Owen es un hombre de 43 años que ha logrado construir un imperio en el mundo de los servicios digitales, pero su éxito no ha sido suficiente para llenar el vacío de su corazón. Desde que su esposa lo traicionó con uno de sus socios y lo abandonó, dejándolo solo con su hija de 5 años, Owen ha vivido atrapado en un mundo de desconfianza y dolor. Incapaz de abrirse nuevamente al amor, intenta ahogar su tristeza con relaciones fugaces con sus secretarias, buscando en esos encuentros un alivio temporal para sus heridas. Anna es una joven llena de pasión y determinación, que lucha cada día para superar las dificultades económicas que enfrenta mientras estudia para convertirse en profesora. Trabaja sin descanso para pagar la universidad y se aferra a sus sueños, a pesar de estar atrapada en una relación con un novio que vive a su costa, tocando el violín en el metro sin otra ambición que pasar el tiempo. A veces, Anna se pregunta si en su vida podría haber algo más, algo que vaya más allá de sobrevivir. Cuando los caminos de Owen y Anna se cruzan, el choque de sus mundos tan diferentes provoca una chispa que ninguno de los dos esperaba. Él, con su corazón endurecido por las traiciones del pasado y el cinismo de sus relaciones pasajeras; ella, con una luz de esperanza a pesar de sus propias luchas. Juntos, descubrirán que el amor puede surgir de los lugares más inesperados y que, cuando las almas rotas se encuentran, pueden sanar de formas sorprendentes.
Leer másCuanto más la observaba, más difícil le resultaba apartar la vista. Quería irse, de verdad que sí, pero estaba atrapado en el momento. Sus pies, como anclados al suelo, se negaban a moverse. ¿Por ese beso?Anna tenía los auriculares puestos, concentrada en su trabajo; se movía por detrás del escritorio y hasta parecía que tarareaba. No podía apartar la mirada de sus labios, moviéndose suavemente al ritmo de una canción inaudible. Sacudió la cabeza varias veces; no había caso, volvían a posarse en ella.Y entonces su mente y su corazón terminaron por hacer cortocircuito. Miró la invitación arrojada a la basura, luego a Anna. De repente, todo volvió: el fracaso, la frustración, la indiferencia de Elena cuando recibía cariño y la extasiada cuando recibía regalos; la cara ansiosa y casi erótica de esa otra que estaba extraña a todo su alrededor, trabajando, y el sonido leve con el que le había respondido.Recordaba el calor de su mano en el cuello, las piernas de su última secretaria cerr
Y por supuesto, a Bob también le llegó la invitación. Tenía que ser una jodida broma; miraba el papel y se retorcía. ¡Esa mujer estaba muy mal de la cabeza! Pero eso no sería la peor, no, claro que no. Lo peor era saber que Owen iría. ¡Iría! No necesitaba demasiado para adivinarlo; el querido Walker todavía se estaba debatiendo entre su odio y sus viejos sentimientos.Por eso cuando entró a su oficina lo hizo sin golpear, por eso cuando se sentó frente a él puso ambas manos sobre el escritorio y por eso lo miró como si Owen hubiese matado a alguien.—Dime que no. —le rogó clavándole la mirada —Dime que no lo harás. Owen no le respondía, tenía los ojos totalmente apagados.—¡Oh, por el amor de Dios y todos los Santos, Owen! —exclamó irritado y lanzando ambos brazos al aire.—No empieces, Bob. —su voz sonaba cansada.—Te juro que te romperé la cara si vas, Owen. No puedes dejar que ella te arrastre de nuevo al mismo agujero.—No puedo evitarlo —murmuró Owen, con los ojos fijos en la inv
Pero Elena se aburría, los tiempos judiciales eran demasiados largos y lentos para ella. Petersson le informó sobre la jugada de Owen con el procurador general y le aseguró que eso no sería un inconveniente mayor. Todo seguiría adelante; buscaba que la Sra. Olivier no se arrepintiera, aunque se tenía por delante un camino lleno de obstáculos.Ella ya había anticipado algo de esa naturaleza; lo que averiguó sobre su exesposo la había dejado sorprendida. No solo se había hecho con la Dirección de Plaza&Milne, sino que durante su trayecto a la cima había “coleccionado” una lista impresionante de personas aún más impresionantes. El querido Owen ya no era más ese simple hombre con dinero que la miraba como si fuese lo más hermoso del mundo; ahora tenía poder. Todo lo que ahora representaba era justo lo que Elena necesitaba para alimentar su ego: un hombre poderoso rendido a sus pies. Si la demanda lo había atraído tan sencillamente, algo más habría que ella pudiese hacer para hacerlo cae
Y a pesar de que sabía que era mejor así, Anna extrañaba su presencia silenciosa detrás de esa puerta. Al principio, golpeaba la puerta con cierta timidez, temiendo que él estuviera dentro y no supiera qué decirle. Con el paso de los días, empezó a sentir alivio al no verlo, pero ese alivio pronto dio paso a una decepción sutil y persistente.Su oficina se había convertido en el último tramo de su rutina. A veces se apresuraba con las demás tareas para disponer de unos minutos extra y curiosear cada rincón donde Owen solía trabajar. Las portadas de las revistas con su rostro, las fotografías de Eva, los libros esparcidos en los estantes. Incluso las figuras de cerámica que adornaban algunos espacios.En ocasiones se le escapaba un suspiro triste. Parecía que lo esperaba; con cada movimiento de los elevadores o cuando alguien abría una puerta, ella se cargaba de expectativa pensando que podría ser él. Y cuando se daba cuenta de los pensamientos que le cruzaban la cabeza, se regañaba a
