresó de un viaje hace un año, está en busca de un empleo temporal mientras cursa su maestría. Para sorpresa de Derek, al verla siente que la conoce de antes, pero no logra recordar en qué momento o bajo qué circunstancias. Milena, por su parte, también experimenta una vaga sensación de familiaridad al verlo, aunque su recuerdo es borroso. Al notar que Derek no parece reconocerla del todo, decide no mencionarlo. Además, guarda un secreto que no quiere que su abuela enferma descubra.
Ler maisDEREKNo puedo creer que besé a Milena. Fui un estúpido con ella. No debí faltarle el respeto. ¿Qué pensará de mí ahora? Tal vez hasta quiera irse por mi actitud… pero es que hay algo en ella, algo que me provoca demasiado. Hay algo en Milena que me da ganas de besarla, de abrazarla, de cuidarla. Creo que me está gustando… y eso me confunde aún más. ¡Es la niñera de mis hijos! Me dan ganas de jalarme los cabellos por haber sido tan irrespetuoso. Ahora hasta vergüenza me da mirarla a la cara. Pero ya lo hice. Lo hecho, hecho está. Solo espero que me perdone… porque la verdad, me gusta. Me gusta Milena. No lo puedo negar.Dejé de lado mis pensamientos cuando sentí la mirada de mi hija fija en mí.—¿Pasa algo, pa? ¿Ya no vamos a salir? —preguntó con esos ojitos expectantes que me derriten.Negué con la cabeza y le tomé la mano con suavidad.—Claro que vamos a salir.En ese momento, levanté la mirada y vi a Milena saliendo de la habitación. Llevaba puesto un pantalón ajustado, una camiset
MILENATodavía sentía el cuerpo tenso, como si un puño invisible me apretara el pecho, esa señora me había descompuesto completamente. ¿Quién se creía para venir a cuestionar mi forma de trabajar, como si yo necesitara sus indicaciones autoritarias? Me ardía la sangre solo de recordarlo. Su actitud déspota, su tono arrogante… me daban ganas de jalarle las greñas ahí mismo.Y, sin embargo, lo que más me desconcertó fue la sensación que me dejó su presencia. No era miedo, no. Era otra cosa… un escalofrío que me recorrió la espalda como si mi cuerpo supiera algo que yo no. Un tipo de advertencia que no entendía pero que tampoco podía ignorar.Estaba tan atrapada en mis pensamientos que ni siquiera escuché a los niños hablarme. Me estaban contando sobre las flores favoritas de su madre, sobre colores, recuerdos... algo más dijeron, pero no lo registré. Mi mente estaba atrapada en esa discusión absurda y en esa mirada de hielo que me había lanzado la mujer.—Hola, Milena… ¿podés bajar de d
DEREK Milena llevaba una semana trabajando como niñera. Su presencia en casa había sido discreta y tranquila. No se quejaba, no hacía ruido innecesario, simplemente cumplía con su trabajo con una eficiencia admirable. Pero había algo en ella que me inquietaba.Cada gesto, cada movimiento suyo me recordaba a Jarada. No podía explicarlo, pero era una sensación persistente, una especie de deja vu que me hacía observarla más de lo necesario. No era algo que pudiera ignorar fácilmente. Mis pensamientos fueron interrumpidos de golpe, cuando tocaron el timbre de la puerta.—Hola, amor. — me saludó Laura —Hola, Laura. —Respondí con calma mientras, ella se acercaba a besarme.—Vine a visitarte. No hemos podido vernos últimamente. —Su tono era dulce, pero había un dejo de reproche en sus palabras.La hice pasar a la casa. Apenas entró, saludó a los gemelos con entusiasmo.—¡Hola, pequeños terremotos! —exclamó animada mientras se acercaba a Jade, quien le devolvió el saludo con cortesía.—Hol
DEREK Cuando terminamos de orar, comenzamos a comer. Al probar la comida, me sorprendió gratamente lo deliciosa que estaba. Observé de reojo a Milena, quien parecía disfrutar ver a los niños comer. En un momento, acarició la cabecita de mi hijo con ternura, pero él, de inmediato, movió la cabeza para evitarlo. Aun así, ella no se molestó, simplemente sonrió con paciencia.A pesar de que era su primer día, tenía la sensación de que Milena sería una buena niñera. No podía dar un juicio definitivo aún, pero me aliviaba pensar que alguien como ella cuidaría de mis hijos. Por ahora no estaría en apuro, en busca de una niñera.Cuando terminamos de comer, Milena comenzó a recoger los platos, pero me acerqué a ella y le dije:—Déjame ayudarte.—No se preocupe, yo lo haré —respondió con amabilidad.—Los domingos suelo encargarme de estos quehaceres, así que insisto.—¿Está seguro?—Muy seguro. No te preocupes. Ve a descansar.—Me da mucha pena contigo…—No tengas pena —reí—Está bien, gracias
