LXII Los Narváez y sus citas

Las travesuras de Pedro estaban a salvo, lo que menos pensaba Úrsula era regresar a casa cuando había tanto que hacer en la de Alfonso. Los besos y caricias que se daban en el sillón se interrumpieron cuando llegó el repartidor con la comida que habían ordenado.

Ella quiso comer allí mismo en la sala, sentados sobre la alfombra, a la luz de las danzarinas llamas de la chimenea y bebiendo un exquisito vino que Alfonso se encargó de presumir.

Y no fue lo único que presumió.

—Acabo de vernos a ti y a mí cenando en un yate, en medio de un mar oscuro y sereno, cubiertos por las estrellas.

—Yo también puedo verlo —ella tenía los ojos cerrados y mucha imaginación.

—¿Has navegado en yate?

—Lo más cerca que he estado es haberme subido al barco pirata de los juegos mecánicos. Me solté y me rompí un diente. Por fortuna no era de los permanentes.

Alfonso la miró con horror.

—En el yate estarás a salvo, cumple con todas las medidas de seguridad que establece la ley y puede que incluso más. De lo
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