Capitulo 5

MILENA

El sol apenas se deslumbra en el horizonte cuando ya estaba en la plaza, atendiendo a los clientes. La mañana traía consigo un aire fresco y ligero, impregnado con el aroma del pan recién horneado y el café expreso. Me sentía contenta, no solo por la brisa matutina que acariciaba mi rostro, sino porque Cris parecía animada. Su negocio iba bien; tenía muchos clientes este día, y eso la hacía sonreír. Verla así me reconfortaba. Trabajamos a buen ritmo, entregando pedidos con eficiencia. Panecillos dulces, croquetas de piña con miel, batidos cremosos y café bien cargado se deslizaban de nuestras manos a las de los clientes. A media mañana, cuando noté que Cris se veía un poco cansada, decidí que era momento de tomar un descanso.

—Las ventas son buenas hoy —comenté, mientras nos sentábamos en una banca cercana. Ella asintió con una sonrisa cansada.

—Sí, estos días me ha ido muy bien aquí. Pero trabajar sola es un poco complicado.

—Lo imposible no existe —dije con convicción—. No te preocupes, verás que todo saldrá bien.

—Gracias —respondió con gratitud—. Me has ayudado mucho y te estoy pagando muy poco.

—Tranquila, yo me conformo con eso —aseguré—. Por ahora, estoy bien.

Conversamos un poco más y me mencionó que en unos días asistiría a una fiesta de una amiga. Como estaba en la capital, aprovecharía la oportunidad para salir un poco. Me invitó para ir a bailar junto con unas amigas y aunque al principio dudé —pues las reuniones sociales no eran precisamente lo que me gustaba—, terminé aceptando para que no que no se sintiera mal. Mientras ella preparaba los panecillos de mantequilla, me quedé observándola. Sus ojeras delataban el cansancio acumulado, y el pequeño gorro sobre su cabeza apenas disimulaba el cabello recogido con descuido. Quise preguntarle si todo estaba bien, pero algo dentro de mí me impidió hacerlo. Nunca había sido de las personas que se metían en la vida de los demás sin permiso. Suspiré y decidí ocuparme empacando bebidas para cuando la plaza se llenara de clientes.

El día avanzó rápido, y las ventas fueron mejores de lo que esperábamos. Cris, en un gesto generoso, intentó darme más dinero del acordado, pero me negué rotundamente.

—Tal vez tú también lo necesitas —le dije—. No quiero aprovecharme.

—¿Estás segura? —preguntó con un gesto dubitativo.

—Claro, no te preocupes, nena. Me conformo con lo que acordamos.

—Bien, muchas gracias. Por ser comprensiva.

Nos despedimos y quedamos de vernos en la semana, ya que no vendría estos días a la plaza. Quise preguntarle pero me contuve, no queria que ella me viera como una metida. Por otro lado me recordo que coordinaría con algunas amigas para recogerme, pero le aseguré que me movería por mi cuenta. Le pedí la dirección y nos despedimos con un "nos vemos pronto". Ajusté mi bolso y antes de irme compré unos de los tratamiento para mi abuela. Tomé el metro en plena hora pico. A mi alrededor, la ciudad bullía con su rutina caótica: trabajadores nocturnos apresurándose a sus empleos, estudiantes de un lado a otro, personas agotadas regresando a casa después de un día extenuante. Miré por la ventanilla, observando cómo los edificios se desdibujaban con la velocidad del metro.

Al llegar a casa, el aroma de la cena me recibió. Mi abuela estaba en la cocina, removiendo algo en una olla humeante.

—Hola, ya has vuelto, cariño —dijo con una sonrisa cálida.

—Sí, abuela. Gracias a Dios.

—¿Cómo te ha ido estos días?

Dejé la bolsa con el tratamiento en la despensa y me acerqué para darle un beso en la frente.

—Bien. Cris hasta quería darme más dinero, pero no quise aceptarlo. Quizás ella también lo necesita y no quiero aprovecharme.

Mi abuela asintió con aprobación.

—Eres un amor. A veces hay que hacer las cosas bien.

—Gracias, Abuela.

Ella me miró con detenimiento y, tras unos segundos de silencio, preguntó:

—¿Qué ha pasado con tu otro trabajo? Te veía salir en las noches…

Tragué saliva y desvié la mirada.

—Ah, sí… estaba de vacaciones, pero pronto volveré a entrar —mentí.

Mi abuela frunció el ceño levemente, pero no insistió. Solo movió la cabeza y volvió a concentrarse en la cena. Yo me refugié en mi habitación y solté un suspiro. Sabía que, en el fondo, ella sospechaba algo. ¿Qué pensaría si descubriera que durante estos meses había estado trabajando en un club nocturno? Igual sucedió en Manhattan, no logre conseguir un buen trabajo, por lo que baila con una mascara puesta y ahi conoci a Gerardo un buen amigo. Sin embargo, no hacía nada malo. La necesidad me había empujado a ello. Necesitaba dinero para mis papeles. Quería irme a Rusia. Tenía que hacerlo, de igual manera lo estoy haciendo aquí. Solo que por ahora había pedido unos días.

Me desvestí con lentitud y entré a la ducha. El agua caliente resbaló por mi piel, arrastrando el cansancio del día. Cerré los ojos y me permití recordar todo lo que había vivido en el último año. Las noches de trabajo en vela, cansada. Esas llamadas de amenaza. Pero más allá de eso, mi mente volvía una y otra vez a mi pasado. No recordaba bien cómo llegué a ese lugar, y eso me atormentaba. Necesitaba respuestas.

Después de que Arkady me dejara en Manhattan, mi vida había sido una búsqueda constante. Y ahora, sabía que él tenía las respuestas que tanto anhelaba. No descansaría hasta encontrarlas, haría lo que fuera por viajar a buscar respuestas. Por ahora necesitaba un trabajo más seguro y de esa manera guardar mucho dinero para ese viaje. 

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