—¿Y en qué consiste esa fiesta? —preguntó Amalia. Cuando escuchó a sus trabajadores hablando de una durante el almuerzo, no pudo evitar preguntarles. —La fiesta de la siembra la hacemos cada año cuando empieza la temporada de cultivos —explicó Raúl, un muchacho espigado de profundos ojos pardos—. Es algo de viejos, para atraer la buena fortuna y que el clima sea favorable y así tener una buena cosecha. Comida, alcohol y baile, eso es lo que me gusta a mí. —También se hacen más cosas —empezó a hablar Leonardo, de unos cuarenta años—. El concurso de muñecos, por ejemplo. Se hacen muñecos que representan la sequía, las inundaciones, las plagas y cualquier cosa que pueda afectar a los cultivos. Hay buenos premios para los ganadores. —Yo estoy haciendo uno, es una langosta gigante —contó Raúl, muy entusiasmado—. Lástima que después la van a quemar. —¿Queman todos los muñecos? —preguntó Amalia. Fue Leonardo quien contestó. —Así mismo es, para evitar que afecten las cosechas. —Tú t
—Es mejor que no hagas enojar a esa mujer, Mad —comentó Toro.—La mantendré bien lejos de las hachas.En los días que siguieron y luego de darle varias vueltas al asunto, Amalia se inscribió en el concurso para ser coronada reina de la siembra. En la prueba de pelar choclos no le fue muy bien, pero cortando leña resultó ser una maravilla. Las forzudas muchachas campiranas no fueron competencia para ella. —¡Gané, Mad! No lo puedo creer.—Yo no puedo creer que sigas entera. Ya veía que te cortabas un pie.Había estado bastante cerca al principio hasta que logró cogerle maña al asunto y pudo asestar más de un golpe en el mismo sitio. —Me duelen los brazos y ahora debo hacer un pastel —Amalia sonrió, como si la corona ya fuera suya.La multitud de asistentes al evento, entre lugareños y turistas, se trasladó hasta la plaza. Allí se instalaron los mesones donde las participantes prepararían los pasteles siguiendo ciertas instrucciones. Amalia sintió que hacía trampa por el hecho de ser c
—¿Qué vestido debería usar para mi coronación?Amalia tenía tres opciones, pero ninguno la convencía. O eran demasiado elegantes o muy informales. —¿Mad?El hombre estaba perdido en sus cavilaciones.—Mad, ¿cuál te gusta más? —fue a pararse frente a él.—¿Viste a Valentina armando su torre de vasos?—No, estaba concentrada armando la mía, ¿por qué?—Por nada, cariño. El azul es más para la ocasión. Átale un cinto y se te verá perfecto. Serás la reina más hermosa que haya tenido este pueblo.—Oh, Mad. Lo primero que haré durante mi mandato será nombrarte mi rey. ¿Quieres ser mi rey?—Yo estaría feliz siendo hasta tu esclavo.Enternecida, Amalia se le sentó sobre las piernas y se besaron largo rato. Fue a darse un baño y luego Mad, como buen esclavo, la ayudó a vestirse.—Estos zapatos son hermosos, tienes un gusto exquisito, Amalia.—Pues claro, ya no soy una gata callejera.Mad terminó de atarle las correas de los zapatos y la miró con evidente nostalgia. —Yo quería casarme con esa
—¡Hay que apagar los muñecos! —gritó Mad, convencido de que Amalia estaba entre ellos, tal vez incluso dentro de alguno, como si hubiera sido engullida por las horrorosas creaciones; caballos de Troya emergiendo de las llamas.Apostado cerca del camino había un camión de bomberos con tres de ellos. Ninguno hizo caso a sus llamadas. ¿Apagar los muñecos? Era una locura, lo único que todos querían era verlos arder. El oficial se abalanzó sobre Mad al ver que había atacado al sheriff, que seguía inconsciente en el suelo.—¡Amalia está entre los muñecos! —golpeó al oficial y sacó su arma para evitar que otros lugareños se le fueran encima ante su ataque a la autoridad.Disparó al aire y se desató el caos. La amplitud del campo impidió que hubiera una estampida cuando familias enteras empezaron a correr lejos del forastero enloquecido. Otros tronidos aceleraron la huida. Del vientre ardiente del muñeco de un cuervo emergieron destellos de colores. Los fuegos artificiales que debían cerrar
