LXVI El regalo

Alfonso abrió los ojos. Sobre el velador vio una lámpara con forma de premio Oscar y supo que no estaba en su casa. La potente luz que entraba por la ventana lo hirió y se cubrió la cabeza con una almohada. No quería pensar en qué hora era, ni en qué día era; no quería descubrir que había faltado al trabajo y que su vida, como la conocía, se estaba desmoronando.

Los pasos de Unavi lo hicieron enfrentar la luz. Despeinada, sin maquillaje, natural. Era hermosa.

Sonrió observándola hasta que recordó lo que había pasado.

—Discúlpame, no imaginas lo avergonzado que estoy.

—No hiciste nada malo.

Ella era demasiado comprensiva. Con razón Pedro la manipulaba a su antojo.

—Vine a visitarte estando ebrio e hice un escándalo. ¿Qué hombre decente le hace eso a una señorita respetable como tú?

—Me gusta cuando te pones indecente —empezó a besarle el vientre.

—Te confesé un crimen.

Ella lo miró con cara de haberse dormido a mitad de la película.

—Que quería secuestrarte —agregó Alfonso con horror
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