Esa mañana fue para Elena muy… especial. Aún no podía despegarse la frustración por la humillación de Owen, claro que no podía. Caminaba por su elegante y lujoso piso, en ropa interior, descontrolada, no se detenía. El amanecer la había encontrado despierta, mirando a la nada a través de su ventanal y ahora pensaba cómo fastidiar a su exesposo para enseñarle las jerarquías.“Bien, si eso quieres, es lo que te daré”, dijo en voz alta. Tomó el teléfono y llamó a su abogado, a su número personal.—Señora Olivier.—Quiero que pacte las visitas a la niña, hoy mismo. —ordenó, furiosa.—Señora…—Ese estúpido piensa que va a salirle bien su intento de apartarme. ¡Quiero esas visitas hoy! —gritó.—Señora, cálmese. Antes de hacer nada, le recomiendo que mire el canal de noticias.—¿Qué?—Encienda su televisor, creo que necesita verlo.Elena miró el aparato. ¿Las noticias? ¿Para qué?La pantalla le devolvió la imagen de la entrada al edificio de Reed & Co. Periodistas y cámaras rodeaban al dueño
Si Bob estuviera con él en ese momento, estaría descostillándose de risa, con el celular en la mano tomándole 150 fotografías. Menos mal que estaba solo. El viaje había sido corto, así lo sintió a pesar del nudo que tenía en el estómago. Ni bien cruzó la calle principal, todas las cabezas se voltearon a mirar el coche que avanzaba a paso de hombre. No se veían ese tipo de vehículos por allí; por lo general eran utilitarios o algún modelo viejo, no uno de esa gama. Él miraba por las ventanillas a un lado y al otro; estaba atestado de gente. Había puestos de toda clase en las aceras, las personas caminaban por la calle, cruzaban de una acera a otra, despreocupados. Aunque la tarde estaba avanzada, aquello no terminaría hasta bien entrada la noche. Owen seguía la ruta que su GPS le marcaba, pero de a poco comenzaba a perder la paciencia. Quería llegar de una buena vez. Por fin, pudo girar por una esquina y tomar una calle lateral sin personas ni puestos. Aceleró un poco. El corazón le
—Anna no está.Owen no le creyó.—Permítame presentarme. Soy O…—Usted es quien lastimó a mi hija —lo cortó.El padre de Anna entrecerró los ojos, lo observaba con detenimiento.—Usted no es el hombre para mi hija, claramente —declaró, tajante—. ¿Cuántos años tiene?—43.—Mmm —respondió con desaprobación—. Es uno de esos viejos verdes que andan detrás de jovencitas.—¡Por supuesto que no! —dijo Owen, indignado—. Solo quiero hablar con Anna y reparar el daño que causé.—¿Quién llamó? —preguntó la madre de Anna, apareciendo detrás de su esposo.Pero se quedó muda cuando lo vio en la puerta. El ramo de rosas, la descripción que su hija le había dado de él: definitivamente era Owen.—¿Usted es Owen?—Sí, señora.—Soy la madre de Anna.—Mucho gusto.—¿Qué está haciendo aquí?—Quiero… Necesito hablar con ella.Tal vez por ser mujer, la madre de Anna podía ver un poco más que su esposo. Toda su estancia declaraba a viva voz que era un hombre desesperado, que tenía una urgencia que solo su hi
Terminó de retocarse las mangas del saco y se miró por última vez en el espejo. Se tocó la cara, desde hacía semanas solo se recortaba y emprolijaba la barba, que cada vez evidenciaba más las hebras plateadas. Pero ella se la halagaba, le gustaba, y nada le costaba ese pequeño trabajo extra por las mañanas para mantenerla.Faltaban dos horas, pero ya estaba vestida y revisaba cada pequeño detalle de su maquillaje mientras su madre la miraba desde la puerta. El cabello suelto, apenas recogido por detrás, el vestido sin hombros de color claro y los zapatos altos. Él se le quedaba viendo los hombros y a ella le encantaba eso.Una cita más, en la que Owen conducía esos kilómetros para ir a su encuentro. Y ella lo esperaba, ansiosa y emocionada.Anna no regresó a la ciudad; su apartamento ahora estaba ocupado por una familia de tres. Pero a él no lo detuvo eso, cada sábado dejaba a Eva con sus padres, armaba un bolso con una muda de ropa y partía después del mediodía para alojarse en la mi
