XXV Los gatos vuelven a casa

Una cerveza fría haría que la espera de Mad fuera menos tediosa. Detestaba depender de Amalia, sólo un hombre cobarde enviaba a una mujer a hacer su trabajo. Luchaba contra esos pensamientos diciéndose que interferir directamente en el asunto de Markel arruinaría cualquier posible ataque por sorpresa y la ventaja que pudieran tener.

Lo quisiera o no, ella era su mejor carta por el momento.

Y mientras Amalia, a unos metros sobre él, descubría que el nivel de estupidez de Eddie siempre podía aumentar, Mad recibió una llamada telefónica de su segunda mejor carta.

—¿Me darás buenas noticias, K? Porque estoy algo cabreado —masculló dirigiendo una malhumorada mirada hacia la escalera y los guardias que la custodiaban.

—Llamar para dar buenas noticias es mi pasión. Revisé a los tipos de las listas. No encontré nada en los que se repiten, pero uno de los nuevos se compró hace poco un Audi R8 del año.

—¿Es un auto caro?

—Carísimo. Un matón de cuarta como él no podría costeárselo, y pagó al c
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