XXXIX Una legión

—¡Tres meses! ¡¿Cómo nadie se percató de su ausencia en tres meses?!

Una demanda era lo menos que merecía la institución psiquiátrica carcelaria en que Ana debía estar recluida de por vida.

—Hub0 un incendio —le contó Morgan—. Ella resultó con más del 70% del cuerpo quemado y estaba en cuidados intensivos.

—¡Jamás me avisaron de eso! Les dejé mi número para que me avisaran cualquier cosa sobre ella. Jodidos ineptos, me las van a pagar.

—El asunto es que la mujer quemada nunca fue Ana, era una enfermera que había renunciado, así que nadie la echó de menos hasta que no viajó a visitar a la familia para el cumpleaños de la abuela. Hicieron exámenes de ADN y descubrieron que era la enfermera Sofía Castro, pobre desgraciada.

—Es lista, Ana es muy lista.

—Como toda buena psicópata. Pero tu atacante fue un hombre, ¿no?

—Sí. En tres meses pudo lavar muchos cerebros. Es prácticamente una celebridad para los desquiciados. Debe tener una legión. Jodida cabrona, quiere atar los cabos sueltos.

—Ya
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