Permitiéndose de nuevo vivir, Anna recogió todas las cosas de la casa de sus padres con Owen y Eva.Su madre estaba enloquecida con esa niña pequeña tan dulce y entusiasta. Su propia hija no solo había encontrado un hombre a quien amar y que la amara, sino también a Eva. No podía ser tan mal tipo si solo crió a la muñequita de ojos luminosos.Lo que Lali una vez le gritó enojada y despechada se hacía realidad: se convertía en la señora de la casa. Aunque ella continuaba con su sencillez y se ocupaba hasta de poner la lavadora, de ir por la niña al jardín y de esperarlo cuando regresaba de trabajar, su lugar junto a Owen nadie lo discutía.Los Walker la recibieron en su familia con mucha alegría. A ninguno le interesaba de dónde venía, ni la diferencia de edades, ni sus caras de asombro cuando descubría la ostentación del mundo donde ahora vivía. Para ellos, era más que un miembro más; era la piedra angular de la nueva familia de Owen.Ella los alcanzó a todos con su calidez, a todos m
Bueno, yo diría que hasta aquí llegamos. ¿Quizá? De nuevo, gracias por leerlo, gracias por los comentarios, gracias por estar del otro lado y darle vida propia a mis palabras. Disculpas por mis tardanzas, mil disculpas. Tenía la historia toda planificada y estaba segura de que la escribiría de un tirón. No pasó así.¿Que les pareció? Para aquellos que leyeron las anteriores historias ¿mejoré un poco? Ojalá que si. Sé que dejo muchas reflexiones en una obra que debería ser solo ficción, estoy aprendiendo todavía. No es mi intención imponer ideas o conceptos, solo creo que tal vez aporte algo a la trama. Esta se la voy a dedicar a los Alex y Elena que pasaron por mi vida, estoy segura de que conocen gente así también. ¿Pero saben que es lo mejor? Qué mientras nosotros nos movemos hacia adelante, ellos se quedarán siempre en el mismo lugar. Y como nota final les dejo una canción que fue la que me dio la idea principal para contar la historia de Owen y Anna (ya habrán notado que tengo
Seguía sin entenderlo. ¿Cómo podía ser que hubiera aceptado semejante propuesta?Anna se paró en una esquina a observar. No decía nada, no se movía, solo lo miraba. Ojalá pudiese dejar de pensar en eso, ojalá nunca hubiese pasado; entonces no se sentiría tan pequeña, tan poca cosa. Era una ilusa. Pero ya casi todo había terminado; solo debía aguantar un poco más.Ese día… ese beso… No, no debía pensarlo. Sacudió la cabeza como queriendo deshacerse del recuerdo, pero las sensaciones las tenía pegadas a la piel.Desvió la mirada y siguió la línea blanca de las mesas. Un hotel tan elegante, tan distinguido, con toda esa decoración costosa. Los cuadros milimétricamente colocados a la distancia justa los unos de los otros; las luminarias enormes que brillaban incandescentes en los techos, los muebles antiguos que salpicaban pequeños rincones o esquinas. Y en el fondo del salón, una orquesta muy bien afinada que le regalaba a todos los invitados melodías suaves e íntimas de jazz.Aun con su
El cinismo de Owen tenía fundamentos, o al menos, eso era lo que él creía.Sexy…De ojos grises…De cabello castaño salpicado de gris…Así era Owen Walker. A sus 43 años ya ocupaba el sillón de la Dirección General de Plaza & Milne I.T. una de las empresas más grande de servicios tecnológicos del país. Un hombre exitoso en los negocios, un guerrero incansable para las ideas revolucionarias y para generar dinero. Su tío lo puso al frente de ese monstruo mercantil sin dudarlo y no se equivocó: sobre la pared de su oficina colgaban todas las tapas de revistas especializadas que lo mostraban como “el artífice de la próxima era digital”.Brillante, aguerrido, con un temperamento volátil y extremadamente ambicioso siempre daba la impresión de estar enojado. Su cara impasible y la mirada fría, como si estuviese muerto, generaban respeto y miedo entre quienes lo rodeaban. Pero detrás de esa fachada dura y plagada de éxitos, se escondía un hombre profundamente herido.Una herida que lo marcó y