MILENATodavía sentía el cuerpo tenso, como si un puño invisible me apretara el pecho, esa señora me había descompuesto completamente. ¿Quién se creía para venir a cuestionar mi forma de trabajar, como si yo necesitara sus indicaciones autoritarias? Me ardía la sangre solo de recordarlo. Su actitud déspota, su tono arrogante… me daban ganas de jalarle las greñas ahí mismo.Y, sin embargo, lo que más me desconcertó fue la sensación que me dejó su presencia. No era miedo, no. Era otra cosa… un escalofrío que me recorrió la espalda como si mi cuerpo supiera algo que yo no. Un tipo de advertencia que no entendía pero que tampoco podía ignorar.Estaba tan atrapada en mis pensamientos que ni siquiera escuché a los niños hablarme. Me estaban contando sobre las flores favoritas de su madre, sobre colores, recuerdos... algo más dijeron, pero no lo registré. Mi mente estaba atrapada en esa discusión absurda y en esa mirada de hielo que me había lanzado la mujer.—Hola, Milena… ¿podés bajar de d
DEREKNo puedo creer que besé a Milena. Fui un estúpido con ella. No debí faltarle el respeto. ¿Qué pensará de mí ahora? Tal vez hasta quiera irse por mi actitud… pero es que hay algo en ella, algo que me provoca demasiado. Hay algo en Milena que me da ganas de besarla, de abrazarla, de cuidarla. Creo que me está gustando… y eso me confunde aún más. ¡Es la niñera de mis hijos! Me dan ganas de jalarme los cabellos por haber sido tan irrespetuoso. Ahora hasta vergüenza me da mirarla a la cara. Pero ya lo hice. Lo hecho, hecho está. Solo espero que me perdone… porque la verdad, me gusta. Me gusta Milena. No lo puedo negar.Dejé de lado mis pensamientos cuando sentí la mirada de mi hija fija en mí.—¿Pasa algo, pa? ¿Ya no vamos a salir? —preguntó con esos ojitos expectantes que me derriten.Negué con la cabeza y le tomé la mano con suavidad.—Claro que vamos a salir.En ese momento, levanté la mirada y vi a Milena saliendo de la habitación. Llevaba puesto un pantalón ajustado, una camiset
DEREKVeo la hora en el reloj de mi muñeca y siento que en cualquier momento voy a explotar. No entiendo qué está pasando. Desde que Lupita enfermo, me conseguí una niñera, pero ni siquiera me ha permitido trabajar bien. No sé si son los niños que no la tratan bien o si ella simplemente no tiene la capacidad. En cualquier momento voy a sacar canas verdes por no saber qué hacer, y peor aún ahora que las vacaciones de los niños están por empezar. No sabré qué hacer con ellos.Llego tarde otra vez, y el CEO incluso podría darme un memorando. A pesar de que soy uno de los editores más viejo y llevo años trabajando con él, no puedo aprovecharme de su bondad. Alejandro es un hombre sumamente sofisticado. Aunque aparenta ser malhumorado, sé que me comprende. Sin embargo, no puedo abusar de su nobleza y seguir llegando tarde a la editorial.Cuando la veo venir apresurada, la miro con enojo. Ella baja la cabeza y susurra un "lo siento".—Ana, otra vez vienes muy tarde. Te pido por favor un poc
MILENAIntento concentrarme en las clases, pero mi mente divaga una y otra vez en los recuerdos que me atormentan. Ya llevaba un año desde que regresé a mi país natal, y aún así, el pasado parecía seguirme como una sombra que se negaba a soltarme. Un dolor de cabeza punzante se instala en mi sien, cada vez más intenso, acompañado de una sensación extraña, como si una parte de mi memoria intentara aflorar sin éxito.Levanto la mano con discreción y le pido permiso al maestro para ir a la farmacia. Me concede la salida con un ademán rápido y, sin pensarlo dos veces, recojo mis cosas y me encamino hacia el establecimiento más cercano. Pido un analgésico y lo tomo de inmediato con un sorbo de agua. Luego, decido pasar al baño de mujeres. Frente al espejo, mis ojos reflejan el cansancio de los últimos días: rojos, irritados y con rastros de insomnio. Me enjuago la cara con agua fría y respiro hondo. Siento que cada vez que estos dolores me asaltan, vienen acompañados de imágenes difusas, r
