XXX Mujeres para casarse

Un golpe en la caseta de cristal de la ducha hizo a Mad volverse. Amalia estaba afuera y le hacía unos gestos.

—Cariño, ¿quieres ducharte conmigo?

—Tal vez en otro momento. ¿Estás esperando alguna visita?

En el momento en que Mad negaba, les llegó el lejano sonido del timbre.

—¿Viste de quién se trata?

—No. Tú dijiste que no me acercara a la puerta.

Con un mal presentimiento instalado en su cabeza, Mad se secó y vistió lo más rápido que pudo.

—Deberías poner un intercomunicador en la entrada, de esos que tienen cámara —sugirió Amalia, retorciendo nerviosamente las manos.

—Sí, es buena idea. Si tengo oportunidad lo haré mañana. —Cogió una pistola y fue hacia la puerta.

En la cocina, Amalia aferró el cuchillo más grande que pudo encontrar, atenta a cualquier sonido que oyera.

Un vistazo por la mirilla bastó para relajar el tenso cuerpo de Mad. Guardó la pistola en la parte trasera del pantalón, soltó un suspiro y abrió la puerta.

—Antonio, qué sorpresa. Me tardé porque estaba en la
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