MILENA
El sol apenas se deslumbra en el horizonte cuando ya estaba en la plaza, atendiendo a los clientes. La mañana traía consigo un aire fresco y ligero, impregnado con el aroma del pan recién horneado y el café expreso. Me sentía contenta, no solo por la brisa matutina que acariciaba mi rostro, sino porque Cris parecía animada. Su negocio iba bien; tenía muchos clientes este día, y eso la hacía sonreír. Verla así me reconfortaba. Trabajamos a buen ritmo, entregando pedidos con eficiencia. Panecillos dulces, croquetas de piña con miel, batidos cremosos y café bien cargado se deslizaban de nuestras manos a las de los clientes. A media mañana, cuando noté que Cris se veía un poco cansada, decidí que era momento de tomar un descanso.
—Las ventas son buenas hoy —comenté, mientras nos sentábamos en una banca cercana. Ella asintió con una sonrisa cansada.
—Sí, estos días me ha ido muy bien aquí. Pero trabajar sola es un poco complicado.
—Lo imposible no existe —dije con convicción—. No te preocupes, verás que todo saldrá bien.
—Gracias —respondió con gratitud—. Me has ayudado mucho y te estoy pagando muy poco.
—Tranquila, yo me conformo con eso —aseguré—. Por ahora, estoy bien.
Conversamos un poco más y me mencionó que en unos días asistiría a una fiesta de una amiga. Como estaba en la capital, aprovecharía la oportunidad para salir un poco. Me invitó para ir a bailar junto con unas amigas y aunque al principio dudé —pues las reuniones sociales no eran precisamente lo que me gustaba—, terminé aceptando para que no que no se sintiera mal. Mientras ella preparaba los panecillos de mantequilla, me quedé observándola. Sus ojeras delataban el cansancio acumulado, y el pequeño gorro sobre su cabeza apenas disimulaba el cabello recogido con descuido. Quise preguntarle si todo estaba bien, pero algo dentro de mí me impidió hacerlo. Nunca había sido de las personas que se metían en la vida de los demás sin permiso. Suspiré y decidí ocuparme empacando bebidas para cuando la plaza se llenara de clientes.
El día avanzó rápido, y las ventas fueron mejores de lo que esperábamos. Cris, en un gesto generoso, intentó darme más dinero del acordado, pero me negué rotundamente.
—Tal vez tú también lo necesitas —le dije—. No quiero aprovecharme.
—¿Estás segura? —preguntó con un gesto dubitativo.
—Claro, no te preocupes, nena. Me conformo con lo que acordamos.
—Bien, muchas gracias. Por ser comprensiva.
Nos despedimos y quedamos de vernos en la semana, ya que no vendría estos días a la plaza. Quise preguntarle pero me contuve, no queria que ella me viera como una metida. Por otro lado me recordo que coordinaría con algunas amigas para recogerme, pero le aseguré que me movería por mi cuenta. Le pedí la dirección y nos despedimos con un "nos vemos pronto". Ajusté mi bolso y antes de irme compré unos de los tratamiento para mi abuela. Tomé el metro en plena hora pico. A mi alrededor, la ciudad bullía con su rutina caótica: trabajadores nocturnos apresurándose a sus empleos, estudiantes de un lado a otro, personas agotadas regresando a casa después de un día extenuante. Miré por la ventanilla, observando cómo los edificios se desdibujaban con la velocidad del metro.
Al llegar a casa, el aroma de la cena me recibió. Mi abuela estaba en la cocina, removiendo algo en una olla humeante.
—Hola, ya has vuelto, cariño —dijo con una sonrisa cálida.
—Sí, abuela. Gracias a Dios.
—¿Cómo te ha ido estos días?
Dejé la bolsa con el tratamiento en la despensa y me acerqué para darle un beso en la frente.
—Bien. Cris hasta quería darme más dinero, pero no quise aceptarlo. Quizás ella también lo necesita y no quiero aprovecharme.
Mi abuela asintió con aprobación.
—Eres un amor. A veces hay que hacer las cosas bien.
—Gracias, Abuela.
Ella me miró con detenimiento y, tras unos segundos de silencio, preguntó:
—¿Qué ha pasado con tu otro trabajo? Te veía salir en las noches…
Tragué saliva y desvié la mirada.
—Ah, sí… estaba de vacaciones, pero pronto volveré a entrar —mentí.
Mi abuela frunció el ceño levemente, pero no insistió. Solo movió la cabeza y volvió a concentrarse en la cena. Yo me refugié en mi habitación y solté un suspiro. Sabía que, en el fondo, ella sospechaba algo. ¿Qué pensaría si descubriera que durante estos meses había estado trabajando en un club nocturno? Igual sucedió en Manhattan, no logre conseguir un buen trabajo, por lo que baila con una mascara puesta y ahi conoci a Gerardo un buen amigo. Sin embargo, no hacía nada malo. La necesidad me había empujado a ello. Necesitaba dinero para mis papeles. Quería irme a Rusia. Tenía que hacerlo, de igual manera lo estoy haciendo aquí. Solo que por ahora había pedido unos días.
