El cinismo de Owen tenía fundamentos, o al menos, eso era lo que él creía.
Sexy…
De ojos grises…
De cabello castaño salpicado de gris…
Así era Owen Walker. A sus 43 años ya ocupaba el sillón de la Dirección General de Plaza & Milne I.T. una de las empresas más grande de servicios tecnológicos del país. Un hombre exitoso en los negocios, un guerrero incansable para las ideas revolucionarias y para generar dinero. Su tío lo puso al frente de ese monstruo mercantil sin dudarlo y no se equivocó: sobre la pared de su oficina colgaban todas las t***s de revistas especializadas que lo mostraban como “el artífice de la próxima era digital”.
Brillante, aguerrido, con un temperamento volátil y extremadamente ambicioso siempre daba la impresión de estar enojado. Su cara impasible y la mirada fría, como si estuviese muerto, generaban respeto y miedo entre quienes lo rodeaban. Pero detrás de esa fachada dura y plagada de éxitos, se escondía un hombre profundamente herido.
Una herida que lo marcó y derrumbó todos sus sueños. Owen no siempre había sido así. No, él se había enamorado hasta los huesos de una mujer hermosa, se había enloquecido por ella. Le había prometido el mundo entero y un futuro juntos. No quiso escuchar a nadie. Ni a sus amigos, quienes la conocían y le advirtieron, ni a su propia cabeza que disparaba alarmas sin cesar.
Se casó con ella, con Elena, cegado de amor. Y cuando le dijo que estaba esperando un hijo, Owen se convirtió en la persona más feliz y orgullosa. Soñaba despierto con cómo se vería su hijo y en las cosas que le enseñaría. La vida le estaba dando todo lo que uno puede anhelar. Luego llegó la noticia de que su hijo sería en realidad una hija; no podía caberle tanta ternura en el pecho. ¡Una niña! ¡Una niña hermosa y tierna! Una niña con dos moños y vestidos rosas que lo miraría para llamarlo: “Papá”.
Pero luego del nacimiento de Eva, su hija, las cosas se fueron en picada. Su esposa no mostraba interés por la pequeña y Owen se desesperó. Los médicos le informaron que eso que Elena estaba padeciendo era depresión postparto y él hizo todo lo que le recomendaron para encontrar una solución. Los primeros meses habían sido una tortura; se veía desbordado por la situación: los llantos incontrolables de su hija llamando a su madre y la indiferencia de Elena hacia ella. Sin embargo, Owen no desistió.
Se levantaba varias veces durante la noche a atender a su bebé y dejaba que Elena durmiera; no la acosaba con cuestionamientos ni reproches, porque sabía que ella también lo estaba pasando mal. De pronto ya no era solo un esposo y un padre; se había convertido en el único sostén de su familia, en el único apoyo. A menudo, ponía a su hija en una silla y la llevaba con él a la oficina. Muchos otros, la dejaba al cuidado de su madre mientras él trabajaba.
La vida se había complicado. Eva pasó los primeros 6 meses entre las oficinas de Plaza&Milne, entre secretarias y amigos de Owen que trabajaban con él. Su prima Lali solía aparecer de repente para llevarse a Eva por unas horas. Y él estaba agradecido con todos por el amor que le daban a su niña, el amor que no recibía de su madre.
Por las noches llegaba y la encontraba todavía en la cama, casi no le hablaba, apenas lo miraba. Y cuando le acercaba a la bebé, ella se cubría la cabeza con la sabana o se giraba.
—No me siento bien —se justificaba Elena.
Cada vez el corazón de ese padre perdía un pedazo ¿Qué iba a hacer? Seguir. Continuar sin detenerse hasta que el amor de su vida pudiese volver a ponerse de pie, hasta recuperarla y, finalmente, poder tener la familia que siempre había soñado.
