LXXXI Adormecido

Alfonso abrió los ojos y lo primero que llenó su cabeza fueron las palabras de Unavi donde se revelaba como una espía. Vaya manera de burlarse de él y sus sentimientos.

Sin embargo, no todo era culpa de la embustera, también había responsabilidad suya por romper las reglas. Unavi nunca debió ser nada más que un mero romance de vacaciones. Y tal vez ni eso, él no se involucraba con gente del trabajo. Él le había abierto todas las puertas, no podía quejarse de una invasión.

Y ahora lo había hecho de nuevo. Desnudo, esperaba que el mundo dejara de darle vueltas para levantarse de una cama que no era la suya.

—Buenos días, Alfonso. El desayuno está servido —avisó Anahí, entrando al dormitorio vestida con su camisa.

Se inclinó sobre la cama, su cama, para besarlo.

—Te espero en el comedor.

Los recuerdos de la fatídica noche anterior seguían algo difusos. Kamus recordaba haber destrozado el teléfono Deluxe y haberse derrumbado en el suelo del piso menos dos, sintiendo que le faltaba el a
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