Me desvestí con lentitud y entré a la ducha. El agua caliente resbaló por mi piel, arrastrando el cansancio del día. Cerré los ojos y me permití recordar todo lo que había vivido en el último año. Las noches de trabajo en vela, cansada. Esas llamadas de amenaza. Pero más allá de eso, mi mente volvía una y otra vez a mi pasado. No recordaba bien cómo llegué a ese lugar, y eso me atormentaba. Necesitaba respuestas.
Después de que Arkady me dejara en Manhattan, mi vida había sido una búsqueda constante. Y ahora, sabía que él tenía las respuestas que tanto anhelaba. No descansaría hasta encontrarlas, haría lo que fuera por viajar a buscar respuestas. Por ahora necesitaba un trabajo más seguro y de esa manera guardar mucho dinero para ese viaje.
MILENAPor la mañana desperté con un bostezo y, tras desperezarme, me puse a limpiar mi pequeño cuarto. Dejé todo en orden, doblé cuidadosamente la poca ropa que tenía y coloqué mis zapatos en su lugar. Al revisar algunos papeles, noté que apenas poseía documentos importantes. Mi mirada se detuvo en mi acta de nacimiento falsa; sabía perfectamente que no era real. Solté un suspiro, preguntándome si algún día descubriría la verdad sobre mi pasado.—Ojalá existiera una máquina del tiempo —murmuré, deseando poder retroceder y encontrar respuestas.Chasqueé los dientes y, para despejarme, puse una alabanza en mi móvil mientras terminaba de ordenar. Al finalizar, me dirigí al baño y me di una ducha. Lavé mi cabello con champú y acondicionador, disfrutando la sensación del agua caliente relajando mis músculos. Al salir, me envolví en una toalla y me miré en el espejo. No pude evitar observar las pequeñas marcas en mi piel, recuerdos de hace dos años que prefería no desenterrar. Luego, mi mi
Alisten sus pañuelos 😢😥MILENAHabía pasado un mes desde que decidí alejarme de Cris. Tal vez ella no tenía la culpa de lo que había sucedido, de que su amigo me hubiera drogado para que me acostara con él. Afortunadamente, logré escapar antes de que las cosas se complicaran. Aún recuerdo que, en medio del caos, terminé besando a un desconocido, pero lo importante es que regresé sana a casa esa noche. Entré directo a la ducha, intentando borrar todo de mi mente. Desde ese entonces, juré no volver a salir con personas desconocidas. Incluso renuncié al club; ahora solo voy a la universidad y regreso directo a casa.Este mes, por necesidad, le pedí prestado dinero a Gerardo, algo que realmente no quería hacer. Mi abuela me preguntó varias veces por qué no había vuelto a trabajar en la plaza, y yo solo le respondí que no me sentía bien. Me sentía culpable por Cris también, porque me llamó varias veces, pero le dije que aún me estaba recuperando de lo sucedido. Ella se disculpó, pero al
DEREKCaminaba de un lado a otro en la sala de mi casa completamente frustrado. Ana, la niñera, había vuelto a faltar al trabajo sin previo aviso, y eso me tenía al borde de la desesperación. Ayer logré resolver la situación dejando a mis hijos con la vecina, pero no podía abusar de su amabilidad. Jade, era tranquila y obediente, pero mi hijo Jader era un torbellino, y no me atrevía a pedirle nuevamente a la vecina que se hiciera cargo de ambos. Tenía un día crucial en la editorial: firmas de libros, una presentación en diapositivas y una reunión importante con el equipo. No podía permitirme faltar.En un acto de desesperación, recurrí a Laura. No estaba seguro de que aceptara, pero, para mi sorpresa, lo hizo sin dudar. "Voy a pasar un rato agradable con ellos", mencionó sin dudar. Sus palabras me tranquilizaron por un momento, pero ahora, con el reloj marcando más de las nueve de la mañana y ella sin aparecer, la ansiedad volvió a apoderarse de mí.—No iremos a la escuela hoy, papi —
DEREK Finalmente, entré a mi acogedora casa después de un día interminablemente largo. Me sentía agotado, desanimado por tantas cosas que rondaban mi cabeza. Ingresé el código de seguridad y empujé la puerta, pero al entrar, me sorprendí al ver a Laura dormida en el sofá. A su lado, mis hijos estaban sentados. Mi hija, al verme, corrió hacia mí y me abrazó con fuerza, seguida de su hermano, que hizo lo mismo.Seguramente le dieron mucha guerra a Laura.Mi hija me miró fijamente y luego desvió la vista hacia su hermano.—Tú sabes muy bien que no fui yo —se defendió.No respondí de inmediato. En su rostro podía notar cierto cansancio, como si realmente hubiera estado ocupada con otras cosas. Me acerqué a Laura y con suavidad acaricié su mejilla antes de inclinarme para levantarla en brazos. Su respiración era tranquila, y su cuerpo se sentía liviano contra el mío. La llevé hasta mi habitación y con cuidado la recosté en la cama, cubriéndola con las frazadas. Observé su rostro sereno po
