"¿Cuál sería el castigo apropiado para quien osase a cometer el terrible acto de matar a un ángel?, se preguntó el hombre, con la funesta expresión de quien llevaba a cuestas al mundo entero. Suspiró, rogando por un milagro".Sentado en un rincón de la habitación del hospital, el hombre que escribía tales inspiradas palabras paseó su vista de la mujer que yacía inconsciente en la camilla hasta sus líneas y agregó otras más. Había pasado mucho tiempo desde que su lápiz no se movía con tanta fluidez. Aún así era demasiado lento para ir a la par de la velocidad con que brotaban en su mente las palabras.Para cuando el milagro ocurrió y ella despertó, ya llevaba unas veinte páginas.El primer recuerdo que llenó la malograda cabeza de Unavi al despertar fue el desprecio en los ojos de Alfonso, luego un auto viniéndosele encima a toda velocidad y al dolor físico y al emocional volviéndose uno junto al aterrador sonido de los neumáticos derrapando contra el húmedo pavimento.Ante la certeza
Frente al espejo de su baño, Alfonso se rasuraba. No haberse vuelto a convertir en el Kamus náufrago luego de lo ocurrido con Unavi era indicio de su fortaleza emocional. Si el objetivo de ella había sido destruirlo, no lo lograría. Deluxe y sus nuevos proyectos arrasarían frente a la competencia y él se alzaría como el triunfador que era.Las penas de amor eran para los perdedores.Terminó de asearse y se vistió. Un traje italiano, de corte casual, fue su elección. Eran prendas nuevas, para su nueva vida. Honestamente se veía estupendo, como si atravesara su mejor momento. Repitió aquel pensamiento mientras conducía y recogía a Anahí.—¿De qué color es tu vestido?—Es palo rosa. ¿Me queda bien?—Todo te queda bien, tienes buen gusto y sabes de colores.Las particularidades de Unavi que acabaron por conquistarlo no eran exclusivas de ella, ahora lo sabía, el personaje que había inventado para seducirlo resultaba ser bastante corriente y eso lo aliviaba.—Es posible que mi madre se pon
—¿Qué clase de broma retorcida es ésta?—Ninguna broma, Martín. ¿Tan difícil es aceptar que me voy a casar? Ya es hora de sentar cabeza. Ser un hombre de familia responsable es una excelente carta de presentación. —Como si esas cosas te importaran. —Son importantes, son parte de la madurez de la vida adulta. —Pero conoces a esa mujer hace menos de un año. ¿Cómo vas a casarte con ella?—Lo que conozco de ella es más que aceptable y tenemos mucho tiempo por delante para conocernos más.—Enloqueciste. ¿Y te la vas a llevar a vivir a tu casa? Apenas y me dejas entrar a mí.—Viviremos en casas separadas, eso mantendrá viva la llama de la pasión y no nos aburriremos el uno del otro.Martín rio como si oyera el mejor de los chistes. —¿Y los hijos?Kamus estuvo a punto de decir que los vería durante las vacaciones. —Esas son palabras mayores, no todas las familias tienen hijos. Es pronto para pensar en eso. —Ya voy entendiendo, quieres una esposa de adorno y para follar con ella de vez e
En el sillón tan parecido al de Alfonso, donde Unavi le había prometido a sus fans que subiría la temperatura, efectivamente subía la temperatura. —Espera... ¡Alguien podría venir! —reclamaba Unavi, atrapada bajo el atlético y ardiente cuerpo de Prad. —¿Y qué? Soy el jefe, si molestan, los despido. Besó a Unavi con el fervor de un enamorado adolescente. Se estaba desabrochando el pantalón cuando la puerta se abrió y entró una mujer muy parecida a Dina Leal. —¡Alonso! —exclamó ella. Los sorprendidos amantes se separaron al instante. —Madre... no es lo que parece. —¡¿Quién es esa lisiada?! Unavi intentaba, sin éxito, estirarse para alcanzar su silla de ruedas con el brazo bueno. —Es mi asistente, se llama Gabriela y tuvo un accidente, no seas descortés. —Haz que salga, quiero hablar a solas contigo —exigió, cruzada de brazos y mirando hacia el ventanal. —Gabriela, por favor. Déjame a solas con mi madre. Unavi seguía intentando alcanzar la silla, que Prad había dejado demas
