Fiel a sus convicciones y con una sonrisa que a nadie dejaba entrever su ruinoso estado emocional, Unavi se presentó en el evento de lanzamiento de Deluxe y Bell, en compañía de Lu. Su deslumbrante presencia atrajo de inmediato los flashes y la prensa quiso sacarle algunas declaraciones. —Señorita Unavi, ¿a qué debemos su presencia aquí el día de hoy? Ella iba a mentir diciendo que era una amante de la tecnología, pero no fue necesario. —Yo la invité —declaró Martín Hesher. El joven magnate de los negocios posó encantado con ella para los fotógrafos y luego se la llevó de allí para hablar con más privacidad. —Gracias por eso, Martín. No quería venir, pero Lu insistió. —Y me alegro de que lo haya hecho. Aunque debo decir que me gustabas más cuando eras rubia. Te veías más ardiente. De todos modos será una gran sorpresa para Kamus que estés aquí, últimamente ha estado muy desanimado. Ya sabes, su orgullo es bestial y se le metió en la cabeza esa estupidez del matrimonio. —Eres
El auto de Kamus, un BMW negro del año, con interior personalizado bajo su supervisión, para su deleite y comodidad, avanzaba a unos ochenta y cinco kilómetros por hora por la autopista. A su lado y hundida en el mullido asiento de copiloto, Unavi no había preguntado hacia dónde iban, pero sabía que no era a la casa de él ni a la de Lu porque se alejaban cada vez más del centro. —Eso fue una locura, Al. El CEO de Bell estará furioso. El glamoroso evento había acabado convertido en un circense show mediático, cortesía de Kamus y su revancha. —Para nada. Bill también metió un espía en su empresa, así que lo ocurrido fue de todo su gusto. —Vaya cuñado que tienes. —Algo hay que agradecerle al infeliz y eso es que no me envió a un hombre. Ambos rieron mientras por la ventana, las luces de la ciudad se deslizaban como estelas. —Conduce más lento, bebimos champagne. —Tú bebiste, Unavi. La mía acabó desparramada en el suelo. Ellos volvieron a reír. No estaban ebrios, pero la adren
Kamus tenía más de veinte llamadas perdidas en su teléfono cuando lo revisó al despertarse. Martín, su madre, Ernest Ford, Anahí y montones de desconocidos. El espectáculo del evento había estado realmente bueno. Debían estar desesperados por algo de información. No le extrañaría que Bill hubiera huido como la rata cobarde que era y sólo lo tuvieran a él para saciar el morbo. Puso el teléfono en "no molestar". —A mí sólo me llamó Lu, unas cuatro veces. —No le devuelvas la llamada, Unavi. No hablemos con nadie. Seamos prófugos un día más y luego volvamos a la realidad. Todavía necesito ser más fuerte —dijo con coquetería. Algo había en la atmósfera de esa casa vieja que los hacía ver más atractivos y sensuales. Sus alientos encendían el aire, sacaban chispas al más ligero toque y con la más inocente mirada. O tal vez sólo tenían mucha calentura acumulada. Fuese cual fuera la razón para tanto revolcón, siguieron con el fortalecimiento físico hasta el mediodía. En cada apasionado e
Kamus terminó de preparar la cena. Sirvió todo cuidando cada detalle, incluso en un jarrón puso unas flores de papel que había hecho mientras se horneaba la carne. A falta de flores reales en su jardín invernal, bienvenidas eran las manualidades. Descubrió que tenía una interesante veta artística para el origami.Era una mesa espléndida la que había montado para agasajar a la mujer que amaba. A la mujer que más había amado en la vida, a su dulce y preciosa Unavi, su delicada princesa..."¡HIJO DE PUTA!", gritó ella. El efusivo insulto resonó en el segundo piso.—Le dije que no llamara a nadie —masculló Kamus.No quería ni imaginar que la velada en que tanto había trabajado se estropeara por alguna estupidez que le enturbiara el ánimo ahora que tan accesible y melosa estaba ella. Fue hasta la habitación con toda la intención de dialogar.—¿Y ahora que pasó?Unavi lloraba. Y cuando estaba triste no comía. Verse a sí mismo tirando a la basura la carne con salsa de champiñones le apretó el
