Emocionada y con la adrenalina haciéndole temblar las piernas, Úrsula se sentó frente a Bill, el único presente esta vez en la oficina. Ya quería recibir el guion para devorárselo.
—Tu papel será el de la asistente de un importante CEO de una empresa de tecnología —empezó diciendo Bill.Ahora cobraban sentido para ella esas preguntas tan raras de la entrevista y el lugar en el que estaban, debía ser para empezar a ambientarse.—Este será tu jefe.En el telón del costado se proyectó la imagen de su guapo coprotagonista. Un tipo estupendo, de mirada seria, indiferente, quizás hasta engreído. Sospechaba que su papel sería el del típico CEO de las novelas, emocionalmente torpe y posesivo, que obtenía a la fuerza lo que no lograba obtener por la razón. Esperaba llevarse bien con él.¿Sería una película romántica? No sabía nada de la trama, pero no le importaría tener que besar a ese coprotagonista o tener escenas más íntimas o "picantes" con él. Siempre desde el profesionalismo, por supuesto.Dejó de fantasear y siguió prestando atención a lo que decía Bill.—Este tipo es un genio, muy probablemente es una de las mentes creativas más importantes de la década. Sus ideas valen miles de millones y tu trabajo, como su asistente, será conocer esas ideas y compartirlas con nosotros.—Entonces será una película o serie de espías. ¿Para el cine o alguna plataforma de streaming?Bill sonrió con indulgencia y algo de superioridad. Y puede que también con un atisbo de burla, Úrsula leía bien las expresiones.—Esa ingenuidad tan natural es una de las razones por la que te escogimos. Esto no es una serie ni una película, Unavi, ese genio que ves ahí no es un actor, yo no soy un productor y ni siquiera me llamo Bill.Úrsula ahogó un grito de sorpresa. El espanto no le duró mucho porque el supuesto Bill estalló en carcajadas.—¡Lo siento, lo siento! Tenía que decirlo, sentí que encajaba perfecto con la atmósfera de misterio. Sí me llamo Bill y, como te contaba, Alfonso Kamus es alguien real y tú te convertirás en su asistente real y robarás los secretos sobre sus proyectos de verdad. Esta es la verdad.Úrsula puso su más natural cara de incredulidad. Realmente se había sentido como dentro de una película de misterio. Sospechó que tal vez la seguían poniendo a prueba, había castings así, secretos.Y recordó lo de la frialdad, la mirada despiadada y los nervios de acero, así que le siguió el juego al sonriente Bill.—Esto es bastante inesperado. ¿Estaré cometiendo algún delito si soy tu espía? —preguntó con su fría expresión y mostrando su mejor ángulo.—Ninguno, no son secretos de estado, sólo planos, archivos sobre investigación y desarrollo, meros spoilers, por ponerlo en tus términos —dijo, sonriendo.—¿Y el sueldo? Suena como un trabajo riesgoso, imagino que la paga será buena —como espía no sería tonta. No trabajaría por menos de seis cifras a la semana.—Por supuesto. Un buen sueldo y presupuesto extra para todo lo que necesites, desde ropa hasta un auto. Y mientras más útil nos seas, más beneficios obtendrás.—Perfecto, ¿cuándo empiezo?—Ahora mismo. Leerás esto para ponerte al día con todo lo que debes saber —dejó sobre el escritorio una pila de archivadores colmados de documentos. Debía ser el guion de la película entera—. Yo estaré aquí para responder cualquier duda luego de que firmes el contrato.El documento constaba de tres hojas. A medida que Úrsula lo leía, las dudas de hasta dónde llegaba el casting secreto aumentaron. Era un contrato de confidencialidad, no de actuación.—Entonces... cuando dijiste que todo esto era de verdad. ¿Realmente era de verdad o estabas actuando?Bill volvió a reír a carcajadas. Empezaba a detestar su risa.—Unavi, cariño. Yo no soy actor, soy ingeniero y tú serás una excelente espía, estoy seguro.—Pero... perjudicaré a alguien.—Claro que no, él tendrá mas ideas, ya te dije que es un genio. Las ideas salen de su cabeza como el agua del grifo y está forrado, no le causarás ninguna pérdida.Apenas empezaba a sopesar la magnitud de lo que se le ofrecía. Ella sería la antagonista, esa era la triste realidad. Si ya estaba en la lista negra de "Dedos de oro", ahora acabaría completamente funada. Sería exiliada para siempre del mundo de la fama, la tratarían como a una paria, peor que a una leprosa.—Lo lamento, pero esto va más allá de mis valores y principios. Yo soy actriz, hago el mal en la ficción, no en la realidad. No estudié para eso, ¡tengo una vocación!Una risotada más, Úrsula quiso lanzarle el sucio contrato en la cara.