La inesperada noticia dejó a Unavi sin habla. Miraba, con pasmo, la tétrica expresión de Alfonso, donde la tristeza se teñía de desesperanza y locura.—¿Enferma? ¿De qué está enferma? ¿Es contagioso?—Tiene cáncer.Cáncer, la mortal enfermedad que le había arrebatado a su adorada abuela y que atacaba sin piedad a viejos y jóvenes por igual.—Esto es espantoso. ¿Cáncer de qué? ¿Y le queda un año? ¿Cómo no se lo detectaron antes? Es una mujer tan joven y llena de vida, tan hermosa...Tan hermosa y joven como ella, que ardía en ganas de devorar el mundo. Las lágrimas de Unavi, que brotaban con tanta facilidad, se desbordaron. Alfonso la acogió en sus brazos.—Ella quiere casarse, amor. Lo he estado pensando desde que supe la noticia. ¿Cómo podría negarme a cumplir el último deseo de una mujer moribunda? —No, Al. No puedes dejarla ahora... Dios mío... Este final es más dramático que el de la película...Su corazón se estremecía por el dolor de seguir viva y ver cómo su amor, sin remedio,
El auto de Kamus se detuvo al dar la luz roja en la avenida principal. Su vista se desvió hacia el anuncio publicitario del costado, donde la bella actriz cautivaba a todos con su profunda mirada y los invitaba a ir a ver su película con la promesa de que caerían rendidos a sus pies y le entregarían todo. ¿Quién no querría entregarle sus secretos y hasta la clave de la tarjeta de crédito a cambio de uno solo de sus besos?—¿Quieres que vayamos al cine, Alfonso?Él volvió la vista al frente.—No, Anahí. No me gustan las películas.—Es que cada vez que pasamos junto a uno de esos anuncios te lo quedas mirando embelesado.—Están por toda la ciudad, como una invasión. Se llama contaminación visual, debería quejarme con el alcalde. El semáforo dio la luz verde y pisó el acelerador para alejarse de Unavi, al menos hasta el siguiente semáforo.Dejó a Anahí en su casa y fue a la empresa. Ella ya no trabajaba allí, pero se juntaban a almorzar. Un pequeño sacrificio que estaba dispuesto a hac
Una piedra se estrelló contra el cristal de la ventana y lo hizo estallar en diminutas partes, despertando a Unavi de golpe en medio de la noche. Corrió fuera de su habitación, aterrada.En las escaleras se encontró con Lu.—Hay un loco afuera, llamaré a la policía —informó él. "¡Unavi, sal de ahí!", gritó el loco.Un fan desquiciado, fue lo primero que ella pensó. Sabía de artistas que habían sido asesinados por sus fans en arranques de locura y se habían vuelto inmortales. ¿Sería el destino de ella ser recordada joven y hermosa por siempre?"¡Unavi, mentirosa!"—No llames a la policía, Lu. Es Alfonso.Envuelta en una bata fue a recibirlo. Él se agitaba como una bestia salvaje detrás del cerco perimetral.—¿Estás ebrio?—No, Unavi. Estoy más consciente que nunca. Vi tu asquerosa película. ¡Abre esta reja o voy a tirarla!Era imposible que la tirara, eran barrotes de metal. Empezó a escalarla. Unavi se apresuró a abrir antes de que quedara ensartado en una de las filosas puntas que h
En el comedor en casa de Anahí, Kamus y ella se habían reunido a comer y charlar.—¿Dormiste bien anoche?Anahí asintió, con la expresión ojerosa y acabada de una condenada a muerte. —¿Y tú, Alfonso?En comparación, él lucía resplandeciente, joven y fresco como lechuga.—No dormí mucho, estuve algo ocupado. Esta mañana fui con el sastre por mi traje. Estará listo en tres días. Luego pasé a ver las invitaciones y me dieron una muestra. A mí me gustó, pero espero tu aprobación. Anahí recibió el sobre con delicadeza. Sacó la invitación como si se tratara de un milenario pergamino y temiera que pudiera hacerse polvo entre sus dedos. —La tipografía es hermosa y el papel tiene una textura exquisita —con las yemas recorrió su nombe y el de Alfonso, impresos en cursiva dorada, que invitaban a su familia y amigos a su boda. Los ojos se le humedecieron. —Si te gustó, avisaré para que empecemos a repartirlas el jueves. De la música tendrás que encargarte tú, yo no soy bueno para los ritmos f