Pero en ocasiones se quebraba. En ocasiones, observaba a Eva mientras dormía, luego bajaba a la cocina y se encerraba allí para largarse a llorar como un niño. El llanto que produce el dolor en el alma, el miedo y la desesperación. Se tapaba la cara con las manos y se sentaba en el piso a liberar toda la frustración. Su mente le devolvía constantemente la cara roja y llorosa de su pequeña bebé y la mirada distante de Elena.
Él era fuerte, pero no lo suficiente.
No se resignaba al destino que se presentaba delante de él, no lo haría nunca. Así que se secaba los ojos, respiraba profundo y se ponía de pie para volver a su cuarto. Se acostaba junto a una mujer que ya no lo buscaba, no lo miraba con deseo, ni siquiera lo abrazaba. Pero Owen sí lo hacía, solo para que Elena no se sintiera abandonada. Se acercaba apenas y le envolvía la cintura con su brazo. Y eso era todo, cerraba los ojos y comenzaba de nuevo con su lucha a la mañana siguiente.
Sin embargo, el destino le jugó sucio. Si no se resignaba a sus designios lo haría pedazos y es que al destino no le gusta perder. Como no daba el brazo a torcer y aceptaba la vida como era, le puso delante la prueba de que estaba equivocado, de que él no se había ganado la posibilidad de la felicidad completa. En un solo día le arrebató todo eso por lo que Owen había estado peleando incansablemente, dejándolo solo, lastimado y rabioso.
Owen Walker, el Director General de Plaza&Milne, el padre de Eva, estaba por convertirse en lo que era ahora. No lo sabía y de haberlo sabido, difícilmente podría haber cambiado algo. Hizo que su alma se congelara en el tiempo, que perdiera la confianza, que se escondiera dentro de una corteza y se alejara de la vida común y mundana. Todo lo que le quedaría sería un perpetuo sabor amargo en la boca y un corazón que apenas latiría de nuevo.
—Son todas iguales, Bob —. comenzó esa noche entre tragos —Todo lo que quieren es que te conviertas en un estúpido, les des todo el dinero y las joyas que desean y luego se largan con un tipo asqueroso.
Estaba muy ebrio y Bob, casi. Pero lo escuchaba y asentía, dándole la razón aunque no la tuviera.
—¡Te dije que era una perra! Pero ¿me escuchaste? ¡Claro que no! ¡Tú no escuchas a nadie! ¡Eres un idiota!
—No me engañarán otra vez… No lo harán.
—Al menos tienes a tu hija. Eva es tan hermosa… —le dijo su amigo con voz de soñador. Era su sobrina postiza y, por supuesto que era la niña más bella del mundo.
—¡La más hermosa! Mi niña —. la voz quebrada —No sé cómo lo haré solo con Eva, tengo miedo —. le confesó.
—¡¿Qué diablos?! ¡Vienes haciéndolo solo desde que nació! Que esa bruja esté o no, no modificará la vida de Eva… Solo la tuya… Eres idiota, pero eres el mejor padre que conozco. Lo harás genial.
Le había dado unas palmadas abiertas en la espalda, haciendo que Owen derramara su bebida sobre la mesa.
Así comenzó su cambio. El hombre tierno, soñador y enamoradizo que una vez fue, fue mutando con los años. Le ganaron la tristeza y la desconfianza, la frialdad. El cinismo de ver a todas las mujeres bajo el mismo cristal que a Elena lo terminó llevando a desarrollar un modo bastante sórdido que lo ayudaba a canalizar su enojo. Una mancha de la que nadie, a excepción de Bob, sabía.
