En el comedor en casa de Anahí, Kamus y ella se habían reunido a comer y charlar.—¿Dormiste bien anoche?Anahí asintió, con la expresión ojerosa y acabada de una condenada a muerte. —¿Y tú, Alfonso?En comparación, él lucía resplandeciente, joven y fresco como lechuga.—No dormí mucho, estuve algo ocupado. Esta mañana fui con el sastre por mi traje. Estará listo en tres días. Luego pasé a ver las invitaciones y me dieron una muestra. A mí me gustó, pero espero tu aprobación. Anahí recibió el sobre con delicadeza. Sacó la invitación como si se tratara de un milenario pergamino y temiera que pudiera hacerse polvo entre sus dedos. —La tipografía es hermosa y el papel tiene una textura exquisita —con las yemas recorrió su nombe y el de Alfonso, impresos en cursiva dorada, que invitaban a su familia y amigos a su boda. Los ojos se le humedecieron. —Si te gustó, avisaré para que empecemos a repartirlas el jueves. De la música tendrás que encargarte tú, yo no soy bueno para los ritmos f
Unavi tuvo que sentarse ante tamaña revelación. Lu les dio privacidad y fue a su estudio. Se le acababa de ocurrir una idea buenísima para su próxima novela. —¿Cómo que te casaste? Sin mí, sin tu hermana y única familia en el mundo. ¿Qué locura es ésta, Pedro?—Así es el amor, hermana. Viene tan repentinamente como un huracán y no hay manera de ponerle freno. Hay que dejarse arrasar y ya, sin resistencias.Unavi se aferró la cabeza, incrédula, al borde de una crisis nerviosa. —¡¿Y tenías que casarte con ella?! ¡Es una puta ladrona! Y no la estoy insultando porque eso es. ¡Te robaste la lámpara de mi casa!—La recibí en parte de pago —Lily se quitó el abrigo y su exuberante anatomía, escasamente cubierta, quedó a la vista. Los descomunales pechos que tenía en cualquier momento harían reventar al pequeño top. Y la falda no le tapaba nada. Llevaba bragas en tono nude. Unavi esperaba que fueran las bragas y no otra cosa. Mejor apartó la vista, pero sin quererlo, los ojos se le fueron d
—No debiste hacer eso —lloraba Anahí, todavía en el suelo y con Unavi encima—, ya no lograré reunir la fuerza... —Fuerza hay que tener para vivir, Anahí, no para morir —exclamó Unavi, con la pasión que la caracterizaba inflamando su voz y la fuerza de sus pulmones haciendo resonar sus palabras como si estuviera en el escenario y se hiciera oír hasta en el último rincón del teatro. Anahí no era muy creyente, pero le pareció estar ante la presencia de un ser superior, un ángel.—¿Nos conocemos? —preguntó, casi sin aliento.Unavi había vuelto a su tono natural de cabello, Anahí la conocía rubia, y las gafas cubrían gran parte de su rostro. —Tal vez Dios me puso en tu camino.Su suave voz era celestial, etérea. A Anahí le pareció que un tenue resplandor dorado rodeaba todo el borde de su cuerpo. Era un ser divino. Brillaba tanto que le costaba mirarla. Unavi la ayudó a sentarse. En el suelo donde había estado su cabeza, quedó una mancha de sangre como muestra de lo efusiva que había s
La semana laboral de Kamus había estado muy ocupada y no había podido reunirse con Anahí. Fue a su casa el viernes por la tarde y llevó unos pastelitos para comer bebiendo café. En sus conversaciones telefónicas la había notado más animada.—Fui a una exposición en el museo de arte contemporáneo, unas instalaciones magníficas. ¿Te gusta el arte, Alfonso?—Con los avances en inteligencia artificial, cualquiera puede hacer arte usando un teléfono.—Eso es una blasfemia, pero te lo dejaré pasar. Supongo que nunca iremos de visita a un museo.—Puedo hacer el sacrificio... —se calló abruptamente, no quería decir eso. Su cabeza lo había traicionado—. Me refiero a que el matrimonio en sí mismo está lleno de sacrificios, no hay amor sin sacrificios.—Sí, en eso tienes razón.Kamus soltó un suspiro de alivio y bebió un sorbo de café. En la mesa de centro, varios folletos sobre destinos turísticos se repartían desordenadamente. La luna de miel. Ni siquiera había pensado en eso. En sus fantasía