—Cariño, otra razón por la que te escogimos es porque conocemos tu situación. Sabemos que no te quieren en la industria del cine, que eres una paria, peor que una leprosa.Eso fue una puñalada para Úrsula, que se aferró el pecho.—Sabemos que tienes deudas, que tienes un pobre hermano discapacitado y que estás a nada de quedarte en la calle.Desnuda, ella estaba desnuda frente a Bill y su sonrisita burlona. ¿Para qué la necesitaban si ellos eran tan buenos espías? No lo entendía.—Y también sabemos que estás lo suficientemente desesperada como para no rechazar nuestra oferta.Ahora estaba el triple de desesperada, asediada por un terrible dilema moral: su conciencia versus seguir viviendo sobre la línea de pobreza, su alma versus convertirse en indigente; su pobre hermano sin silla de ruedas versus su pobre hermano con silla de ruedas. ¿Cómo decidir?—Si firmas el contrato, el pago por tu primer secreto serán las escrituras de una casa.La mandíbula de Úrsula se desencajó. ¿Conciencia? ¿Qué era eso? ¿Cuál alma? ¿Moral?—Y, más adelante, puede que hasta podamos ayudar a que tu hermano vuelva a caminar, ¿no sería eso lindo?—¡Sería hermoso! —dijo, al borde de las lágrimas.Ya habría tiempo para expiar sus culpas y recuperar su alma. Ahora, se la entregaría en bandeja de plata al perverso Bill para trabajar junto a él. Firmó el documento e inició su condena.Alfonso Kamus cruzó la entrada de empresas Deluxe y ya parecía tener motivos para estar enojado. Laura, la joven recepcionista, le dio los buenos días por costumbre, pues sabía que no le respondería y hoy no fue la excepción. Siguió caminando hasta el ascensor. Los empleados que allí esperaban también lo saludaron y al menos recibieron un gesto de asentimiento con la cabeza. Eso era prácticamente una bendición viniendo del jefe supremo, así que hoy tendrían un buen día.Las puertas se abrieron y nadie más que Alfonso entró. Los demás esperarían, su tiempo no era tan valioso como la comodidad del jefe. En el segundo piso subió Martín Hesher, su socio y amigo lo suficientemente cercano como para compartir el espacio y aire del ascensor.—¿Viste el partido de los Tiburones ayer? Qué maravilla —comentó Martín mientras subían.—El reemplazo de mi asistente no ha llegado. Dijiste que te harías cargo. —Lo hice, la agencia me envió a la mejor.—¿Mejor para mí o mejor para ti? —Oh, vamos. S
Úrsula, bajo la identidad ficticia de Daniela Márquez, se sentó en su recién estrenado escritorio y exhaló pesadamente. Las piernas le temblaban, las manos le sudaban, pero estaba confiada en que el primer encuentro con su jefe había ido muy bien. Humildemente, él y su socio se la habían comido con los ojos, esperaba que no fuera porque la encontraran fuera de lugar. Tres días se había estado preparando, informándose sobre los últimos avances en ciencia y tecnología. Podía recitar de memoria todos los logros de la empresa Deluxe durante los últimos cinco años y hacer gala de su manejo de Office. Estaba preparada como nunca antes para desempeñar un papel, pero también sabía el oscuro propósito de todo y, si bien tenía poderosas razones para seguir adelante, el miedo a que los nervios la traicionaran no la abandonaba. —Mente fría, mente fría. Piensa en helado —repitió para sí.Se sobresaltó al recibir un mensaje."Ven a la oficina".Añadió el número de su jefe a sus contactos y se pus
En momentos de estrés, el cuerpo podía paralizarse y la mente también. Y las consecuencias eran una cuestión de vida o muerte, de sobrevivencia, pero nada de lo que ocurriera en aquel lugar sería peligroso. La empresa Deluxe, con sus grandes oficinas y vestíbulos, no era más que su escenario, ella era una grandiosa actriz infravalorada y el intimidante Alfonso Kamus, de pie junto a ella y a quien miraba hacia arriba —parecía haber duplicado su estatura— era su coprotagonista, nada más. —Te hice una pregunta.En su repentina audacia y su torpe exceso de confianza, Úrsula había olvidado que la oficina de su jefe tenía un baño privado al costado, luego de rodear un librero por el que apenas y debía haberla visto husmeando.Cuando llegó al escritorio, la carpeta amarilla seguía donde él la había dejado.—Se me cayó un arete y lo estaba buscando. Es pequeño y no lo encuentro —dijo ella, poniéndose de pie. No había molestia en el rostro de Alfonso, ni meditaba en qué tan creíble era el em
