El beso de Kamus fue una pequeña probada de todo lo que Unavi había perdido, de la intensa agitación que la recorría de pies a cabeza cuando estaba entre sus brazos y de la felicidad que se mantenía al final del camino, como una promesa. Pero ahora ninguno de ellos estaba en el camino.Alfonso se apartó y se llevó con él su aliento, la fuerza que la animaba a continuar con un futuro tan oscuro. Le sujetó el rostro con ambas manos en un agarre firme.—Unavi...—¿Sí, Al?—Creo... que me voy a morir...Se desplomó sobre ella, que acabó en el suelo también. 〜✿〜Unavi se secaba las lágrimas a la espera de saber sobre Kamus en la sala de urgencias. ¡Nunca más iba a prepararle el "tumba bueyes" a nadie! Era un peligro público, deberían encerrarla. El médico llegó luego de unas horas. Su seria expresión hizo que el corazón se le cayera hasta el suelo. Se preparó para lo peor.—¡¿Alfonso sobrevivirá?! Le rogó a su abuela milagrosa que así fuera. Ella n
Unavi procesó las palabras de Alfonso, tan autoritarias como esperanzadoras, con mesura. No iba a ilusionarse con tanta facilidad. —Estoy en medio de mi turno, pero salgo en cinco horas.—Dije que ahora.Él la jaló una vez más.—¡Hey, suelta a la señorita! —reclamó el cliente.—Tú no te metas.Ofuscado, el hombre que seguía esperando por el instagr4m, y tal vez algo más si era el héroe de la noche, cogió a Alfonso de las ropas y lo empujó sobre una mesa.—¡No, él está convaleciente! —gritó Unavi.Los guardias llegaron al instante y los separaron. Otro cliente, amigo del primero, intervino en contra de los guardias. Aprovechando el caos, Alfonso volvió a coger de la muñeca a Unavi y la sacó del bar.—¡No puedes hacer esto! —reclamó ella, plantándose con firmeza.—Ya lo estoy haciendo.Unavi se aferró del poste de un farol.—No puedes venir a buscarme como un salvaje. ¿No se supone que me odias? —Por supuesto y puedo ser más salvaje todavía —la cogió de las piernas y se la echó al hom
Kamus miró su reloj. Sólo faltaban cinco minutos. Caminó por su oficina, ordenó unas carpetas, bebió agua, se acomodó la corbata. Su nueva asistente entró. Ella se paseó alrededor del escritorio con su minifalda.—Estos documentos necesitan su firma —informó, con voz aterciopelada.Él volvió a mirar su reloj.Ella, Anahí, se quedó esperando, sentada levemente en el borde de su escritorio. Había sido la mejor postulante, graduada con honores, un diplomado y hasta un magíster.Si Alfonso Kamus fuera un hombre humilde, le habría dicho que estaba sobre calificada para el puesto.—¿Pasa algo, jefe?El hombre no dejaba de mirarle las piernas, muy concentrado. Las horas que se pasaba en el gimnasio habían valido completamente la pena, pensó, satisfecha.—Nada. Te avisaré cuando los firme.Anahí le sonrió y caminó hacia la puerta como si desfilara en una pasarela, con un pie por delante del otro en un andar cadencioso y seductor. Se volvió a ver a Alfonso antes de salir, él seguía con la vista
Con dos pasos, Alfonso cruzó la sala, con uno más llegó a la cocina, con otro al baño y volteándose entró al dormitorio. Había que pasar sobre la cama para llegar al otro lado y abrir la ventana.—Este lugar es horrorosamente pequeño, ¿conseguirás otro?Unavi negó.—¿Entonces te irás a vivir conmigo?Ella volvió a negar y Alfonso quiso cruzar la cama para abrir la ventana y que entrara algo de aire.—Pensé que ahora que habíamos vuelto, iríamos en serio. ¿Cuál es el problema?—Ninguno... intento ahorrar.—Y viviendo conmigo te ahorrarías la renta que pagas por esta caja de fósforos. —Lo sé... Me mudaré contigo más adelante, lo prometo.—¿Cuándo? ¿Cuándo nos casemos?—¡No!—¿No te quieres casar conmigo?—¡No es eso, Al! —Unavi cruzó la cama y abrió la ventana. Inhaló la brisa fría con desesperación. Qué ganas tenía de lanzarse para escapar de sus preguntas.—Explícate.—Yo... Tengo problemas con el compromiso, me hace sentir asfixiada y no quiero que me asfixies.—Me paso la mayor par
—De nuevo vienes con los ojos hinchados. ¿Es por tu novio? —dijo Mad. Unavi asintió. El bar todavía no abría. Ella llevaba puesto su mandil. A primera hora de la mañana había ido a las oficinas de Commodo. Les juró que no tenía idea de lo hecho por Alfonso y anuló el contrato para ser rostro de su marca. El director de marketing le pidió que lo reconsiderara, pero ella estaba decidida.No quería que le regalaran nada.También fue con los de Gramm. Esta vez ellos juraron que no tenían nada que ver con Alfonso. Pero de todos modos había llegado a trabajar con ellos por la popularidad que Commodo le había dado. Su carrera ya había empezado mal desde el principio. Se sentía manchada, sucia.—Esa relación que tienes con él es bastante tóxica. Deberías reconsiderar terminarla.Unavi miró a Mad, tan atractivo y varonil como siempre, con marcas de rasguños en un brazo y un chupón que se asomaba de vez en cuando bajo el cuello de su camiseta. Ella no iba a juzgarlo porque era su único amigo.