Mad despertó convencido de que ni en el infierno lo querían. Seguía vivo cuando debía estar muerto y no había analgésico que aliviara el dolor que lo embargaba. No deseaba saber el desenlace de todo y descubrir que ya no habría vuelta atrás. Toro entró a la habitación. Un parche le cubría el ojo izquierdo y varios rasmillones le surcaban el rostro. En el pómulo izquierdo tenía una quemadura. —Ya todo acabó, estamos en un hospital a tres kilómetros del pueblo. Los refuerzos llegaron a cargo de Morgan y encontrarán hasta a la última golondrina que se oculte por los campos. Tarde. Habían llegado tarde, pero haberse ido del pueblo con Amalia no habría cambiado el rumbo de las cosas, sólo llevado el horror a otro lugar. —Fue el mecánico. El que te atacó a ti y a tu antigua novia. Tenía una golondrina en la muñeca y en su taller encontraron el auto en que se transportaba. Unos meses más y esa loca hubiera convertido a todo el pueblo. Turin lo hirió durante el enfrentamiento. Irá a la cár
El restaurante sensación de la ciudad estaba lleno, como cada noche. En una mesa en el segundo piso, dos parejas hablaban animadamente. —Te lo digo en serio, Mad. Tuviste suerte de que esa loca te quitara a Anahí de encima. Ella y tú eran de mundos diferentes. —Al, amor, no hablemos de eso —pidió Unavi—. Mejor cuéntennos qué tal estuvo su luna de miel. Amalia empezó a contarles sobre los lugares que habían recorrido. Por primera vez desde que se conocieron, ella y Mad vivían sus vidas sin estar pendientes de quién les seguía los pasos. Habían logrado estar en paz porque llevaban vidas decentes del lado correcto de la justicia y aquello era lo más valioso. Podían dormir tranquilos y sin el miedo de la inminente muerte. Nunca más supieron nada de ninguna golondrina. De Toro no se había deshecho, él era el encargado de la seguridad del restaurante. Mao y Turin iban de vez en cuando a comer allí con sus familias. Al que ella seguía sin conocer era al misterioso K, pero Mad ya no nece
El sueño de la joven Úrsula Narváez siempre fue brillar como una estrella, en lo más alto del mundo del cine, la televisión o el teatro, pero como suele ocurrir, toda heroína tiene un enemigo y todo sueño se enfrenta a la dura realidad cuando se despierta.Quien despertó a Úrsula fue un siniestro y codicioso hombre apodado "Dedos de oro", un afamado director y productor de cine que convertía en oro todo lo que tocaba, de ahí su creativo apodo. El problema fue que quiso tocarla a ella y acabó recibiendo un potente puñetazo cuando sus ávidos dedos de oro se colaron bajo su falda."¿Acaso no sabes cómo funciona este mundo, querida? Nadie te contratará jamás si yo lo digo, hoy has sepultado tu carrera de actuación para siempre". No conforme, Úrsula le dio una patada en la entrepierna, subestimando el poder de las malignas influencias del hombre, que se extendían como raíces por toda la industria del espectáculo. "Lo siento, Úrsula, estamos buscando a alguien que sea más alta"."¡Puedo us
Había veinticinco postulantes al anuncio que era la última esperanza para Úrsula, todas mujeres estupendas, pero ella no se quedaba atrás. Su currículo estaba bastante bien nutrido: actuación, modelaje, baile, hasta canto, sin mencionar las habilidades que sus trabajos esporádicos le habían dejado. Siendo modesta, ella podría representar cualquier papel de forma creíble y magistral.—Creo que planean hacer una película de empresarios —comentó una muchacha al salir de la oficina donde se realizaba el casting. Úrsula paró la oreja para oír más—. Me hicieron preguntas muy extrañas. ¿Para qué necesitaría saber usar Office? Es actuado.Ellas se fueron y todavía faltaba bastante para que fuera su turno. Las esperanzas de que la escogieran se tambalearon cuando oyó a la secretaria decir que a las cuatro de la tarde vendrían veinticinco candidatas más. Tenía que hacer algo y hacerlo ya, por su hermano, por su abuela y su legado.Preguntó dónde estaba el baño y aprovechó de pasearse por el lug