La 'mancha' de Anna era bien visible: se llamaba Alex, tenía 28 años y ningún deseo de progresar.Anna había conocido la lucha y el sacrificio desde temprana edad. Trabajaba incansablemente, asumiendo múltiples trabajos para poder salir adelante. Su vida no fue fácil, pero su fortaleza radicaba en su capacidad para mantenerse alegre y dedicada a pesar de las adversidades.Amable, compasiva con una ética de trabajo inquebrantable, pero a pesar de su buen corazón, Anna había cometido el error de mantenerse en una relación con un hombre que ya no amaba.No solo era una carga emocional, sino también económica. Alex era su carga, la mancha que no podía borrar. Lo había conocido cinco años atrás, un día, con su violín, entró a la cafetería donde Anna trabajaba. En esa época tenía un trabajo estable y solo tocaba cuando el tiempo le sobraba. Comenzó a ir todos los días a esperarla cuando su turno terminaba y la acompañaba hasta la boca del metro.Le hablaba de teorías maravillosas sobre el u
Lali no podía seguir viéndola de esa manera ¡Testaruda Anna! Sencillamente, era algo que no aceptaba. No le entraba en la cabeza cómo era posible que se hubiera dejado convencer por ese tipo tan inútil. Si Anna era inteligente, tenía buenos promedios en la universidad, siempre estaba para ella; no se merecía lo que estaba viviendo.—No —la respuesta de Owen fue cortante, como siempre.—¡Owen, por favor! ¡No seas así!—Te dije varias veces que la compañía no es un refugio de desamparados, Lali. La última 'amiga' que recomendaste armó un lío enorme en la sección de programación. No quiero más mujeres como ella en el trabajo —el recuerdo de aquel caos todavía lo enfurecía. No solo había sido un problema enorme para la compañía, sino que había puesto en riesgo su reputación.—No es lo mismo, Anna no es así. De verdad, de verdad, de verdad, necesita trabajar; si no, va a terminar abandonando los estudios. No puedo creer que seas tan frío, primo —lo miró con esos ojitos que siempre lograban
A la mañana siguiente llegó a la empresa como siempre lo hacía: en traje, con lentes oscuros, bajándose de uno de sus tantos coches negros (porque todos los que tenía eran de ese color). Al cruzar la puerta del lobby, todos los empleados se quedaban inmóviles viéndolo pasar; él no saludaba y se dirigía directamente al ascensor.El ritual era siempre el mismo: su secretaria lo esperaba junto a los elevadores, con un anotador en la mano. El hombre intimidaba a todos, pero a ella especialmente. La mujer se apresuró a tocar el botón apenas lo vio cruzar; a Walker no le gustaba esperar. Subían solos, y ella aprovechaba para darle las novedades y recordarle las reuniones del día.El ambiente dentro de esos pocos metros cuadrados era opresivo. Se paraba en la parte de atrás y la miraba de arriba abajo mientras ella hablaba. Le fascinaba ver cómo el cuerpo de ella apenas temblaba por su sola presencia, mientras una media sonrisa perturbadora se dibujaba en su cara. Ese era el poder que tenía
Anna entró nerviosa a la entrevista; tenía que hacerlo bien. Llevaba meses intentando encontrar un trabajo que al menos los sacara de los apuros más necesarios. Se había echado sobre los hombros el peso y la responsabilidad de su hogar; si no hubiera sido por Alex, habría regresado con sus padres a trabajar en los campos cuando las cosas se pusieron difíciles. No quiso dejarlo solo, a su suerte; no tenía nada ni a nadie.—¿Anna? —preguntó un hombre asomándose por la puerta.—Sí.—Pase, por favor… Bien, siéntese... No haremos esto muy largo. Sé que viene recomendada por el señor Walker. Sin embargo, como entenderá, debo hacerle algunas preguntas de rigor —. y entrelazó los dedos sobre la mesa.La muchacha se veía común, bonita, pero insulsa, y se le notaba que necesitaba un ingreso. Estaba en extremo nerviosa, jugando con las manos para calmarse. ¿Cómo era que alguien así era amiga de Lali Walker?—Dígame, cuénteme sobre sus experiencias laborales.—Sí… Actualmente, tengo un trabajo de