DEREKVeo la hora en el reloj de mi muñeca y siento que en cualquier momento voy a explotar. No entiendo qué está pasando. Desde que Lupita enfermo, me conseguí una niñera, pero ni siquiera me ha permitido trabajar bien. No sé si son los niños que no la tratan bien o si ella simplemente no tiene la capacidad. En cualquier momento voy a sacar canas verdes por no saber qué hacer, y peor aún ahora que las vacaciones de los niños están por empezar. No sabré qué hacer con ellos.Llego tarde otra vez, y el CEO incluso podría darme un memorando. A pesar de que soy uno de los editores más viejo y llevo años trabajando con él, no puedo aprovecharme de su bondad. Alejandro es un hombre sumamente sofisticado. Aunque aparenta ser malhumorado, sé que me comprende. Sin embargo, no puedo abusar de su nobleza y seguir llegando tarde a la editorial.Cuando la veo venir apresurada, la miro con enojo. Ella baja la cabeza y susurra un "lo siento".—Ana, otra vez vienes muy tarde. Te pido por favor un poc
MILENAIntento concentrarme en las clases, pero mi mente divaga una y otra vez en los recuerdos que me atormentan. Ya llevaba un año desde que regresé a mi país natal, y aún así, el pasado parecía seguirme como una sombra que se negaba a soltarme. Un dolor de cabeza punzante se instala en mi sien, cada vez más intenso, acompañado de una sensación extraña, como si una parte de mi memoria intentara aflorar sin éxito.Levanto la mano con discreción y le pido permiso al maestro para ir a la farmacia. Me concede la salida con un ademán rápido y, sin pensarlo dos veces, recojo mis cosas y me encamino hacia el establecimiento más cercano. Pido un analgésico y lo tomo de inmediato con un sorbo de agua. Luego, decido pasar al baño de mujeres. Frente al espejo, mis ojos reflejan el cansancio de los últimos días: rojos, irritados y con rastros de insomnio. Me enjuago la cara con agua fría y respiro hondo. Siento que cada vez que estos dolores me asaltan, vienen acompañados de imágenes difusas, r
MILENA.Al llegar a la plaza, caminé sin rumbo fijo, observando el hermoso lugar de tres pisos. Todo estaba impecablemente ordenado, con personas yendo de un lado a otro, muchas de ellos universitarios con mochilas al hombro y libros en mano. El aroma de la comida se mezclaba con el dulce olor de los postres, provocándome una sonrisa y un repentino antojo.Mis pasos me llevaron hasta una vitrina donde había visto un anuncio. Tras el cristal, una joven de apariencia encantadora atendía a los clientes con rapidez. Apenas me vio, me dedicó una mirada cansada, pero amable. Quería preguntarle por el anuncio pero me dio pesar, interrumpirla.Me quedé de pie, moviendo los pies de un lado a otro con impaciencia. El lugar estaba abarrotado, y la joven comenzaba a mostrar signos de desesperación.—¿Puedo ayudarte? —le pregunté.Ella me miró por un instante, dudando, pero luego asintió con un suspiro de alivio.—Por favor.Sin dudarlo, entré tras el mostrador, dejé mi bolso a un lado, lavé mis m
DEREKEl sol ya se había elevado sobre el horizonte cuando abrí los ojos y me incorporé de golpe en la cama. Parpadeé un par de veces, tratando de despejarme, y dirigí la vista hacia el reloj en la mesita de noche. Pasaban ya de las ocho de la mañana. Solté un suspiro y me puse de pie rápidamente. Me acerqué a la ventana, corrí la persiana y miré hacia afuera. Por suerte, el camión de la basura aún no había pasado. Sin embargo, escuché ruidos en el patio, como si alguien estuviera barriendo o recogiendo hojas."¿Será que ya vino Ana o la señora que hace la limpieza?", pensé encogiéndome de hombros. Dejé la duda de lado y me dirigí al baño.El agua de la ducha estaba helada, y la calefacción no lograba calentar lo suficiente. Me estremecí al sentir el chorro frío caer sobre mi piel, pero soporté la sensación hasta terminar. Me enjaboné rápidamente, me cepillé los dientes y, tras salir de la ducha, me rasuré frente al espejo. Me detuve un momento a observar mi reflejo: ojeras marcadas y