Ep (04)

Lali no podía seguir viéndola de esa manera ¡Testaruda Anna! Sencillamente, era algo que no aceptaba. No le entraba en la cabeza cómo era posible que se hubiera dejado convencer por ese tipo tan inútil. Si Anna era inteligente, tenía buenos promedios en la universidad, siempre estaba para ella; no se merecía lo que estaba viviendo.

—No —la respuesta de Owen fue cortante, como siempre.

—¡Owen, por favor! ¡No seas así!

—Te dije varias veces que la compañía no es un refugio de desamparados, Lali. La última 'amiga' que recomendaste armó un lío enorme en la sección de programación. No quiero más mujeres como ella en el trabajo —el recuerdo de aquel caos todavía lo enfurecía. No solo había sido un problema enorme para la compañía, sino que había puesto en riesgo su reputación.

—No es lo mismo, Anna no es así. De verdad, de verdad, de verdad, necesita trabajar; si no, va a terminar abandonando los estudios. No puedo creer que seas tan frío, primo —lo miró con esos ojitos que siempre lograban ablandarlo, como si fuera una niña pequeña.

Más que primos, eran hermanos. Ambos hijos únicos, Owen y Lali se adoraban a pesar de los años que se llevaban. Él siempre la había visto como una pequeña dulce y revoltosa y ella, como el hombre más bueno del mundo; a pesar de su carácter “especial” y de sus modos todavía “más especiales”.

—Está bien, Lali. Que se presente mañana en la compañía. Hablaré con el jefe de personal para ver si hay algo disponible. Pero te lo advierto: esta es la última vez que hago algo así. —Lali estalló de alegría, abrazándolo con fuerza y dándole un beso en la mejilla.

—¡Gracias, primito! Anna es la mejor, ella no te hará quedar mal, te lo prometo. Es muy trabajadora y cumplidora. ¡No te vas a arrepentir!

A decir verdad, a Walker le daba lo mismo; Lali tenía esos caprichos extraños, y a él nada le costaba complacérselos. Algún día dejaría esa manía de rescatar personas como si fueran mascotas. Pero en realidad sentía una admiración peculiar por ella, no era como las demás muchachas de su generación.

Sí, le encantaba la ropa y el maquillaje y se podía poner insoportable cuando se encaprichaba, pero además de eso era una persona en extremo empática y voluntariosa. No era exactamente brillante, pero lo compensaba con su habilidad para iluminar cualquier lugar cuando entraba. Tenía facilidad para hacer amigos y un corazón enorme.

Se sentía orgulloso de la persona en la que Lali se había convertido, y junto a Eva, era su mayor debilidad. Los Walker eran una familia más del montón, solo se diferenciaban por la jerarquía económica que poseían; pero puertas adentro eran unidos los unos con los otros. Quizá por eso Lali era como era.

También la envidiaba un poco. Él tenía un lado oscuro del que no podía desprenderse, simplemente porque le ayudaba a acallar sus demonios. Pero Lali no había experimentado la decepción y el dolor como él, y deseaba que nunca tuviese que hacerlo. Que siempre permaneciera así: feliz y amorosa. Lo miraba con esos ojos llenos de esperanza y fe en las personas, Owen no podía evitar sentirse conmovido. Quizás, en el fondo, él también quería creer que la gente podía cambiar, que alguien como Anna merecía una segunda oportunidad.

Lali era la única, después de su hija, que rompía su severidad con una sonrisa. Solo tenía esa manía de meterlo en situaciones complicadas, y Owen siempre terminaba involucrado sin dudarlo demasiado. Como cuando le pidió empleo por otra de sus amigas y él la puso a trabajar en la parte programática de Plaza&Milne; solo para que armara un revuelo terrible entre sus empleados.

La muchacha no había sabido aprovechar la oportunidad, un puesto en ese lugar podía darle la posibilidad de conseguir en el futuro una mejor posición. Pero no, ella había ido con la idea de conseguir un esposo que estuviera más que feliz de mantenerla. Pensó que, con los buenos salarios que se pagaban allí, seguramente encontraría lo que buscaba: un hombre bien pagado, con un buen cheque a fin de mes que le ahorrara la molestia de trabajar.

Y como no podía decidir con cuál de todos quedarse, probó un poco de cada uno. Al final de esa primera quincena, Owen enfrentaba una crisis informática en cada rincón de la compañía. Los clientes lo inundaron con quejas y reclamos; muchos se sintieron traicionados y abandonaron sus participaciones.

La discusión con el jefe del sector le reveló el verdadero motivo de la catástrofe. Gritó y ordenó que expulsaran a esa mujer de su puesto. Pero cuando quiso reprocharle a su prima la clase de 'amiga' que tenía, se encontró con una Lali llorando y arrepentida; su padre ya le había contado las consecuencias de su capricho.

¿Qué iba a decirle? Si Lali se deshacía en disculpas, si lloraba con la nariz roja y los ojos enormes. Fingió estar un poco enojado, solo para darle una lección, y luego la abrazó, consolándola y diciéndole que todo había pasado, que él arreglaría la situación y que tuviera más cuidado con las personas con las que se involucraba.

De todas maneras, cuando ella volvió a rogarle y a pedirle por otra de sus amigas, por Anna, Owen no pudo negarse. Con suerte esta vez no se armaría ningún lío. A veces sentía que tenía dos hijas, no una. Ella lo manipulaba igual que lo hacía Eva, y él siempre cedía.

 Lali salió corriendo a llamar a su amiga para darle las buenas noticias; estaba segura de que un nuevo comienzo le haría abrir los ojos. No concebía que se dejara manipular de esa manera por ese tipo; lo detestaba, no solo por cómo ignoraba las necesidades de Anna, sino porque en varias ocasiones había intentado insinuársele.

—¡Anna, tengo una gran noticia para darte! —exclamó Lali, su voz llena de emoción. Podía imaginarse la expresión de sorpresa y alivio en el rostro de Anna al escucharla.

—¿Qué pasó, Lali? —preguntó Anna, con la voz aún cargada de tristeza y agotamiento.

—¡Owen accedió a darte un trabajo en su compañía! —anunció Lali, casi sin poder contenerse—. Hablará con el jefe de personal, y es seguro, segurísimo, que va a emplearte.

Hubo un silencio del otro lado de la línea, y por un momento, Lali temió que Anna se enfadara. Pero entonces, escuchó un suave sollozo seguido de un suspiro de alivio.

—¿En serio? —preguntó Anna con la voz temblorosa—. No puedo creerlo, Lali… no sé cómo agradecerte.

—¡No tienes que agradecerme nada! —dijo Lali rápidamente—. Solo quiero que aproveches esta oportunidad, Anna. Mereces que te ocurran cosas lindas…

El corazón cálido de un querido amigo puede ser el combustible que el motor del cambio necesita.

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