La fría brisa agitaba las desnudas ramas de los árboles en la poco transitada avenida y subía por las desnudas piernas de Unavi debajo de su glamoroso vestido. Ella tiritaba y Pedro seguía sin bajar del auto. —Hermana...—Lo compramos a crédito, como hace la mayoría de la gente en este país que no es famosa como tú —intervino Lily.—Tú no te metas.—Claro que me meto, es mi esposo al que estás cuestionando. Él también tiene derecho a tener cosas bonitas. —¡Este auto no es bonito, es absurdo! Pedro necesita un auto práctico, bajo, que minimice la distancia entre su silla y el asiento lo más posible. En éste tendría que trepar para subir... ¿Cómo te subiste?Pese al frío, Pedro tenía la frente perlada de sudor.—Yo lo ayudé —aseguró Lily. —Entonces ayúdalo a bajarse para que hablemos adentro. Lily bajó, como si la tarea encomendada fuera pan comido y supiera exactamente cómo se hacía porque ya la había hecho muchas veces. Bajó la silla de ruedas, a la que no le puso el freno, y abrió
Fiel a sus convicciones y con una sonrisa que a nadie dejaba entrever su ruinoso estado emocional, Unavi se presentó en el evento de lanzamiento de Deluxe y Bell, en compañía de Lu. Su deslumbrante presencia atrajo de inmediato los flashes y la prensa quiso sacarle algunas declaraciones. —Señorita Unavi, ¿a qué debemos su presencia aquí el día de hoy? Ella iba a mentir diciendo que era una amante de la tecnología, pero no fue necesario. —Yo la invité —declaró Martín Hesher. El joven magnate de los negocios posó encantado con ella para los fotógrafos y luego se la llevó de allí para hablar con más privacidad. —Gracias por eso, Martín. No quería venir, pero Lu insistió. —Y me alegro de que lo haya hecho. Aunque debo decir que me gustabas más cuando eras rubia. Te veías más ardiente. De todos modos será una gran sorpresa para Kamus que estés aquí, últimamente ha estado muy desanimado. Ya sabes, su orgullo es bestial y se le metió en la cabeza esa estupidez del matrimonio. —Eres
El auto de Kamus, un BMW negro del año, con interior personalizado bajo su supervisión, para su deleite y comodidad, avanzaba a unos ochenta y cinco kilómetros por hora por la autopista. A su lado y hundida en el mullido asiento de copiloto, Unavi no había preguntado hacia dónde iban, pero sabía que no era a la casa de él ni a la de Lu porque se alejaban cada vez más del centro. —Eso fue una locura, Al. El CEO de Bell estará furioso. El glamoroso evento había acabado convertido en un circense show mediático, cortesía de Kamus y su revancha. —Para nada. Bill también metió un espía en su empresa, así que lo ocurrido fue de todo su gusto. —Vaya cuñado que tienes. —Algo hay que agradecerle al infeliz y eso es que no me envió a un hombre. Ambos rieron mientras por la ventana, las luces de la ciudad se deslizaban como estelas. —Conduce más lento, bebimos champagne. —Tú bebiste, Unavi. La mía acabó desparramada en el suelo. Ellos volvieron a reír. No estaban ebrios, pero la adren
Kamus tenía más de veinte llamadas perdidas en su teléfono cuando lo revisó al despertarse. Martín, su madre, Ernest Ford, Anahí y montones de desconocidos. El espectáculo del evento había estado realmente bueno. Debían estar desesperados por algo de información. No le extrañaría que Bill hubiera huido como la rata cobarde que era y sólo lo tuvieran a él para saciar el morbo. Puso el teléfono en "no molestar". —A mí sólo me llamó Lu, unas cuatro veces. —No le devuelvas la llamada, Unavi. No hablemos con nadie. Seamos prófugos un día más y luego volvamos a la realidad. Todavía necesito ser más fuerte —dijo con coquetería. Algo había en la atmósfera de esa casa vieja que los hacía ver más atractivos y sensuales. Sus alientos encendían el aire, sacaban chispas al más ligero toque y con la más inocente mirada. O tal vez sólo tenían mucha calentura acumulada. Fuese cual fuera la razón para tanto revolcón, siguieron con el fortalecimiento físico hasta el mediodía. En cada apasionado e