Unavi tuvo que sentarse ante tamaña revelación. Lu les dio privacidad y fue a su estudio. Se le acababa de ocurrir una idea buenísima para su próxima novela. —¿Cómo que te casaste? Sin mí, sin tu hermana y única familia en el mundo. ¿Qué locura es ésta, Pedro?—Así es el amor, hermana. Viene tan repentinamente como un huracán y no hay manera de ponerle freno. Hay que dejarse arrasar y ya, sin resistencias.Unavi se aferró la cabeza, incrédula, al borde de una crisis nerviosa. —¡¿Y tenías que casarte con ella?! ¡Es una puta ladrona! Y no la estoy insultando porque eso es. ¡Te robaste la lámpara de mi casa!—La recibí en parte de pago —Lily se quitó el abrigo y su exuberante anatomía, escasamente cubierta, quedó a la vista. Los descomunales pechos que tenía en cualquier momento harían reventar al pequeño top. Y la falda no le tapaba nada. Llevaba bragas en tono nude. Unavi esperaba que fueran las bragas y no otra cosa. Mejor apartó la vista, pero sin quererlo, los ojos se le fueron d
—No debiste hacer eso —lloraba Anahí, todavía en el suelo y con Unavi encima—, ya no lograré reunir la fuerza... —Fuerza hay que tener para vivir, Anahí, no para morir —exclamó Unavi, con la pasión que la caracterizaba inflamando su voz y la fuerza de sus pulmones haciendo resonar sus palabras como si estuviera en el escenario y se hiciera oír hasta en el último rincón del teatro. Anahí no era muy creyente, pero le pareció estar ante la presencia de un ser superior, un ángel.—¿Nos conocemos? —preguntó, casi sin aliento.Unavi había vuelto a su tono natural de cabello, Anahí la conocía rubia, y las gafas cubrían gran parte de su rostro. —Tal vez Dios me puso en tu camino.Su suave voz era celestial, etérea. A Anahí le pareció que un tenue resplandor dorado rodeaba todo el borde de su cuerpo. Era un ser divino. Brillaba tanto que le costaba mirarla. Unavi la ayudó a sentarse. En el suelo donde había estado su cabeza, quedó una mancha de sangre como muestra de lo efusiva que había s
La semana laboral de Kamus había estado muy ocupada y no había podido reunirse con Anahí. Fue a su casa el viernes por la tarde y llevó unos pastelitos para comer bebiendo café. En sus conversaciones telefónicas la había notado más animada.—Fui a una exposición en el museo de arte contemporáneo, unas instalaciones magníficas. ¿Te gusta el arte, Alfonso?—Con los avances en inteligencia artificial, cualquiera puede hacer arte usando un teléfono.—Eso es una blasfemia, pero te lo dejaré pasar. Supongo que nunca iremos de visita a un museo.—Puedo hacer el sacrificio... —se calló abruptamente, no quería decir eso. Su cabeza lo había traicionado—. Me refiero a que el matrimonio en sí mismo está lleno de sacrificios, no hay amor sin sacrificios.—Sí, en eso tienes razón.Kamus soltó un suspiro de alivio y bebió un sorbo de café. En la mesa de centro, varios folletos sobre destinos turísticos se repartían desordenadamente. La luna de miel. Ni siquiera había pensado en eso. En sus fantasía
La fría brisa agitaba las desnudas ramas de los árboles en la poco transitada avenida y subía por las desnudas piernas de Unavi debajo de su glamoroso vestido. Ella tiritaba y Pedro seguía sin bajar del auto. —Hermana...—Lo compramos a crédito, como hace la mayoría de la gente en este país que no es famosa como tú —intervino Lily.—Tú no te metas.—Claro que me meto, es mi esposo al que estás cuestionando. Él también tiene derecho a tener cosas bonitas. —¡Este auto no es bonito, es absurdo! Pedro necesita un auto práctico, bajo, que minimice la distancia entre su silla y el asiento lo más posible. En éste tendría que trepar para subir... ¿Cómo te subiste?Pese al frío, Pedro tenía la frente perlada de sudor.—Yo lo ayudé —aseguró Lily. —Entonces ayúdalo a bajarse para que hablemos adentro. Lily bajó, como si la tarea encomendada fuera pan comido y supiera exactamente cómo se hacía porque ya la había hecho muchas veces. Bajó la silla de ruedas, a la que no le puso el freno, y abrió