Lamentablemente, algo así no pasaría desapercibido por todos a su alrededor. Y la noticia también le llegó a Owen. Bob lo supo por los gritos que daba, su actitud quisquillosa y el modo en que trataba a los empleados ese día.En vez de enfrentarlo para obligarlo a calmarse, como era su costumbre, Bob sintió una angustia terrible. Sentado detrás de su escritorio, Bob solo podía pensar en una cosa: Elena volvería por él. Y si Owen quería descargar su ira, estaba en su derecho ¿Qué podría decirle? Nada.Así que cuando todos se fueron del edificio él se detuvo y miró la puerta de la Dirección General, agachó la cabeza, suspiró hondo y presiono el botón del elevador.Ya sabía que esa noche ese lugar sería su refugio de la tormenta; dejarlo solo, lejos de ser desconsiderado, era lo que su amigo necesitaba: enfrentar los monstruos del pasado.Con los años, las emociones oscuras que guardaba en el alma se fueron cimentando. Solo se movían en esas citas con su secretaria de turno, pero era ape
Owen entró al estacionamiento y se dirigió a su coche, Eva pasaría la noche con sus abuelos. Pero al subirse y ponerlo en marcha, tuvo una sensación extraña: ¿No era muy tarde para que una jovencita anduviera sola por la calle? ¿En bus? ¿Esperando en una esquina? Sintió algo de culpa por haberla retrasado. Owen Walker quería creer que nada en la vida con color le importaba, pero eso era una mentira. Anna se cambió de ropa y salió por la puerta lateral del edificio, la del personal. Se despedía del guardia de seguridad cuando un auto negro se detuvo justo frente a ella.Owen bajó y solo con la mirada hizo que el guardia se volviese a meter a toda velocidad.—Por mi culpa te vas más tarde, al menos permíteme acercarte a tu casa —. le dijo mientras abría la puerta del coche. ¿Eh?—No es necesario…—Sube —ordenó.Ahí parado con la mano sobre la puerta, el rostro rígido y la postura dura; era chistoso. En vez de asustarse, solo sonrió. Qué diferente era de su prima. Lali siempre estaba c
Elena llegó al aeropuerto con la seguridad de alguien que había conquistado un imperio. Y, en realidad, lo había logrado: había tomado las riendas del imperio que Thomas había levantado. Se detuvo un instante frente a una puerta de vidrio, observando su reflejo con una sonrisa maliciosa. Había regresado y sabía que tenía que ponerse al día con todo lo que había pasado en su ausencia. Para ella, la vida realmente había comenzado con Thomas; antes de él, nada había importado.Mientras caminaba hacia la salida, su atención se desvió hacia un puesto de revistas, donde vio a Owen. Su rostro no había cambiado mucho, pero la información que lo acompañaba sí que lo había hecho. Su exesposo, que alguna vez fue un romántico empedernido, había avanzado considerablemente desde la última vez que lo vio. Ahora era el director de la compañía y tenía un prestigio notable. Eso sí era interesante.Owen tenía un porte diferente, una nueva aura de autoridad que ella no recordaba en él. En ese instante,
El Sr. Petersson no demoró en redactar la demanda de Elena ni en hacerla llegar a Walker. Cinco abogados entraron a su oficina y se alinearon. El del medio dio un paso al frente, extendiendo el papel en su mano.—Es una demanda de la Sra. Elena Olivier que reclama sus derechos como madre de la niña Eva Walker.Owen los miró extrañado. ¿Qué? ¿Qué madre? No reaccionó. Los cinco abogados, parados frente a él, comenzaron a ponerse nerviosos; él no se movía, no pronunciaba palabra, solo los observaba. Su fama era conocida, sobre todo por aquellos que buscaban una confrontación directa con él. Owen nunca perdía.—La Sra. está dispuesta a solucionar esta situación antes de llegar a la corte —continuó diciendo el abogado, ante su silencio—. Creemos que es la mejor vía para evitar mayores conflictos.De pronto Owen se paró e hizo un gesto con la mano para que apoyara el papel sobre su escritorio. El abogado vaciló un instante, pero finalmente, bajo la intensa mirada de Owen, dejó el papel sobr