Las noches que siguieron a ese beso pasaron sin que él volviera a quedarse hasta tarde. No quería verla de nuevo, no sabía cómo reaccionaría ni qué decirle. ¿Disculparse? ¿Enfadarse? ¿De qué? Si él solo se había inclinado sobre ella, deseoso de esa boca suya. Sí, la actitud de Anna le había indicado que ella también estaba esperando algo; pero eso no justificaba nada. Owen era un hombre maduro, con experiencia, y Anna apenas una muchacha.¡Y no podía sacársela de la cabeza! La imagen de Anna lo atormentaba más que la demanda de Elena. Los abogados hablaban, pero sus palabras se perdían en un eco distante. Owen miraba el papeleo frente a él, pero solo veía la imagen de Anna, su sonrisa, el calor de su piel. El conflicto legal con Elena palidecía en comparación con el caos que ella había provocado en su mente.El bufete de Elena no escatimaba recursos para presionarlo, tratando de exprimir cada resquicio legal, pero confiaba en que sus propios abogados podrían manejar la situación. Desp
Presionó el acelerador y salió disparado de la puerta de ese edificio. Le sudaba el cuerpo, la cabeza estaba a punto de explotarle, y su boca aún guardaba el sabor de la de ella. ¿Qué había hecho? Se maldijo en voz alta una y otra vez, hasta que llegó a la intersección con la avenida. Estaba furioso con él mismo, con esa bestia incontrolable que lo dominaba y lo llevaba a cometer estupideces.Solo por darle un poco de consuelo al verla tan desdichada, llorando y acongojada, había dejado caer sus defensas. ¿De verdad lo atraía esa muchacha? ¡Qué ridículo! ¿Cómo va a sentir cosas de esa naturaleza por una jovencita? ¿Se estaba volviendo loco? Todo era culpa de Elena, de su regreso. Lo alteraba tanto, lo mortificaba y le recordaba su propia debilidad. Por eso hizo lo que hizo, por eso la besó.No quería reconocer que era lo que realmente tiraba de él en dirección a Anna.Llegó a su casa, totalmente descontrolado. Se quitó el saco y lo arrojó sobre una silla cualquiera, caminó en círculos
Solo tuvo que dar unos pasos alejándose del edificio para encontrar el mismo coche negro estacionado en la esquina.Owen no pudo quedarse tranquilo, no podía dejar que regresara sola; así que fue al estacionamiento y esperó dentro del coche a que se hiciera la hora en que su turno terminaba.Cuando se acercó lo suficiente, el bajó.—Te llevaré —le dijo llanamente.Iba a negarse, pero aún le quedaban rastros de esa emoción de seguridad pegados. Asintió, y él le abrió la puerta.¿Qué lo impulsaba? ¿Preocupación, amabilidad? No estaba seguro, no lo pensaba demasiado; solo lo sentía. Y así como ella lo preocupaba, lo estaba inquietando. Su monstruo interior estaba regocijándose de lo lindo, pero él no podía concentrarse lo suficiente para aplacarlo. Anna tenía una bola de nervios en el estómago ¿Por qué la hacía sentir así? Fue considerado, se consternó por su dolor y se ofreció a oírla. Esos ojos grises le habían hablado, asegurándole que él le daría unos momentos de refugio. No solo er
Se sentía como si su cuerpo se hubiera desarmado en pedazos, y con cada movimiento, cada acción, era como si esos pedazos se tambalearan, queriéndose caer. A las 8 en punto, ya estaba sacando la basura de los cestos, y las lágrimas se le caían sin control. Creía que estaba sola y que podía desahogar todo su dolor sin que nadie la viera. Pero entonces, de pronto, sintió un movimiento detrás de ella, y al voltearse, ahí estaba parado él.Otra noche más de cavilaciones para Owen que no podía desprenderse de las sensaciones amargas. Ella estaría del otro lado, trabajando, como siempre, pero él no saldría esta vez. Entonces el sonido de ahogo y desesperación lo alcanzó en su sillón y el cuerpo se le puso alerta. Otra vez, el llanto amargo y abierto, lleno de dolor. Y sintió la necesidad de ver que le sucedía.Anna lo miraba un poco sorprendida y con la cara toda mojada. Despedazada.—¿Qué te sucede? —le preguntó.Pero ella no podía emitir ninguna palabra, solo quejidos roncos, suspiros apu
La vida de Anna era complicada, era difícil, muchas veces se sentía sola y derrotada. Pero buscaba en su interior esa chispa que la motivaba y la frotaba mentalmente con sus manos, como si fuera una lámpara mágica; y como el genio de los cuentos, la chispa se enardecía y aparecía para empujarla a continuar.Pero ese día tuvo que pasar horas frotando la lámpara, había alcanzado un punto de quiebre. Durante algún tiempo había estado ahorrando un poco de dinero para poder hacer reparaciones en el departamento. El goteo constante del grifo de la cocina, ya le estaba perforando los tímpanos; las paredes necesitaban urgentemente que se taparan agujeros y se emparejasen las superficies, y también una buena mano de pintura.Anna, con el sobre vacío en la mano, se sentó en una silla y con la otra se tomó la cabeza. Negaba y negaba, no podía creerlo. Alex la miraba sin decir nada, con cara de inocente, queriendo dar lástima.—¿Cómo puedes hacerme esto? —le preguntó Anna, su voz rota, a punto de