Eva era una niña vivaz e inquieta, llena de preguntas y con una sonrisa enorme que terminaba en dos pequeños hoyuelos sobre las mejillas. Cada día se parecía más a Elena: con su cabello negro y lacio, sus ojos grandes, la nariz pequeña y un diminuto lunar sobre la ceja izquierda.A veces, Owen veía a Elena reflejada en su hija. Sin embargo, la revoltosa le daba pequeños besos en la mejilla, lo abrazaba con fuerza, lo llamaba 'papá', y ahí terminaban las similitudes con su madre. La niña era tan cariñosa y dulce y él era todo su mundo. Eran inseparables, excepto cuando Owen tenía una cita a las 9.Cuando eso ocurría, Eva se quedaba a dormir con sus abuelos, lo que siempre era una aventura para ella. Cargaba su bolso lleno de juguetes y esperaba a sus abuelos en la puerta del jardín de infantes.Él no tenía muchos amigos, de hecho, solo Bob parecía soportarlo; pero tenía a su mejor amiga siempre. Había visto sus primeros pasos, oído sus primeras palabras, y criado solo a esa princesa de
Lamentablemente, algo así no pasaría desapercibido por todos a su alrededor. Y la noticia también le llegó a Owen. Bob lo supo por los gritos que daba, su actitud quisquillosa y el modo en que trataba a los empleados ese día.En vez de enfrentarlo para obligarlo a calmarse, como era su costumbre, Bob sintió una angustia terrible. Sentado detrás de su escritorio, Bob solo podía pensar en una cosa: Elena volvería por él. Y si Owen quería descargar su ira, estaba en su derecho ¿Qué podría decirle? Nada.Así que cuando todos se fueron del edificio él se detuvo y miró la puerta de la Dirección General, agachó la cabeza, suspiró hondo y presiono el botón del elevador.Ya sabía que esa noche ese lugar sería su refugio de la tormenta; dejarlo solo, lejos de ser desconsiderado, era lo que su amigo necesitaba: enfrentar los monstruos del pasado.Con los años, las emociones oscuras que guardaba en el alma se fueron cimentando. Solo se movían en esas citas con su secretaria de turno, pero era ape
Owen entró al estacionamiento y se dirigió a su coche, Eva pasaría la noche con sus abuelos. Pero al subirse y ponerlo en marcha, tuvo una sensación extraña: ¿No era muy tarde para que una jovencita anduviera sola por la calle? ¿En bus? ¿Esperando en una esquina? Sintió algo de culpa por haberla retrasado. Owen Walker quería creer que nada en la vida con color le importaba, pero eso era una mentira. Anna se cambió de ropa y salió por la puerta lateral del edificio, la del personal. Se despedía del guardia de seguridad cuando un auto negro se detuvo justo frente a ella.Owen bajó y solo con la mirada hizo que el guardia se volviese a meter a toda velocidad.—Por mi culpa te vas más tarde, al menos permíteme acercarte a tu casa —. le dijo mientras abría la puerta del coche. ¿Eh?—No es necesario…—Sube —ordenó.Ahí parado con la mano sobre la puerta, el rostro rígido y la postura dura; era chistoso. En vez de asustarse, solo sonrió. Qué diferente era de su prima. Lali siempre estaba c
Elena llegó al aeropuerto con la seguridad de alguien que había conquistado un imperio. Y, en realidad, lo había logrado: había tomado las riendas del imperio que Thomas había levantado. Se detuvo un instante frente a una puerta de vidrio, observando su reflejo con una sonrisa maliciosa. Había regresado y sabía que tenía que ponerse al día con todo lo que había pasado en su ausencia. Para ella, la vida realmente había comenzado con Thomas; antes de él, nada había importado.Mientras caminaba hacia la salida, su atención se desvió hacia un puesto de revistas, donde vio a Owen. Su rostro no había cambiado mucho, pero la información que lo acompañaba sí que lo había hecho. Su exesposo, que alguna vez fue un romántico empedernido, había avanzado considerablemente desde la última vez que lo vio. Ahora era el director de la compañía y tenía un prestigio notable. Eso sí era interesante.Owen tenía un porte diferente, una nueva aura de autoridad que ella no recordaba en él. En ese instante,