Cuando la demanda se conoció entre la familia de Owen, la primera en estallar fue Lali. Ella la detestaba, la odiaba con todo su corazón; por su culpa su primo había sufrido tanto, por su culpa se había quedado solo con Eva. Estaba lívida, furiosa, con la cara roja y los ojos llenos de lágrimas. Le dolía profundamente ver la expresión distante y sufrida de Owen.—¡Dime dónde está, que le enseñaré modales! ¡Víbora! —escupió con veneno en la voz.— No te preocupes, Lali. Lo manejaré, no sucederá nada. No podrá ver a Eva —trató de calmarla Owen.—¡No es por eso! ¡Por supuesto que no verá a Eva! ¡Le romperé la cara antes!—¡Lali, ya cálmate! —la regañó su madre.Lali era una jovencita alegre, risueña, simpática y muy dulce; pero cuando el carácter Walker emergía en ella, la rabia la dominaba.—¡Pero mamá, esa mujer no tiene vergüenza, ni dignidad, ni corazón, no tiene nada!"—Eso ya lo sabemos, hija, pero rompiéndole la cara no lograrás nada.—Es lo que está buscando, para eso regresó… —l
Se sentaron uno frente al otro en la barra donde estaba la máquina de café. En silencio, cada uno con su taza. Owen partió una galleta entre sus dedos y apenas probó un bocado; no tenía hambre, pero tampoco quería parecer descortés.Anna lo sentía, el dolor que emanaba de él como un perfume. Era la derrota la que lo activaba, la frustración, los recuerdos.—¿Estudias lo mismo que Lali? —preguntó de repente.—No, estudio un profesorado.—¡Ah! Quieres enseñar.—Sí, me gustaría…De ella también provenía una energía extraña, como un aura de cansancio. Le resultaba peculiar, la observaba y solo veía a una muchacha que al parecer se esforzaba mucho por vivir. “Dejará la universidad”, fue una de las excusas de Lali para convencerlo ¿Qué tanto tenía que batallar con la vida para verse así?Anna podía sentir el peso que Owen cargaba, una especie de sombra que parecía envolverlo y que ella, de algún modo, podía ver reflejada en sus ojos cansados. ¿Qué tanto lo había herido su exesposa para que
Había llegado el día: enfrentar a Elena. Owen arribó al bufete escoltado por Bob y cuatro abogados de la sección de legales de la empresa. Entró con esa postura cargada de soberbia, como si mirase al resto por arriba; pero por dentro luchaba por mantener la calma y no dejar que sus emociones lo traicionaran. Detrás de alguna de esas puertas estaba ella. De inmediato los acomodaron en una sala y los cinco abogados de aquella vez se sentaron del otro lado de la mesa. Sus órdenes eran claras, sencillas y escuetas: incomodarlo, molestarlo e intentar un arreglo. Pero Elena no estaba, claro que no estaría. Eso solo fue arrojar el anzuelo. —¿La Sra. no se presentará? —preguntó Bob con un poco de desprecio.—No es necesario —respondió uno de ellos.—¿Entonces qué quiere? —la voz de Owen demostraba que estaba furioso.—La señora quiere tener la posibilidad de hacerle visitas a su hija.—No es su hija –acotó Owen con rabia.—Pues el certificado de nacimiento...—¡El certificado de nacimiento
La vida de Anna era complicada, era difícil, muchas veces se sentía sola y derrotada. Pero buscaba en su interior esa chispa que la motivaba y la frotaba mentalmente con sus manos, como si fuera una lámpara mágica; y como el genio de los cuentos, la chispa se enardecía y aparecía para empujarla a continuar.Pero ese día tuvo que pasar horas frotando la lámpara, había alcanzado un punto de quiebre. Durante algún tiempo había estado ahorrando un poco de dinero para poder hacer reparaciones en el departamento. El goteo constante del grifo de la cocina, ya le estaba perforando los tímpanos; las paredes necesitaban urgentemente que se taparan agujeros y se emparejasen las superficies, y también una buena mano de pintura.Anna, con el sobre vacío en la mano, se sentó en una silla y con la otra se tomó la cabeza. Negaba y negaba, no podía creerlo. Alex la miraba sin decir nada, con cara de inocente, queriendo dar lástima.—¿Cómo puedes hacerme esto? —le preguntó Anna, su voz rota, a punto de