MILENA.
Al llegar a la plaza, caminé sin rumbo fijo, observando el hermoso lugar de tres pisos. Todo estaba impecablemente ordenado, con personas yendo de un lado a otro, muchas de ellos universitarios con mochilas al hombro y libros en mano. El aroma de la comida se mezclaba con el dulce olor de los postres, provocándome una sonrisa y un repentino antojo.
Mis pasos me llevaron hasta una vitrina donde había visto un anuncio. Tras el cristal, una joven de apariencia encantadora atendía a los clientes con rapidez. Apenas me vio, me dedicó una mirada cansada, pero amable. Quería preguntarle por el anuncio pero me dio pesar, interrumpirla.
Me quedé de pie, moviendo los pies de un lado a otro con impaciencia. El lugar estaba abarrotado, y la joven comenzaba a mostrar signos de desesperación.
—¿Puedo ayudarte? —le pregunté.
Ella me miró por un instante, dudando, pero luego asintió con un suspiro de alivio.
—Por favor.
Sin dudarlo, entré tras el mostrador, dejé mi bolso a un lado, lavé mis manos y comencé a ayudar. Llené vasos descartables con bebidas frías, colocando hielo de la máquina de Coca-Cola. Luego, me encargué de envolver pastelillos mientras la chica, ahora más relajada, me alcanzaba un gorro de trabajo.
—Soy Cris —dijo de repente, sonriendo levemente.
No supe cuánto tiempo pasó, pero cuando finalmente pude tomar un respiro, ella se dejó caer en una silla con un suspiro de alivio.
—Gracias. De verdad, gracias —dijo con sinceridad.
Recordé el anuncio y no pude evitar preguntar:
—¿Entonces, sigue siendo válido?
Ella asintió.
—Sí, estoy buscando un ayudante. Este cafetín… bueno, pensé que no funcionaría, pero aquí estoy. Apenas llevo quince días, y las ventas han sido mejores de lo que imaginé. Yo preparo los pastelillos, las tortas, pero a la hora de atender a los clientes que piden café, batidos, gaseosas… todo se complica aquí sola.
—Estoy buscando trabajo —comenté—. Aunque estudio los sábados, estoy en una maestría para ser maestra de niños.
—¿De lunes a viernes estás disponible?
—Sí.
Cris sonrió, pero luego adoptó un tono más serio.
—Las ventas son buenas, pero el pago… aún tengo que cubrir el alquiler, los permisos de la alcaldía y otros gastos. Puedo ofrecerte 250 córdobas al día, de 10 de la mañana a 4 de la tarde.
No era mucho, pero en ese momento, cualquier ingreso me venía bien.
—Me parece perfecto.
—Si encuentras algo mejor, no te preocupes —agregó ella—. Mientras tanto, si quieres, podemos intentarlo.
—Por supuesto.
Me entregó un delantal y seguimos atendiendo. No me di cuenta de la hora hasta que eran más de la una de la tarde. Cris me ofreció un almuerzo sencillo: unas canelitas de azúcar con queso y un refresco de cacao, ya que casi no me gustaban las gaseosas. Agradecida, lavé mis manos, me quité el gorrito y disfruté del postre.
Las horas pasaron rápido y, antes de darme cuenta, ya eran las cuatro. Cris cerró el cafetín y, tras pagarme 300 córdobas en lugar de los 250 acordados, me sonrió.
—Muchas gracias.
—Peor es nada —respondí, riendo.
—Nos vemos mañana a las 10.
—Claro.
Al despedirme, supe que su nombre real era Natalie. Solo que le gustaba mas llamarse Cris. Ella había decidido emprender con su cafetín y, pese a las dificultades, le estaba yendo bien. Guardé el dinero en mi bolso y seguí caminando por la plaza. Miré otro cartel de empleo, pero decidí que, por ahora, apoyaría a Natalie. Sabía que no podía pagar más, pero lo comprendía.
Justo cuando iba a continuar mi camino, giré y sin darme cuenta choqué contra alguien.
—¡Lo siento! —dije apresuradamente.
El impacto fue lo suficientemente fuerte como para hacerme perder el equilibrio, pero sus manos firmes me sujetaron por la cintura antes de que pudiera caer.
—¿Estás bien? —preguntó una voz masculina.
Levanté la mirada y me encontré con un hombre elegante, de porte distinguido.
—Sí, sí… —murmuré, recogiendo mi bolso y colocándolo sobre mi hombro.
Antes de que pudiera decir algo más, una voz a lo lejos llamó su atención.
—Alejandro, Apúrate, Derek me esta esperando.
—Hasta luego —me dijo con una leve inclinación de cabeza antes de marcharse.
Observé su figura alejarse y solté un suspiro. Sacudí la cabeza y seguí mi camino hasta una farmacia. Saqué el papel con la receta y leí el nombre de la pastilla: "Gavantina de 400".
