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II Un guapo coprotagonista

Emocionada y con la adrenalina haciéndole temblar las piernas, Úrsula se sentó frente a Bill, el único presente esta vez en la oficina. Ya quería recibir el guion para devorárselo.

—Tu papel será el de la asistente de un importante CEO de una empresa de tecnología —empezó diciendo Bill.

Ahora cobraban sentido para ella esas preguntas tan raras de la entrevista y el lugar en el que estaban, debía ser para empezar a ambientarse.

—Este será tu jefe.

En el telón del costado se proyectó la imagen de su guapo coprotagonista. Un tipo estupendo, de mirada seria, indiferente, quizás hasta engreído. Sospechaba que su papel sería el del típico CEO de las novelas, emocionalmente torpe y posesivo, que obtenía a la fuerza lo que no lograba obtener por la razón. Esperaba llevarse bien con él.

¿Sería una película romántica? No sabía nada de la trama, pero no le importaría tener que besar a ese coprotagonista o tener escenas más íntimas o "picantes" con él. Siempre desde el profesionalismo, por supuesto.

Dejó de fantasear y siguió prestando atención a lo que decía Bill.

—Este tipo es un genio, muy probablemente es una de las mentes creativas más importantes de la década. Sus ideas valen miles de millones y tu trabajo, como su asistente, será conocer esas ideas y compartirlas con nosotros.

—Entonces será una película o serie de espías. ¿Para el cine o alguna plataforma de streaming?

Bill sonrió con indulgencia y algo de superioridad. Y puede que también con un atisbo de burla, Úrsula leía bien las expresiones.

—Esa ingenuidad tan natural es una de las razones por la que te escogimos. Esto no es una serie ni una película, Unavi, ese genio que ves ahí no es un actor, yo no soy un productor y ni siquiera me llamo Bill.

Úrsula ahogó un grito de sorpresa. El espanto no le duró mucho porque el supuesto Bill estalló en carcajadas.

—¡Lo siento, lo siento! Tenía que decirlo, sentí que encajaba perfecto con la atmósfera de misterio. Sí me llamo Bill y, como te contaba, Alfonso Kamus es alguien real y tú te convertirás en su asistente real y robarás los secretos sobre sus proyectos de verdad. Esta es la verdad.

Úrsula puso su más natural cara de incredulidad. Realmente se había sentido como dentro de una película de misterio. Sospechó que tal vez la seguían poniendo a prueba, había castings así, secretos.

Y recordó lo de la frialdad, la mirada despiadada y los nervios de acero, así que le siguió el juego al sonriente Bill.

—Esto es bastante inesperado. ¿Estaré cometiendo algún delito si soy tu espía? —preguntó con su fría expresión y mostrando su mejor ángulo.

—Ninguno, no son secretos de estado, sólo planos, archivos sobre investigación y desarrollo, meros spoilers, por ponerlo en tus términos —dijo, sonriendo.

—¿Y el sueldo? Suena como un trabajo riesgoso, imagino que la paga será buena —como espía no sería tonta. No trabajaría por menos de seis cifras a la semana.

—Por supuesto. Un buen sueldo y presupuesto extra para todo lo que necesites, desde ropa hasta un auto. Y mientras más útil nos seas, más beneficios obtendrás.

—Perfecto, ¿cuándo empiezo?

—Ahora mismo. Leerás esto para ponerte al día con todo lo que debes saber —dejó sobre el escritorio una pila de archivadores colmados de documentos. Debía ser el guion de la película entera—. Yo estaré aquí para responder cualquier duda luego de que firmes el contrato.

El documento constaba de tres hojas. A medida que Úrsula lo leía, las dudas de hasta dónde llegaba el casting secreto aumentaron. Era un contrato de confidencialidad, no de actuación.

—Entonces... cuando dijiste que todo esto era de verdad. ¿Realmente era de verdad o estabas actuando?

Bill volvió a reír a carcajadas. Empezaba a detestar su risa.

—Unavi, cariño. Yo no soy actor, soy ingeniero y tú serás una excelente espía, estoy seguro.

—Pero... perjudicaré a alguien.

—Claro que no, él tendrá mas ideas, ya te dije que es un genio. Las ideas salen de su cabeza como el agua del grifo y está forrado, no le causarás ninguna pérdida.

Apenas empezaba a sopesar la magnitud de lo que se le ofrecía. Ella sería la antagonista, esa era la triste realidad. Si ya estaba en la lista negra de "Dedos de oro", ahora acabaría completamente funada. Sería exiliada para siempre del mundo de la fama, la tratarían como a una paria, peor que a una leprosa.

—Lo lamento, pero esto va más allá de mis valores y principios. Yo soy actriz, hago el mal en la ficción, no en la realidad. No estudié para eso, ¡tengo una vocación!

Una risotada más, Úrsula quiso lanzarle el sucio contrato en la cara.

—Cariño, otra razón por la que te escogimos es porque conocemos tu situación. Sabemos que no te quieren en la industria del cine, que eres una paria, peor que una leprosa.

Eso fue una puñalada para Úrsula, que se aferró el pecho.

—Sabemos que tienes deudas, que tienes un pobre hermano discapacitado y que estás a nada de quedarte en la calle.

Desnuda, ella estaba desnuda frente a Bill y su sonrisita burlona. ¿Para qué la necesitaban si ellos eran tan buenos espías? No lo entendía.

—Y también sabemos que estás lo suficientemente desesperada como para no rechazar nuestra oferta.

Ahora estaba el triple de desesperada, asediada por un terrible dilema moral: su conciencia versus seguir viviendo sobre la línea de pobreza, su alma versus convertirse en indigente; su pobre hermano sin silla de ruedas versus su pobre hermano con silla de ruedas. ¿Cómo decidir?

—Si firmas el contrato, el pago por tu primer secreto serán las escrituras de una casa.

La mandíbula de Úrsula se desencajó. ¿Conciencia? ¿Qué era eso? ¿Cuál alma? ¿Moral?

—Y, más adelante, puede que hasta podamos ayudar a que tu hermano vuelva a caminar, ¿no sería eso lindo?

—¡Sería hermoso! —dijo, al borde de las lágrimas.

Ya habría tiempo para expiar sus culpas y recuperar su alma. Ahora, se la entregaría en bandeja de plata al perverso Bill para trabajar junto a él. Firmó el documento e inició su condena. 

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