XXIX Un corazón extra

En el mundo había personas que masticaban más de lo que podían tragar y acababan atragantados, eso le había pasado a Tino, que cosechaba lo que había sembrado en las profundidades de la bodega 46.

El pequeño peón había transitado la senda de los gigantes y ahora lo pisotearían. Un hombre muerto que camina.

—Podemos negociar... puedo entregar un detalle de las operaciones de Eddie Markel los últimos tres años, que es el tiempo que he trabajado para él. Yo hacía todo el trabajo, él sólo gozaba de las utilidades.

—Quiero lo que me robaste de regreso. ¿Puedes hacer eso?

—El cargamento ya fue vendido, pero...

—Mad, córtale una mano.

—¡No! ¡No, por favor! Soy bueno con los números, haré que recuperes lo perdido en unas cuantas semanas. ¡Lo multiplicaré!

Con los ojos desorbitados, Tino vio a Mad coger una vieja sierra oxidada. De repente empezó a reír.

—¡Estás rodeado de traidores, Santori! ¿Adivina quién se revuelca con la zorra que me dio la información del cargamento? Tus enemigos están m
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