XCVII El show ha terminado
La fría brisa agitaba las desnudas ramas de los árboles en la poco transitada avenida y subía por las desnudas piernas de Unavi debajo de su glamoroso vestido. Ella tiritaba y Pedro seguía sin bajar del auto.

—Hermana...

—Lo compramos a crédito, como hace la mayoría de la gente en este país que no es famosa como tú —intervino Lily.

—Tú no te metas.

—Claro que me meto, es mi esposo al que estás cuestionando. Él también tiene derecho a tener cosas bonitas.

—¡Este auto no es bonito, es absurdo! Pedro necesita un auto práctico, bajo, que minimice la distancia entre su silla y el asiento lo más posible. En éste tendría que trepar para subir... ¿Cómo te subiste?

Pese al frío, Pedro tenía la frente perlada de sudor.

—Yo lo ayudé —aseguró Lily.

—Entonces ayúdalo a bajarse para que hablemos adentro.

Lily bajó, como si la tarea encomendada fuera pan comido y supiera exactamente cómo se hacía porque ya la había hecho muchas veces. Bajó la silla de ruedas, a la que no le puso el freno, y abrió
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