Había veinticinco postulantes al anuncio que era la última esperanza para Úrsula, todas mujeres estupendas, pero ella no se quedaba atrás. Su currículo estaba bastante bien nutrido: actuación, modelaje, baile, hasta canto, sin mencionar las habilidades que sus trabajos esporádicos le habían dejado. Siendo modesta, ella podría representar cualquier papel de forma creíble y magistral.
—Creo que planean hacer una película de empresarios —comentó una muchacha al salir de la oficina donde se realizaba el casting. Úrsula paró la oreja para oír más—. Me hicieron preguntas muy extrañas. ¿Para qué necesitaría saber usar Office? Es actuado.Ellas se fueron y todavía faltaba bastante para que fuera su turno. Las esperanzas de que la escogieran se tambalearon cuando oyó a la secretaria decir que a las cuatro de la tarde vendrían veinticinco candidatas más. Tenía que hacer algo y hacerlo ya, por su hermano, por su abuela y su legado.Preguntó dónde estaba el baño y aprovechó de pasearse por el lugar. Era una agencia de reclutamiento bastante extraña, parecía un piso de una empresa de oficinas común y corriente. Tal vez sólo rentaban un espacio allí. Golpeó un muro con sus nudillos, no era material muy sólido ni grueso. No debía aislar bien el ruido.De la puerta que estaba a un lado de la oficina de reclutamiento vio salir a una pareja de ejecutivos. No parecían ser actores, estaban algo panzones.—Espero que hoy no haya frijoles para el almuerzo, todavía no han reparado el aire acondicionado —dijo uno.Cuando se alejaron lo suficiente, disimuladamente fue hasta la puerta y llamó. Con la adrenalina a tope y al no recibir respuesta, se atrevió a entrar. Avanzó entre los escritorios y pegó la oreja al muro tras el que la esperaba su futuro."¿Cuál es tu nivel de manejo de software?", preguntaba un hombre."¿Qué es eso?", respondía una mujer."Esto es todo, que pase la siguiente".Vaya, eran implacables. ¿Buscaban una actriz o una secretaria?"¿Qué sistema operativo tiene tu teléfono?", le preguntaron a la siguiente postulante."Adr0id, no recuerdo la versión"."¿Manejo de Office?""Medio avanzado, tomé un curso en la universidad"."Actualmente, ¿cuál es la mejor empresa de tecnología?".La puerta se abrió y no alcanzó a escuchar la respuesta.—¿Quién eres tú y qué haces aquí? —le preguntó el hombre que entró.—Estaba buscando el baño y me perdí —jugueteó con un mechón de su cabello, una táctica infalible de distracción, sumada a su expresión encantadora.—¿Y qué hacías pegada al muro?Úrsula se llevó una mano a la cabeza, como si se le partiera por el más terrible de los dolores.—Creo que me subió un poco la presión y el muro está frío, por eso, pero ya me siento mejor, no le quito más tiempo —se escurrió del lugar lo más rápido que pudo.Había estado bastante cerca.Envalentonada por el reciente susto y algo más confiada por la información que había obtenido, entró a la oficina cuando fue su turno, no sin antes revisar la versión de Andr0id de su teléfono. El hombre que la había sorprendido espiando era uno de los entrevistadores, Bill y quiso que la tierra se la tragara. El otro era algo más mayor y serio, se presentó como John.—Aquí dice que tu nombre es "¿Unavi?" —cuestionó John, leyendo su currículo.—Es mi nombre artístico. Me extraña que me lo pregunte, eso es algo muy común en la industria.Su nombre real estaba en la lista negra, no podía seguir usándolo. Estaba ligado a ruina y desgracia. Hasta se había cambiado el color de cabello y llevaba otro corte para que no la reconocieran.Los hombres intercambiaron miradas y empezaron las preguntas raras.—¿Manejo de software? —preguntó John.—Descargo e instalo programas y aplicaciones. No soy una experta, pero aprendo muy rápido y tengo una excelente memoria. Sea cual sea el papel que quieren que interprete, me prepararé lo mejor posible, soy buena adaptándome, soy como de plasticina —descruzó la pierna y cruzó la otra, viendo cómo los ojos de sus entrevistados se iban a su minifalda. Técnica de distracción número dos.—Puedo dar fe de que improvisa muy bien en momentos de tensión —aseguró Bill—. ¿Te consideras una mujer de sangre fría?—Si eso se necesita, eso seré. La más fría y despiadada, con nervios de acero. Esta es mi mirada despiadada.Era bastante buena, convinieron ambos.—Danos una mirada inocente —pidió Bill.La inocencia en persona, eso fue Úrsula, sus dulces y castos ojos purificaban.