El impase de la productora de Lu con salubridad ya se había resuelto y la película seguía en marcha, con más fuerza que nunca. En el set, Alonso Chamus se paró frente al ventanal de su oficina, con expresión de abatimiento. El corazón se le caía a pedazos. Del otro lado, tras las cámaras, varios se hacían los fuertes para no llorar. —Confié en ti, Gabriela... —se carcajeó funestamente— pero ese ni siquiera es tu nombre. Nada sobre Gabriela es real. Pensé que podía confiar en ti, parecías tan inofensiva en esa silla de ruedas, pero eres una mentirosa. ¡Una actriz! ¡Eres una actriz!—¡Una actriz que te ama, esa es mi mayor verdad!—¡Cállate! —rugió Chamus, con tal potencia y dramatismo que a Unavi se le erizaron los vellos.Prad se merecía un premio por su magistral actuación. En sus ojos relucía la misma furia asesina que hizo brillar a los de Alfonso en su momento. Las potentes memorias emotivas que guardaba la ayudaron a que su propia interpretación también fuera excelente. Ambos r
—Alfonso... —balbuceó Unavi, sorprendida por el inesperado encuentro— ¿Qué haces aquí? ¿Acaso me estás siguiendo? Él manejaba la tecnología necesaria para tan reprobable acto, estaba segura.—¿Por qué iba a querer seguirte? No seas absurda. —¿Entonces debo pensar que viniste de compras en un día laboral? Eso es más absurdo todavía.Kamus debía reconocer lo bien que lo conocía la mentirosa, pero claro, eso era parte de su trabajo como espía.—Mi futura esposa quiso venir de compras y la acompañé con gusto porque la amo.—¿Ah sí? ¿Y dónde está? Yo no la veo por ninguna parte —avanzó con sus muletas para revisar los vestidores. Todos estaban vacíos.En un giro, una de las cortinas se le enredó en una muleta y se fue de bruces. Alfonso la atajó antes de que se precipitara contra el suelo. En la rapidez de la maniobra le apretó sin querer un pecho.—¡Y ahora me manoseas! —¡Te acabo de salvar de romperte la cara!—Ya no me quieres, no tienes derecho a tocarme.—¿Y quién quiere tocarte?—E
La abuela de Unavi siempre decía que contar los sueños antes del mediodía impedía que se cumplieran. La conversación telefónica con Alfonso no había sido un sueño, pero se sentía como uno, irreal y mágico; tan frágil como un cubo de hielo a la intemperie.Tenía miedo de que sus ilusiones se hicieran aguas.—¿Alguna buena noticia? Hoy tus ojos están más brillantes —comentó Hilda, su maquilladora.—No puedo decirlo, pero es probable. Es probable que por fin los astros se alineen a mi favor y logre tener lo que tanto amo.—Pues me alegro por ti, Unavi. Eres muy amable, no como esa Nini.—¿Has maquillado a Nini?—Claro que sí, varias veces. Es una pesada. Y tiene una piel horrible, me demoraba horas en hacerla ver decente, no como la tuya, que es tan tersa y perfecta.—Supongo que tengo buenos genes. Espero que duren así por mucho tiempo.Y también esperaba seguirle simpatizando a Hilda o ya andaría ella hablando de sus defectos con alguien más.—Sí, Nini es una insoportable, engreída. Pa
Laura estuvo segura de que sería su día de suerte cuando su jefe le devolvió el saludo por la mañana. Kamus incluso le esbozó una sutil sonrisa. Anahí no había ido a la empresa, pero la persona asignada para reemplazarla tuvo todo listo para la reunión con la que partió la jornada. Eso sólo lo puso de mejor humor.—¿Y esa sonrisa de qué es, Kamus? ¿Por fin te cogieron bien? —No dignificaré tus estupideces respondiéndolas. —¿Y qué esperas que piense? Llevas semanas estando insoportable. Hoy no vino tu asistente y estás radiante. Alguien te cogió bien y no fue ella. Yo no voy a juzgarte, ya sabes lo que pienso al respecto. —¿Quieres que sea infiel, como mi padre?—No, hombre. Quiero que seas consecuente en tu vida sentimental como lo eres en la profesional. Es como si estuvieras teniendo un romance con Bell, pero siguieras deseando a Sandex.—No me hables de Sandex.—Pero captas la idea, ¿no?—Quieres que vuelva con Unavi.—Con ella o con cualquier otra a la que ames porque a Anahí