MILENA.Al llegar a la plaza, caminé sin rumbo fijo, observando el hermoso lugar de tres pisos. Todo estaba impecablemente ordenado, con personas yendo de un lado a otro, muchas de ellos universitarios con mochilas al hombro y libros en mano. El aroma de la comida se mezclaba con el dulce olor de los postres, provocándome una sonrisa y un repentino antojo.Mis pasos me llevaron hasta una vitrina donde había visto un anuncio. Tras el cristal, una joven de apariencia encantadora atendía a los clientes con rapidez. Apenas me vio, me dedicó una mirada cansada, pero amable. Quería preguntarle por el anuncio pero me dio pesar, interrumpirla.Me quedé de pie, moviendo los pies de un lado a otro con impaciencia. El lugar estaba abarrotado, y la joven comenzaba a mostrar signos de desesperación.—¿Puedo ayudarte? —le pregunté.Ella me miró por un instante, dudando, pero luego asintió con un suspiro de alivio.—Por favor.Sin dudarlo, entré tras el mostrador, dejé mi bolso a un lado, lavé mis m
DEREKEl sol ya se había elevado sobre el horizonte cuando abrí los ojos y me incorporé de golpe en la cama. Parpadeé un par de veces, tratando de despejarme, y dirigí la vista hacia el reloj en la mesita de noche. Pasaban ya de las ocho de la mañana. Solté un suspiro y me puse de pie rápidamente. Me acerqué a la ventana, corrí la persiana y miré hacia afuera. Por suerte, el camión de la basura aún no había pasado. Sin embargo, escuché ruidos en el patio, como si alguien estuviera barriendo o recogiendo hojas."¿Será que ya vino Ana o la señora que hace la limpieza?", pensé encogiéndome de hombros. Dejé la duda de lado y me dirigí al baño.El agua de la ducha estaba helada, y la calefacción no lograba calentar lo suficiente. Me estremecí al sentir el chorro frío caer sobre mi piel, pero soporté la sensación hasta terminar. Me enjaboné rápidamente, me cepillé los dientes y, tras salir de la ducha, me rasuré frente al espejo. Me detuve un momento a observar mi reflejo: ojeras marcadas y
MILENAEl sol apenas se deslumbra en el horizonte cuando ya estaba en la plaza, atendiendo a los clientes. La mañana traía consigo un aire fresco y ligero, impregnado con el aroma del pan recién horneado y el café expreso. Me sentía contenta, no solo por la brisa matutina que acariciaba mi rostro, sino porque Cris parecía animada. Su negocio iba bien; tenía muchos clientes este día, y eso la hacía sonreír. Verla así me reconfortaba. Trabajamos a buen ritmo, entregando pedidos con eficiencia. Panecillos dulces, croquetas de piña con miel, batidos cremosos y café bien cargado se deslizaban de nuestras manos a las de los clientes. A media mañana, cuando noté que Cris se veía un poco cansada, decidí que era momento de tomar un descanso.—Las ventas son buenas hoy —comenté, mientras nos sentábamos en una banca cercana. Ella asintió con una sonrisa cansada.—Sí, estos días me ha ido muy bien aquí. Pero trabajar sola es un poco complicado.—Lo imposible no existe —dije con convicción—. No te
MILENAPor la mañana desperté con un bostezo y, tras desperezarme, me puse a limpiar mi pequeño cuarto. Dejé todo en orden, doblé cuidadosamente la poca ropa que tenía y coloqué mis zapatos en su lugar. Al revisar algunos papeles, noté que apenas poseía documentos importantes. Mi mirada se detuvo en mi acta de nacimiento falsa; sabía perfectamente que no era real. Solté un suspiro, preguntándome si algún día descubriría la verdad sobre mi pasado.—Ojalá existiera una máquina del tiempo —murmuré, deseando poder retroceder y encontrar respuestas.Chasqueé los dientes y, para despejarme, puse una alabanza en mi móvil mientras terminaba de ordenar. Al finalizar, me dirigí al baño y me di una ducha. Lavé mi cabello con champú y acondicionador, disfrutando la sensación del agua caliente relajando mis músculos. Al salir, me envolví en una toalla y me miré en el espejo. No pude evitar observar las pequeñas marcas en mi piel, recuerdos de hace dos años que prefería no desenterrar. Luego, mi mi