—Ahora una seductora.La lujuria encarnada se hizo presente en la formal oficina. Los hombres se removieron y aflojaron sus corbatas, algo acalorados.—Supongamos que yo guardo un secreto y tú tienes que averiguarlo, pero sin ponerte en evidencia. ¿Qué harías?—¿Puedo usar drogas? Hay algunas que sueltan la lengua.—No, no puedes.—En ese caso, tendría que tomar el camino largo, trabajar para ganarme su confianza, que me considere parte de su vida, tan cercana que sus secretos fluyan como agua de manantial. O poner micrófonos y usar software espía.—Gracias Unavi, te llamaremos si resultas seleccionada —sentenció John.No la llamarían, así era siempre, era lo que decían para ilusionarte los muy condenados. Sin embargo, después de tres días la llamaron y supo, con aterradora certeza, que de momento diría adiós a los escenarios.Emocionada y con la adrenalina haciéndole temblar las piernas, Úrsula se sentó frente a Bill, el único presente esta vez en la oficina. Ya quería recibir el guion para devorárselo.—Tu papel será el de la asistente de un importante CEO de una empresa de tecnología —empezó diciendo Bill. Ahora cobraban sentido para ella esas preguntas tan raras de la entrevista y el lugar en el que estaban, debía ser para empezar a ambientarse.—Este será tu jefe.En el telón del costado se proyectó la imagen de su guapo coprotagonista. Un tipo estupendo, de mirada seria, indiferente, quizás hasta engreído. Sospechaba que su papel sería el del típico CEO de las novelas, emocionalmente torpe y posesivo, que obtenía a la fuerza lo que no lograba obtener por la razón. Esperaba llevarse bien con él.¿Sería una película romántica? No sabía nada de la trama, pero no le importaría tener que besar a ese coprotagonista o tener escenas más íntimas o "picantes" con él. Siempre desde el profesionalismo, por supue
Alfonso Kamus cruzó la entrada de empresas Deluxe y ya parecía tener motivos para estar enojado. Laura, la joven recepcionista, le dio los buenos días por costumbre, pues sabía que no le respondería y hoy no fue la excepción. Siguió caminando hasta el ascensor. Los empleados que allí esperaban también lo saludaron y al menos recibieron un gesto de asentimiento con la cabeza. Eso era prácticamente una bendición viniendo del jefe supremo, así que hoy tendrían un buen día.Las puertas se abrieron y nadie más que Alfonso entró. Los demás esperarían, su tiempo no era tan valioso como la comodidad del jefe. En el segundo piso subió Martín Hesher, su socio y amigo lo suficientemente cercano como para compartir el espacio y aire del ascensor.—¿Viste el partido de los Tiburones ayer? Qué maravilla —comentó Martín mientras subían.—El reemplazo de mi asistente no ha llegado. Dijiste que te harías cargo. —Lo hice, la agencia me envió a la mejor.—¿Mejor para mí o mejor para ti? —Oh, vamos. S
Úrsula, bajo la identidad ficticia de Daniela Márquez, se sentó en su recién estrenado escritorio y exhaló pesadamente. Las piernas le temblaban, las manos le sudaban, pero estaba confiada en que el primer encuentro con su jefe había ido muy bien. Humildemente, él y su socio se la habían comido con los ojos, esperaba que no fuera porque la encontraran fuera de lugar. Tres días se había estado preparando, informándose sobre los últimos avances en ciencia y tecnología. Podía recitar de memoria todos los logros de la empresa Deluxe durante los últimos cinco años y hacer gala de su manejo de Office. Estaba preparada como nunca antes para desempeñar un papel, pero también sabía el oscuro propósito de todo y, si bien tenía poderosas razones para seguir adelante, el miedo a que los nervios la traicionaran no la abandonaba. —Mente fría, mente fría. Piensa en helado —repitió para sí.Se sobresaltó al recibir un mensaje."Ven a la oficina".Añadió el número de su jefe a sus contactos y se pus
En momentos de estrés, el cuerpo podía paralizarse y la mente también. Y las consecuencias eran una cuestión de vida o muerte, de sobrevivencia, pero nada de lo que ocurriera en aquel lugar sería peligroso. La empresa Deluxe, con sus grandes oficinas y vestíbulos, no era más que su escenario, ella era una grandiosa actriz infravalorada y el intimidante Alfonso Kamus, de pie junto a ella y a quien miraba hacia arriba —parecía haber duplicado su estatura— era su coprotagonista, nada más. —Te hice una pregunta.En su repentina audacia y su torpe exceso de confianza, Úrsula había olvidado que la oficina de su jefe tenía un baño privado al costado, luego de rodear un librero por el que apenas y debía haberla visto husmeando.Cuando llegó al escritorio, la carpeta amarilla seguía donde él la había dejado.—Se me cayó un arete y lo estaba buscando. Es pequeño y no lo encuentro —dijo ella, poniéndose de pie. No había molestia en el rostro de Alfonso, ni meditaba en qué tan creíble era el em