Los pies de Unavi no se movieron. Por fin estaba en el lugar que había sido su objetivo desde que firmara el contrato con Bill, el misterioso piso menos dos, donde la creatividad de Kamus se desbordaba y sus sueños adquirían forma.El baúl de los secretos de Alfonso se abría para ella y lo único que quería era salir corriendo. Lo intentó, Kamus la sostuvo del brazo.—¿A dónde crees que vas?—Yo no debería estar aquí, ¡esto es confidencial! —se tapó los ojos. Ya había alcanzado a ver unas carcasas de PC y unos planos en una pared.Varios cubículos, mesas, pantallas, estantes por doquier. Era un lugar enorme.—Sé que tú me guardarás el secreto. Vamos.De la mano la llevó hasta un mesón a la izquierda. La superficie era una pantalla táctil. Varias carpetas con archivos aparecieron al contacto de los dedos de Kamus. Unavi miraba, pero no quería ni leer. ¡No quería saber nada de eso!—Este es uno de los proyectos más ambiciosos en los que estoy trabajando, en colaboración con Bell. Mientr
Alfonso abrió los ojos y lo primero que llenó su cabeza fueron las palabras de Unavi donde se revelaba como una espía. Vaya manera de burlarse de él y sus sentimientos. Sin embargo, no todo era culpa de la embustera, también había responsabilidad suya por romper las reglas. Unavi nunca debió ser nada más que un mero romance de vacaciones. Y tal vez ni eso, él no se involucraba con gente del trabajo. Él le había abierto todas las puertas, no podía quejarse de una invasión. Y ahora lo había hecho de nuevo. Desnudo, esperaba que el mundo dejara de darle vueltas para levantarse de una cama que no era la suya. —Buenos días, Alfonso. El desayuno está servido —avisó Anahí, entrando al dormitorio vestida con su camisa.Se inclinó sobre la cama, su cama, para besarlo.—Te espero en el comedor.Los recuerdos de la fatídica noche anterior seguían algo difusos. Kamus recordaba haber destrozado el teléfono Deluxe y haberse derrumbado en el suelo del piso menos dos, sintiendo que le faltaba el a
"¿Cuál sería el castigo apropiado para quien osase a cometer el terrible acto de matar a un ángel?, se preguntó el hombre, con la funesta expresión de quien llevaba a cuestas al mundo entero. Suspiró, rogando por un milagro".Sentado en un rincón de la habitación del hospital, el hombre que escribía tales inspiradas palabras paseó su vista de la mujer que yacía inconsciente en la camilla hasta sus líneas y agregó otras más. Había pasado mucho tiempo desde que su lápiz no se movía con tanta fluidez. Aún así era demasiado lento para ir a la par de la velocidad con que brotaban en su mente las palabras.Para cuando el milagro ocurrió y ella despertó, ya llevaba unas veinte páginas.El primer recuerdo que llenó la malograda cabeza de Unavi al despertar fue el desprecio en los ojos de Alfonso, luego un auto viniéndosele encima a toda velocidad y al dolor físico y al emocional volviéndose uno junto al aterrador sonido de los neumáticos derrapando contra el húmedo pavimento.Ante la certeza