—No sé cómo mi abuelita puede tomar esto —murmuré, recordando que era una indicación médica y que no había opción. Pero a veces no la dejaba dormir sin embargo era necesario.
Tras comprar el medicamento, subí al metro. Afuera, la oscuridad comenzaba a extenderse sobre la ciudad. Me coloqué los audífonos y observé las luces de los edificios y tiendas pasar rápidamente por la ventana. Cerré los ojos por un instante.
De repente, fuego.
Mucho fuego.
Un calor sofocante me envolvió y un grito desgarrador escapó de mi garganta. Desesperada, traté de moverme, de salir, pero algo me retenía. Me estaba quemando.
Abrí los ojos de golpe, jadeando y con el corazón desbocado. Miré a mi alrededor, tratando de recuperar la calma. Revisé la hora. Apenas había pasado media hora.
Decidí bajarme en el parque. Quizás caminar un poco me ayudaría. Me dirigí a uno de los balancines y me senté, todavía sintiendo la angustia en el pecho.
Otra vez. Otra vez esa pesadilla.
Siempre era lo mismo. Fuego. Dolor. Miedo. Estar atrapada en un auto sin poder escapar.
Cerré los ojos y miré al cielo estrellado, pidiéndole a Dios que esas pesadillas desaparecieran de una vez por todas. No entendía su significado, pero cada vez que lo soñaba, se sentía tan real…
DEREKEl sol ya se había elevado sobre el horizonte cuando abrí los ojos y me incorporé de golpe en la cama. Parpadeé un par de veces, tratando de despejarme, y dirigí la vista hacia el reloj en la mesita de noche. Pasaban ya de las ocho de la mañana. Solté un suspiro y me puse de pie rápidamente. Me acerqué a la ventana, corrí la persiana y miré hacia afuera. Por suerte, el camión de la basura aún no había pasado. Sin embargo, escuché ruidos en el patio, como si alguien estuviera barriendo o recogiendo hojas."¿Será que ya vino Ana o la señora que hace la limpieza?", pensé encogiéndome de hombros. Dejé la duda de lado y me dirigí al baño.El agua de la ducha estaba helada, y la calefacción no lograba calentar lo suficiente. Me estremecí al sentir el chorro frío caer sobre mi piel, pero soporté la sensación hasta terminar. Me enjaboné rápidamente, me cepillé los dientes y, tras salir de la ducha, me rasuré frente al espejo. Me detuve un momento a observar mi reflejo: ojeras marcadas y
MILENAEl sol apenas se deslumbra en el horizonte cuando ya estaba en la plaza, atendiendo a los clientes. La mañana traía consigo un aire fresco y ligero, impregnado con el aroma del pan recién horneado y el café expreso. Me sentía contenta, no solo por la brisa matutina que acariciaba mi rostro, sino porque Cris parecía animada. Su negocio iba bien; tenía muchos clientes este día, y eso la hacía sonreír. Verla así me reconfortaba. Trabajamos a buen ritmo, entregando pedidos con eficiencia. Panecillos dulces, croquetas de piña con miel, batidos cremosos y café bien cargado se deslizaban de nuestras manos a las de los clientes. A media mañana, cuando noté que Cris se veía un poco cansada, decidí que era momento de tomar un descanso.—Las ventas son buenas hoy —comenté, mientras nos sentábamos en una banca cercana. Ella asintió con una sonrisa cansada.—Sí, estos días me ha ido muy bien aquí. Pero trabajar sola es un poco complicado.—Lo imposible no existe —dije con convicción—. No te
MILENAPor la mañana desperté con un bostezo y, tras desperezarme, me puse a limpiar mi pequeño cuarto. Dejé todo en orden, doblé cuidadosamente la poca ropa que tenía y coloqué mis zapatos en su lugar. Al revisar algunos papeles, noté que apenas poseía documentos importantes. Mi mirada se detuvo en mi acta de nacimiento falsa; sabía perfectamente que no era real. Solté un suspiro, preguntándome si algún día descubriría la verdad sobre mi pasado.—Ojalá existiera una máquina del tiempo —murmuré, deseando poder retroceder y encontrar respuestas.Chasqueé los dientes y, para despejarme, puse una alabanza en mi móvil mientras terminaba de ordenar. Al finalizar, me dirigí al baño y me di una ducha. Lavé mi cabello con champú y acondicionador, disfrutando la sensación del agua caliente relajando mis músculos. Al salir, me envolví en una toalla y me miré en el espejo. No pude evitar observar las pequeñas marcas en mi piel, recuerdos de hace dos años que prefería no desenterrar. Luego, mi mi