Una conciencia sucia solía ser causa de insomnio en las gentes de buen vivir y moral férrea, y eso creía ser Úrsula, pero luego de un día sometida a tanto estrés y presión, los ojos se le cerraron en cuanto se acurrucó sobre la colchoneta que hacía las veces de cama. Pronto recuperaría su cama.Sus ojos, cansados y enrojecidos, se abrieron de par en par cuando recibió un mensaje. Era su jefe de mentiritas. ¡Santo Dios! La había descubierto. Se levantó de un brinco y corrió a la ventana. Ningún contingente policíaco rodeaba la casa, el vecindario seguía en silencio. Bill había dicho que robar secretos empresariales no era delito, pero evidentemente podía mentir, si era él quien le pagaba para hacerlo.¡¿Cómo no se le ocurrió antes?! Tendría que informarse al respecto. Volvió a la colchoneta y cogió el teléfono como si fuera radiactivo.A. Kamus: Hola, Daniela. ¿Podemos hablar? Espero no haberte despertado.Daniela asistente: Acababa de meterme a la cama. ¿Qué ocurre, señor Kamus?Él
—Permiso, señor Kamus. Vengo a limpiar su librero.Ya había notado él que ella se ponía a limpiar cuando se aburría, así que no le importó.—Adelante —dijo, sin apartar la vista de los documentos que leía hasta que la vio subida en una escalera, limpiando hasta arriba.Sus reproches se tardaron en salir por el vistazo que le dio a sus piernas. Qué perfectas le parecieron saliendo de ese bello vestido turquesa, entre verde mar y azul acero. Tosió para aclarar su voz, rogando también para que se aclarara su cabeza.—¿Sabes lo peligroso que es usar una escalera con tacones?Ella lo miró como intentando descifrar un mensaje que estaba en clave. Le dedicó una sutil sonrisa cuando creyó comprender sus intenciones y, con lentitud enloquecedora, se quitó los zapatos y los dejó caer. Siguió limpiando.Alfonso seguía mirándola, más desconcertado que antes.—Daniela, deja de esparcir polvo y ven aquí.Ella se acercó, aferrando su plumero como si fuera un escudo. O un arma. Tomó asiento cuando é
Úrsula había visto demasiadas películas de mafiosos como para no saber que los "regalitos" a los que ellos se referían solían ser lluvias de plomo o visitas sin retorno al fondo de los lagos. —Yo... yo ya le hice llegar parte del pago. ¡Le pagaré el resto en cuanto pueda!El siniestro hombre la recorrió de arriba abajo con los ojos oscuros, ensombrecidos por los sucios deseos de querer sacarle la ropa y hasta las tripas, no tenía duda alguna de eso.—Podrías terminar de pagar la deuda ahora mismo y no te costaría ni un peso —se relamió lentamente, devorándola con la mirada.¿Y hasta ahora se lo decían? Sí que había problemas de comunicación en la sociedad. —Gracias, pero prefiero seguir con el sistema de cuotas.El hombre sonrió y le entregó una gran caja blanca, atada con una cinta de regalo roja.—Me quedé con un recuerdo, espero que no lo extrañes —dijo el maleante. Subió a un auto negro con vidrios polarizados y se fue.Úrsula lamentaba haber tenido que darles su nueva dirección
La inesperada cita de Úrsula llegó diez minutos tarde, pero su sonrisa lo compensaba. Martín era un hombre normal, para variar y no un genio pervertido o un mafioso pervertido.—Linda casa —halagó él.—Lindo auto —halagó ella. Supuso que habían empezado bien. El camino al cine fue acompañado de una amena charla, donde por primera vez no se sintió puesta a prueba. Martín Hesher era guapo, divertido, razonable, muy diferente del genio aparentemente inalcanzable de su amigo.—¿Usted y el señor Kamus se conocen desde hace mucho tiempo?—Llámame Martín, Dani. Nos conocimos en la universidad y decidimos hacer negocios juntos. Nos complementamos bien, él es la mente maestra y yo soy un as con los números. Lo que toco lo convierto en oro.—No lo diga ni en broma que ya tuve suficiente de eso.—¿Cómo?—Nada, sólo pensaba en voz alta. Lamento que él despidiera a Antonia, es una buena muchacha.—Y una buena asistente también, pero así es Kamus. Entre nosotros, tú puedes verlo muy tranquilo y s