DEREK No podía dejar de observar a mi hija mientras le enseñaba a Milena todo lo que había en la cocina. La veía explicar con entusiasmo, señalando cada ingrediente y utensilio con precisión, como si fuera una pequeña maestra. En cambio, mi hijo apenas levantaba la vista de su móvil, negando con la cabeza de vez en cuando, mostrando su desinterés. Algo en Milena me llamaba demasiado la atención. Desde que la conocí, mi instinto me decía que ya la conocía de antes, pero no lograba recordar de dónde. Su forma de andar me resultaba extrañamente familiar. Había algo en su expresión, en la manera en que parecía reservada, casi reacia a hablar, como si le costara soltarse con los demás. Conocí a alguien así hace mucho tiempo. Sin embargo, cada vez que miraba a mi hija, sus ojos brillaban, y una sonrisa leve se asomaba en sus labios. Parecía interesada en todo lo que Jade le decía, tomando nota en una pequeña libreta. Me sentí orgulloso de mi pequeña. Era una niña muy inteligente, curio
MILENAMiraba mi rostro en el espejo y no entendía bien, lo que me pasaba, pero en mi interior estaba demasiado nerviosa, no entiendo del porqué mi corazón se agitaba al ver a ese hombre. Era como si lo conociera de antes, como si hubiera compartido algo con él. Ayer al verlo, senti un cosquilleo inexplicable, el cual recorría mi piel, mi mente se llenaba de interrogantes sin respuestas claras. ¿Acaso nos conocíamos de antes, será que habíamos cruzado palabras alguna vez?Niego soltando el aire estancado en mi interior.Mientras me preparaba para irme a su casa para trabajar como niñera, recordaba las palabras reconfortantes de mi abuela, esa mujer sabia y fuerte que siempre había sido mi sostén. Ella me había contado que aquel hombre, Derek, era un hombre tranquilo, trabajador y de familia, conocido por su bondad y compromiso. Ella me comentó que el señor, Derek tenía dos pequeños hijos, y aunque uno de ellos era un poco travieso, siempre lograba arrancar una sonrisa con su inocente
DEREK.Solté un suspiro antes de tocar el timbre de la casa de mi antigua niñera, Lupita. Observé la canasta entre mis manos, repleta de frutas frescas y frascos de vitaminas. Las compre en el super cercano a la casa, luego ire por lo de la casa. No tenía la menor idea de si ella las necesitaba, pero al menos quería llevarle algo. Respiré hondo, dándome valor, y golpeé la puerta con firmeza.Pasaron unos segundos antes de que se abriera. Allí estaba ella, con su característico gesto dulce y con sus lentes de abuelita.—Nana Lupita, soy Derek.Sus ojos se agrandaron detrás del cristal y, sin dudar, esbozó una sonrisa.—¡Señor Derek!—Exactamente, soy yo. ¿Cómo has estado?Se hizo a un lado de inmediato, invitándome a pasar con un gesto de la mano.—¡Pase, pase, señor Derek! No se quede ahí parado, este vecindario está lleno de chismosos. —Se rió con suavidad mientras cerraba la puerta detrás de mí—Usted nunca cambia.—No, para nada, señor. Tomé asiento donde más guste.—Muchas gracias
DEREK Finalmente, entré a mi acogedora casa después de un día interminablemente largo. Me sentía agotado, desanimado por tantas cosas que rondaban mi cabeza. Ingresé el código de seguridad y empujé la puerta, pero al entrar, me sorprendí al ver a Laura dormida en el sofá. A su lado, mis hijos estaban sentados. Mi hija, al verme, corrió hacia mí y me abrazó con fuerza, seguida de su hermano, que hizo lo mismo.Seguramente le dieron mucha guerra a Laura.Mi hija me miró fijamente y luego desvió la vista hacia su hermano.—Tú sabes muy bien que no fui yo —se defendió.No respondí de inmediato. En su rostro podía notar cierto cansancio, como si realmente hubiera estado ocupada con otras cosas. Me acerqué a Laura y con suavidad acaricié su mejilla antes de inclinarme para levantarla en brazos. Su respiración era tranquila, y su cuerpo se sentía liviano contra el mío. La llevé hasta mi habitación y con cuidado la recosté en la cama, cubriéndola con las frazadas. Observé su rostro sereno po
DEREKCaminaba de un lado a otro en la sala de mi casa completamente frustrado. Ana, la niñera, había vuelto a faltar al trabajo sin previo aviso, y eso me tenía al borde de la desesperación. Ayer logré resolver la situación dejando a mis hijos con la vecina, pero no podía abusar de su amabilidad. Jade, era tranquila y obediente, pero mi hijo Jader era un torbellino, y no me atrevía a pedirle nuevamente a la vecina que se hiciera cargo de ambos. Tenía un día crucial en la editorial: firmas de libros, una presentación en diapositivas y una reunión importante con el equipo. No podía permitirme faltar.En un acto de desesperación, recurrí a Laura. No estaba seguro de que aceptara, pero, para mi sorpresa, lo hizo sin dudar. "Voy a pasar un rato agradable con ellos", mencionó sin dudar. Sus palabras me tranquilizaron por un momento, pero ahora, con el reloj marcando más de las nueve de la mañana y ella sin aparecer, la ansiedad volvió a apoderarse de mí.—No iremos a la escuela hoy, papi —