—¡No puedo creer que tengamos tanto dinero! Y sólo por responder unas preguntas sobre tu hermana. ¡Es una locura! —Así es el mundo del espectáculo —Pedro le dio una calada al puro que fumaba. Observó el abundante humo hasta que se difuminó en el cielo de la habitación—. Ya tengo otras dos entrevistas agendadas y quiero que me acompañes. Tal vez quieran contratarte como modelo. Lily chilló y brincó en la cama sobre la que se revolcaba en un mar de billetes. —Quiero que consigamos otro lugar donde vivir, un penthouse. Y quiero un anillo de diamantes —dijo ella. —Nos iremos con calma, cariño. Hay que invertir para que no nos pase lo de la última vez. —¿Invertirás en acciones, departamentos para luego arrendar, comprarás oro? —Nada de eso, Lily. Me llevaré unos cuantos cientos a jugar póker. Ha pasado un tiempo y me pican las manos. —Y yo me llevaré unos cuantos a comprar unas pizzas —Lily se metió en el brasier unos billetes. —Sin aceitunas para mí, cariño. Frente al edificio h
El bar que las amigas de Anahí escogieron para la celebración cerró sus puertas al público general y todas las instalaciones estuvieron disponibles únicamente para ellas. Eran comunes tales festejos en un local que, además de buenos tragos y una gran pista de baile, tenía una sala de juegos en el segundo piso.No había strippers, pero sí meseros que le hacían honor a la belleza masculina con sus cuerpos tonificados y simpatía. Iban con antifaces para darle un toque de misterio a la noche. Ellas también los usaban. Para diferenciar a la festejada le habían dado además una tiara con gemas brillantes."Prohibido deprimirse" era la instrucción que Anahí se repetía como un mantra. Llevaba el rosario en el bolsillo de su pantalón y había dejado la biblia en la guantera del auto.Partió bebiendo una cerveza sin alcohol. No se dio cuenta cuando su vaso estuvo vacío. El mesero, un hombre rubio, les llevó más tragos y las entretuvo con unos trucos de magia. A Anahí le sacó una rosa de detrás de
Aferrando en la mano su rosario, Anahí se reunió a almorzar con Alfonso. Llegó a la mesa que habían reservado en el restaurante, pero no se sentó. Mantuvo una prudente distancia, observándolo con aprensión.—Buenas tardes, Anahí. Te ves asustada, ¿todo está bien?—No lo sé, dímelo tú.—Pues, la caída de Xiamsung es inminente, ya no se amontonan los periodistas fuera de mi casa luego de que llamé a la policía y tampoco me siguieron hasta aquí hoy. Creo que todo está relativamente bien.—¿Sólo eso? —preguntó ella, con incredulidad.—Así es. ¿Debería haber algo más?—No… nada más —se dejó caer en su silla. El pasmo y la decepción se peleaban por un lugar en su cara.—¿Qué tal estuvo tu fiesta? Si es que se puede decir.La sonrisa en el rostro de Kamus se sintió como un puñal en el corazón.—Bien, me divertí bastante. Creí… creí que lo sabrías.—¿Por qué lo sabría?—Porque la fiesta fue en un bar y allí estaba el hombre que acompañaba a tu ex en la tienda, cuando me desmayé. Pensé que él
Al despertarse, Anahí tenía acalambrados hasta los dedos de los pies. Estar cerca de su hora final la había hecho relativizar sus valores morales y perder las inhibiciones con las que había sido criada en su exclusivo círculo social. Había hecho con Mad cosas que ni siquiera imaginaba que podían hacerse.—Siempre imaginé que acabaría casada con un hombre como Alfonso. Viviría en una mansión, tendría muchos hijos, una empleada que hiciera todo en casa y sólo tendría que preocuparme por verme bella para que mi esposo no se buscara una amante más joven. Y, pese a mis esfuerzos, él lo haría de todos modos y me sentiría como una fracasada.—Frente a eso, morir no se oye tan mal.Anahí rio de lo que creyó que jamás podría reírse.—Creo que si no estuviera en la situación en la que estoy, nunca me habría involucrado con un hombre como tú, Mad. ¿Eso te ofende?—Para nada. La sinceridad es una cualidad que aprecio mucho. Las chicas ricas tampoco son mis favoritas. Acostumbradas a los chicos ri