Una conciencia sucia solía ser causa de insomnio en las gentes de buen vivir y moral férrea, y eso creía ser Úrsula, pero luego de un día sometida a tanto estrés y presión, los ojos se le cerraron en cuanto se acurrucó sobre la colchoneta que hacía las veces de cama. Pronto recuperaría su cama.Sus ojos, cansados y enrojecidos, se abrieron de par en par cuando recibió un mensaje. Era su jefe de mentiritas. ¡Santo Dios! La había descubierto. Se levantó de un brinco y corrió a la ventana. Ningún contingente policíaco rodeaba la casa, el vecindario seguía en silencio. Bill había dicho que robar secretos empresariales no era delito, pero evidentemente podía mentir, si era él quien le pagaba para hacerlo.¡¿Cómo no se le ocurrió antes?! Tendría que informarse al respecto. Volvió a la colchoneta y cogió el teléfono como si fuera radiactivo.A. Kamus: Hola, Daniela. ¿Podemos hablar? Espero no haberte despertado.Daniela asistente: Acababa de meterme a la cama. ¿Qué ocurre, señor Kamus?Él
—Permiso, señor Kamus. Vengo a limpiar su librero.Ya había notado él que ella se ponía a limpiar cuando se aburría, así que no le importó.—Adelante —dijo, sin apartar la vista de los documentos que leía hasta que la vio subida en una escalera, limpiando hasta arriba.Sus reproches se tardaron en salir por el vistazo que le dio a sus piernas. Qué perfectas le parecieron saliendo de ese bello vestido turquesa, entre verde mar y azul acero. Tosió para aclarar su voz, rogando también para que se aclarara su cabeza.—¿Sabes lo peligroso que es usar una escalera con tacones?Ella lo miró como intentando descifrar un mensaje que estaba en clave. Le dedicó una sutil sonrisa cuando creyó comprender sus intenciones y, con lentitud enloquecedora, se quitó los zapatos y los dejó caer. Siguió limpiando.Alfonso seguía mirándola, más desconcertado que antes.—Daniela, deja de esparcir polvo y ven aquí.Ella se acercó, aferrando su plumero como si fuera un escudo. O un arma. Tomó asiento cuando é
Úrsula había visto demasiadas películas de mafiosos como para no saber que los "regalitos" a los que ellos se referían solían ser lluvias de plomo o visitas sin retorno al fondo de los lagos. —Yo... yo ya le hice llegar parte del pago. ¡Le pagaré el resto en cuanto pueda!El siniestro hombre la recorrió de arriba abajo con los ojos oscuros, ensombrecidos por los sucios deseos de querer sacarle la ropa y hasta las tripas, no tenía duda alguna de eso.—Podrías terminar de pagar la deuda ahora mismo y no te costaría ni un peso —se relamió lentamente, devorándola con la mirada.¿Y hasta ahora se lo decían? Sí que había problemas de comunicación en la sociedad. —Gracias, pero prefiero seguir con el sistema de cuotas.El hombre sonrió y le entregó una gran caja blanca, atada con una cinta de regalo roja.—Me quedé con un recuerdo, espero que no lo extrañes —dijo el maleante. Subió a un auto negro con vidrios polarizados y se fue.Úrsula lamentaba haber tenido que darles su nueva dirección
La inesperada cita de Úrsula llegó diez minutos tarde, pero su sonrisa lo compensaba. Martín era un hombre normal, para variar y no un genio pervertido o un mafioso pervertido.—Linda casa —halagó él.—Lindo auto —halagó ella. Supuso que habían empezado bien. El camino al cine fue acompañado de una amena charla, donde por primera vez no se sintió puesta a prueba. Martín Hesher era guapo, divertido, razonable, muy diferente del genio aparentemente inalcanzable de su amigo.—¿Usted y el señor Kamus se conocen desde hace mucho tiempo?—Llámame Martín, Dani. Nos conocimos en la universidad y decidimos hacer negocios juntos. Nos complementamos bien, él es la mente maestra y yo soy un as con los números. Lo que toco lo convierto en oro.—No lo diga ni en broma que ya tuve suficiente de eso.—¿Cómo?—Nada, sólo pensaba en voz alta. Lamento que él despidiera a Antonia, es una buena muchacha.—Y una buena asistente también, pero así es Kamus. Entre nosotros, tú puedes verlo muy tranquilo y s
Úrsula se zafó del agarre de Mad. Ella estaba perfectamente bien, sólo seguía viendo borroso y tenía la frente colorada y adolorida, tal vez también estaba algo asqueada por haber fantaseando con su espalda y otras cosas que no valía la pena mencionar, pero nada más.—Permiso, yo me voy.Apenas se levantó y Mad volvió a sentarla.—No tan deprisa, tal vez tengas una conmoción cerebral.—¡Ja! ¿Desde cuándo eres médico?—¿Estás mareada?¡El mundo le daba vueltas!—Sí —respondió a regañadientes.—¿Náuseas? —Un poco.—Sigue mi dedo.—Dedos —corrigió ella, intentando seguir los que se movían frente a sus ojos. Sólo consiguió marearse más.—Necesitas estarte quieta un momento. Vayamos a beber algo.Ciertamente el golpe debía haberle afectado porque allá fue ella. Terminaron sentados en un café junto al gimnasio. Pidió un refresco frío y se lo apoyó contra la frente.Él pidió un té negro, muy cargado y amargo, como su alma oscura. —¿Siempre vienes a este gimnasio? —se atrevió a preguntarle