LXXXVIII El frágil sueño

La abuela de Unavi siempre decía que contar los sueños antes del mediodía impedía que se cumplieran. La conversación telefónica con Alfonso no había sido un sueño, pero se sentía como uno, irreal y mágico; tan frágil como un cubo de hielo a la intemperie.

Tenía miedo de que sus ilusiones se hicieran aguas.

—¿Alguna buena noticia? Hoy tus ojos están más brillantes —comentó Hilda, su maquilladora.

—No puedo decirlo, pero es probable. Es probable que por fin los astros se alineen a mi favor y logre tener lo que tanto amo.

—Pues me alegro por ti, Unavi. Eres muy amable, no como esa Nini.

—¿Has maquillado a Nini?

—Claro que sí, varias veces. Es una pesada. Y tiene una piel horrible, me demoraba horas en hacerla ver decente, no como la tuya, que es tan tersa y perfecta.

—Supongo que tengo buenos genes. Espero que duren así por mucho tiempo.

Y también esperaba seguirle simpatizando a Hilda o ya andaría ella hablando de sus defectos con alguien más.

—Sí, Nini es una insoportable, engreída. Pa
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