Alisten sus pañuelos 😢😥MILENAHabía pasado un mes desde que decidí alejarme de Cris. Tal vez ella no tenía la culpa de lo que había sucedido, de que su amigo me hubiera drogado para que me acostara con él. Afortunadamente, logré escapar antes de que las cosas se complicaran. Aún recuerdo que, en medio del caos, terminé besando a un desconocido, pero lo importante es que regresé sana a casa esa noche. Entré directo a la ducha, intentando borrar todo de mi mente. Desde ese entonces, juré no volver a salir con personas desconocidas. Incluso renuncié al club; ahora solo voy a la universidad y regreso directo a casa.Este mes, por necesidad, le pedí prestado dinero a Gerardo, algo que realmente no quería hacer. Mi abuela me preguntó varias veces por qué no había vuelto a trabajar en la plaza, y yo solo le respondí que no me sentía bien. Me sentía culpable por Cris también, porque me llamó varias veces, pero le dije que aún me estaba recuperando de lo sucedido. Ella se disculpó, pero al
DEREKCaminaba de un lado a otro en la sala de mi casa completamente frustrado. Ana, la niñera, había vuelto a faltar al trabajo sin previo aviso, y eso me tenía al borde de la desesperación. Ayer logré resolver la situación dejando a mis hijos con la vecina, pero no podía abusar de su amabilidad. Jade, era tranquila y obediente, pero mi hijo Jader era un torbellino, y no me atrevía a pedirle nuevamente a la vecina que se hiciera cargo de ambos. Tenía un día crucial en la editorial: firmas de libros, una presentación en diapositivas y una reunión importante con el equipo. No podía permitirme faltar.En un acto de desesperación, recurrí a Laura. No estaba seguro de que aceptara, pero, para mi sorpresa, lo hizo sin dudar. "Voy a pasar un rato agradable con ellos", mencionó sin dudar. Sus palabras me tranquilizaron por un momento, pero ahora, con el reloj marcando más de las nueve de la mañana y ella sin aparecer, la ansiedad volvió a apoderarse de mí.—No iremos a la escuela hoy, papi —
DEREK Finalmente, entré a mi acogedora casa después de un día interminablemente largo. Me sentía agotado, desanimado por tantas cosas que rondaban mi cabeza. Ingresé el código de seguridad y empujé la puerta, pero al entrar, me sorprendí al ver a Laura dormida en el sofá. A su lado, mis hijos estaban sentados. Mi hija, al verme, corrió hacia mí y me abrazó con fuerza, seguida de su hermano, que hizo lo mismo.Seguramente le dieron mucha guerra a Laura.Mi hija me miró fijamente y luego desvió la vista hacia su hermano.—Tú sabes muy bien que no fui yo —se defendió.No respondí de inmediato. En su rostro podía notar cierto cansancio, como si realmente hubiera estado ocupada con otras cosas. Me acerqué a Laura y con suavidad acaricié su mejilla antes de inclinarme para levantarla en brazos. Su respiración era tranquila, y su cuerpo se sentía liviano contra el mío. La llevé hasta mi habitación y con cuidado la recosté en la cama, cubriéndola con las frazadas. Observé su rostro sereno po
DEREKVeo la hora en el reloj de mi muñeca y siento que en cualquier momento voy a explotar. No entiendo qué está pasando. Desde que Lupita enfermo, me conseguí una niñera, pero ni siquiera me ha permitido trabajar bien. No sé si son los niños que no la tratan bien o si ella simplemente no tiene la capacidad. En cualquier momento voy a sacar canas verdes por no saber qué hacer, y peor aún ahora que las vacaciones de los niños están por empezar. No sabré qué hacer con ellos.Llego tarde otra vez, y el CEO incluso podría darme un memorando. A pesar de que soy uno de los editores más viejo y llevo años trabajando con él, no puedo aprovecharme de su bondad. Alejandro es un hombre sumamente sofisticado. Aunque aparenta ser malhumorado, sé que me comprende. Sin embargo, no puedo abusar de su nobleza y seguir llegando tarde a la editorial.Cuando la veo venir apresurada, la miro con enojo. Ella baja la cabeza y susurra un "lo siento".—Ana, otra vez vienes muy tarde. Te pido por favor un poc
MILENAIntento concentrarme en las clases, pero mi mente divaga una y otra vez en los recuerdos que me atormentan. Ya llevaba un año desde que regresé a mi país natal, y aún así, el pasado parecía seguirme como una sombra que se negaba a soltarme. Un dolor de cabeza punzante se instala en mi sien, cada vez más intenso, acompañado de una sensación extraña, como si una parte de mi memoria intentara aflorar sin éxito.Levanto la mano con discreción y le pido permiso al maestro para ir a la farmacia. Me concede la salida con un ademán rápido y, sin pensarlo dos veces, recojo mis cosas y me encamino hacia el establecimiento más cercano. Pido un analgésico y lo tomo de inmediato con un sorbo de agua. Luego, decido pasar al baño de mujeres. Frente al espejo, mis ojos reflejan el cansancio de los últimos días: rojos, irritados y con rastros de insomnio. Me enjuago la cara con agua fría y respiro hondo. Siento que cada vez que estos dolores me asaltan, vienen acompañados de imágenes difusas, r